Santísima Virgen María, que
para inspirarnos una confianza sin límites, has querido tomar el dulce nombre
de Madre del Perpetuo Socorro, te suplicamos nos socorras en todo tiempo y
lugar, en las tentaciones, después de nuestras caídas, en todas las dificultades
de la vida y sobre todo en el trance de la muerte. Concédenos, amorosa Madre, la
costumbre de recurrir siempre a ti, porque estamos ciertos, que si somos fieles
en invocarte, vos serás fiel en socorrernos. Danos esta gracia de las gracias,
la de suplicarte sin cesar con la confianza de hijos, a fin de que, en virtud
de esta súplica constante, obtengamos tu perpetuo socorro y la perseverancia
final. Bendícenos, tierna y cuidadosa Madre y ruega por nosotros ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.