“La Iglesia que
ha sido conmigo falsa e inmisericorde NO ES LA MISMA que la Iglesia en la cual
permanezco. Yo permanezco en el ideal evangélico, en comunión por tanto con
todos los que hoy día abrazan de hecho el Evangelio. También me ha hecho
grandes bienes la Iglesia; sí, la Compañía de Jesús.
La Iglesia que
se equivocó conmigo (aun humanamente hablando) es la burocracia impersonal de
los malos pastores; la Iglesia a la cual sigo amando y perteneciendo es la
Iglesia personal y viviente de los que aún tienen fe, y viven su fe en la
caridad. Las dos están unidas (siempre lo han estado, trigo y cizaña)
pero son opuestas en sí mismas; mas no podemos separarlas nosotros, pues según
Nuestro Señor, las separarán los “Segadores”, en el tiempo de la “Siega”, que
opino no está ya muy lejos.
(...)
El mismo caso de Cristo con la Sinagoga. Cristo no se salió de la Sinagoga (la
Sinagoga lo arrojó) porque ella era la depositaria no practicante de la
Fe y de la Ley verdadera. Luchó dentro de ella hasta la muerte contra los
abusadores de la Ley –los fariseos-. Si Cristo por despecho se hubiese hecho
saduceo, herodiano o gentil, les hubiese dado un placer fantástico a sus
encarnizados enemigos.
Creo que yo les
daría una alegría a algunos malos jesuitas, (los hay buenos, quiero decir, hay
gente buena no poca, incluso dentro de los jesuitas) si ahora agarro y me
vuelvo protestante, como el difunto Padre Anzoátegui, escandalizado por su
conducta y resentido por los daños que me han infligido. Esa es justamente mi
más grave tentación –y el mayor daño que me han infligido-. Pero yo conozco que
es TENTACIÓN.
Hay que “sufrir
tentación” en esta vida (…) no solamente por la Iglesia sino también por parte
de la Iglesia.
Pero esta es
una respuesta escrita en “protestante”; es también una respuesta “prepotenta”,
y un si es no es sublime. ¡Compararse con Jesucristo! Sin embargo, el Evangelio,
San Pablo y Tomás de Kempis, nos imponen la obligación de compararnos
constantemente con Jesucristo; y en eso consiste el ser cristiano. ¡Tremenda
obligación! No me extraña que tantos la hayan abnegado hoy día, continuando
llamándose y creyéndose cristianos, pero sin compararse con Jesucristo, poco o
nada”.
R.P. Leonardo Castellani,
“Ideal comunista o ideal cristiano”
en “Las
ideas de mi tío el cura”,
Editorial Excalibur, 1984.