Ocurre
con Monseñor Lefebvre como con el Padre Castellani, y en general con todos
aquellos grandes hombres que han generado controversia a su paso, no dejando a
nadie en la indiferencia. Así con el gran maestro argentino (sí, que aunque al
que tilden así sea el masonazo de Sarmiento, ese título le corresponde con
todas las letras al Padre Castellani), es levantado como bandera o hecho de los
suyos por tradicionalistas, por los línea-media, por los nacionalistas
católicos, por conservadores o líneas-media bastante resabiados de liberalismo,
por algunos conservadores conciliares y hasta por algunos progres, pues parece
que a todos ellos pudiera sindicarse, según las propias necesidades. Del mismo
modo ocurre con Monseñor Lefebvre, que es usado como bandera o justificación
tanto por los acuerdistas semi-liberales o liberales de la Neo-Fraternidad, que
niegan, olvidan u ocultan las cosas que dijo, muchas de las cuales incluimos en
este artículo; como por los sectarios y farisaicos sedevacantistas dogmáticos,
que gustan de dar orgullosamente lecciones a todo el mundo pero olvidan que
Mons. Lefebvre también dijo: “Evitemos
las tomas de posición extremas que no corresponden a la realidad sino a
aprioris, que perturban inútilmente las conciencias sin ilustrarlas. Evitemos
el celo amargo que condena San Pío X en su primera encíclica (…) Nos es
imposible aprobar la actitud de los que sólo tienen palabras amargas para su
prójimo, juzgándolo temerariamente y sembrando así la división entre los que
sostienen un mismo combate”.
Unos
y otros conforman una falsa, una hábil y tramposa dialéctica que no conduce a
nada. Por eso siempre es bueno tener presente a Monseñor Lefebvre y considerar
y entender sus luchas, su saber aprender de los errores, su hidalguía, su
firmeza y su humildad, en un equilibrio desgastante por mantenerse ajeno a las
mismas tentaciones que hoy nos acechan, pero que contribuyó a hacer resistir la
verdadera Religión católica hasta nuestros días.
Veamos
ahora de qué manera oblicua la Neo-FSSPX sitúa la posición de Mons. Lefebvre
con respecto a Roma, para mediante éste justificar su postura acuerdista o de
armisticio con los modernistas romanos.
Cita
el P. Bouchacourt en un editorial de la revista Iesus Christus (N° 136, Julio/Agosto de 2011) con esta introducción
un sermón de Monseñor Lefebvre de fecha, préstese atención, febrero de 1983:
“Animado
de este mismo espíritu, un hijo eminente de la Iglesia y digno sucesor de los
Apóstoles, Monseñor Marcel Lefebvre, viajó incesantemente de Ecóne a Roma y
viceversa para intentar convencer al Papa y a la Curia de que volviesen a la
Tradición, sin querer jamás romper con la Sede de Pedro. He aquí lo que predicaba
el 26 de febrero de 1983 en el Seminario de Zeitzkofen antes del ordenar al
Padre Ceriani y a algunos otros diáconos:
“(...) Algunos
miembros de la Fraternidad, desgraciadamente, pensaron que no había por qué ir
a Roma, que ya no tenía que haber más contactos con los que hoy marchan hacia
el error, sino que había que abandonar a todos los que han adherido al Concilio
Vaticano II y sus consecuencias. Y por eso mismo, porque la Fraternidad siguió
manteniendo contactos con Roma y con el Papa, prefirieron abandonar la
Fraternidad.
“Eso nunca ha
sido lo que la Fraternidad hizo, ni ha sido nunca el ejemplo que he creído
deber dar. Por el contrario: no dejo de ir a Roma. Sigo manteniendo contactos
con el Cardenal Ratzinger, a quien ya conocéis, con el propósito de que Roma
vuelva a la Tradición. Si creyese que el Papa ya no existe, que ya no hay Papa,
¿para qué ir a Roma? Y entonces, ¿cómo esperar que Roma vuelva a la Tradición?
Porque es el Papa el que debe hacer que la Iglesia retorne a la Tradición. A él
le toca esa responsabilidad. Si hoy en día por desgracia se deja arrastrar por
los errores del Vaticano II, esa no es razón para abandonarlo. Muy por el
contrario: debemos poner todo nuestro esfuerzo en hacerlo reflexionar sobre la
gravedad de la situación, hacer que regrese a la Tradición y pedirle que haga
volver a la Iglesia al camino seguido durante veinte siglos.
“Sin duda
algunos me dirán (como dicen los que se han alejado de nosotros):
«¡Es inútil,
perdéis el tiempo!». Lo que sucede es que no tienen confianza en Dios. ¡Dios
todo lo puede! Desde el punto de vista humano, realmente es decepcionante, pero
debemos orar, orar doblemente por el Papa, para que Dios lo ilumine, para que
finalmente abra los ojos, para que vea los desastres que se expanden en la
Iglesia. Debemos orar para que los seminarios se llenen como están los
nuestros, para formar nuevamente sacerdotes que celebren la verdadera Misa y
canten las glorias de Dios, como lo hizo Cristo en la cruz, y para que
continúen el Sacrificio de la Cruz.
“¡He ahí porqué
voy a Roma! Así es la Fraternidad”.
Termina
el P. Bouchacourt:
“Este
es también el camino que sigue su sucesor, Monseñor Fellay, tras la
desaparición de nuestro fundador. Como somos hijos de la Iglesia, no podemos
resignarnos a ver que la Tradición sea expatriada de su seno”, etc.
Contrariamente
a lo anterior, afirmó Mons. Lefebvre en una entrevista a Fideliter en enero de 1991: “Nuestros verdaderos fieles,
aquellos que han comprendido el problema y que justamente nos han ayudado a
seguir la línea recta y firme dela Tradición y de la fe, temían las tratativas
que hice en Roma. Me han dicho que era peligroso y que perdía el tiempo.” En
definitiva y por lo que citaremos a continuación, Mons. Lefebvre admitió que
esos fieles esclarecidos tenían la razón y él había estado equivocado, pero
tuvo la humildad para rectificar el rumbo de la nave antes de que se estrellara,
lo contrario de lo que está haciendo Mons. Fellay y sus secuaces que han
procedido a acallar y perseguir a quienes quisieron hacerlo entrar en razón y
advertir de estos peligros y en definitiva de la traición al resto de los
fieles.
El
antiguo Superior de Distrito de Sudamérica, siguiendo la posición de los
Superiores de la FSSPX, trampea los
hechos y en definitiva, lo que ocurrió luego. Porque allí no se terminó todo, y
no fueron las citadas las últimas palabras de Monseñor Lefebvre con respecto a
las relaciones con Roma.
En
principio, cualquiera puede darse cuenta que en esos cinco años transcurridos,
entre 1983 y 1988, en que Mons. Lefebvre con la mejor buena voluntad continuó
yendo a Roma, se fue tejiendo la trampa en la que finalmente cayó al firmar el
protocolo de acuerdo el 5 de mayo de 1988, y de lo que gracias a Dios a las
pocas horas de hacerlo se arrepintió y reconoció su error.
De
modo tal que puede decirse que la cita que incluye el entusiasmado y
dialoguista Padre Bouchacourt es un a
priori más producto de la buena voluntad que del conocimiento práctico de
aquellos con quienes estaba tratando. La lección muy clara es: quien tiene
tratos con gente tramposa, termina cayendo en su trampa. Y si esto le ocurrió
nada menos que a Monseñor Lefebvre, quien como fundador de la congregación
tenía mayores gracias que ninguno, ¿por qué no iba a ocurrirle lo mismo a
Monseñor Fellay, o acaso hay que pensar que este último está más capacitado que
Mons. Lefebvre para eludir las trampas de los modernistas romanos?
Y
en consecuencia también se puede concluir que, si a Mons. Lefebvre le fue mal con
las autoridades romanas, por el hecho de afirmar claramente la verdad católica,
en cambio a Mons. Fellay no deja de irle cada vez mejor, porque luego de tantos
años manteniendo relaciones ni lo han excomulgado ni lo han atacado, sino que
lo reciben con toda cordialidad.
Veamos
ahora las declaraciones de Mons. Lefebvre posteriores a las citadas por el P.
Bouchacourt, las de sus últimos años y que puede decirse que son su testamento,
su posición final y definitiva basadas en su experiencia de varios años
teniendo relaciones con las autoridades vaticanas. No son citas aisladas tomadas de aquí y allá sino que forman un
cuerpo coherente de indeclinable defensa del Reinado Social de Cristo. Nuestros
comentarios van entre paréntesis y en rojo.
Carta
a Juan Pablo II, 2 de junio de 1988:
“Teniendo
en cuenta el rechazo a considerar nuestras peticiones, y siendo evidente que el
objetivo de esta reconciliación en absoluto es el mismo para la Santa Sede y
para nosotros, juzgamos preferible esperar tiempos más propicios al regreso de Roma
a la Tradición. Es por esto que nos dotaremos de los medios para proseguir la
Obra que la Providencia nos confió (…). Continuaremos rezando para que la
Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y
reencuentre su Tradición bimilenaria. Entonces, el problema de la
reconciliación perderá su razón de ser, y la Iglesia encontrará una nueva
juventud.”
Conferencia
en Flavigny el 11 de junio de 1988,
Fideliter n°68:
“Sobre todo, si hubiera
un arreglo con Roma, estaríamos invadidos por cantidades de gente: Ahora que
tienen la Tradición y están reconocidos por Roma, van a venir con nosotros. Hay
mucha gente que seguirá con su espíritu moderno y liberal, pero que vendrán con
nosotros porque les va a gustar asistir de vez en cuando a una ceremonia
tradicional y tener contacto con los tradicionalistas. Y esto será muy
peligroso para nuestro medio tradicional. Si somos invadidos por toda esta
gente ¿qué va a pasar con la Tradición? Poco a poco va a haber una especie de
ósmosis que se producirá, una especie de consenso… Muy despacio, muy despacio,
vamos a terminar por no ver la distinción entre el liberalismo y la Tradición.
Es muy peligroso”. (Roma logró empezar con esa influencia muy astutamente con el
levantamiento de las falsas excomuniones, tras las cuales alguna gente con
espíritu moderno y liberal empezó a acercarse a sus capillas y de a poco hemos
visto cómo el espíritu combativo antiliberal ha ido aflojando más y más. ¡Ya lo
había advertido Mons. Lefebvre, pero no quisieron escucharlo!)
Sermón
del día de las Consagraciones Episcopales, 30 de junio de 1988:
“Y ¿por qué monseñor –me dicen- interrumpió estas
conversaciones que parecía que aún podían tener algún éxito? Porque (…)
nos pondríamos en sus manos y, por consiguiente, en las manos de aquellos que
nos quieren reconducir al espíritu del Concilio y al espíritu de Asís: esto no
era posible. Es por eso que envié una carta al Papa diciéndole claramente: ‘no
podemos; a pesar de todos los deseos que tenemos de estar en plena comunión con
Ustedes. Visto este espíritu que reina ahora en Roma y visto que queréis
comunicárnoslo a nosotros, preferimos continuar en la Tradición, guardar la
Tradición, esperando que esta Tradición reencuentre su lugar entre las
autoridades romanas, en el espíritu de las autoridades romanas.
Este estado de cosas durará el tiempo que el Buen Dios
previó, no me cabe a mí saber cuándo encontrará la Tradición sus derechos en
Roma, pero pienso que es mi deber poner los medios para hacer aquélla que
llamaré operación supervivencia, operación supervivencia de la Tradición. Hoy,
en este día, se realiza la operación supervivencia. Y si yo hubiera hecho
esta operación con Roma, continuando los acuerdos que habíamos firmado y
siguiente la ejecución de esos acuerdos, yo habría realizado la operación
suicidio”.
En una conferencia a sus seminaristas en septiembre de 1988:
“Muchos de los que nos han abandonado para unirse a
Roma (conciliar) no comprendieron justamente lo que es el liberalismo y cómo
las autoridades romanas, desde el concilio Vaticano II, están infestadas de
estos errores. SI lo hubieran comprendido, hubieran huido, la hubieran evitado,
se hubieran quedado con nosotros. Pero ellos no quieren creer en estos errores
¡Es grave! Porque al acercarse a estas autoridades, uno se contamina
forzosamente. (Está claro, ¿no?)
Estas autoridades están imbuidas (…) de los principios
del liberalismo: necesariamente, ellas actúan de conformidad con su manera de
pensar. Por consiguiente, cuando ellas comienzan a tener relaciones con
nosotros, ellas imponen estas ideas, puesto que son las autoridades. Son las
autoridades, nosotros somos los inferiores, entonces ellas nos impondrán sus
ideas. Mientras ellas no se deshagan de estos errores, del liberalismo y del
modernismo, no habrá medio de entenderse con ellas.”
Entrevista concedida a la
revista Fideliter Nº 66, 1988:
“No puedo hablar
mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco aún y
suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera
volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría
las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos
encontramos durante los coloquios. Esto se terminó. Plantearía la cuestión a
nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas
que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale
Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI,
Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus
afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del
reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?”. Si no aceptan la doctrina de
sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el
Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay
diálogo posible. Es inútil.” (Esto es lo que debió pedir como prueba de
buena voluntad a Roma la FSSPX, no esas dos “condiciones” que Roma concedió
tramposamente).
Conferencia en Sierre el 27 de noviembre de 1988; Fideliter n°89:
« No
hay que sorprenderse si no llegamos a entendernos con Roma. Esto no será
posible mientras que Roma no regrese a la fe en el reinado de Nuestro Señor
Jesucristo… Nosotros chocamos en un punto de la fe católica”
Conferencia en Flavigny, 1° de diciembre
de 1988; Fideliter n°68:
“Cuando
nos hacemos la pregunta de saber cuándo habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta
es simple: cuando Roma re-corone a Nuestro Señor. El día en que ellos
reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como Rey de los pueblos y de las naciones,
no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino a la Iglesia Católica en la
cual permanecemos”.
Revista Tradición Católica nº 62, noviembre
de 1990. Reportaje publicado originalmente en la revista Fideliter N°
70, Julio 1989:
“Cuando nosotros discutíamos en Roma con el cardenal
Ratzinger, él me dijo que ante la perspectiva de un acuerdo, si se diera la
autorización para utilizar la antigua liturgia en San Nicolás, sería necesario
también que se celebrase la misa nueva. (Pero ¿acaso no reafirmó de algún modo esta idea siendo ya Benedicto
XVI, al colocar en el motu proprio que “liberaba” la Misa tridentina, al Novus
Ordo como el rito ordinario?)
Estaba perfectamente claro y eso ilustra muy bien su
estado de espíritu. No se trata
para ellos de abandonar la nueva misa. Al contrario y eso es evidente. Por eso
lo que puede aparecer como una concesión no es en realidad más que una maniobra
para llegar a quitarnos el mayor número posible de fieles. (¿Cómo no se
entendió que esta maniobra se realizó luego con las famosas dos “concesiones”
romanas a la Fraternidad?) Es preciso convencer a los fieles que se trata de
una maniobra, que es un peligro el ponerse en las manos de los obispos
conciliares y de la Roma modernista. Es el mayor peligro que los amenaza. Si hemos luchado durante
veinte años para evitar los errores conciliares, no es para ponernos ahora en
las manos de quienes los profesan.
Carta
de Mons. Lefebvre dirigida a Mons. De Galarreta, sacerdotes y seminaristas, 16
de julio de 1989:
“Queridos sacerdotes,
seminaristas y fieles:
Con ocasión de la nueva escisión que afecta a
nuestra querida Fraternidad, provocada en América del Sur por el Padre Morello,
me parece oportuno que analicemos cómo procede el demonio, buscando debilitar
o destruir nuestra obra.
Los autores de estas
separaciones, ¿no proceden acaso según dos principales tentaciones que luego
se diversifican?
La primera tentación
consiste en mantener relación con el Papa o con los obispos actuales. Evidentemente
es más normal y más agradable llevarse bien con las autoridades que estar en
dificultades con ellas, sobre todo cuando esas dificultades pueden concluir en
sanciones. (Esa es la
tentación en que cayó Mons. Fellay y la plana mayor de la FSSPX. Para el
Superior General es muy agradable llevarse bien con las autoridades romanas,
por eso les destina sus sonrisas y cordialidad y modera cada vez más sus
críticas. Más aún, las autoridades y obispos de la FSSPX aceptaron erróneamente
el levantamiento de las excomuniones, para mejor graficar la caída en esta
tentación).
La Fraternidad es
entonces acusada de exagerar los errores del Vaticano II (“En la
Fraternidad estamos haciendo de los errores del Concilio súper-herejías,
convirtiéndolo en el mal absoluto, peor que todo”, Mons. Fellay, Carta a los
tres obispos, 14-4-2012), de criticar abusivamente los escritos
y los actos del Papa y de los obispos (“Ustedes ven los peligros, los complots,
las dificultades pero no ven la asistencia de la Gracia y del Espíritu Santo”,
Mons. Fellay, Ibidem), de aferrarse de una manera
demasiado rígida a los ritos tradicionales, en definitiva, de tener una
tendencia al sectarismo que llevará algún día al cisma (“Ya no se
hacen distinciones. Mientras que Monseñor Lefebvre hizo varias veces las
distinciones necesarias respecto a los liberales. Esta falta de distinción
lleva a uno u otro de entre ustedes a un “endurecimiento absoluto”. Esto es grave
porque esta caricatura ya no está en la realidad y en el futuro desembocará lógicamente en un verdadero cisma”, Mons. Fellay, Ibid.).
Una vez evocado el
fantasma del cisma se asustará a los seminaristas y a sus familias y se los
llevará a la decisión de abandonar la Fraternidad
(en
este caso, abandonar la Fraternidad tal cual Mons. Lefebvre nos la legó, pero
continuando dentro de ella, como quintacolumnistas que simulan ser fieles a
Monseñor Lefebvre) tanto
más fácilmente cuanto que los sacerdotes, obispos y Roma misma, dicen ofrecer
garantías para una cierta Tradición (“En sí, la solución propuesta de una Prelatura personal no es una
trampa. Resulta, por principio, que la situación presente, en abril de 2012, es
muy diferente de la de 1988. Pretender que nada ha cambiado es un error
histórico”. “Pretender esperar a que todo se arregle para llegar a lo que
ustedes llaman un acuerdo práctico, no es realista.”Mons. Fellay, Ibid.).
Podríamos establecer
una larga lista de aquellos que nos han abandonado por estos motivos. (Mons. Fellay
y sus cómplices han abandonado por estos motivos, pero continuando dentro de la
estructura oficial de la FSSPX).
Era evidente que las
consagraciones episcopales y la excomunión aparecerían como motivos más que suficientes
para dejar la Fraternidad, sobre todo con las garantías ofrecidas por la Roma
conciliar en favor de la tradición litúrgica. (Esto es lo
que ocurrió con el levantamiento de esas excomuniones o manchas para los
dirigentes de la FSSPX, más el motu proprio como “garantías” o “gestos de buena
voluntad” hacia la FSSPX. Con eso abandonaron a Mons. Lefebvre).
A pesar de que las
mentiras de la Roma conciliar han sido varias veces confirmadas por los hechos,
siempre vale la pena reiterar el intento, porque nunca falta quien muerda el
anzuelo.
(Y Mons. Fellay y sus seguidores lo mordieron, pese a que Mons.
Lefebvre ya lo había advertido y probado en carne propia).
Pero los errores del
Vaticano II y su espíritu se ven continua y públicamente confirmados en las
palabras y en los hechos. Nada cambia a nivel de los principios liberales y
modernistas. La apostasía se expande, la fe católica continúa desapareciendo. (Absolutamente
actual)
La mayoría de nuestros
sacerdotes, seminaristas y fieles no se hacen ilusiones y están convencidos de
que no es posible confiar en las autoridades de la Iglesia conciliar, mientras
éstas profesen dichos errores. (Pero ahora esa minoría que sin nombrar decía Mons. Lefebvre que se
hacía ilusiones se ha convertido hoy en una mayoría, porque según Mons. Fellay
Roma concedió dos cosas que hacen que se pueda confiar en ellas –motu proprio y
levantamiento de excomuniones- pese a que ninguna de esas dos cuestiones son
signo de que hayan dejado de profesar esos errores que mencionaba Mons.
Lefebvre).
La segunda tentación
que el diablo suscita en el espíritu de algunos de nuestros sacerdotes, que
provoca ahora una nueva escisión a la Fraternidad, se puede resumir así: “Hemos
tenido confianza en la Fraternidad de los comienzos, en sus principios y en su
acción; sin embargo, verificamos que su espíritu cambia y de este modo, por
fidelidad a la Fraternidad inicial, dejamos la Fraternidad actual”. (Esto fue así
mientras la FSSPX se mantuvo fiel, ahora es exactamente el proceso contrario, ya
que están presentes para quien quiera verlas las incontables evidencias de la
traición en la FSSPX, como más arriba se ha podido ver).
Para justificar esta
actitud se les hace necesario buscar las evidencias de los cambios. A partir de
allí, los hechos más ínfimos serán explotados, agrandados, llegando a
transformarse en verdaderas calumnias. (...) La acusación me alcanzaba a mí
mismo.
(Así es: en la actualidad Mons. Lefebvre es calumniado por las
actuales autoridades que tergiversan su pensamiento y lo quieren hacer ver como
un acuerdista que hubiera muerto segundos después de firmar el protocolo de
acuerdo de 1988 con Roma. El diablo es terriblemente astuto, pero a la larga
previsible).
A ellos se les hacía
necesario, también, engañar a los fieles, a fin de que los siguiesen (Empresa
llevada a cabo por Mons. Fellay y los suyos, para lo cual incluso han llegado a
persecuciones, censuras y el cambio de imagen a
través de una empresa de branding comercial). Una empresa basada, verdaderamente, en la mentira (Tal cual).
En aquel caso, los que
buscaban oponer la Fraternidad de hoy a la de ayer eran “sedevacantistas” y
rehusaban rezar públicamente por el Papa. (Hoy sigue habiendo algunos grupos así, minoritarios, pero la
llamada Resistencia no obedece a tales características, sino que evita en lo
que puede caer en esos dos extremos o tendencias: el liberalismo acuerdista
dentro de la FSSPX, y el sedevacantismo sectario fuera de ésta. Desde luego que
puede haber algún que otro caso particular en que se caiga en tales
tentaciones, más específicamente en la última señalada, pero la tendencia
general es claramente contraria a esos dos extremos).
En el caso del Padre
Morello, el principio es el mismo, pero los presuntos cambios que él dice
advertir se situarían más bien en el nivel espiritual y moral. Esta actitud del
Padre Morello se origina en una psicología personal, una necesidad innata de
hacerse discípulos personales, exclusivos, pues él está persuadido de que lo
anima un carisma particular para santificar las almas. (Cambiando lo
que haya que cambiar, su aplicación al P. Ceriani no es abusiva y hasta resulta
obvia pues hasta el P. Bouchacourt lo mencionó en uno de sus editoriales
surtidos de verdades a medias o incompletas).
Esta actitud ya se
había manifestado respecto de las religiosas, queriendo fundar su propia
congregación, según sus ideas personales. Desgraciadamente los seminaristas han
sido víctimas de esta tendencia posesiva y un grupo de ellos se convirtió en
“su grupo”.
(En esto el P. Ceriani ha sido menos exitoso, aunque más ruidoso).
La decisión del cambio
de destino del Padre Morello produjo la ruptura de ese grupo con el Seminario.
Se les hizo necesario encontrar motivos para justificar la salida de la
Fraternidad. Fue fácil: “nosotros somos los puros, los otros son los impuros” (En esto
último no hay dudas que el parecido con otros grupos salidos del seno de la
FSSPX es evidente, pues parece ser una tendencia de algunos que actúan como
“iluminados” y que desprecian a quienes no reconocen su gran “sabiduría”).
A partir de ese
momento, es verdaderamente un espíritu diabólico el que se apodera de ellos y
los conduce a buscar manifestaciones de todo tipo de taras y vicios. (Idem
anterior).
No me hago ilusiones.
Pronto yo mismo seré calumniado como ya lo he sido por parte de todos aquellos
que han desgarrado a la Fraternidad. (La calumnia en este caso puede darse por medio de la cita
intencionadamente torcida o fuera de contexto, para hacer de Mons. Lefebvre un
aliado de las causas y métodos que en esta carta condena claramente).
El proceso es siempre
el mismo, se les hace necesario justificar a todo precio el acto escandaloso
que significa desviar a un grupo de sacerdotes, seminaristas y fieles (En el caso
de Mons. Fellay, a casi toda la congregación, menos un obispo y los sacerdotes
que ha expulsado o aquellos que se han alejado valientemente).
Esforcémonos por
esclarecer a quienes nos dejan sobre el grave daño que causan a la obra de la
Tradición, pero no nos dejemos perturbar, guardemos la paz en medio de la
prueba.
(Hoy
en la FSSPX no se esfuerzan por esclarecer a quienes se alejan sino que
simplemente los repudian pues no hay razones de su lado, sino únicamente el
slogan repetido de la “confianza” en el Superior General. En cambio, es la Resistencia
quien debe hacerlo y lo viene haciendo a través de sus medios informativos
adheridos, con abundancia de artículos, estudios y libros al respecto, que se
ofrecen sin la menor perturbación o resentimiento y en medio de la dura prueba). La historia de
la Fraternidad se asemeja a la de la Iglesia y la continúa: Oportet haereses
esse (Es necesario que haya herejes). La Providencia permite estas
purificaciones a fin de evitar que la obra se contamine. (En efecto,
Dios quiere que la Tradición se purifique, y por eso permite estas divisiones.
La Historia de la Fraternidad ha corrido la misma suerte que todas las
congregaciones de la Iglesia, fundadas por Santos y que al paso de los años
terminaron defeccionando. Es la historia de la Iglesia, y ésta es la única que
es indefectible).
En este último caso, se
trata de un falso concepto de la formación espiritual, que tiene un dejo de
jansenismo. ¡Dios nos preserve de este espíritu! Nos dimos cuenta tarde y el
mal ya se había realizado en algunos jóvenes sacerdotes y en casi la mitad de
los seminaristas.
(Pero siempre es mayor el otro peligro, debido al contagio del mundo
que es mayoritariamente liberal).
La prudencia exige que
no tengamos absolutamente ninguna relación con los que nos dejan, ni siquiera
epistolar, excepto si alguno de entre ellos manifiesta signos serios de
arrepentimiento. Recemos por ellos, esa es la verdadera caridad que podemos
ejercitar para con ellos.
(Mons. Lefebvre se refiere y con razón al espíritu jansenista,
sectario y farisaico, que resulta intratable y es fuente de discordia y
división; no como irreflexivamente interpretan hoy en la Neo-FSSPX hacia
aquellos que siguen con el buen espíritu católico la obra de Mons. Lefebvre,
los que son tratados como leprosos sin la menor justificación. Por sus obras es
fácil reconocer a unos y otros).
Que estas separaciones
sean la ocasión de hacer un examen de conciencia, a fin de vigilar
valerosamente para no admitir debilitamientos en lo doctrinal, moral,
espiritual y disciplinario. Vigilate et orate (Velad y orad). (Muy bien
dicho, pues excepto en el último ítem, donde lo disciplinario se tornó abusivo,
arbitrario y despótico, se ha dejado de vigilar en los tres primeros, con las
terribles consecuencias hoy a la vista).
"Dios continúa bendiciendo
a la Fraternidad en medio de las pruebas pero no puede hacerlo sino a condición
de que permanezcamos fieles a nuestras Constituciones, en la vida de oración,
de sacrificio, viviendo el Santo Sacrificio del Altar en nuestra vida interior
y exterior, como la Santísima Virgen María y como todos los santos" (La
Fraternidad ha sido infiel por todo lo expuesto anteriormente, por tanto ha
perdido la bendición de Dios y por eso se encuentra en una crisis terminal,
desfigurándose cada día que pasa hasta que termine siendo una más de las tantas
congregaciones aceptadas por los modernistas de Roma. El Padre
Ludovico Barrielle (tan reverenciado por el Arzobispo) comentó en 1982:
“Escribo esto para que sirva de lección para todos. El día en que la FSSPX
abandone el espíritu y las reglas de su Fundador, estará perdida. Además, todos
nuestros hermanos que, en el futuro, se permitan juzgar y condenar al Fundador
y sus principios, no dudarán eventualmente en alejar a la Fraternidad de la
enseñanza tradicional de la Iglesia y de la Misa instituida por Nuestro Señor
Jesucristo”.).
Conferencia de Monseñor Lefebvre al final del
retiro sacerdotal del mes de septiembre
de 1990 en Ecône:
“Que vayamos a combatir contra las ideas actualmente
en boga en Roma, las que el Papa expresa, así como Ratzinger, Casaroli,
Willebrands y tantos otros, es claro. Nosotros los combatimos porque ellos
no hacen más que repetir lo contrario de los que los papas han dicho y afirmado
solemnemente durante un siglo y medio.
Tenemos que escoger.
No dudaremos ni un minuto si no queremos encontrarnos
con aquellos que nos están traicionando. Hay quien desea mirar del otro lado de
la barrera. Ellos no miran del lado de los amigos, de los que se defienden en
el mismo terreno de combate, ellos miran un poco del lado del enemigo.
Ellos dicen que hay que tener caridad, tener buenos
sentimientos, que hay que evitar las divisiones. Después de todo, estas
personas dicen cuando menos la misa buena, no son tan malos como se dice…
Pero ellos nos traicionan. Dan la mano a los que
demuelen la Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales y por lo
tanto condenadas por la Iglesia. Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo
del diablo, ellos que trabajan con nosotros por el reino de Nuestro Señor y por
la salvación de las almas.
“Oh, siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos
dar la mano a Roma, no hay problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un
callejón sin salida porque no se puede a la vez dar la mano a los
modernistas y querer conservar la Tradición. (Más claro no se puede decir)
Que se tenga contacto con ellos para traerlos a la
Tradición, para convertirlos, en último extremo. (Mons. Fellay ha dicho que no es realista tratar de
convertir a los modernistas, que no debe esperarse a que se conviertan, pero en
cambio les pide ser reconocido legalmente por ellos)
Este es el buen ecumenismo. Pero dar la impresión casi como si nos
arrepintiéramos, y que después de todo estaría bien hablar con ellos, esto no
es posible. ¿Cómo hablar con los que ahora nos dicen que estamos
inmóviles como cadáveres? Según ellos, nosotros ya no somos la Tradición viva,
somos gentes tristes “sin vida y sin alegría”. ¡Se creería que ellos jamás han
formado parte de la Tradición! Es inverosímil. ¿Cómo quieren que se pueda tener
relaciones con ellos?
Es lo que nos plantea a veces problemas con algunos
muy buenos laicos, que nos son favorables y han aceptado las Consagraciones,
pero que tienen un cierto pesar íntimo de no estar con los que estaban antes,
con los que no aceptaron las Consagraciones y que ahora están en nuestra
contra. “Es una lástima, quisiera irlos a encontrar, tomar una copa con ellos,
tenderles la mano”. Esto es traición, porque a la menor ocasión se irán con
ellos. Hay que saber lo que queremos.
Esto es lo que ha asesinado a la Cristiandad de
Europa, no solamente a la Iglesia de Francia sino también a la de Alemania, de
Suiza… Son los liberales que han permitido a la Revolución instalarse,
precisamente porque les han tendido la mano a aquellos que no tenían sus mismos
principios.
(…)
Entonces nuestro famoso Ratzinger se encuentra ahora
molesto de haber dicho que el Vaticano era un contra-Syllabus, porque se lo
reprochamos a menudo. (Mientras Mons.
Lefebvre reprochaba al Card. Ratzinger por sus errores, Mons. Fellay se trata
cordialmente con su sucesor el Card. Müller en la Congregación para la Doctrina
de la Fe) Es
por eso que él ha encontrado una explicación que ha dado el 27 de junio de
1990.
Ustedes saben que Roma ha publicado un río de
documentos para explicar las relaciones entre el Magisterio y los teólogos.
Como no saben cómo salir de los apuros que tienen en todas partes, tratan de
recuperar a los teólogos sin condenarlos mucho. Hay páginas y páginas, es para
perderse completamente.
Es en la presentación de este documento que el
cardenal Ratzinger ofrece su opinión sobre la posibilidad de poder decir lo
contrario de lo que los papas han siempre afirmado desde el siglo pasado.
(…)
Cómo quieren que se les tenga confianza a personas
como éstas, que justifican la negación de Quanta Cura, de Pascendi, de las
decisiones de la Comisión Bíblica, etc… (Mons. Lefebvre
es claro: no se puede confiar en quien niega los documentos del magisterio
tradicional. En cambio Mons. Fellay y la nueva Fraternidad dijeron que ellos
eran confiables porque, a pesar de que seguían negando el magisterio
tradicional, habían levantado unas excomuniones que eran inexistentes y habían
puesto a la Misa tradicional como “segunda” de la Misa nueva).
O bien nosotros somos los herederos de la Iglesia
Católica, es decir, de Quanta Cura, de Pascendi, con todos los papas hasta
antes del concilio, y la gran mayoría de los obispos de entonces, por el reino
de Nuestro Señor Jesucristo y la salud de las almas, o bien somos herederos de
aquellos que se esfuerzan, incluso al precio de una ruptura con la Iglesia y su
doctrina, de admitir los principios de los derechos del hombre, basados en una
verdadera apostasía, con vista a obtener una presencia de servidores en el
gobierno mundial revolucionario. Porque eso es el fondo: a fuerza de estar en
pro de los derechos del hombre, de la libertad religiosa, la democracia y la
igualdad de los hombres, tendrán un sitio en el gobierno mundial, pero será un
sitio de servidores.
(…)
Nosotros
estamos inmersos en esta corriente, en esta continuidad, agradezcamos al Buen
Dios. Somos perseguidos, es evidente, nosotros somos los únicos
excomulgados, los únicos perseguidos, pero no podemos no serlo. (Contundente. No podemos no ser perseguidos por los que combaten a
Cristo, si nosotros estamos con Cristo. Pero los obispos de la Neo-FSSPX ya no
están excomulgados y ellos mismos se han convertido entonces de perseguidos en
perseguidores, a excepción de Mons. Williamson, quien por negarse a convertirse
en perseguidor de los antiliberales recibió otro honor –quizá porque tenga una
misión que cumplir en tanto continuar el legado de Mons. Lefebvre- al recibir
luego la nueva “excomunión” mundial llamada “antisemitismo” o “negacionismo”).
Fideliter nº 79, enero 1991:
“El Papa es más ecumenista que nunca. Todas las
ideas falsas del Concilio se siguen desarrollando y reafirmando cada vez con
mayor claridad. Se ocultan cada vez menos. Es inconcebible en todo punto que
podamos aceptar colaborar con semejante jerarquía».
«Los problemas con Roma no son en absoluto de
nuestro agrado. El tener que discutir no ha sido por gusto. Lo hemos hecho por
razón de principio, para guardar la fe católica. [Algunos] estaban de acuerdo
con nosotros y colaboraban. Mas de pronto han abandonado el verdadero combate
para aliarse con los que están destruyendo la Iglesia, so pretexto que se les
concedían privilegios. (¿No es esto
lo que está buscando Mons. Fellay y sus cómplices desde hace tantos años:
privilegios? ¿No estuvieron a punto de acordar una Prelatura? ¿Y ahora un
“Reconocimiento”?) Es inadmisible. De facto han abandonado el
combate de la fe, y ya no pueden enfrentarse a Roma»
Fideliter N°79, enero 1991, poco antes de su muerte en marzo de 1991:
P: ¿Por qué no puede usted hacer un último acercamiento a Roma?
Escuchamos que el Papa está “listo para recibirlo”.
R: Eso es absolutamente
imposible porque los principios que ahora guían a la iglesia Conciliar son más
y más abiertamente contrarios a la doctrina católica. Por ejemplo, el
Cardenal Ratzinger dijo recientemente que los grandes documentos
anti-modernistas de los Papas de los siglos 19 noy 20 mo prestaron
un gran servicio en su día, pero ahora son obsoletos. Y Juan Pablo II es más
ecuménico que nunca (1990). “Es
absolutamente inconcebible que nosotros podamos estar de acuerdo para trabajar
con una tal jerarquía”.
P: ¿Se ha deteriorado la situación en Roma aún desde las
negociaciones de 1988?
R: ¡Oh, sí! Tendremos que esperar un tiempo antes de
considerar la perspectiva de hacer un acuerdo. Por mi parte yo
creo que Dios solo puede salvar la situación ya que humanamente no vemos
ninguna posibilidad que Roma enderece las cosas.
P: Pero hay Tradicionalistas que han hecho un acuerdo con Roma
sin conceder nada.
R: Eso es falso. Ellos han
renunciado a su posibilidad
de oponerse a Roma. Ellos deben permanecer silenciosos debido a los
favores que se les han otorgado. Entonces, ellos comienzan a deslizarse siempre
tan lentamente hasta que terminan admitiendo los errores del Vaticano II. Es
una situación muy peligrosa. Tales concesiones de Roma tienen como único
objetivo conseguir que los Tradicionalistas rompan con la FSPX y se sometan a
Roma.
Monseñor Lefebvre,
"Itinerario Espiritual", 1991
"Todo sacerdote que quiere permanecer católico
tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar."
Para recordarles a los sacerdotes y por
consiguiente a los fieles ese deber que señala Mons. Lefebvre–si es que quieren
permanecer católicos-, es que hacemos este recordatorio. Muy especialmente en estos
momentos en que una nueva corriente de opinión obsecuente y ciegamente
obediente a las iniciativas suicidas y traidoras de Mons. Fellay ha vuelto a
instalarse con motivo del cordial encuentro entre el Card. Müller y Mons.
Fellay donde “se ha acordado proceder gradualmente y dentro de un tiempo
razonable para superar las dificultades y alcanzar la deseada reconciliación
plena.” (Comunicado oficial del Vaticano).