San Agustín. Sermón 81.
Sobre las palabras del
Evangelio de San
Mateo (18,7): ¡Ay del
mundo por los escándalos!
1.LA
PROTECCIÓN CONTRA LOS ESCÁNDALOS.
Acabamos
de oír unas lecciones divinas donde se nos da el aviso de arreciarnos con la
virtud y ceñirnos la armadura sobre el cristiano pecho a prevención de los
escándalos, que anunció para lo futuro la misericordia de Dios. En efecto: ¿Quién es el hombre, dice un salmo, para
que te acuerdes de él? ¡Ay del mundo por los escándalos! Dícelo el Señor,
dícelo la misma Verdad. Y nos amedrenta y nos avisa para que nos hallemos
apercibidos; en modo alguno para quitarnos el ánimo. Por consuelo de este ¡Ay!, o digamos de un mal como éste, tan
de temer y precaver, y a fin de alentarnos y aleccionarnos, hay un lugar en la
Escritura que dice: Mucha paz tienen los
amadores de tu ley, y para ellos no hay escándalo, donde nos señala el
vitando enemigo y no se olvida de mostrarnos el pertrechado muro. Estas
palabras: ¡Ay del mundo por los
escándalos!, tráente al pensamiento adonde fuera del mundo has de huir para
guardarte de los escándalos; mas para no dar en ellos, ¿adónde irás, fuera del
mundo, sino a quien hizo el mundo? Y refugiarnos en el Hacedor del mundo, ¿no
es oír su ley, anunciada en todo el mundo? Y aun oírla es poco; requiérese
amarla, pues no está en oír la seguridad contra los escándalos. No dice la
Escritura divina: Mucha paz tienen los que “oyen tu ley”. Porque no los oidores son justos delante de Dios,
sino los obradores de la ley serán justificados. Por eso y porque la fe se
actúa por la caridad, dice el salmista: Mucha
paz tienen los amadores de tu ley, y para ellos no hay escándalo. Rima con
este pensamiento lo que también hemos salmodiado a coro: Los mansos poseerán la tierra y gozarán en abundancia de la paz, porque
mucha paz tienen los amadores de tu ley. Luego los mansos y los amadores de
la ley divina son idénticos. Bienaventurado,
en efecto, el hombre a quien tú, ¡oh Señor
educares y al que das sabiduría con tu ley para que esté tranquilo en los días
de la aflicción, en tanto al impío se le cava la fosa. ¡Cuán diferentes, al
primer viso, parecen las expresiones de la Escritura! Todas, sin embargo, van afluyendo
a una misma idea; por manera que, oigas lo que oigas, si ello ha brotado de esta
ubérrima fuente, debes asentir a ello y mostrarte conforme por amor a la
verdad, con absoluta paz, con ardiente caridad y apercibido contra todos los
escándalos.
2.
SEGURIDAD DE LOS MANSOS EN LA TRIBULACIÓN.
Ibase
pues, a ver, indagar o aprender cómo habernos de ser mansos, y esto de las
Escrituras que ahora poco traje a la memoria, nos brinda la solución. Estése
vuestra caridad una migaja de atenta porque se trata de algo muy importante:
cómo habernos de ser mansos; de necesidad en la adversidades. Las adversidades
temporales, a la verdad, no se llaman escándalos.
¿Qué son los escándalos? ¡Atención! Un hombre, por ejemplo, en trance de alguna
necesidad experimenta compresión;
esta compresión no es escándalo. Los
mártires fueron comprimidos, mas no fueron oprimidos. Guárdate, pues, del
escándalo; de la compresión no excesivamente. La compresión comprime, el
escándalo oprime. ¿Qué diferencia, por ende, hay entre compresión y escándalo?
En la compresión te armas de paciencia, perseveras firme, no das de mano a la
fe, no te avienes al pecado. Si esta resolución tomas o tomares, la compresión
no será para ti motivo de ruina; te servirá más bien para lo que sirve en el
lagar; no para echar a perder las aceitunas, sino para licuar el aceite. Si
bajo esta compresión, en fin, prorrumpes en alabanzas de Dios, ¡cuán útil
prensa no es para ti, pues tal licor mana de ahí! Estaban presos los apóstoles,
encadenados, y bajo aquella presión cantaban himnos a Dios. ¿Qué era lo
prensado? ¿Qué era lo licuado? Estábase Job en el estiércol, sometido a presión
enorme, desposeído de todo, sin arrimo, sin hacienda, sin hijos; lleno..., pero
de gusanos. Esto por fuera, mas como adentro estaba lleno de Dios, alababa a
Dios, y aquella presión no era para él escándalo, ¿Dónde halló el escándalo? En
su mujer, la cual se le llegó y le dijo: ¡Di
algo contra Dios y muérete! Desposeído de todo por el diablo, se le dejó la
Eva para someterle a prueba: no para consolación, sino para tentación. He ahí
el escándalo. Exageró las miserias de él,
miserias a la vez de ella, y dio a persuadirle que blasfemara. Empero, como
él era manso, pues habíale Dios instruido
acerca de su ley y le había templado en el rigor de los días malos, había
mucha paz en el corazón de aquel amador de la ley divina, y para él no hubo
escándalo. El escándalo era ella, mas no para él. En fin: ahí tienes al manso;
ahí tienes al educado en la ley de Dios; quiero decir, en la divina ley eterna,
pues la ley dada en tablas a los judíos no existía en los años de Job;
conservábase aún, sin embargo, en los corazones de los hombres religiosos
aquella ley eterna, de la que fue copia la que se dio a Israel. Y porque había sido templado con la ley contra
el rigor de los días malos, y, por amador de la ley divina, tenía mucha paz, deduce por su respuesta
la sublimidad de su mansedumbre. Y comprende ahora lo que propuse: Quiénes sean los mansos. Has hablado, le
dijo Job a su mujer, como una de las mujeres
necias. Si los bienes los recibimos de la mano del Señor ¿no hemos de
sobrellevar los males?
3.
LOS MANSOS. EL MUNDO BUENO Y EL MUNDO MALO.
El
ejemplo este nos ha dicho quiénes son los mansos; definámoslo ahora, si
podemos, verbalmente. Son mansos los
hombres que, en todas sus buenas acciones, el bien que hacen, lo hacen por agradar
a Dios, y sufren los males porque así le place a Dios. Ea, hermanos; poned
los ojos en esta regla, en esta norma; esforcémonos por alcanzarla, y busquemos
el crecimiento—necesario—para cumplirla. Porque ¿sírvenos de algo plantar y
regar si Dios no da el crecimiento? Ni
quien planta es algo ni quien riega, sino Dios, que da el crecer. Oye bien,
tú que aspiras a ser manso y aliviado en los días malos y amas la ley de Dios
para no ser víctima del escándalo, y gozar de paz abundante, y poseer la
tierra, y disfrutar las delicias de la paz. Oye tú, que aspiras a la
mansedumbre. Hagas lo que hagas, no lo hagas por agradarte a ti, porque Dios resiste a los soberbios, y a los
humildes da la gracia. Hagas, pues, el bien que hagas, no te agrade sino
Dios, y padezcas el mal que sea, no culpes jamás a Dios. ¿Qué más? Nada: haz
esto y vivirás; no te sorberán los días malos y escaparás a esta amenaza: ¡Ay del mundo por los escándalos! Y ¿a
qué mundo se le dice: ¡Ay del mundo por
los escándalos!, sino al mundo del que está escrito: Y el mundo no le conoció? El cual, cierto, no es el mundo del que
se dijo: Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo. Hay, pues, un mundo malo y un mundo bueno.
Mundo malo son los malos del mundo. Mundo bueno son todos los buenos, ¿No hemos
visto a menudo en el campo algo así? Uno está cubierto de... ¿qué?: de trigo...
Si decimos, no obstante, hallarse cubierto de paja, decimos verdad. Ved ahí un
árbol. “Lleno de fruta”, dice uno; “Lleno de hojas”, dice otro. Y quien dice:
“Lleno de fruta”, dice bien; y el que dice: “Lleno de hojas”, dice asimismo
verdad; porque ni el estar lleno de hojas quita lugar al fruto, ni el estar
lleno de frutos impide las muchas hojas. Lleno de uno y de otro; mas uno se lo
lleva el aire, y otro el agricultor. No hayas miedo, pues, cuando se dice: ¡Ay del mundo por los escándalos! Ama la
ley de Dios, y para ti no habrá escándalo.
4.
VARIAS SUERTES DE ESCÁNDALOS.
Ahí
viene ahora tu mujer para sugerirte no sé qué desaguisado. Tú la quieres, como se
debe querer a la mujer; es miembro tuyo. Mas, si el ojo te escandaliza, si te escandaliza tu mano, si tu pie te fuera
de escándalo -acabas de oírlo en el Evangelio—, córtalos y arrójalos de ti. Por amado que alguien te sea, por mucho
que le aprecies, ese miembro tuyo debe ser amado y apreciado en tanto no le dé por
escandalizarte, o digamos persuadirte alguna maldad. Oídlo: esto es el
escándalo. Hemos traído el ejemplo de Job y su mujer; pero allí no se menciona
la palabra escándalo. Escucha el Evangelio:
Habiendo el Señor anunciado su pasión,
dióse Pedro a disuadirle de padecer. Retírate de mí, Satanás; tú me sirves
escándalo. El Señor, pues, que te dio ejemplo de vida, nos enseña la
naturaleza del escándalo y el modo de prevenirle. A quien algo antes había
dicho: Bienaventurado tú, Simón Baryona
(donde Simón aparece como miembro suyo), en cuanto empezó a servirle de
escándalo, se arrancó este miembro; miembro que rechazó, pero que devolvió a su
lugar. Escándalo, por ende, será para ti quien intentare persuadirte algún mal.
Y adviértalo vuestra caridad; esto acaece a menudo, no por malevolencia, sino
por benevolencia mal entendida. Es un amigo, a quien amas y te ama: es tu padre,
tu hermano, tu hijo, tu cónyuge: te ven mal y quieren hacerte malo. ¿Qué
significa te ven mal? En algún aprieto; aprieto que, a lo mejor, padeces por
justicia: por negarte a decir un falso testimonio. Dígolo por ejemplo. Los
casos abundan, pues ¡Ay del mundo por los
escándalos! Un hombre influyente, v. gr., para tapar alguna depredación o
rapacería, solicita de ti el servicio de un falso testimonio. Tú rehúsas, te
niegas a la falsedad por no renegar de la verdad. Dejando a un lado pormenores,
se aferruza y, siendo él hombre de copete, hace presión sobre ti. Llega en esto
un tu amigo, y no quiere verte en aprieto, no quiere verte mal. “Por favor, te
dice, haz lo que te pide, ¿qué importancia tiene?” Y aun, tal vez imitando lo
de Satanás al Señor: De ti se halla
escrito: "A sus ángeles mandará te tomen sobre las manos para que no tropiece
tu pie contra una piedra..." Y aun es posible que tal amigo, sabiendo
que tú eres cristiano, quiera echar mano de la ley en orden a persuadirte lo
que, a juicio suyo, debes hacer: “Allánate a su demanda,” “¿A qué?” “A lo que
desea.” “¡Si es mentira, es falso!” “¡Bah! ¿No has leído: Mentiroso es todo hombre?” Este amigo es el escándalo. ¡Un amigo! ¿Qué harás? Es tu ojo, es tu mano... Arráncalos
y échalos de ti. No consientas; esto significa: Arráncalos y échalos de ti.
Nuestros miembros forman por su armonía la unidad orgánica y a esa conspiración
a un fin común deben la vida; esa consensión es el lazo que los unifica. Donde
hay disensión hay enfermedad o herida. Siendo, pues, miembro tuyo, debes
amarle; pero, si te escandaliza, arráncale
y échale de ti. No consientas con él; quítatele de las orejas; tal vez se
irá corregido.
5.
ILICITUD DE LA MENTIRA.
¿Y
cómo hacer para arrancarle, arrojarle y tal vez corregirle? ¿Cómo hacerlo?
Responde. ¿Cómo? Con la ley en la mano probó él a persuadirte la mentira: “Haz
lo que te pide”, ha dicho. Quizá no llegó a usar la palabra mentira; usó de
otra fórmula: “Haz lo que desea.” Y tú replicas: “¡Pero si es mentira!” Y él
por modo de excusa “Mentiroso es todo
hombre... Insiste tú: “Hermano: La
lengua que miente, mata el alma." ¿Qué hace conmigo este poderoso adversario
que me presiona? ¿A qué afligirte por mí? ¿Por qué lamentar mi situación? ¿Por
qué no preferir verme mal a verme malo? ¿Qué puede hacerme? ¿Sobre qué
presiona? Sobre la carne. El cuerpo dices tú que me presiona, y fuerte; yo
presupongto que me da la muerte; aun así, ¿no fuera él más blando conmigo que
yo si miento? El me mata la carne, yo me mato el alma. El mata el cuerpo, que,
al fin, había de morir, aunque no le matase; pero el alma, si no la mata la
iniquidad, vivirá eternamente en el seno de la Verdad. Guardemos, pues, lo que
se puede guardar; perezca lo que alguna vez ha de perecer. Respondiste; pero lo
de mentiroso es todo hombre no lo resolviste.
Respóndele también a esto; no vaya él a figurarse haber hallado en favor de la
mentira un argumento en la ley misma y haberte urgido con la ley contra la ley.
Está en la ley, efectivamente, escrito: No
digas falso testimonio; y en la misma ley se dice: Mentiroso es todo hombre. Vuelve ahora los ojos a lo que antes
advertía, cuando definí, según pude, al hombre manso. Manso es quien todo lo
bueno lo hace por agradar a Dios; todo el mal que padece, lo sufre porque a Dios
así le place. A quien, pues, te dice: “Miente, porque está escrito: Mentiroso
es todo hombre”, respóndele tú: “No miento, porque está escrito: La boca que miente, mata el alma; no
miento, porque está escrito: Perderás a
todos los que hablan mentira; no miento porque está escrito: No dirás falso testimonio. Presióneme la
carne ese a quien desagrado con la verdad, yo he oído a mi Señor: No temáis a los que matan el cuerpo”.
6.
LOS HIJOS DEL HOMBRE Y LOS HIJOS DIOS.
¿Cómo
es, entonces, mentiroso todo hombre? ¿No eres hombre tú? Respóndele pronto, y
bien: “Yo no debo ser hombre para ser
mentiroso.” Porque ved: Miró Dios
desde el cielo a los hijos de los hombres, por ver de ver algún cuerdo que busque
a Dios. Todos van descaminados, todos a una se han corrompido, no hay quien
haga bien, no hay uno solo. ¿Por qué? Por haber querido ser hijos de los
hombres. Mas para sacarlos de sus iniquidades, y redimirlos, y cuidarlos, y
sanarlos, y mudarlos, dio a los hijos de
los hombres el poder hacerse hijos de Dios. ¿Os admiráis? Erais hombres,
cuando erais hijos de los hombres, todos erais hombres, y todos erais
mentirosos; porque todo hombre es mentiroso. Os cupo en suerte la gracia de
Dios, y se os dio el poder ser hijos de Dios. Oíd la voz de mi Padre, que dice:
Yo dije; “Sois dioses e hijos todos del
Altísimo." Ahora bien, si los hombres no son hijos de Dios, si no son hijos del Altísimo, son mentirosos,
porque todo hombre es mentiroso; pero cuando sois hijos del Altísimo, redimidos
por la gracia del Salvador, comprados con su preciosa sangre, renacidos del
agua y del Espíritu, predestinados a la herencia de los cielos, sin duda sois
hijos de Dios; luego dioses. ¿Qué tiene que ver contigo la mentira? Porque Adán
fue puro hombre; Cristo (fue) hombre-Dios, el Dios creador de toda criatura.
Adán, hombre; Cristo hombre, mediador de Dios, Hijo único del Padre, Dios
hombre. V como tú, hombre, distas mucho de Dios, y Dios dista mucho del hombre,
púsose en medio el Dios hombre. Reconoce a Cristo y sube por medio del hombre a
(ser) Dios.
7.
ESCÁNDALO DE LOS PAGANOS EN LAS ADVERSIDADES DEL MUNDO.
Hecha,
pues, la corrección anterior—para los que, movidos de falsa benevolencia,
sugieren lo malo—, y hechos mansos -nosotros—, si en algo hemos podido
contribuir a ello—con esta plática—, sostengamos decididamente que, para huir
la amenaza: ¡Ay del mundo por los
escándalos!, es de necesidad absoluta que amemos la ley de Dios. Hablemos
ahora de los escándalos que llenan el mundo y de cómo arrecian las adversidades
en proporción de los escándalos. ¡Ea, cristianos, vástagos celestes y forasteros
en la tierra, que vais buscando anhelantes aquella patria donde seréis
conciudadanos de los ángeles!, comprended que no habéis venido a este mundo
sino para salir de él. Vosotros pasáis por el mundo en constante lucha por
llegar a quien hizo el mundo. No os perturben los amadores del mundo, que
desearían no irse—jamás—del mundo,
bien que hayan de ir de voluntad o por fuerza; no os engañen, no os seduzcan.
Estas adversidades no son escándalos; sed buenos, y os servirán ellas de piedra
de toque. La tribulación que nos ha venido encima será para ti lo que tú
quieras: probación o condenación. Será lo que seas tú mismo. La tribulación es
el fuego que te purifica si tú eres oro, y si eres paja te hará cenizas. Las
calamidades, hoy tan abundantes, no son escándalos. ¿Cuáles son, pues, los escándalos?
Esos modos de hablar, esas palabras con que se nos dice a nosotros: “Ahí veis
qué traen consigo los tiempos cristianos”, he ahí el escándalo, porque lo dicen
para que, si amas el mundo blasfemes de Cristo. Y esto lo dice tu amigo, tu
confidente: tu ojo. Dícelo tu criado, tu compañero de trabajo: tu mano. Dícelo,
tal vez, quien te favorece y empina sobre tu baja condición social: tu pie.
Arrójalos, arráncalos, échalos de ti: no consientas. Respóndeles como el otro a
quien sugerían un falso testimonio; respóndeles así tú, y a quien te diga que
tantas calamidades como asuelan hoy el mundo vienen de ser cristianos los
tiempos, replícales: Antes de acontecer
esto, ya me lo predijo Cristo.
8.
LAS CALAMIDADES DEL MUNDO, PREDICHAS POR CRISTO.
¿Por
qué te desazonas? Ese tu corazón, que se bambolea entre las apreturas del
mundo, es la nave aquella donde iba durmiendo Cristo. Mira, hombre sesudo, por
qué zozobra tu corazón; míralo. La nave donde duerme es el corazón de fe
dormida. ¿Qué novedades se te dicen, oh cristiano; qué novedades se te dicen? El mundo es una desolación; el mundo se
acaba por ser cristianos los tiempos. Pues ¿no te había dicho el Señor que
sería devastado el mundo? ¿No te dijo que tendría fin? Si lo creías, al
anunciarlo, ¿por qué zozobras al realizarse la predicción? Mira no eche al
fondo tu corazón esa tempestad que te azota: despierta a Cristo. Cristo –dice el Apóstol- mora en vuestros corazones por la fe.
Cristo mora en ti por la fe. Una fe en acto es Cristo presente; una fe
vigilante es Cristo despierto; una fe olvidada es Cristo dormido. Despiértale,
muévele, dile: Señor, que perecemos. Mira qué dicen los paganos, y lo que aún
es peor, los malos cristianos: Levántate,
Señor, que perecemos. Alerta esa tu fe: es Cristo quien te habla. ¿Por qué
te turbas? Todo eso lo antedije yo; y lo antedije para que, al venir los días malos,
no sucumbieras a ellos y esperases los días de bonanza. ¿Extrañas se acabe el
mundo? Extráñate que haya el mundo llegado a viejo. El mundo es un hombre que
nace, crece y envejece. ¡Y qué de alifafes no tiene la vejez! Tos, pituita,
debilidad visual, congojas, fatiga…Al envejecer el hombre, se llena de
achaques; al envejecer el mundo, se llena también de miserias. ¿Hízote Dios
poco favor enviándote el Cristo en la vejez del mundo para remozarte cuando
todo envejece? ¿No sabes que todo esto se halla prefigurado en la descendencia
de Abrahán? El Apóstol dice que la
“descendencia” de Abrahán es Cristo. No
dice “a las descendencias”, como hablándose de muchos, sino de uno solo: “Y a
tu “descendencia, la cual es Cristo”. A Abrahán le nació el hijo en la
vejez por haber Cristo de venir en la vejez del mundo. Vino, en efecto, cuando
todas las cosas envejecían, y te hizo nuevo. La hechura –de Dios- y las instituciones –del
hombre-, todo ello perecedero, iban declinando hacia el ocaso; por
necesidad habían de multiplicarse los trabajos y vino él a consolarte de tantos
dolores y a prometerte un eterno reposo. No quieras, pues, querer uncirte a
este viejo mundo y no querer remozarte en Cristo, que te dice: El mundo se
muere; el mundo envejece, el mundo se acaba; tiene ya un jadeo de senectud; pero no temas; tu juventud se renovará como
la del águila.
9.
INCULPACIONES DE LOS PAGANOS AL CRISTIANISMO POR LA DEVASTACIÓN DE ROMA.
Ahí
veis, dicen, que perece Roma de los tiempos cristianos. Quizá no es esto la
desaparición de Roma, es quizá un azote, y no una ruina; tal vez un
escarmiento, y no un aniquilamiento. Tal vez no perezca Roma si no perecen los romanos;
y no perecerán si bendicen a Dios; perecerán si blasfeman. Porque ahora no se
trata de sus monumentos y arboledas, de sus magníficos palacios y murallas
amplísimas. Estas construcciones no habían de ser eternas. Hombres las hacen piedra
a piedra, y hombres piedra a piedra las deshacen; hombres las construyeron y
hombres las destruyeron. ¿Es afrenta decir que Roma es caediza? El ultraje, de
serlo, fuera para su fundador, no para Roma; y ¿es injuria para su fundador el
decir que Roma, la Roma de Rómulo, puede venirse al suelo? Aun el mundo que
hizo Dios, ¿no ha de morir a fuego? Mas ni la obra del hombre se derrumba sino
cuando Dios lo tiene a bien, ni la Obra de Dios sino cuando a Dios le place;
porque, si la obra del hombre no cae sin la voluntad de Dios, ¿cómo ha de caer la
obra de Dios por la voluntad del hombre? Sin embargo, Dios te hizo un mundo
perecedero, y por lo mismo te hizo perecedero a ti. Sí; también el
hombre—galanía de la ciudad y morador suyo—, el regidor y el gobernador vienen
para irse, nacen a morir y entran a salir. El
cielo y la tierra pasarán. ¿A qué viene, pues, maravillarse porque a la
ciudad le llegue un día su fin? Tal vez no es ahora el fin de la ciudad; con
todo, alguno ha de ser el último para ella. Mas ¿por qué perece Roma entre los sacrificios
de los cristianos? Y ¿por qué ardió Troya, su madre, entre los sacrificios de
los paganos? Los dioses donde habían puesto su confianza los romanos vinieron a
la fundación de Roma desde la incendiada Troya. Los dioses romanos fueron antes
dioses troyanos. Ardió Troya; tomó Eneas los fugitivos doses; o más bien,
fugitivo él, tomó consigo los estólidos dioses, que pudieron ser llevados por
un fugitivo, mas no pudieron huir por sí mismos. Y viniendo a Italia con esas
divinidades falsas, con dioses falsos fundó a Roma. Es cosa larga de referir lo
demás; haré, pues, memoria breve de lo que sus libros dicen. Un autor conocido
de todos ellos dice así: “La ciudad de Roma, según la tradición que llegó a mí,
la fundaron y tuvieron al principio los troyanos que, al mando de Eneas,
andaban errantes, sin asiento fijo.” Traían consigo sus dioses; fundaron a Roma
en el Lacio y pusieron allí, para ser cultivados, los dioses que adoraban en
Troya. Su poeta—Virgilio—introduce a Juno irritada con Eneas y los troyanos que
huían, y dice:
Un pueblo enemigo mío
navega por el mar Tirreno,
trayéndose a Italia a Ilión
y sus vencidos penates;
esto
es, que traía consigo a Italia los vencidos dioses. Ahora bien, cuando los
vencidos dioses eran llevados a Italia, ¿eran divinidades o eran calamidades?
Amad, pues, la ley de Dios, y no sea para vosotros escándalo. Os rogamos, os
pedimos, os exhortamos a ser mansos, a compadeceros de los que padecen,
sostener a los débiles. Y ahora, que son tantos los forasteros en necesidad y
aflicción, sea mayor vuestra hospitalidad y abundantes las buenas obras. Hagan
los cristianos lo que ordena Cristo, y sean únicamente los paganos los que le
blasfemen, para desdicha suya.