El
refugiado Mons. Fellay pide ser rescatado y acogido por el rescatista
Francisco.
"No hemos cambiado nada".
Mons. Fellay,
entrevista a NCR
“El que
dialoga, en cambio, renuncia a estar aislado y a ser condenado”.
L’Osservatore
Romano.
Contra
el parecer generalizado de los tradicionalistas, de los conservadores y aun de
muchos línea-media y tradi-liberales, Mons. Fellay afirma no poder incluir a Francisco
en una categoría determinada. Aun no sabe si es modernista, si es conservador,
si es tradicional, si es humanista, si es liberal, si es “pelagiano”, si es “de los nuestros”, si
es “enemigo” o quién sabe qué. Mons. Fellay está indeciso, no lo sabe. En un
primer momento ya lejano se había atrevido a decir en una conferencia que
Francisco era un modernista. Se le escapó. Luego pasó a aclarar que era un
modernista moderado, no teórico sino práctico. Ahora ya no dice nada de eso. Más
bien tiende a diferenciarlo de los modernistas. Parece que las medidas “a favor
de la Tradición” que últimamente viene realizando Francisco (videos ecumenistas
interreligiosos que igualan todas las religiones; apertura a la comunión
sacrílega de adúlteros; posibilidad de mujeres “diaconisas”; la exhortación
“Amoris laetitia”; el video feminista; declaraciones heterodoxas, heréticas y/o
blasfemas, más un largo etc.) lo han desconcertado un poco, y duda. Así lo
acaba de decir en reciente entrevista:
“Este Santo Padre es completamente atípico y el problema que tenemos al
abordarlo es tratar de ponerlo en una categoría. Uno de los mayores problemas
es que la manera normal de juzgar a alguien es tomar sus acciones y concluir
que actúa de este modo porque así piensa. Y si se trata de hacerlo con este
papa, uno se queda desconcertado porque un día él hace algo y al día siguiente
hace casi lo contrario, o dice. Entonces este es uno de los puntos más confusos
del papa actual y yo creo que debemos entender que no se puede abordar en este
nivel. Ha dicho varias veces que él considera la doctrina más bien como un
obstáculo al tratar con la gente, para él lo que importa es la gente, es la
persona, entonces él trata de ver a la persona y entonces él es muy humano.
Ahora ¿cuál es su motivo? Para mí él es alguien a quien le gusta ver a todos
salvados, ver que todos tienen acceso a Dios, que es como un rescatista que al
final desata la cuerda que es la seguridad, para ponerse en una situación
peligrosa al tratar de llegar a otras personas, y yo creo que probablemente
esto es lo que está haciendo con nosotros. Para el modernista ciertamente ha
desamarrado la seguridad de la cuerda para llegar a nosotros. Y él dijo que ha
tenido problemas con algunas personas en la Iglesia por este acercamiento, pero
está utilizando este acercamiento para todos los que están en las periferias”.
Que Francisco sea un Papa atípico, concedido. Pero no
lo es porque realice medidas contradictorias entre sí, un día una y al otro día
la opuesta. En absoluto. Es atípico, sí: es populista, toma mate, habla en
porteño, “misericordea”, visita ópticas, calza zapatos negros, se abraza con
homosexuales y detiene el papamóvil para comer pizza. Pero que sea confuso en
cuanto a lo que es, a lo que piensa y a lo que como consecuencia de lo que
piensa, hace, no, al contrario, es absolutamente claro (aunque no sepamos a
ciencia cierta si tiene o no un mandil masónico debajo de la sotana blanca o en
la valijita que lo acompaña en sus viajes). Francisco es la quintaesencia del
modernismo salido de las periferias. Es la encarnación del programa masónico
democrático. Es el humanismo integral que postulaba Pablo VI al final del
Concilio. Es la nueva religión conciliar que rompió amarras con la Tradición. Y
si Mons. Fellay está confuso respecto de lo que es, no pueden caberle dudas
acerca de lo que Bergoglio no es: un
tradicionalista. Pero, ¿no será acaso porque el mismo Mons. Fellay ha perdido
su propia identidad al hacerse liberal, que entonces es incapaz de discernir lo
que es Francisco?
Mientras tanto, y hasta ahora, sólo hemos visto una
tímida o aparente disensión pública dentro
de la misma Neo-FSSPX. El sitio web del Distrito de México publicó un artículo
donde se deja muy en claro que Francisco entra en la categoría de los
“revolucionarios”. Ah, pero en realidad lo dice pero no lo dice. ¿Cómo es esto?
Ellos publican
eso, pero el artículo está tomado de otro sitio web y es firmado por Roberto de
Mattei. Y por si acaso, allí a un costado del artículo, mediante un signo
gráfico muy visible, aclaran, no vaya a ser que los acusen de coincidir con tal
categorización: “Queda bien entendido que
los comentarios retomados en la prensa externa a la FSSPX, no son en ningún
caso una adhesión cualquiera a lo que por otra parte está ahí escrito”. No
son en ningún caso una adhesión cualquiera, pero son en algún caso una cierta
adhesión, ¿o no adhieren en absoluto con lo que publican? ¿Entonces para qué lo
publican? En qué parte y en qué caso hay adhesión de los neo-fraternitarios
mexicanos a lo que allí se dice, vaya Ud. a adivinar. Porque más allá de eso,
no vemos hasta ahora que nadie salga a aclarar nada, y a decir con todas las
letras las cosas como son. Cosas que sí dicen muchos otros que no son
precisamente “tradicionalistas” o del supuesto “baluarte de la Tradición” como muchos
algunos creen que es la FSSPX.
¿Y por qué no recordar ahora cuando la FSSPX todavía
se animaba a confrontar con el cardenal Bergoglio, en Argentina? Quizás luego
llegó la orden de arriba de ir a arrodillarse con cierta frecuencia ante el
futuro Francisco, y todo se acabó. Empezando por el mismo Superior de Distrito
de entonces, Padre Bouchacourt, quien decía por ejemplo en un editorial de la
revista Iesus Christus de mediados de
2010:
“El veredicto tuvo lugar el
15 de julio pasado a las cuatro de la mañana: Argentina se ha convertido así en
el primer país en América del Sur en aprobar el “matrimonio gay” y a conferir a
los homosexuales todos los derechos civiles posibles, incluso el de adoptar niños.
(…)
… habría que haber
visto la decepción y la humillación en los rostros de los católicos que
participaron de la manifestación realizada en Buenos Aires el 13 de julio
contra el proyecto, después de haber oído el mensaje que el Cardenal Jorge
Bergoglio envió para que se leyese en ella. Ni siquiera se mencionó el nombre de Dios. No fueron más
que palabras tibias, insípidas y vergonzosas. Situado en un
plano puramente natural para evitar ofender a los no católicos, no se hizo ni
mención ni defensa de los derechos de Dios en la sociedad. ¿Acaso no es más
bien esta actitud tímida de los obispos lo que decidió a unos cuantos senadores
a votar a favor de la ley? Creo que después de oídas sus palabras, los
partidarios del proyecto comprendieron, con alivio, que la Iglesia no estaba
dispuesta a confrontar y a oponerse. Podían tranquilamente esperar la
victoria…
“Junto a estas declaraciones
del 19 de agosto hechas por el Padre Oesterheld, los obispos invitaron además a
la moderación y al “diálogo con la sociedad del país”. A propósito del diálogo,
es interesante recordar lo que consigna un documento emitido poco después del
Concilio por el Secretariado para el Diálogo Interreligioso: “El
diálogo no implica la refutación del error ni la conversión del interlocutor”
tema sobre el cual “L’Osservatore Romano” ya había apuntado que “quien
renuncia al diálogo es un fanático, un intolerante, que siempre termina por ser
infiel a sí mismo y luego a la sociedad de la que forma parte. El que dialoga,
en cambio, renuncia a estar aislado y a ser condenado”.
“¡Qué victoria para los
enemigos de la Iglesia! Los defensores
de estos proyectos criminales ahora pueden frotarse las manos: tienen la
seguridad de que la Iglesia no respaldará a los obispos que tienen un discurso
demasiado neto en los futuros debates. ¡No quedan dudas de lo que resultará
de tales debates!
“De hecho, en su oposición
al proyecto de ley a favor de los homosexuales, los obispos y el clero
argentino han reaccionado demasiado tarde y de modo demasiado natural. Que yo
sepa, ningún obispo puso en marcha una cruzada de rosarios, o de Misas, ni
llamó a los fieles a la penitencia y al sacrificio.
“¿Por qué no emplearon un lenguaje claramente católico para defender los
derechos de Dios, Supremo Legislador de la sociedad? ¿Por qué permitieron —como
circularon comentarios— que en muchas parroquias, unos días antes de la
votación, algunos sacerdotes predicaran diciendo que el hombre auxiliado por el
Samaritano, del que hablan los Evangelios, podía ser el homosexual discriminado
por la sociedad, cuya rehabilitación buscaba este proyecto de ley? Salvando
raras excepciones, los
obispos faltaron gravemente a su deber y tendrán que rendir cuentas a Dios de
ello”.
Como vemos
allí, por entonces resultaba claro categorizar al Cardenal Bergoglio, hoy
llamado Francisco: su intervención fue decisiva para una victoria de los
enemigos de la Iglesia. Sin siquiera dar la cara en apoyo a los miles de fieles
convocados en las calles, su mensaje resultó “tibio, insípido y vergonzoso”, como
decía el P. Bouchacourt. Fue un mensaje en el que ni siquiera mencionó a Dios,
como hace hoy en sus videos. “Después del naufragio” titulaba su editorial el
P. Bouchacourt. Un naufragio al que contribuyó decisivamente el Cardenal Bergoglio,
del cual incluso se llegó a incluir una fotografía en la primera página del crítico
editorial. ¿Y hoy? Hoy vemos que Francisco está compartiendo la responsabilidad
con Mons. Fellay en el naufragio de la FSSPX. “¿Por qué no emplearon un lenguaje claramente católico para defender
los derechos de Dios, Supremo Legislador de la sociedad?”, se preguntaba el
P. Bouchacourt, en referencia a los obispos argentinos, apañados por Bergoglio.
La misma pregunta podría hacerse hoy a Mons. Fellay y los que son cómplices de
su maniobra acuerdista. ¿Ahora ven a Bergoglio como un rescatista? Que nos
perdonen, pero viendo la experiencia pasada (incluso de cosas que el propio
Francisco ha contado) la confianza que se nos pide está muy devaluada, y quizás
no sea mal pensado decir que si vemos a Bergoglio con una cuerda en la mano no
es porque viene a rescatarnos, sino más bien porque viene para ahorcarnos. Quizás
resulte como decía otro revolucionario, Lenin: “Los capitalistas nos venderán la soga con
que vamos a ahorcarlos”, y sea el propio Mons. Fellay quien esté dando la
soga a Francisco para ser rescatados o “normalizados”, o sea, para ser ahorcados.