Número CCCXLV (345)
22 de Febrero de 2014
HUMANIZACION
FATAL
Mons. Williamson
Algunos Católicos
que sostienen que la Sede Apostólica está vacante, protestan firmemente contra
los recientes números de estos “Comentarios” pues parecen poner al mismo nivel
la herejía universal del liberalismo y la opinión particular del
sedevacantismo. Pero, mientras que estos “Comentarios” constantemente atacan la
plaga del liberalismo, con seguridad ellos últimamente no han hecho más que
argumentar que nadie está obligado a ser sedevacantista, lo cual, considerando
qué trampa esterilizante prueba ser el sedevacantismo en algunos casos, es, con
seguridad, una toma de posición bien moderada.
Sin embargo, estos
“Comentarios” sí mantienen que el sedevacantismo, aunque admirable como un
esfuerzo para combatir al liberalismo, es a lo mucho un medio inadecuado para
hacerlo porque comparte con los liberales uno de sus errores básicos, a saber,
la exageración de la infalibilidad papal. En su meollo, este error nos lleva al
corazón de la crisis sin precedente de la Iglesia hoy en día, razón por la cual
estos “Comentarios” insistirán en la cuestión, al tiempo de pedir perdón a
algunos lectores indebidamente aburridos u ofendidos. La Iglesia toda está en
juego y no solamente las sensibilidades de estos o aquellos de sus miembros.
El meollo de este
error es la humanidad dando la espalda lenta pero seguramente a lo largo de los
últimos 700 años, a Dios, a Su Hijo y a Su Iglesia. En el pico de la Edad
Media, los Católicos tenían una Fe clara y fuerte, asiendo la unicidad y
exclusividad del Dios objetivo y Su Verdad sin contradicción. Dante no tuvo
problema en poner a Papas en su Inferno. Pero a medida que, a lo largo de los
siglos, el hombre se puso a sí mismo más y más como el centro de las cosas, así
Dios perdió su trascendencia absoluta por encima de todas las criaturas y la
verdad se volvió más y más relativa, ya no a la autoridad de Dios, sino, en
cambio, a la del hombre.
Dentro de la
Iglesia, tomen por ejemplo la 13era de las 17 “Reglas para sentir con la
Iglesia” del famoso libro de San Ignacio de Loyola Ejercicios Espirituales, alabado por innumerables Papas desde
entonces y sin duda responsable de ayudar a salvar millones de almas. Ignacio
escribe: “Para que en todas las cosas
lleguemos a la verdad, debemos mantener el principio de creer que lo blanco que
yo veo es negro, si la Iglesia Jerárquica así lo determina”. Tal posición
podría apoyar la autoridad de los hombres de Iglesia a corto plazo, pero, ¿no
corrió el grave peligro de separarla de la verdad a largo plazo?
Porque
ciertamente, al final del siglo 19no, el liberalismo se hizo tan fuerte que la
Iglesia tuvo que reforzar su propia autoridad por la Definición en 1870 de su
Magisterio, operando con todo su poder, a saber: siempre que 1) un Papa 2)
define 3) un punto de Fe o de moral 4) de tal manera que obliga en conciencia a
toda la Iglesia. Pero pensando demasiado humanamente desde entonces, demasiados
Católicos en lugar de relacionar este Magisterio Extraordinario a Dios y a la
inmutable Verdad del Magisterio Ordinario de la Iglesia, han tendido a prestar
a la persona humana del Papa una infalibilidad que proviene de Dios y que
pertenece sólo a Dios. Este proceso humanizante generó una infalibilidad cada
vez más excesiva, que casi inevitablemente resultó en el disparatado reclamo de
Pablo VI de estar capacitado para remodelar la Tradición de la Iglesia en
nombre de un “Solemne Magisterio Ordinario”. La gran mayoría de los Católicos
le permitieron salirse con la suya y hasta el día de hoy una masa de ellos están
haciéndose liberales día a día siguiendo a los Papas Conciliares mientras que
una pequeña minoría de Católicos están impulsados a negar que aquellos
responsables de la locura Conciliar puedan ser, en alguna manera, Papas.
Finalmente,
personalmente tengo respeto por muchos sedevacantistas, en la medida que ellos
creen en la Iglesia y están desesperados por encontrar una solución a un
problema infinitamente serio de la Iglesia. Pero, en mi opinión, ellos
necesitan mirar más alto y más profundo – la infinita altura y profundidad de
Dios mismo.
Kyrie eleison.
El problema del
sedevacantismo es el mismo que el de toda la Iglesia y mundo modernos - poner
demasiadas expectativas en los hombres, y demasiado pocas en Dios.