Prosternados
al pie de vuestro trono de gracia, oh Reina del Santísimo Rosario, nos
proponemos cumplir en cuanto está de nuestra parte los pedidos que habéis
expresado al venir hace 70 años apareciéndotenos sobre esta tierra.
Los
abominables pecados del mundo, las persecuciones dirigidas contra la Iglesia de
Jesucristo, más todavía, la apostasía de las naciones y de las almas
cristianas, y, finalmente, el olvido por parte de la mayoría de los hombres de
vuestra maternidad de gracia destrozan vuestro Corazón doloroso e Inmaculado,
tan unido en su Compasión a los sufrimientos del Sagrado Corazón de vuestro
divino Hijo.
Con
el fin de reparar tantos crímenes, Vos habéis pedido el establecimiento de la
devoción reparadora a vuestro Corazón Inmaculado; con la finalidad de detener
los flagelos de Dios que habéis predicho, os constituisteis en la mensajera del
Altísimo para requerir del Vicario de Jesucristo, unido a todos los Obispos del
mundo, la consagración de Rusia a vuestro Corazón Inmaculado. Desgraciadamente,
no han tenido en cuenta todavía vuestro mensaje.
Por
esto, a fin de anticipar el dichoso día en que el Soberano Pontífice accederá
por fin a los requerimientos de vuestro divino Hijo, sin atribuirnos una
autoridad que no nos pertenece, mas penetrados de solicitud por la suerte de la
Iglesia universal, por una humilde súplica dirigida a vuestro Corazón
Inmaculado, y unidos a todos los Obispos, sacerdotes y creyentes fieles, nos
hemos resuelto a responder por nuestra parte a los pedidos del Cielo.
Dignaos,
pues, oh Madre de Dios, aceptar en primer lugar el acto solemne de reparación
que presentamos a vuestro Corazón Inmaculado por todas las ofensas con que,
junto al Sagrado Corazón de Jesús, es destrozado por parte de los pecadores y
de los impíos.
En
segundo lugar, en cuanto está en nuestro poder, damos, entregamos y consagramos
Rusia a vuestro Corazón Inmaculado: os suplicamos, en vuestra maternal
misericordia, de tomar esta nación bajo vuestra poderosa protección, de hacerla
dominio vuestro en el cual reinéis como Soberana, de hacer de este tierra de
persecución una tierra de elección y de bendición. Os conjuramos de someteros
tan bien esta nación que, convertida de su impiedad legal, llegue a ser un
nuevo reino para Nuestro Señor Jesucristo, una nueva herencia para su dulce
cetro. Que convertida también de su antiguo cisma, regrese a la unidad del
único redil del Pastor eterno, y que sometida así al Vicario de vuestro divino
Hijo llegue a ser una ardiente apóstol del reino social de Nuestro Señor
Jesucristo sobre todas las naciones de la tierra.
Os
suplicamos además, oh Madre de misericordia, por este milagro tan espléndido de
vuestra omnipotencia suplicante, que manifestéis al mundo la verdad de vuestra
mediación universal de gracia. Dignaos en fin, oh Reina de la paz, conceder al
orbe la paz que el mundo no puede dar, la paz de las armas y la paz de las
almas, la paz de Cristo en el Reino de Cristo, y el Reino de Cristo por el
reino de vuestro Corazón Inmaculado, Oh María, amén.
(Oración
recitada por Monseñor Marcel Lefebvre en Fátima, el 22 de agosto de 1987)
Revista:
Iesus Christus Nº 50