Fuente (extracto)
CON OCASIÓN DEL 50 ANIVERSARIO DE NOSTRA
AETATE
Se presenta un documento conjunto sobre las
relaciones entre el catolicismo y la religión judía
«Los dones y el llamado de
Dios son irrevocables. Reflexiones sobre temas teológicos sobre las relaciones
católico-judías en ocasión del 50 aniversario de Nostra Aetate», es el nombre
del nuevo documento sobre las relaciones del cristianismo con el hebraísmo que
fue presentado este jueves en la Sala de prensa de la Santa Sede.
(Aica) Durante la
presentación, el cardenal Kurt Koch, presidente de la Comisión para las
relaciones religiosas con el judaísmo explicó que el documento «no da
definiciones doctrinales definitivas», y tampoco es «un documento oficial del
Magisterio de la Iglesia, sino un documento de estudio de nuestra Comisión, que
intenta profundizar la dimensión teológica del diálogo judío-católico».
Por su parte el rabino
Rosen subrayó que el nuevo documento revela no sólo los avances en las
directrices propuestas por Nostra Aetate de apreciar y respetar la
autocomprensión judía sino también un profundo reconocimiento del lugar de la
Torá en la vida del pueblo judío y, de acuerdo con el trabajo de la Pontificia
Comisión Bíblica, un reconocimiento de la integridad de la lectura judía de la
Biblia que es diferente de la cristiana. «De hecho -señaló- el mismo hecho de
que el documento también cita extensamente fuentes rabínicas judías es un
testimonio más de este aspecto».
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ALGUNAS DE LAS CITAS MÁS ESCANDALOSAS DE ESTE
ESPANTOSO DOCUMENTO:
Sólo por analogía, el
diálogo entre Judíos y Cristianos puede calificarse como un "diálogo
interreligioso", es decir, un diálogo entre dos religiones intrínsecamente
separadas y diferentes. No es el caso de dos religiones, fundamentalmente diversas,
que se confrontan entre sí, después de haberse desarrollado independientemente
una de otra, sin influencia mutua. La tierra nutricia de ambos, Judíos y
Cristianos, es el Judaísmo del tiempo de Jesús. (N° 15).
Por consiguiente el diálogo
Judío-Cristiano sólo con reservas puede calificarse como "diálogo
interreligioso", en el sentido estricto de la expresión; se podría hablar
sin embargo de un tipo de diálogo sui generis "intra-religioso" o
"intra-familiar". (n° 20)
La separación de la Iglesia
de la Sinagoga (...) según algunas opiniones recientes, solo llegó a terminar
cumplidamente hacia el siglo tercero o cuarto. (...) Con el tiempo los dos
hermanos, Cristianismo y Judaísmo, crecieron cada vez más separados, llegando a
ser hostiles e incluso a difamarse mutuamente. Para los Cristianos, los Judíos
venían descritos a menudo como condenados por Dios y como ciegos, debido a su
incapacidad de reconocer en Jesús al Mesías portador de salvación. (n° 16).
Por parte de muchos Padres
de la Iglesia la así llamada teoría del reemplazo o sustitucionismo ganó un
favor tan consistente, que en la Edad Media llegó incluso a representar la
fundamentación teológica normal para la relación con el Judaísmo: las promesas
y compromisos de Dios no se aplicarían más a Israel, porque no había reconocido
a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios, sino que se habrían transferido a la
Iglesia de Jesucristo, que era ahora el verdadero "nuevo Israel", el
nuevo Pueblo elegido por Dios. No obstante ser originarios de una misma tierra,
el Judaísmo y el Cristianismo, una vez separados, quedaron envueltos durante
varios siglos en un antagonismo teológico que sólo llegó a disolverse en el
Concilio Vaticano II. (...) Una teología del reemplazo o de la sustitución, que
opone entre sí, como dos entidades separadas, la Iglesia de los Gentiles y la
Sinagoga rechazada que es sustituida, carece de fundamento. Desde una relación
originalmente íntima entre Judaísmo y Cristianismo, se desarrolló un estado
permanente de tensión, que ha venido transformándose gradualmente tras el
Concilio Vaticano II en una relación de diálogo constructivo. (n° 17).
La Iglesia es llamada el
Nuevo Pueblo de Dios..., lo cual no significa que el Pueblo de Dios de Israel
ha dejado de existir. La Iglesia "fue preparada admirablemente en la
historia del Pueblo de Israel y en la Antigua Alianza"... La Iglesia no
reemplaza al Pueblo de Dios de Israel, aunque como comunidad fundada sobre
Cristo representa en él el cumplimiento de las promesas hechas a Israel. Esto
no significa que Israel, al no haber alcanzado ese cumplimiento, no puede
considerarse ya por más tiempo Pueblo de Dios. (n° 23).
Observando la Torá el Judío
recibe una participación en la comunión con Dios. (n° 24).
El Judaísmo y la fe
Cristiana, como aparecen en el Nuevo Testamento, son dos caminos por los que el
Pueblo de Dios puede apropiarse las Sagradas Escrituras de Israel. (...) Una
respuesta a la palabra de Dios expresada soteriológicamente [soteriología:
“doctrina referente a la salvación”. Dicc. RAE], que vaya de acuerdo con
una u otra tradición, puede por lo mismo franquear el acceso a Dios, quedando
siempre en el poder de su consejo salvífico determinar, para cada caso, en qué
manera piensa salvar a la humanidad. (n° 25).
En este sentido, los
Cristianos afirman que Jesucristo puede ser considerado como "la Torá
viviente de Dios". Torá y Cristo son la Palabra de Dios, su revelación
para nosotros los hombres como testimonio de su amor ilimitado. (n° 26).
La alianza que Dios dispuso
con Israel es irrevocable. (...) La Nueva Alianza nunca puede reemplazar a la
Antigua... (n° 27).
...surgieron... dos nuevas
maneras de leer la Escritura: la exégesis Cristológica de los Cristianos y la
exégesis Rabínica de esta forma de Judaísmo que se desarrolló en la historia.
Dado que cada modo supuso una nueva interpretación de la Escritura, la nueva
pregunta crucial consiste en saber cómo ambos modos se relacionan entre sí. Y
dado que la Iglesia Cristiana y el Judaísmo Rabínico post-bíblico se
desarrollaron no solo en paralelo, sino también en un marco de oposición e
ignorancia recíprocas, la pregunta no puede responderse exclusivamente desde el
Nuevo Testamento. (n° 31).
La Iglesia es el lugar
definitivo e insuperable de la acción salvífica de Dios. Sin embargo, esto no
significa que Israel, como Pueblo de Dios, ha sido repudiado o ha perdido su
misión... (n° 32)
Que sólo puede existir una
historia de la Alianza de Dios con la humanidad, y que por consiguiente Israel
es el Pueblo elegido y amado por Dios con una Alianza nunca rechazada ni
revocada (cf. Rm 9:4; 11:29), es la convicción que aparece en el apasionado
alegato del Apóstol Pablo sobre el doble hecho de que, si bien la Antigua
Alianza de Dios continúa vigente, Israel no ha acogido la Nueva Alianza. (n°
34).
Sin embargo, de la
confesión Cristiana, de que sólo puede haber un camino de salvación, no se
sigue en forma alguna que los Judíos queden excluidos de la salvación de Dios
porque no creen en Jesucristo como Mesías de Israel e Hijo de Dios. (...) Que
los Judíos son participes de la salvación de Dios es teológicamente
incuestionable; pero cómo pueda ser esto posible sin confesar a Cristo
explícitamente, es y seguirá siendo un misterio divino insondable. (n° 36).
La Iglesia se ve así
obligada a considerar la evangelización en relación a los Judíos, que creen en
un sólo Dios, con unos parámetros diferentes a los que adopta para el trato con
las gentes de otras religiones y concepciones del mundo. En la práctica esto
significa que la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión
institucional específica dirigida a los Judíos. Pero, aunque se rechace en
principio una misión institucional hacia los Judíos, los Cristianos están
llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los Judíos, aunque
deben hacerlo de un modo humilde y cuidadoso, reconociendo que los Judíos son también
portadores de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran
tragedia de la Shoah. (n° 40).
...desde la perspectiva
Cristiana, constituye una meta importante difundir entre los Cristianos los
tesoros espirituales escondidos en el Judaísmo. (n° 44).
Una meta importante del
diálogo Judío-Cristiano consiste ciertamente en el compromiso conjunto a escala
mundial en favor de la justicia, la paz, la conservación de la creación y la
reconciliación. En el pasado, pudo darse que las diferencias religiosas –en el
contexto de una búsqueda reductiva de la verdad y de una intolerancia
consecuente– contribuyeran a suscitar choques conflictivos. Pero hoy las
religiones no deberían formar parte del problema, sino parte de la solución.
Sólo cuando las religiones se comprometen en un diálogo provechoso, que
contribuye a la concordia mundial, la paz puede alcanzar también los niveles
sociales y políticos. La libertad religiosa, garantizada por la autoridad
civil, es el requisito previo para ese diálogo y para la paz. (n° 46)
Otra meta importante del
diálogo Judío-Católico consiste en la lucha conjunta contra todas las
manifestaciones de discriminación racial antijudía y todas las formas de
antisemitismo, que nunca han sido enteramente erradicadas y resurgen de
diferentes maneras en varios contextos. La historia nos enseña hasta donde
pueden llegar las actitudes, incluso ligeramente perceptibles, del
antisemitismo: la tragedia humana de la Shoah, en la que fueron aniquilados dos
tercios de los Judíos europeos. Ambas tradiciones de fe están llamadas a
mantener juntas una vigilancia y una sensibilidad incesante también en la
esfera social. El fuerte lazo de amistad que liga a Judíos y Católicos, obliga
particularmente a la Iglesia Católica a hacer todo lo posible por colaborar con
nuestros amigos Judíos, para repeler toda tendencia antisemita. (n° 47).
Cuando los Judíos y los
Cristianos contribuyen juntos, mediante una ayuda humanitaria concreta, a la
justicia y a la paz del mundo, testimonian el cuidado amoroso de Dios.
Abandonando la confrontación y aunando sus esfuerzos, Judíos y Cristianos deben
trabajar por un mundo mejor. (n° 49).
LEER EL TEXTO COMPLETO ACÁ
Y, por cierto...
En tanto, Mons. Fellay calla ante este y los
demás escándalos del demoledor Francisco.
Sepa por qué.