“No conozco páginas más bellas en la historia que
aquellas donde veo una gran causa en apariencia vencida, y que encuentra a su
servicio hombres tan arrojados que no se entregan a la desesperanza. He ahí los
grandes ejemplos que conviene proponer a la generación de nuestro tiempo, para
inclinarla a que pongan al servicio de la religión y de la patria un coraje que
no se deje quebrar por las derrotas pasajeras del derecho y de la verdad...
Pero cualesquiera sean las alternativas de reveses
o de éxitos que el futuro les reserve, la recomendación que yo querría darles
es que jamás se entreguen al desaliento. Porque Dios, de quien somos y para
quien vivimos, no nos manda vencer sino combatir. El honor de una vida, así
como su verdadero mérito, consisten en poder repetir hasta el fin aquellas
palabras del divino Maestro: "Lo que
debimos hacer, lo hicimos" (Lc 17,10). El resto hay que dejarlo en
manos de Dios, que da la victoria o que permite la derrota, y que hace
contribuir a una y a otra al cumplimiento de sus eternos e impenetrables
designios.”
Monseñor Charles Émile Freppel (1827-1891), obispo de Angers (Francia).