14
julio, 2014 | Christopher Fleming
Algo
va mal en la Iglesia, o como diría Shakespeare, algo huele a podrido en
Dinamarca. Seguro que el calor sofocante del verano no ayuda a mantener la
cordura, pero no se puede atribuir el desmadre eclesial sólo a factores
externos y transitorios. Este fin de semana de julio he sido testigo
involuntario del colapso de la fe católica, no sólo entre los “fieles” (ahora
tristemente hay que usar esta palabra entre comillas), sino además en las
instituciones llamadas “católicas” (aquí también son muy necesarias
las comillas).
Empecemos
por el sábado 12 de julio, cuando iba en el coche, camino al Monasterio de los
Jerónimos en Murcia, para tocar en una boda. Puse la radio y logré sintonizar Radio
María, una cadena de radio que se precia de ser verdaderamente “católica”.
(Presiento que la tecla de las comillas en mi ordenador se va a desgastar mucho
con este artículo). De la COPE casi no merece la pena ni hablar, porque, aunque
siga siendo propiedad de la Conferencia Episcopal Española, ya ni finge ser una
emisora católica; hay una presencia testimonial al mediodía, con el rezo del Angelus (muy
abreviado, porque no hay que malgastar el tiempo en beaterías), pero nada más.
En Radio María, sin embargo, están todo el día con el Santo Rosario, el
Catecismo, la Santa Misa, etc.
Lo
primero que escuché fue la noticia de una asamblea internacional de la Renovación
Carismática que había tenido lugar en Madrid. Anunciaban que si quería los
CD´s de las conferencias de un tal señor, sólo tenía que escribir a tal
dirección postal. Pusieron extractos de dichas conferencias, y prometo que por
un momento pensaba que la radio había saltado de frecuencia y estaba escuchando
una radio protestante. El predicador, que naturalmente no era sacerdote,
hablaba de manera idéntica a los predicadores protestantes evangélicos que
desde hace unos años se han apoderado de las ondas; apelaba exclusivamente a
los sentimientos, fingía una emoción desbordante, pero evitaba razonamientos
teológicos, todo de una superficialidad y banalidad insoportables.
A
las 16:00 tocaba el Compendio del Catecismo, con el Padre Íñigo Ugalde.
Iban por el artículo 52, sobre la Creación:
52.
¿Quién ha creado el mundo?
El
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible del
mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente a Dios Padre.
Dado
mi particular interés por este tema escuché con mucha atención. Empezó bien
este sacerdote, diciendo que lo fundamental es que los católicos tengamos una
visión bíblica de la Creación. Estoy absolutamente de acuerdo. El problema es
que el P. Ugalde, a juzgar por sus palabras, tiene una visión que es todo menos
bíblica, porque a renglón seguido empezó a hablar de “miles de millones de
años”. Si tuviera la oportunidad de hablar con este sacerdote, que no conozco
de nada, le haría la siguiente pregunta: Si, según usted, debemos tener una
visión bíblica de la Creación, ¿de qué capítulo de la Biblia saca usted esos
miles de millones de años? Evidentemente no los saca de ahí, porque no
hay la más mínima referencia a periodos de tiempo tan abultados en las Sagradas
Escrituras; más bien los días y los años están escrupulosamente contados, desde
la Creación del Cielo y la Tierra, hasta el nacimiento de Nuestro Señor
Jesucristo, por lo que si nos ceñimos a lo que dice la Biblia, como nos
aconseja el P. Ugalde, es imposible concluir que el mundo tenga a lo sumo más
de 10.000 años. Tampoco saca esos miles de millones de años del Magisterio
perenne de la Iglesia, ni de los escritos de los Padres o Doctores de la
Iglesia. En flagrante contradicción con su anterior afirmación, los saca del
evolucionismo, una falsa ciencia, una gran mentira del Demonio.
Al
llegar a los Jerónimos, ahora sede de la UCAM (Universidad Católica de Murcia),
sentía un gran pesar por el estado lamentable de la principal radio “católica”
en España. Pero ahí no acabaron mis sufrimientos. En el precioso templo de San
Pedro de la Ñora, completamente restaurado y dotado ahora con aire
acondicionado, gracias a los fondos casi inagotables de la fundación que
presidente el Sr. Mendoza, inmediatamente me llamaron la atención
las sillas en la nave, donde en todas las iglesias de España hay bancos con
reclinatorios. Estas sillas parecían muy cómodas, y no dudo que costaron un
buen dinero. El problema es que al sustituir los bancos con reclinatorio
tradicionales por sillas de lujo, el que asiste a Misa y quiere arrodillarse tiene
la impresión de estar haciendo algo fuera de lugar. Esto casa perfectamente con
el hecho de que el Sr. Mendoza es kiko, y es conocida la adversión de
este movimiento a doblar la rodilla ante Dios.
Para
colmo de males, no había tabernáculo en el templo, al menos yo no lo encontré;
creo que en algún rincón escondido había una “capilla del Santísimo”. Esto debe
ser muy útil para la UCAM, que puede organizar todo tipo de eventos en el
templo, sin temor a cometer un sacrilegio. Han convertido una iglesia católica
en una especie de salón multiusos. De esta manera el templo puede
albergar conciertos, conferencias, entregas de diplomas, etc. ¡Es realmente
maravilloso darse cuenta de lo que se puede lograr cuando uno quita a Dios de
en medio! ¡Cuánta visión empresarial! ¡Cuánto pragmatismo! Al estar cómodamente
sentados en sus sillas de lujo, con el frescor del aire acondicionado, estoy
seguro de que todos los asistentes a la boda disfrutaron del espectáculo (sí,
he escrito espectáculo); los chistes del cura eran bastante
graciosos; las chicas que desfilaron por el altar haciendo las lecturas,
vestidas de Nochevieja, estaban de muy buen ver, aunque sus trajes dejaban poco
a la imaginación; todos aplaudieron con entusiasmo el beso de los novios; y la
música con la que amenizamos la ceremonia era bonita (aunque quede feo que lo
diga yo). Me pagaron por mi trabajo y me largué de ahí con un cabreo
monumental.
El
día siguiente, domingo, acudí a la iglesia donde se ofrece habitualmente la
Misa Tradicional en Murcia, con tiempo para confesarme. Cuando llegué vi que
con el cambio al horario veraniego, justo antes de la Misa Tradicional había
una Misa “normal”. Otra vez uso las comillas, porque lo que para la mayoría de
católicos se ha convertido en normal, a mí me resulta absolutamente
insoportable. Para confesarme no valían los susurros a los que estoy
acostumbrado. Casi tuve que gritar para hacerme oír por encima del jaleo de los
católicos “normales”, en su Misa “normal”, haciendo lo que “normalmente” se
suele hacer en la Casa de Dios: saludarse ruidosamente, gritar, cotillear,
mientras los niños juegan al pillao. Se podía hacer de todo, menos lo que
estaba intentando hacer: rezar. ¡Menuda ocurrencia! dirían los
católicos “normales”. ¡Rezar en una iglesia antes de la Misa! No es ni
el lugar ni el momento apropiado. A punto estuve de levantarme y echar
a patadas a los católicos “normales”, y creo que si no lo hice fue por respeto
al sacerdote que tenía que decir la Misa, al cual le hubiera puesto en un
aprieto.
Esa
misma tarde por el wasap me enteré de unas palabras del Papa Francisco que
producirían zozobra, si no fuera porque ya estamos curados de espanto. Un amigo
me mandó este enlace a un artículo de un “pastor” evangélico,
hablando sobre un almuerzo que compartió con Francisco. Según este señor, entre
otras lindezas, Francisco le comentó lo siguiente:
No
estoy interesado en convertir a los Evangélicos al Catolicismo. Quiero que la
gente encuentre a Jesús en su propia comunidad. Hay tantas doctrinas en las
cuales nunca estaremos de acuerdo. No gastemos nuestro tiempo en ellas. Más
bien, tratemos de mostrar el amor de Jesús.
Sería
difícil de imaginar una traición más directa del divino mandato de Mateo 28:19,
en que el Señor dijo a sus apóstoles: id y haced discípulos de todas
las naciones. Antes de que los neo-católicos salten y aleguen que todo
puede ser una fabricación malintencionada, debo aclarar que no tengo razón
alguna para sospechar que los protestantes que estuvieron en ese almuerzo
fatídico en el Vaticano estén mintiendo. Todo lo contrario; estas palabras
cobardes e indignas de cualquier católico, no digamos ya de un Vicario de
Cristo, son plenamente coherentes con otras muchas que ha pronunciado Francisco
durante su pontificado. Por ejemplo, me viene a la mente la entrevista con el
ateo, Eugenio Scalfari, a quien comentó que el proselitismo era una
“solemne bobada”.
Francisco
y el tele-evangelista, James Robinson, chocan esos cinco durante un almuerzo en
el Vaticano.
Los
medios de comunicación “católicos” oficialistas (me refiero sobre todo a los
que ganan algo de dinero; no como Tradición Digital, que lejos de
ser negocio, nos cuesta dinero) tendrán que adoptar una de dos posturas frente
a este nuevo desaguisado de Francisco; o lo ignorarán por completo; o
intentarán edulcorar lo que es efectivamente una declaración de apostasía. Los
“expertos” de periódicos, plataformas digitales y cadenas de radio, nos
explicarán “lo que Francisco realmente quería decir”. Es de admirar
como esta gente, para quienes el Papa nunca puede equivocarse, ni en el color
de su pijama, tiene la capacidad de leer la mente del Santo Padre. Pero como
yo, pobre pecador que soy, aún no he desarrollado esa facultad sobrenatural, me
tengo que limitar al sentido literal de las palabras. Si dice Francisco que no
le interesa convertir a los protestantes, me tengo que creer que no le interesa
convertir a los protestantes, y punto. Y es muy triste que un Papa diga algo
así.
Realmente
uno no debe sorprenderse de que la radio “católica”, la universidad “católica”,
y los templos “católicos” hayan dejado de ser auténticamente católicos, si pensamos
que, como advirtió la Virgen en Fátima, la apostasía viene de arriba. Leyendo
las palabras de Francisco, sin vendas en los ojos, sin buscar excusas
rocambolescas de porqué dijo lo que dijo, se entiende porqué la Iglesia está en
plena descomposición. Desde hace más de 50 años, el que está al timón está
desorientado y toda la barca va a la deriva.