Es
interesante de examinar cómo la política actual de “no-resistencia” de la Neo-FSSPX,
en favor del branding de
“preservación y construcción”, según dijo recientemente el Padre Simoulin,
siguiendo el estilo y las enseñanzas de Mons. Fellay, se ha venido imponiendo desde
hace muchos años, aunque hoy desembozadamente, mas por aquel entonces más sutilmente,
sin atreverse del todo a decir lo que hoy se afirma.
Así
por ejemplo tenemos un número de la revista Iesus
Christus, del Distrito América del Sur, donde en un editorial el P.
Bouchacourt decía lo siguiente:
“Es
necesario subrayar que la Fraternidad San Pío (sic) no fue fundada CONTRA el concilio, el modernismo y los
errores actuales, sino PARA defender
de la (sic) Tradición multisecular de la Iglesia, para salvar el sacerdocio
católico y la Misa tradicional, que sin duda habrían desaparecido si Monseñor
Lefebvre no hubiera resistido como lo hizo. Sin él y sin Monseñor de Castro
Mayer, Obispo de Campos (Brasil), las reformas de Vaticano II se habrían
impuesto sin encontrar resistencia eficaz, haciéndose tabla rasa con la
Tradición católica”. (Iesus
Christus N° 106 pág. 4, Julio/Agosto de 2006).
El
Superior de Distrito de entonces usa de las mayúsculas –para que quede bien
claro- para plantear una construcción gramatical que parece contrastar dos
cosas que van unidas, esto es, la defensa de la Tradición, el Sacerdocio
católico y la Misa por un lado y el combate al modernismo y los errores salidos
del Vaticano II, por el otro. Porque a pesar de que luego señala la resistencia
de Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer a estos errores, sin la cual
resistencia no se habría conservado aquella Tradición, lo que se quiere dejar
claro allí es que pueden separarse esas dos cosas que van juntas. Pues la
defensa y conservación de la Misa, el Sacerdocio y la Tradición llevan implícitos
la resistencia activa a todo aquello que siempre ha de oponérsele, muy
particularmente desde el Vaticano II. Por lo tanto el P. Bouchacourt debió haber
dicho que la FSSPX fue fundada para defender la Tradición y salvar el
Sacerdocio católico y la Misa tradicional, por lo tanto y también para combatir
y oponerse enérgicamente al concilio y su reforma modernista ya que para
defender el bien se debe combatir al mal que lo amenaza. Nuestro Señor se
encarnó para redimirnos, pero también “para deshacer las obras del demonio” (1
Jn. 3,8). Los Fariseos lo entendieron bien, y si lo mandaron crucificar no fue
por querer “preservar y construir” sino por combatirlos a ellos, por estar en
su contra.
Hoy
el P. Simoulin opone o separa al “Monseñor de las batallas” del “Monseñor del
sueño de Dakar”. Pero todo católico verdadero es alguien que está siempre en
medio de una batalla. A veces esa batalla se manifiesta sólo en un combate
interior y a veces esa batalla se manifiesta más explícitamente en un combate
exterior. A veces el combate afloja y a veces recrudece, pero nunca desaparece,
pues siempre los enemigos interiores y exteriores están rondando para hacernos
caer. Y además Mons. Lefebvre como muchísimos santos tuvo que empezar esa
batalla exterior con miembros de su propia congregación del Espíritu Santo.
Esto el P. Simoulin no lo dice. El P. Simoulin utiliza una expresión como “el
sueño de Monseñor no fue partir de un tajo a los herejes”, para con eso tratar
de asustar a los miembros de la Fraternidad que temen el extremismo imbécil de
algunos sedevacantistas. No es el sueño de nadie salir a combatir herejes pero
es el deber de todo católico combatir por Cristo Rey y en ese combate debe
enfrentar a las herejías. No otra cosa hizo la Iglesia hasta la muerte de Pío
XII. Decía Gómez Dávila que
“Cuando el católico se defiende mejor contra los vicios que contra la herejía,
ya es poco el cristianismo que queda en su cabeza”. Y cuando se empieza a decir
que la resistencia es algo secundario y subalterno, precisamente cuando el
enemigo más arrecia, es evidentemente ya muy poco el sentido católico que queda
en la cabeza de quien lo dice. Cuando se empieza a hablar como habla el
enemigo, es porque el enemigo ha vencido.
Confirma
la actitud ambigua del P. Bouchacourt, en el referido editorial, que parece
querer disculpar la beligerancia de Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer, un
párrafo que vendrá después en la misma página:
“Lo
que realiza en la actualidad (la FSSPX, nota del blog) corresponde a lo que se
hacía en la Iglesia entera hace cincuenta años y que dio tantos hermosos
frutos. Obrando en esta necesaria restauración, abrió seis seminarios, más de
ciento cincuenta Prioratos en todos los continentes, y continúa expandiéndose.
No lleva adelante este combate por sí misma sino por el honor de la Iglesia,
del Papa y los obispos. Así como rechaza vigorosamente el sedevacantismo, que
niega la autoridad de este Papa como Vicario de Cristo en la tierra, así
también pide al Sumo Pontífice y a los Obispos que emprendan un estudio
doctrinal de los textos del último Concilio para que se den cuenta de que se
oponen a la enseñanza constante de la Iglesia durante dos mil años. Lo causa
principal de la pérdida de la fe de los católicos y de la sociedad tiene allí
su raíz”. (Iesus Christus N° 106 pág. 4, Julio/Agosto de 2006.)
Allí
se ve que usa la locución conjuntiva “así como”, de sentido comparativo, para
afirmar primero taxativamente que la FSSPX “rechaza vigorosamente el
sedevacantismo”, pero luego en vez de igualar el sentido afirmativo del primer
enunciado diciendo que también la FSSPX rechaza vigorosamente el modernismo que
procede del último concilio, el P. Bouchacourt baja el tono y ya no tiene
rechazo ni vigor, sino que termina por decir que luego de rechazar rotundamente
el sedevacantismo sin embargo no rechaza con esa fuerza los errores de las
autoridades romanas, sino que pide que emprendan un estudio doctrinal del
último concilio para que se den cuenta de sus errores. Es decir que es durísimo
con el sedevacantismo (“rechazo vigoroso”) pero es blando con el liberalismo y
el modernismo (“pedimos que emprendan un estudio doctrinal”). El P. Bouchacourt,
adoptando por entonces la posición oficial de la FSSPX, no rechaza las herejías
para no enemistarse con las autoridades romanas (respeto humano) y porque la
Fraternidad, como dijo antes, no fue fundada “contra” el error, sino “a favor
de”. De tal forma que usa el mismo lenguaje que los liberales, que en
definitiva no son sino hombres mediocres, lo cual nos hace acordar a Ernest Hello
cuando decía que a los hombres mediocres “Toda afirmación les parece insolente,
pues excluye la proposición contraria”.
Esto
ocurría ya tempranamente en el año 2006. El veneno sutil de la indefinición, el
temor a la condena, a la denuncia vigorosa del error aunque el que lo predique
sea una autoridad de la Iglesia o un superior, se fue introduciendo de a poco y
contaminando cada vez más todas las estructuras de una congregación donde hoy
los sacerdotes y fieles, temerosos, ya no osan señalar al error excepto que
este se encuentre muy lejos de toda posible represalia. Esto no tiene otra
palabra para definirlo sino ésta: cobardía.