-Wanderer
–me preguntaron hace unos días- ¿En Roma hay sede vacante?
-No
–le respondí al preguntón-. En Roma hay
sede berreta.
La
palabra berreta es un americanismo
que, en general, indica a la persona que se comporta con vulgaridad. Sin
embargo, en Argentina, posee un matiz particular: hace referencia también a
todo objeto falsificado, en apariencia legítimo pero que, en realidad, está
adulterado. O bien, es una chafalonía u objeto de poca calidad.
Pongamos
un ejemplo: berreta sería la camisa
marca Lacoste que compro en la feria
de La Salada por $100: seguro que es falsa aunque pase por legítima a los ojos
de muchos. Y berreta es también una camisa de poliéster en relación a otra de
algodón. Sirve en lo inmediato y a los fines prácticos –no se arruga y no hay
necesidad de plancharla-, pero es insufrible usarla porque ahoga a todo el
cuerpo.
La
sede de Pedro es hoy una sede berreta. No estoy diciendo que el papa Francisco
es un falso papa (Nota Syllabus: nos
permitimos tener una duda al respecto, visto y considerando además la presencia
de un “papa emérito” en el mismo Vaticano que quizá podría seguir siendo el legítimo, quién sabe. Lo cierto es que Francisco actúa como si fuera un Anti-Papa). Es -mal que nos pese-, el
legítimo sucesor de Pedro, pero es berreta,
es de poliéster, es de bajísima calidad. Confunde a la mayoría que lo
consideran la gran revelación del Espíritu para nuestro siglo, cuando en
realidad es un producto de La Salada. Y la reacción de cualquier persona con un
mínimo de sentido común cristiano es de hastío, asco y vergüenza.
Vergüenza y escándalo
Empeñado
en popularizar a la Iglesia, abriendo ventanas a fin de que entre luz luego de
los años de oscuridad y elitismo del papa Benedicto, Bergoglio no se ha
detenido frente a nada. Relativizó la moral católica en relación a las personas
divorciadas y a los homosexuales. La objeción neocona dice, por supuesto, que
en realidad sus palabras fueron mal interpretadas. Pues peor para él: debería
saber que cada una de sus expresiones debe ser medida porque se prestará a
malas interpretaciones. Cuestión de prudencia básica de cualquier gobernante y,
si no posee esa virtud y esa cautela, indica que no está habilitado para el
cargo que ejerce.
Pero
en todo caso, esos intentos tenían un cierto matiz de “seriedad teológica”.
Dicho de otro modo, podían ser discutidos seriamente por teólogos o conocedores
de la materia. Pero a Bergoglio le gusta la popularidad que se mide en puntos
de audiencia y en fotografías mediáticas; le gusta la popularidad de impacto, y
así, hace algunos meses, plantó el arbolito de la paz junto a los líderes de
los gobiernos judíos y palestino. Todo el mundo aplaudió y, en Argentina, el
zonzo de Nelson Castro afirmó en su programa periodístico que se trataba de un
día histórico: se había firmado finalmente la paz en la región de Oriente Medio
por obra de un papa argentino. Pues bien, a la semana de la plantación, judíos
y palestinos comenzaron a matarse como nunca antes. Un fracaso total y un
papelón del que debería haber aprendido. Pero no fue así. Ahora se le ocurrió
organizar y promocionar un partido de fútbol interreligioso por la paz, ocasión
de graves escándalos que, supongo yo, pesarán en su conciencia, y en la balanza
que levantará frente a sus ojos el arcángel San Miguel en el día del juicio.
El
papa Francisco, en el día de ayer, se abrasó con el futbolista Diego Maradona, drogón y adúltero público, que se ha cansado de denostar y de burlarse de la
Iglesia en repetidas ocasiones y que no paró mientes en declarar
ayer mismo: “Este papa es más humano. Al otro le tuve que besar el anillo”.
En esa misma fotografía que recorrió el mundo, se ve al pontífice luciendo
junto al Anillo del Pescador, dos pulseritas de plástico con los colores de la
bandera argentina.
No
paró allí el desatino pontificio. Saludó
efusivamente y se fotografió –como puede verse aquí mismo- con Wanda Nara y
el futbolista Pablo Icardi, su concubino de turno. La señora en cuestión saltó
a la fama cuando siendo apenas más que una niña, se “filtró” un video en el que
aparecía realizando un acto inmoral y perverso con un empresario amigo de su
padre. Luego, tuvo una corta relación de verano con Maradona. Famosa ya del
todo, participó en el programa de Marcelo Tinelli desprovista de ropas y de
vergüenza, y terminó casándose con el futbolista Maxi López, con quien tuvo
tres hijos.
El
año pasado, en medio de un escándalo mayúsculo ventilado por ella misma, y con fotografías incluidas, dejó a su marido legítimo para revolcarse con su mejor
amigo, el también deportista Icardi, con quien vive ahora en público
concubinato. Hasta Maradona salió
a decir ayer que había pedido no jugar el partido de fútbol con Icardi
porque había quebrantado reglas que no se quiebran: robarle la mujer a un
amigo.
Ya
conocemos la objeción neocona: Cristo se juntó con prostitutas y pecadores
públicos. Y ya fue respondida amplísimamente en los comentarios del post
anterior. Yo solamente agrego: es verdad, Nuestro Señor se juntó con la
Magdalena, a quien le dijo: “Ve y no peques más”; y con Mateo y Zaqueo, quienes
dejaron todo y lo siguieron. Francisco se junta con Tinelli, Maradona e Icardi
quienes continúan, más envalentonados que antes a raíz de la bendición
pontificia, con sus desenfrenos.
Salta Violetta y grita
Moreno
Los
encuentros pontificios de ayer incluyeron también al vergonzante funcionario
argentino Guillermo Moreno. Es indignante verlo
en la sala pontificia ordenando a los gritos qué funcionario o empresario
se sentaba delante y cuál iba al fondo. Es indignante verlo abrazado a Maradona
y Eduardo Valdés, puntero del PJ porteño, esperando la llegada del Pontífice.
Y
es indignante ver la foto que ilustra estas líneas: la sola pose de quienes
allí aparecen, incluido el que se viste de blanco, es demostrativa de lo que
quiero expresar con berreta, y esto por decir lo menos.
También
recibió el papa a la cantante argentina Martina Stoessel, Violetta, junto a su
novio, el actor robacunas Peter Lanzani. La joven de 17 años fue la encargada
de abrir el famoso partido de fútbol cantando Imagine, de los Beattles.
La
misma Violetta declaró ayer en canal 13, que había sido invitada
“personalmente” por el Sumo Pontífice para el acto. ¿Caemos en la cuenta del
impacto simbólico que tiene todo esto? Un acto organizado oficialmente por las
más altas esferas de la Iglesia católica, la Esposa Inmaculada del Cordero, es
abierto por una mocosa que canta a los gritos: “Imagina un mundo en el que no
hay cielo y en el que no haya religión”.
Pero
hay una vuelta más sucia todavía: Violetta es hija de Alejandro Stoessel,
histórico productor de Marcelo Tinelli, el mismo conductor argentino que fue
recibido en tres ocasiones por el papa Bergoglio y que hace apenas dos semanas
estuvo brindando con champagne con Mons. Karcher, el secretario privado del
pontífice, en un elegante hotel romano. Nadie puede ser ciego para no ver el
enorme envión que significó la presentación de la cantante –que es icono de
Disney Channel- en un evento planetario como el partido de ayer, para su
carrera y para los bolsillos de su padre y de Disney, y quizás tendríamos que
agregar también, para las faltriqueras de Karcher.
Da
asco, indignación, vergüenza. El mismo personaje que dejó plantada a una sala
llena que le ofrecía en homenaje un concierto de Mozart aduciendo que él no era
un príncipe del Renacimiento, auspicia a Violetta. El mismo personaje que
durante años señalaba públicamente a la gente de la clase media argentina que
iba a comer a restaurantes de Puerto Madero o que despreciaba a las señoras
gordas que organizaban un té de caridad, no duda ahora en abrazarse y
entretenerse contando chascarrillos con drogones, matones, corruptores y
proxenetas, adúlteros con las mujeres de los amigos, ricachones ostentosos e
insolentes en un mundo de pobres. Sí, todos ellos expresión más acabada de la
mundanidad abyecta del mundo contemporáneo. Justamente él, el papa Bergoglio,
que nos ha predicado que “la Iglesia debe despojarse de toda mundanidad
espiritual, que mata el alma y a las personas y a la propia Iglesia” y “lleva a
la vanidad, a la prepotencia, al orgullo”, durante su encuentro con los pobres
en la Sala de Expoliación del Obispado de Asís, cuna de del santo que inspiró
su papado.
Vergüenza,
infinita vergüenza: un argentino como yo se está llevando la Iglesia puesta.