Mons. Fellay, Padre
Sáenz y unos encuentros políticamente convenientes con Francisco.
Han
circulado días atrás dos fotografías que posiblemente hayan resultado un
tembladeral para más de un fiel de la llamada “línea media” o conservadorismo del
catolicismo criollo, imágenes que sin embargo otros han querido defender a como
dé lugar. Las aguas están turbulentas en ese sector desde que el cardenal
Bergoglio fuera sorprendentemente (¿?) colocado en la silla de Pedro, no
precisamente porque Bergoglio se desenvolviese en ese sector, sino por las
reacciones suscitadas en algunos integrantes de esa línea o que suelen
vincularse a ella, y que resultaron desmedidas para algunos timoratos
papólatras. Este encuentro reciente entre dos de los personajes referenciales
de ese sector, los Padres Alfredo y Ramiro Sáenz, parece descolocar más aún a
quienes, renuentes desde siempre a posicionarse por completo en la Tradición
antiliberal, ya no saben cómo sostenerse en su cada vez más inestable sitial.
Las incoherencias y los titubeos finalmente se pagan.
Muy
lejos de estas tremulantes agitaciones, no obstante, parecen estar estos dos
sacerdotes, que muchas veces han sabido mostrar su valía en cuanto a obras de
divulgación, ya sea mediante libros o conferencias, políticamente incorrectos y
muy recomendables, y ahora saludan complacidos a un reconocido modernista. En
especial el P. Alfredo Sáenz, quien transformado en adalid de cierto sector
nacionalista católico, ha sabido apuntar bien en lo concerniente a temas
histórico-políticos, aunque sin llegar nunca al fondo de la cuestión, sobre
todo en lo que tiene que ver con el modernismo enquistado en Roma a partir del
Vaticano II, tema tabú para la “línea media”, durante años “juanpablista”, luego
“ratzingereana” y ahora…a la deriva.
Y
decimos que están lejos de preocuparse estos sacerdotes por lo que está pasando
con la acción destructora de Francisco, pues se los ve a ambos en la fotografía
muy sonrientes, a gusto y en complicidad con su compatriota Bergoglio. No se
observa en las imágenes (de excelente calidad) incomodidad o sorpresa, antes
bien un gozo compartido, y hasta una posible broma o chascarrillo festejados
elocuentemente. La amplitud de las sonrisas no deja lugar a dudas.
Puede
objetarse, claro está, que se trata simplemente de un encuentro con el Papa, y
nada más que eso, y que el hecho de que se conocieran desde antes motiva el
saludo caluroso y confianzudo. Suponiendo que esto sea así –y francamente no
estamos en condiciones de asegurar que Francisco sea o no el Papa, sobre todo
cuando vemos esta otra imagen:
y
sin ir a juzgar las intenciones y el fuero íntimo de Francisco, pues además nos
basta juzgar objetivamente su acción exterior, desde que ha ocupado el
pontificado, no ha dejado de mostrar que es el jefe de la secta modernista, o el vicario de la Masonería antes que de Cristo, y
cada paso que da o declaración que hace, va en dirección contraria a la
doctrina católica de siempre, y cada vez más se acerca hacia el Nuevo Orden
Mundial que tanto condenara el Padre Sáenz en sus obras. Siendo esto así, y
siendo además que materialmente Francisco favorece la herejía y la apostasía, y
se abraza con los enemigos de la Iglesia, quienes no se cansan de alabarlo y
“bendecirlo”, e inclusive que Francisco continúa las tropelías ecumaníacas y el
bastardeo litúrgico y los favores judaizantes que incluso alguien cercano a
Sáenz bien denunciara en un libro, como Antonio Caponnetto, entonces todo ello
no puede llevar a un sacerdote que quiere pasar por verdaderamente católico a
mostrarse ante ese agente de la subversión liberal como si nada pasara, no
puede un católico que pretende pertenecer a la Tradición no mostrarse sinceramente
dolido e indignado frente a un enemigo indudable de la Tradición católica,
responsable del escándalo que sacude actualmente a muchos fieles, y además
sostén político de los enemigos ideológicos del mismo Sáenz, como son los
activistas de la izquierda progresista argentina.
Ante
este ruinoso cuadro nada bello ni merecedor de amplias sonrisas, conjeturamos –no
afirmamos- que los Padres Sáenz, del mismo modo que el siempre sonreidor Mons.
Fellay, han comprendido políticamente la conveniencia de ese encuentro para sus
carreras eclesiásticas, mal vistas y reprobadas por la generalidad de los
modernistas de la iglesia conciliar. Imaginamos como posible el razonamiento de
que estar en el Vaticano, a pocos pasos de donde está Francisco, y no pasar a
saludarlo, cuando pasan todos por allí (¡hasta los agentes del indigenismo
terrorista vinculado al gobierno kirchnerista como Milagro Sala, hace pocos
días!), resultaría una muestra de desdén y desprecio imperdonable. Sin
dudas que lo cortés no quita lo valiente, pero es importante que lo valiente no
quede sepultado por lo cortés. Entendemos que si debe producirse –casualmente o
no- un encuentro con Francisco, pues bien, no hay mejor oportunidad para imitar
a San Pablo, o a Mons. Lefebvre, en la corrección fraterna, firme y clara, ante
el Superior que desvaría, yerra o hace daño.
Bueno es escribir sobre los Santos. Mucho mejor es imitarlos. |
Pero,
como decíamos, no es improbable –en particular en Mons. Fellay, eso seguro- que
estos gestos excesivamente amistosos con Francisco de quienes supuestamente
estarían en las antípodas de su pensamiento, sean el precio a pagar por
aquellos que quieren seguir viviendo sin tantas molestias dentro de la estructura
de la iglesia oficial o establecida, después de haber recibido repulsas o
rechazos, como por ejemplo el P. Ramiro Sáenz, defenestrado por los grandes
medios de prensa en manos judías (incluso hasta en tapas de revistas). Hoy que está en Roma el gran amigo de los
judíos, gran carta a favor significa para estos sacerdotes esa imagen y ese
apoyo de Francisco. Un apoyo, claro está, a la línea media en cuanto esta no
pretende ser exclusiva y absolutamente contraria del modernismo del Vaticano II, del Novus Ordo de la
Misa y demás detritos conciliares. Un gesto de tolerancia masónica para
quienes no son "extremistas" como lo ha sido Mons. Lefebvre. Inteligente actitud
de Francisco para cooptar a quienes en algún momento pudieron resultar molestos
al pensamiento políticamente correcto de la jerarquía eclesiástica argentina.
En
definitiva, los encuentros de Mons. Fellay y los Padres Sáenz son gestos de paz
para con el modernismo encabezado por Francisco, que les permitirán seguir
conferenciando, editando libros y recibiendo homenajes en paz, sin persecución,
en su rincón dorado de la Nueva Iglesia.
Y todo por no haber sabido seguir el consejo de Santa Catalina de Siena: “¡Basta
de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el
mundo está podrido!”, para poder decirle entonces al Sumo
Pontífice, una y otra vez con San Agustín que “No hay peor muerte para las almas que la libertad del error”, o
con San Pío X que “No resistir al error
es aprobarlo, no defender la verdad, es sofocarla”.