Según la
Revolución diabólica
“Debido a sus tareas domésticas, la situación de la mujer sigue
siendo penosa. Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real
y efectiva con el hombre, es necesario que la economía nacional sea socializada
y que la mujer participe en el trabajo general de producción. Entonces sí la
mujer ocupará el mismo lugar que el hombre. (…) La construcción del socialismo
comenzará sólo cuando hayamos logrado la completa igualdad de la mujer, y
cuando acometamos las nuevas tareas junto con la mujer, que habrá sido liberada
del trabajo mezquino, embrutecedor, improductivo”.
Vladimir
Ilich Lenin, Discurso “Las tareas del
movimiento obrero femenino en la República Soviética”, 24 de septiembre de
1919.
Según el Cristianismo
“En
su hogar, una mujer puede ser decoradora, cuentacuentos, diseñadora de moda,
experta en cocina, profesora... Más que una profesión, lo que desarrolla son
veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso no se hace rígida y estrecha de
mente, sino creativa y libre. Esta es la sustancia de lo que ha sido el papel
histórico de la mujer. No niego que muchas han sido maltratadas e incluso
torturadas, pero dudo que jamás hayan sido torturadas tanto como ahora, cuando
se pretende que lleven las riendas de la familia y, al mismo tiempo, triunfen
profesionalmente. No niego que antes la vida era más dura para las mujeres que
para los hombres. Por eso nos descubrimos ante ellas.
Es
la misma Naturaleza quien rodea a la mujer de niños muy pequeños que requieren
que se les enseñe, no cualquier cosa, sino todas las cosas. Los bebés no
necesitan aprender un oficio, sino que se les introduzca a un mundo entero. El
niño es un ser humano capaz de hacer todas las preguntas posibles, y muchas de
las imposibles. Si alguien dice que responder a ese niño insaciable es una
tarea agotadora, tiene razón. Si dice que es un cometido desagradable, admito
que puede ser tan desagradable como el de un cirujano o un bombero. En cambio,
cuando la gente dice que esa tarea femenina no sólo es cansada, sino trivial y
odiosa, se me hace imposible entender lo que quieren decir. Si odioso
significa insignificante, descolorido e intrascendente, confieso que no lo
entiendo. Porque decidir y organizar casi todo; ser ministro de economía que
invierte y compra ropa, libros, sábanas y pasteles; ser Aristóteles que enseña
lógica, ética, buenos modales e higiene... Todo esto puede dejar a una persona
exhausta, lo que no puedo imaginar es cómo podría hacerla estrecha y limitada.
La
manera más breve de resumir mi postura es afirmar que la mujer representa la
idea de salud mental, el hogar intelectual al que la mente ha de regresar
después de cada excursión por la extravagancia. Corregir cada aventura y
extravagancia con su antídoto de sentido común no es —como parecen pensar
muchos— tener la posición de un esclavo. Es estar en la posición de un
Aristóteles o de un Spencer, es decir, poseer una moral universal, un sistema
completo de pensamiento. Una mujer así tiene que hacer muchos equilibrios para
arreglar y resolver casi todo, para adaptarse a lo que haga falta. Y hacer
equilibrios puede ser propio de personas cobardes, que se arriman al más
fuerte. Pero también define a las personas de carácter noble, que siempre se
ponen al lado del más débil, como el regatista que equilibra un velero
sentándose donde se necesita su peso. Así es la mujer, y su oficio es generoso,
peligroso y romántico. Su carga es pesada, pero la humanidad ha pensado que
valía la pena echar ese peso sobre las mujeres para mantener el sentido común
en el mundo”.
Gilbert K. Chesterton,
“Mujeres torturadas”, La mujer y la familia, Styria.