Guillermo
Gueydan de Roussel
INTRODUCCIÓN
En
este estudio expondré el papel de las sociedades secretas en la formación de
los Estados Unidos de Norteamérica. Estas investigaciones permitirán al lector
atento comparar el origen, la historia e incluso el futuro de la gran República
del Norte y de las naciones de América del Sur.
Siendo
esta historia relativamente reciente en comparación con la historia de las
naciones europeas, es posible conocer sus actores y sus gestas con toda
objetividad, sin recurrir a leyendas.
Para
conocer el papel de la francmasonería, es menester consultar sus archivos,
pero ellos no están al alcance de los profanos. Existen, sin embargo,
diccionarios masónicos, el más importante de los cuales es el Internationales Freimaurer Lexikon, cuyo
principal autor, Lennhoff, era dignatario de la Gran Logia de Viena y Gran
Comendador del Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Estos
diccionarios constituyen para el historiador la clave de todos los
acontecimientos importantes de estos dos últimos siglos, porque la identidad
secreta de un hombre político tiene más influencia sobre su conducta, sus actos
y sus discursos que su nacionalidad, su raza o su religión: recibiendo la
“Iniciación” y obligándose a guardar su secreto, el hombre se convierte en el
instrumento de un demonio y sus menores actos toman una significación y un
alcance cuyo origen escapa al público.
Noticia biográfica
de Benjamín Franklin
Uno
de los principales fundadores de los Estados Unidos fue Benjamín Franklin
(1706-1790). Los historiadores acostumbran considerar su fulgurante carrera y sus
éxitos inesperados como “providenciales”. De hecho, no tienen nada de providencial.
Hijo de un fabricante de velas y de jabón y perteneciente a una familia de
cuáqueros muy modesta, Franklin hizo en su juventud dos viajes para
perfeccionarse en el arte de la imprenta. En 1776, firmó la Declaración de
Independencia y, el mismo año, fue enviado a Francia en calidad de ministro
plenipotenciario a fin de obtener el apoyo de Luis XVI contra Inglaterra. Dos
años más tarde, retornó a Francia como embajador para firmar el Tratado de Paz
con Inglaterra (1783). Terminó su carrera como Gobernador de Pensilvania. Tal
es la biografía oficial de este “gran hombre”. Veamos la otra.
Historia secreta
de Benjamín Franklin
Franklin
fue “iniciado” a la edad de 25 años en la Logia “San Juan de Jerusalén”. En
Inglaterra, entró en relación con los “Hermanos” y estudió los misterios de la
secta. Leyó con admiración la obra secreta de las Constituciones de Anderson, carta fundamental de la
franc-masonería, a la que se adjuntaba el Discurso
preliminar de Ramsay, que fue Gran Orador de la Gran Logia de Inglaterra.
Fue allí donde encontró el secreto de los colonos de América del Norte, separados
por sus orígenes, sus lenguas, sus costumbres y sus creencias religiosas. De
hecho, la Logia “Unión Americana”, a la que pertenecieron Washington y
Lafayette, fue creada antes de la unión política conocida bajo el nombre de
Estados Unidos. Ramsay decía: “Se creará un Pueblo nuevo que, estando compuesto
por varias naciones (era justamente el caso de las colonias inglesas), de
alguna manera las cimentará a todas por el lazo de la virtud y de la ciencia”.
Y, entre las “Obligaciones de un Franc-masón”, encontró la solución a la
diversidad de las religiones: “Dejando a los masones sus opiniones
particulares, resulta más adecuado obligarlos solamente a seguir la Religión en
la que todos los hombres están de acuerdo”.
Por
otra parte, las Constituciones de Anderson,
favorables a la “Paz” y opuestas a la rebelión, no condenan al Hermano “de ser
rebelde al Estado... si no está convicto de ningún otro crimen”. Por tanto la
independencia de las colonias podía eventualmente realizarse mediante la
violencia.
Finalmente
Franklin podía leer en las Constituciones
de Anderson esta frase profética: “Es muy probable que si los Señores, los
Gentilhombres y los Sabios de la Gran Bretaña siguen alentando y cultivando la
buena masonería, esta isla llegará a ser la Dueña de la Tierra...” ¿Y por qué
no las colonias inglesas “cimentadas” por la franc-masonería? habrá pensado
Franklin.
En
1734, el aprendiz impresor trajo a América el precioso libro de Anderson: fue
el primer ejemplar que llegó al Nuevo Mundo. El mismo año, fue nombrado Gran
Maestre de la Gran Logia Provincial de Filadelfia, y, en 1735, la Gran Logia de
Inglaterra lo confirmó en su calidad de Gran Maestre Provincial.
Franc-masonería
y democracia
La
Gran Logia de Londres estaba compuesta sobre todo de aristócratas. El Príncipe
de Gales fue en ella recibido en 1737 y, desde entonces, contó siempre entre
sus adeptos a miembros de la familia real. Este aspecto disgustaba al cuáquero
Franklin, cuyos antepasados, que habían abandonado su patria bajo el reinado de
los Estuardos, pertenecían a una secta enemiga de la religión y de los reyes (“ni
cruz, ni rey”) y uno de cuyos fundadores, Guillermo Penn, había recibido hacia
1660 un territorio inmenso al cual dio su nombre, la Pensilvania. Pues bien, la
franc-masonería, patrocinada por la nobleza y la familia real inglesa,
proclamaba, fuera de Inglaterra, ideas democráticas. Uno de sus adversarios más
perspicaces, el Padre Larudan, que había publicado, en 1747, un libro titulado Les franc-macons écrasés, mostraba el
parentesco entre la sociedad de los “Niveladores” y los “Milenarios”, o
miembros de la “Quinta Monarquía”, del tiempo de Cromwell, y la
franc-masonería. Hablando de esta última constata que tiene “el designio de
introducir una religión nueva y una nueva suerte de gobierno en la cual todos
fuesen enteramente iguales, así como perfectamente libres”. La democracia.
Ahora bien, gracias a esta nueva religión y a esta nueva suerte de gobierno, la
Unión de los Estados americanos era posible. Asimismo, como dice también
Larudan, “la Orden de los francmasones es una sociedad que, bajo el título
especioso de la Fraternidad más estrecha, reúne simultáneamente y con las
mismas miras a una infinidad de personas sin que la diversidad de caracteres,
de inclinaciones o de religiones signifique el menor obstáculo para ello”.
Por
otra parte, en Inglaterra se formó hacia mediados del siglo XVIII una nueva
rama de la franc-masonería, la Gran Logia de los “Antiguos”, compuesta por la
pequeña burguesía, por los Whigs, que se oponían a la invasión de la Gran Logia
de Inglaterra por parte de los aristócratas. Desde 1761, esta Gran Logia se
propagó en América donde fueron creadas numerosas logias militares de los
“Antiguos”, compuestas de soldados y suboficiales, por oposición a las logias
de los “Modernos”, fieles a la Gran Logia de Inglaterra, que reunían a los
oficiales superiores y los gobernadores reales. Lennhoff estima que a estas
logias corresponde la principal parte en la difusión de la franc-masonería en
el Nuevo Mundo.
Los “Antiguos”,
instigadores de la Independencia Americana
En
1760, Franklin fundó en Pensilvania una Gran Logia Provincial de los
“Antiguos”. En Boston, la logia “San Andrés” dependía de esa Gran Logia. Se
reunía en la Taberna del “Dragón Verde”, cuartel general de los partidarios de
la Independencia. Entre sus adeptos se encontraban Jorge Washington, nombrado
en 1775 por el Congreso comandante en jefe de los Coloniales, Alejandro
Hamilton, el futuro autor de la Constitución americana, y el general José
Warren, su Gran Maestre, amigo íntimo de Franklin. Un excelente diccionario
histórico, el Bouillet, escribe discretamente de este último que “desde el año
1776 era uno de los miembros de la asociación secreta que tuvo una influencia
tan grande en los asuntos del país”. Fue Boston, en efecto, quien dio la señal
de la rebelión contra Inglaterra.
No
corresponde acá hablar de los episodios de esta guerra entre las colonias
americanas y la metrópoli, en la que se opusieron los Hermanos “Antiguos” y los
“Modernos”. Tocqueville, el autor tan objetivo e imparcial de “La democracia en América” (París, 1835 y
1848), estima que “se ha exagerado mucho los esfuerzos que hicieron los
Americanos para sustraerse al yugo de los Ingleses”. Los “Antiguos”, en efecto,
tenían numerosos partidarios no solamente en Inglaterra, entre los Whigs, sino
también entre las tropas de Jorge III. El general inglés Cornwallis, cuya
capitulación en Yorktown (1781) puso fin a la guerra, era masón y favorable a
la causa de los coloniales.
La ayuda de la
Franc-masonería Francesa
En
1776, después de haber firmado la “Declaración de Independencia”, en la que 53
de los firmantes sobre 65 eran masones, Franklin fue enviado a Francia para
obtener la ayuda de Luis XVI. Su tarea no era fácil: tenía poco dinero, pocas
relaciones en el gran mundo, ningún saber-vivir y una facha voluntariamente muy
descuidada. Sin embargo fue recibido fraternalmente en la logia más brillante,
más sabia y más poderosa de París, la “logia de las Nueve Hermanas”. Allí, todo
lo que parecía contrario al éxito de su misión se transformó enseguida en
ventajas: su pobreza fue exaltada, sus actitudes de salvaje americano lo
hicieron interesante, y la guerra que predicaba fue calificada de “santa”. Sacó
tan buen partido de su popularidad que los miembros de la logia, sabios como
Lalande y de Seze, abogados célebres como Elie de Beaumont y Lacépéde,
filósofos como d’Alembert y Condorcet, pintores como Greuze y Vernet, un poeta
como André Chénier, lo nombraron “Venerable” y lo encargaron de dirigir sus
trabajos. Louis Sébastien Mercier, igualmente miembro de esta logia, celebró en
“El año 2440” (1776) el gran futuro
de Pensilvania, “ese rincón de la tierra en que la humanidad, la fe, la
libertad, la concordia, la igualdad se han refugiado desde hace 800 años (es
decir, desde el año 1640), cuando llegaron los Cuáqueros, cubierta de las ciudades
más brillantes, más florecientes...” En 1778, Franklin recibió solemnemente a
su amigo Voltaire en la “Logia de las Nueva Hermanas”.
No
había más que obtener que el rey de Francia declarase la guerra a Inglaterra,
lo que tuvo lugar en 1778, dos años después de la llegada de Franklin a París.
El conde de Grasse-Tilly, masón, teniente general de los ejércitos navales,
comenzó las hostilidades y tomó parte en todas las batallas de la guerra de
Independencia en calidad de Jefe de Escuadra. El general Lafayette, Gran
Maestre de la logia “Los Amigos de la Humanidad” y miembro de la logia “El Contrato
Social”, se embarcó con un cuerpo de ejército para ayudar a sus hermanos de
América. Llegó a ser el amigo íntimo de Washington, que lo recibió en una logia
militar de Morristown, la “Unión Americana”, y no fue sino después de esta
recepción, en 1781, que recibió un poder de mando, porque Washington no
nombraba a la cabeza de sus tropas sino a masones probados. En 1784 recibió la
nacionalidad americana en recompensa de sus servicios.
“Washington
y Franklin son las dos columnas sin las cuales el templo de la libertad se
hubiese inmediatamente desplomado”, constata Bernard Fay en La franc-magonnerie et la révolution
intellectuelle du XVIII siécle.
Los Estados
Unidos: creación de la Franc-masonería
Los
historiadores no hablan nunca de la historia secreta de la formación de los
Estados Unidos. El
británico H. G. Wells se contenta con decir: “It was a western European
civilization that had broken free from the last traces of Empire and Christendom”
(Outline of History). G. Chinard dice que Francia
favoreció la democracia en los Estados Unidos y que esto constituye “un
indisoluble lazo de amistad y de colaboración” (La doctrine de L’Américanisme des Puritains au Président Wilson,
1919). Augustin Thierry: “Este país donde se encuentran juntas todas las razas
humanas, todas las costumbres, todas las lenguas, todas las religiones y en la
que todos los hombres no saben dirigir unos a otros sino miradas de fraternidad
y de amor” (Sur l’antipathie de races qui
divise la nation francaise, 1820). El mismo Tocqueville, tan minucioso en
sus análisis sobre La democracia en
América, se siente dominado por una especie de “terror religioso…a la vista
de esta revolución irresistible que avanza desde hace tantos siglos a través de
todos los obstáculos”. Pues bien, cuando hubiera podido hacernos conocer las
causas secretas, por ejemplo a continuación de una conversación íntima con su
amigo Edward Livingston, hermano de Robert Livingston (Gran Maestre de la Gran
Logia de Nueva York), Tocqueville prefiere guardar silencio: “Cada una de estas
confidencias, escribe, era registrada por mí apenas recibida, pero no saldrán
jamás de mi portafolio”. Entonces concluye: “El desarrollo gradual de la
igualdad de las condiciones es pues un hecho providencial”.
Sin
embargo los archivos masónicos no dejan ninguna duda: los Estados Unidos no son
solamente una realización política de los mitos filosóficos del siglo XVIII,
son pura y simplemente una creación de la franc-masonería. Lennhoff dice que la
franc-masonería ha sido el “germen” (Keimzelle) de los Estados Unidos. El
espíritu masónico, ese espíritu de tinieblas, le ha dado sus grandes hombres,
su unidad, su religión, sus victorias y su poder. La profecía de Anderson,
“esta isla llegará a ser de la Dueña de la Tierra” ha encontrado su
cumplimiento en este “pueblo elegido y mesiánico” de la gran isla del Norte. El
ha cumplido las condiciones impuestas por el demonio y ha aceptado su
ofrecimiento: “Tibi dabo potestatem hanc universam et gloriam illorum”. Y el
Imperio le ha sido dado: “Et data est illi potestas in omnem tribum et populum
et linguam et gentem”. El Apocalipsis precisa que ese poder ha sido dado por el
Dragón (Lucifer) a la Bestia que ha subido del mar, Leviatán. Pues bien, cuando
los Estados Unidos entraron en guerra contra Alemania, el 6 de abril de 1917,
el primer paquebote que zarpó de América con 12.000 sammies a bordo se llamaba
LEVIATAN.
Las sociedades
secretas al servicio del imperialismo norteamericano
Los
Estados Unidos se han convertido en el siglo XIX en el centro de irradiación de
las sociedades secretas. En 1801, el coronel John Mitchell, Frederic Dalcho e
Isaac da Costa fundaron en Charleston el “Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo
y Aceptado”, en virtud de una patente del Gran Oriente de Francia. Los miembros
de ese Supremo Consejo tenían por obligaciones: el trabajo,— la lucha por la
libertad de conciencia, la defensa de los derechos del hombre,— el amor del
prójimo,— la reconciliación de los pueblos,— el mantenimiento de la paz y la búsqueda
de la verdad. Este Rito, contrariamente a la antigua franc-masonería, que no
tenía sino tres grados, tenía treinta y tres.
En
1803, el hijo del Almirante de Grasse-Tilly, el Conde Francois-Auguste de
Grasse-Tilly, recibió una patente del Supremo Consejo de Charleston
autorizándolo a introducir este Rito en el Viejo Mundo y, en 1804, fundó, junto
al Gran Oriente de Francia, un Supremo Consejo que no tardó en reunir las
personalidades más destacadas del país, tales como Lafayette, Lacépéde, el Príncipe
de Arenberg, conocido con el nombre de Conde de La Mark, los barones James y
Anselmo de Rothschild. De Grasse-Tilly era su Gran Comendador y tuvo por
sucesores a Cambacérés, Gran Canciller de Napoleón, Decaze, Ministro del
Interior y Primer Ministro de Luis XVIII, el Duque de Choiseul, sobrino del
Ministro de Luis XVI, y Crémieux, Ministro de Justicia en 1870 y fundador de la
Alianza Israelita Universal.
Otros
Supremos Consejos fueron fundados en Europa y en América del Sur, entre otros
en Brasil (1830) y en Argentina (1859). En 1811, de Grasse-Tilly fundó en
Madrid un Supremo Consejo cuyo jefe fue el Ministro de José Bonaparte, Azanza,
Eugenio de Beauharnais, Virrey de Italia, fue Gran Comendador del Supremo
Consejo para el reino de Italia, en 1805.
En
1860 el Supremo Consejo de Charleston fue transferido a Washington, donde
erigió el más hermoso Templo masónico del mundo.
En
1875, todos los Supremos Consejos del mundo se reunieron en Lausanne en una
“Confederación”, adoptaron un Rito Mundial Universal y completaron las
Obligaciones en un sentido universalista.
En
los Estados Unidos fue también fundada, en 1843, la orden independiente del
B’nai B’rith, compuesto exclusivamente por judíos, y destinado a defender sus
intereses. Esta orden, que no aceptaba mujeres, prosperó también, y fundó
Grandes Logias en Alemania (1882), Rumania, Checoeslovaquia, Austria. Polonia,
Egipto, Inglaterra y Francia. Fundada en Nueva York, su sede fue transferida a
Chicago.
La
“influencia providencial” de los Estados Unidos en el mundo no es únicamente un
producto de la franc-masonería, de la cual tomó la dirección y el monopolio a
partir de 1801. Una infinidad de sociedades, de clubs y de sectas, Mormones, o
Santos de los Últimos Días, Club de Leones, Rotary Club, Testigos de Jehová,
etc., esparcidos por todos los países del mundo, no tienen otro fin que
extender el Imperialismo norteamericano. Como lo ha escrito Robert de Herte en
un artículo de Nouvelle Ecole, “el
sentimiento de su elección, el carácter mesiánico de su misión van a conducir
así a América a una forma sutil de Imperialismo”. En efecto, todas esas
sociedades sirven únicamente para reclutar, seleccionar y formar sujetos útiles
al Príncipe de este mundo.
En
cuanto a las naciones todavía independientes que los Estados Unidos se
esfuerzan por someter a su dominio y destruir, utilizan con gran refuerzo de
propaganda y de amenazas, el veneno masónico por excelencia: la democracia, “el
mal hecho legión”, como decía Donoso Cortés, esta democracia que engendra el
panteísmo en el orden religioso y que permitirá la constitución de un gobierno
mundial en el orden político.
La
estatua de la Libertad, obra del escultor masón Bartholdi y erigida por los
cuidados de la Gran Logia de Nueva York en el puerto de esta ciudad, se vuelve
hacia el Oriente y desafía la Cruz.
“El Verbo y el
Anticristo”, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1993.