“¡Oh
amada de Dios, amabilísima niña María! Ojalá pudiese hoy ofrecerte los primeros
años de mi vida, para dedicarme todo a tu servicio, ¡Santa y Dulcísima Señora
mía!, así como Tú te presentaste en el Templo y te consagraste toda a la gloria
y al amor de tu Dios. Pero no llego a tiempo, después de haber perdido tantos
años en servir al mundo y a mis caprichos, casi olvidado de Ti y de Dios.
¡Desdichado el tiempo en que no te amé! Pero más vale tarde que nunca. Así,
pues, ¡oh María!, me presento hoy a ti y me ofrezco todo entero a tu servicio
para todo el tiempo, poco o mucho, que me quede por vivir en esta tierra; y
como Tú, renuncio a todas las criaturas y me dedico enteramente al amor de mi
Creador.
San
Alfonso María de Ligorio