El
pontificado de Francisco no deja de sorprendernos. Como si se tratase del personaje
“Zelig” del comediante hebreo Woody Allen, ubicuo para aparecer y asimilarse a
todo tipo de personajes y circunstancias disímiles a lo largo y ancho del
planeta, así nuestro Francisco (¡ay, los argentinos queramos o no debemos decir
eso, en tanto que argentinos!), acaba de aparecer, sin salir del Vaticano,
formando parte de una entrega de premios de la farándula vernácula. Una
distinción otorgada por los mandamases anticristianos de los medios, que
premian su ecuménico, pluralista, humanista y “masónico” programa de
televisión, donde compartió cartel con el rabino Skorka.
La
afrenta fue por partida triple: en primer lugar para José Hernández, cuyo
inmortal “Martín Fierro” nada tiene que ver con la suciedad de una estatuilla
imitadora del “Oscar” norteamericano con que se premia a mediocridades
mayúsculas del espectáculo y la prensa nacional. Luego, para con Cristóbal
Colón. No contentos con que el gobierno nacional quiera desplazar su estatua
ubicada detrás de la Casa de Gobierno –para trasladarla 400 km. más allá-,
también se utiliza el teatro que lleva su nombre, uno de los más importantes
del mundo en lo que a lírica se refiere, para dejar que ocupen su escenario y
sus asientos una serie de artistas de cabaret televisivo y radial, con toda su
banalidad fotogénica a cuestas. En tercer lugar, claro está, para con el Papado, una vez más con la complicidad de
Jorge Mario Bergoglio (¿acaso cumpliendo un rol actoral? Recordemos cómo salió por primera vez a escena al abrirse el telón rojo vaticano).
En
fin, para desagraviar un poco y aliviar al lector, les ofrecemos unos consejos
del Martín Fierro, invitando a su lectura siempre provechosa:
MARTÍN
FIERRO