Andrés de Asboth
Revista “Roma”, n° 33,
abril de 1974, (fragmento).
NO
SER DEL MUNDO
En
las épocas de decadencia existe una verdadera epidemia que mata la
personalidad. No esa falsa personalidad contestataria que llena de vanidad se
cree rebelde, no haciendo más que seguir la moda, sino la personalidad que nace
de una afirmación libre de lo que, iluminado por la recta razón, le parece
correcto al cristiano. Existe una falta de la virtud de la fortaleza, como
dijimos más arriba, la que trae esa manía de “integrarse en la comunidad”.
“No queráis amar
al mundo, ni a las cosas mundanas. Si alguno ama al mundo, no habita en él la
caridad del Padre. Porque todo lo que hay en el mundo, es concupiscencia de la
carne, concupiscencia de los ojos, y soberbia de la vida; lo cual no nace del
Padre, sino del mundo. Pasa el mundo y su concupiscencia; mas el que hace la
voluntad del Dios, permanece eternamente” 1.
Existe
un error muy difundido por doquier que el “bueno” vive en paz con los que lo rodean.
Este error trae como consecuencia un temor excesivo, entre los cristianos, en
chocar, en estar contra lo que dice la corriente. Naturalmente no se debe ser
hiriente ni ofensivo sin motivo, mas no hay que esperar que de la serena
afirmación de la verdad, del auténtico apostolado que busca convertir y no
convivir, de la profesión de la recta doctrina y del “desagradable” ejemplo,
para muchos, de las buenas costumbres, no puedan surgir antagonismos. Estos
antagonismos un cristiano los debe aceptar como una cruz y no acomodar su doctrina
para evitar que surjan. Las divisiones ya están anunciadas en el Evangelio. “Yo he venido a poner fuego en la tierra ¿y
qué voy a querer sino que arda? Con un bautismo he de ser Yo bautizado; ¡oh y
cómo está ardiendo mi corazón en deseos de que se cumpla! ¿Pensáis que he
venido a poner paz en la tierra? No, sino desunión; así os lo declaro. De
suerte que desde ahora en adelante habrá en una misma casa cinco entre sí
desunidos: tres contra dos y dos contra tres; el padre estará contra el hijo y
el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la
suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”2.
Ningún
cristiano de verdad se debe extrañar que el mundo no lo quiera, más aún es un
honor ser odiado por el mundo, pues esto nos hace semejantes a nuestro
Redentor. “Si el mundo os aborrece, sabed
que primero que a vosotros, me aborreció a Mí. Si fuerais del mundo, el mundo
os amaría como cosa suya; pero como os entresaqué Yo del mundo, por eso el mundo
os aborrece”3. “Yo les he comunicado
tu doctrina y el mundo los ha aborrecido, porque no son del mundo, así como Yo
tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los
preserves del mal. Ellos no son del mundo, como Yo tampoco soy del mundo”4.
Como se ve, la oposición del Salvador y sus apóstoles con el mundo, a quienes
Él se refiere en estos pasajes, es bien radical.
Esta
oposición no nos debe desanimar en lo más mínimo. La victoria final siempre es
de Dios. Nosotros sólo debemos obedecerle. “Por
cuanto el amor de Dios consiste en que observemos sus mandamientos. Sus
mandamientos no son pesados, pues todo hijo de Dios vence al mundo. Lo que nos
hace alcanzar la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence
al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”5.
UNIÓN
DE LOS BUENOS
El
hombre es sociable por naturaleza. Tal vez muchos lo que más sientan es la
soledad; los oprime el ambiente hostil. El ambiente cristiano facilita la
virtud. Por esto las personas y familias de recta doctrina y de buenas costumbres
deben unirse, verse mucho, hacerse amigos y aprender a convivir. Así se
animarán mutuamente en perseverar en el bien.
Mas
aquí existe un punto muy importante que mal enfocado puede echar todo a perder,
pues estos grupos de gente buena pueden convertirse, en vez de lugar de
santificación, en centros de ruina y condenación. Existe el peligro, dado el
culto que se rinde por doquier a lo cómodo y a lo fácil, que en vez de tomar el
ejemplo de la persona o familia más virtuosa, más modesta y más mortificada en
costumbres, se siga a la más liberal y la que más se acomode a las modas,
razonando así: “si estos que son tan buenos y hablan tan bien, lo hacen, se
podrá hacer”. El camino es exactamente el inverso, el “oppositum per
diametrum”. La Virgen de Fátima pidió oración y penitencia. Estamos tan bajo
por seguir siempre lo más fácil, por rebajar el ideal y la norma. Estas reuniones
de gente buena —bajo pena de ser centros de corrupción— deben tener como regla
seguir a la persona y la familia del grupo que sea la más virtuosa y la más
severa consigo mismo. Sólo así progresarán en el buen camino.
EL
SANTO ROSARIO
Estamos
en la edad de María. Las apariciones de Nuestra Señora en Fátima nos introducen
en un nuevo período de la historia, el de su Inmaculado Corazón, cuyo triunfo
anunció. Además Ella es medianera de todas las gracias y la buena doctrina y
las buenas costumbres son gracias. A Ella debemos recurrir para pedirlas.
La
oración preferida de la Santísima Virgen es el Rosario. “Desde que la Santísima Virgen ha dado una eficacia tan grande al
Rosario no existe ningún problema material, espiritual, nacional o
internacional que no pueda ser resuelto por el Santo Rosario y nuestros
sacrificios”, dijo Lucía, la vidente de Fátima. Nótese lo absoluta que es
la afirmación de Lucía, mas asimismo que habla de “sacrificios”. El santo
Cardenal Mindszenty reafirmó que todos los problemas se arreglarían si hubiera
un millón de personas que rezaren el Rosario.
Esta
oración es, por excelencia, la oración para vencer las herejías. Quizás sea la
razón por la que los progresistas la detestan tanto. También es la oración
tradicional de la familia cristiana. Es la base de la doctrina y de las costumbres.
1
I epístola de San Juan 2,15-17.
2
Lucas 12,49-53.
3
Juan 15,18-19.
4
Juan 17,14-16.
5
I epístola de San Juan 5, 3-5.