“Tú eres la verdad que presides sobre todas las cosas. Yo por mi
avaricia no quise perderte, pero, igualmente, quise poseer contigo la mentira
–de la misma manera que nadie quiere la mentira hasta el punto de ignorar lo que
es la verdad. Por eso te perdí yo, porque no toleras ser poseído con la
mentira”.
San Agustín – Confesiones, X, 41.