“Pero
la ciencia infla, en tanto que la caridad edifica”.
San Pablo, I Cor. VIII, 1.
Explica
el Padre Sardá y Salvany en su “El liberalismo es pecado” que el fariseo es
aquel que suele tenerse por mejor que los demás hombres.
Y
como suele tenerse por mejor que los demás –los que no son como él, los que no
piensan como él ni están a su altura-
deja bien en claro esta superioridad, porque de nada vale saberse superior y no demostrarlo.
Y
esa demostración ha de hacerla siempre comparándose con los demás, o, mejor
dicho, despreciando a los demás, pues de ese modo quedará más claro para todo
el mundo que él se diferencia de los demás, los que están equivocados.
Así,
en sus obras, en sus escritos, en sus razonamientos, al final aparece siempre
el orgullo (esa marca del diablo que nos asecha a todos y en la que nadie está
exento de caer) para decir directa o indirectamente: “Ustedes no son como yo.
Ustedes son…” con la correspondiente descalificación, no vaya a ser cosa que no
haya quedado suficientemente claro que él es una cosa y los otros son otra –muy
inferior, claro está.
Dice
San Juan Crisóstomo: “Si ves alguno
abatido, no digas: "Es un necio", sino que, sea gentil o judío, si
necesita auxilio, no caviles; tiene derecho a tu favor, cualquiera que sea el
daño que le haya sobrevenido”.
¡Cuán
diferente es la actitud del Padre Juan Carlos Ceriani, en su última diatriba!
Porque
luego de argumentar contra Monseñor Williamson –cosa que ahora no discutiremos
porque no todos los fundamentos o razones del P. Ceriani son equivocados, de
hecho por si no se enteró no somos ni deseamos ser una Resistencia obsecuente y
ciega-, al llegar al final de su “Respuesta a Mons. Williamson” en Radio Cristiandad, saca a relucir
el orgullo que mira de arriba a los otros y desdeñosamente anuncia:
“Si así le fue con la Fraternidad…, dejando pasar el tiempo para
juzgar…, podemos ir previendo lo que pasará con la Resistencia Fláccida”.
Antes de ello, el Padre Ceriani se quejó una
y otra vez de que muchas veces no le contestaran sus cartas. ¡Por supuesto! ¿Puede
sorprendernos? ¿Qué esperaba? Escribiendo con un desprecio petulante hacia los
otros, en ese estilo pendenciero y desdeñoso
¿pretendía que los demás le contestasen? Llame a los valiosos sacerdotes de la
Resistencia “fláccidos” y ¿usted creerá que le van a contestar sus cartas, Padre
Ceriani? ¿Usted cree que lo verán con buenos ojos cuando insiste en menospreciarlos?
¿Se ganará su respeto? ¿A quién ayuda con esa soberbia, con esa arrogancia
farisaica el Padre Ceriani? ¿Pretende ayudar a los que se han equivocado y no
ven las cosas tan “claras” como él? ¿Los acerca o los aleja de Usted a los
sacerdotes y fieles antiacuerdistas y antiliberales, llamándolos “fláccidos”?
¿O es que pretende alejarlos de Usted porque no están a su altura? ¿Son todos
traidores y Usted el gran sabio? ¿Eso es lo que sugiere cuando dice “Los que han reaccionado a partir
mayo de 2012 han aceptado, al igual que Monseñor Williamson, el Motu proprio,
el levantamiento de la excomunión, la no identificación de la Iglesia Oficial
con la Iglesia Conciliar, las vergonzosas discusiones doctrinales con la Roma
anticristo, y un largo etcétera del repertorio anecdótico…”? Y
cuando usted dice de Mons. Williamson que “Si
así le fue con la Fraternidad…, dejando pasar el tiempo para juzgar”,
¿acaso puede decirse que Usted fue tan rápido, Padre Ceriani? En su escrito
afirma que ya en el año 2000 se empezó a dar cuenta de que las cosas iban mal
en la Fraternidad…¡pero no se salió de ella hasta el año 2009! ¡Nueve años! ¿Y
ahora pretende que los que han entendido muchas cosas graves que ocurrían
recién hace un año atrás, se vayan de inmediato de la Fraternidad, cuando no
tienen las “luces” que tiene Usted, que tardó nueve años? Y si Usted quiere
ayudarlos a ver más claro y que combatan mejor este combate, ¿pretende
ayudarlos con su altivo desdén, con ese desprecio con que se refiere a ellos?
¿Tal vez podamos recordar a San Isidoro de Sevilla cuando escribía “Muchos hay que al enseñar no son humildes en
la exposición, sino arrogantes y que aún lo bueno que predican no lo anuncian
por deseo de corrección, sino por vicio de grandilocuencia” o también “Los doctores soberbios saben más de herir que de curar. Es Salomón quien
(Prov. XIV, 9) atestigua: En la boca del insensato está la vara de su soberbia,
porque reprendiendo con rigor hieren y desconocen el compadecer con humildad”?
¿O al Kempis cuando dice: “Si te parece
que sabes mucho y entiendes muy bien, ten por cierto que es más lo que ignoras”?
Y
para seguir con la Imitación:
“Si quieres saber y aprender algo
provechosamente, desea que no te conozcan y que te estimen en nada.
Esta es altísima y
utilísima lección, el verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo.
Gran sabiduría y
perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros y tenerse y
reputarse en nada.
Si vieres alguno pecar
públicamente o cometer cosas graves, no te debes estimar por mejor, porque no
sabes cuánto podrás perseverar en el bien.
Todos somos débiles;
mas tú no tengas a alguno por más débil que a ti”
(L.
I, C.II).
“No te ensoberbezcas de
tus obras –nos dice en el capítulo VII- porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres,
al cual muchas veces desagrada lo que a ellos contenta.
Si tuvieres algún bien,
piensa que son mejores los otros, y así conservarás la humildad. No te daña el
sujetarte a todos, mas es muy peligroso si te antepones a solo uno. Continua
paz tiene el humilde; mas en el corazón del soberbio hay saña y desdén muchas
veces”.
Cuidado,
porque como dice San Pablo, “Dios ha
escogido a los necios según el mundo, para confundir a los sabios; y Dios ha
escogido a los flacos del mundo, para confundir a los fuertes; y a las cosas
viles y despreciables del mundo, y a aquellas que no valían nada, para destruir
las que valen; a fin de que ninguna carne se jacte ante su acatamiento” (I
Cor. I, 27-29).
El
mismo Apóstol de los Gentiles dice de sí mismo con absoluta sencillez: “Yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no
llegué anunciándoos el testimonio de Dios con superioridad de palabra o de
sabiduría, porque me propuse no saber entre vosotros otra cosa sino a
Jesucristo, y Éste crucificado. Y, efectivamente, llegué a vosotros con
debilidad, con temor, y con mucho temblor. Y mi lenguaje y mi predicación no
consistieron en discursos persuasivos de sabiduría (humana), sino en
manifestación de Espíritu y de poder; para que vuestra fe no se funde en
sabiduría de hombres, sino en una fuerza divina” (I Cor. II 1-5).
Se
nos dirá que lo importante es decir la verdad, no cómo se dice. Concedemos que
“hoy día todo aquel que afirma la verdad
rotundamente es ‘polemista’” (al decir del Padre Castellani sobre Belloc).
Pero lejos de llevar hacia ese punto la cuestión, nuevamente remitimos hacia la
frase resaltada por nosotros que escribiera el Padre Ceriani, una frase
insultante que si él es capaz de juzgarla “objetivamente” una verdad, su falta
de caridad al vertirla desdeñosamente sobre los “acusados” simplemente vuelve
esa “verdad” inútil y gratuita, como un simple adorno con que autocomplacerse
su autor. De ese modo, además, el Padre Ceriani vuelve en enemigos a quienes
podrían coincidir en muchos puntos con él, ya que no son liberales.
“Si alguno se imagina que sabe algo, nada
sabe todavía como se debe saber” dice San Pablo. Porque la ciencia no es
Sabiduría si no hay en ella caridad. Pues “si
uno ama a Dios, ése es de Él conocido” (I Cor VIII, 3) y no puede amarse a
Dios sin el amor al prójimo. Entonces, todos nosotros debemos recordar que “Dios resiste a los soberbios, pero a los
humildes da gracia (I Pe V, 5)”. Por lo tanto debemos tener cuidado porque
el orgullo farisaico es la gran tentación de los tradicionalistas.
“Pero la ciencia infla,
en tanto que la caridad edifica”.
¿Qué
es lo que edifican el Padre Ceriani y su “Resistencia rígida o dura”, por
oposición a la “Resistencia fláccida” por él bautizada? Lo único que vemos es
hinchazón y protesta, diatribas y discusiones, contiendas e ira, las obras de
la carne que denunciara San Pablo en su carta a los Gálatas; y no la sincera actitud de tender la mano al
que se juzga equivocado para atraerlo hacia la verdad. Por eso ¿puede decirse
que el Padre Ceriani es confiable? Para nosotros, no lo es. Lo que no nos
impide ofrecerle nuestras oraciones por él a la Reina del Cielo, porque sabemos
que el Padre Ceriani ha sido un hombre muy valioso para la obra de Monseñor
Lefebvre.
Fray Llaneza