No
podemos alcanzar la verdadera felicidad sino mediante la fe; mas es feliz el
que con rectitud de fe lleva una vida santa y que con vida santa conserva la
rectitud de la fe.
Como
de nada aprovecha la fe que se mantiene de palabra, pero no se cree de corazón,
así de nada ha de aprovechar la fe que se mantiene en el corazón, si no se
pregona con palabras. En efecto, a causa de esta fe recrimina a algunos el
profeta cuando dice: Ha perecido la
fidelidad, ha desaparecido de su boca (Jer. 7,28). Pues la fe que se cree
con el corazón, se proclama con la confesión de la boca para la salud (Rom.
10,10).
Los
hombres carnales buscan la fe no como una virtud del alma, sino como un
beneficio temporal. Por lo cual dice el Señor: Me andáis buscando no porque visteis milagros, sino porque comisteis
los panes (Jn. 6,26).
Algunos,
en defensa de la fe, persiguen incluso a los herejes, pero desprecian con
insolencia a los fieles que están en el seno de la Iglesia. Refutan, es cierto,
a los enemigos de la fe a causa de la infidelidad, pero oprimen a los fieles
con el peso de la soberbia.
Cap.
XLV Lib. III Sentencias.