¿Monseñor
Fellay es creíble ahora?
Este artículo consta de dos
partes. La 1a parte será un análisis de la entrevista escandalosa de Monseñor
Fellay a The Angelus en abril de 2013, y la segunda parte la
declaración de los 3 obispos por los 25 años de las consagraciones de fecha 27
de junio de 2013.
En resumen, veremos que
Monseñor Fellay no ha cambiado, que todavía no es creíble y aunque
Monseñor Fellay parece dar marcha atrás, sigue siendo peligroso.
1a Parte
Se le pregunta a Monseñor
Fellay su « reacción » cuando se « enteró » que
él había sido « escogido por Monseñor Lefebvre para la
consagración episcopal »
La respuesta de Monseñor nos
manifiesta su humildad: “Mi primera reacción fue pensar que debía haber
otros mejores que yo, y de ser posible, ¡que pase de mí este cáliz! Mi segunda
reacción fue por mis compañeros sacerdotes, mis hermanos en el sacerdocio, “pro
fratribus”, porque es obvio que es una gran cruz. Es una cuestión de dedicación a
los demás”.
En resumen, ¡es un hombre
santo, un hombre providencial!
Se le pregunta enseguida qué
relación hay entre el sueño/visión de Monseñor Lefebvre en la catedral de Dakar
y las consagraciones de 1988. Respuesta del Superior: ¡no hay relación!
Yo no creo
que la medida de consagrar obispos esté directamente relacionada con la misma
obra (de Monseñor Lefebvre). Es solamente una medida de supervivencia.
No es esencial para la obra, la cual es para formar y construir sacerdotes de
acuerdo al Corazón de Jesús. Es lo más importante.
La cuestión es artificial,
porque no se explica lo que fue el sueño de Dakar (un sueño donde Monseñor
Lefebvre vislumbró la restauración del sacerdocio) pero al plantearla, ella
permite a Monseñor Fellay repetir lo que nos escribió Monseñor Di Noia, el
romano encargado de hacernos entrar a la Roma actual.
Más bien se
les pide renovar la flama de su celo ardiente para formar sacerdotes de
Jesucristo. Sin duda, ha llegado el momento de abandonar la retórica
dura y contraproducente que ha surgido en los últimos años. Ese
carisma original confiado a Monseñor Lefebvre debe recuperarse, el carisma de
la formación de los sacerdotes en la plenitud de la tradición católica en aras
de realizar un apostolado con los fieles que fluya de esta formación
sacerdotal. Este fue el carisma que la Iglesia discernió cuando la Fraternidad
Sacerdotal de San Pío X fue aprobada por primera vez en 1970. (…) El auténtico carisma de la Fraternidad es la
formación de sacerdotes para el servicio del pueblo de Dios, no la usurpación
del cargo de juzgar y corregir la teología o la disciplina de otros dentro de
la Iglesia.
Callémonos, dejemos al error
tranquilo, seamos perros mudos… Discurso que nos recuerda la revelación del Padre
Girouard acerca del « branding » querido por los superiores de la
FSSPX: una operación que consiste en modificar el comportamiento general de una
empresa comercial a fin de mejorar su « imagen de marca » y de
parecer, a los ojos de sus clientes, más creíbles.
¿Padre
o tirano?
Enseguida viene una cuestión
sobre la jurisdicción episcopal y el poder del orden.
¿Podría
explicar cómo el papel de Superior General no implica el poder de jurisdicción
para el obispo?
Esta cuestión anacrónica
permitirá a Monseñor Fellay subrayar lo siguiente:
Debemos
distinguir dos clases de jurisdicciones. (…) Como obispos, no tenemos
jurisdicción ordinaria en este momento, pero como
Superior General, tengo la otra clase de jurisdicción.
En otras palabras, yo soy el
jefe y tengo la intención de hacer que se sienta, se me tiene que obedecer, ¡Ay
de los que se permiten contradecirme en mi voluntad acuerdista! ¡El Padre
Beauvais sabe al respecto! En el nombre de la obediencia, Monseñor Fellay puede
apartar de los puestos claves y directivos y poner en sus lugares a gente
sumisa a su voluntad o a personas serviles o jóvenes sacerdotes que no tendrán
ni la experiencia ni la fuerza de oponerse a su nueva política. Así es
como los jefes liberales pueden destruir una sociedad antiliberal bajo la
apariencia de la legalidad: el gobierno por traslados. Es el golpe maestro de
Satanás que se reproduce: la perversión de un cuerpo por la obediencia.
El Joker:
Monseñor Lefebvre
Se le pide enseguida a
Monseñor Fellay « un recuerdo particular para compartir sobre
el espíritu de Monseñor Lefebvre. Monseñor Fellay alaba entonces a Monseñor
Lefebvre en su simplicidad y su sentido común, su alta visión
sobrenatural de las cosas: él siempre se tornaba hacia Dios.
Esto es verdadero pero… es
remarcable que Monseñor Fellay no haya pensado en alabar su combate aislado y
heroico contra el error. Además alabar a Monseñor Lefebvre no es suficiente
para merecer nuestra confianza… Según dice Monseñor Fellay, el mismo Benedicto
XVI, siendo completamente modernista, alabó a Monseñor Lefebvre como un gran
misionero.
Todo va bien
The Angelus aborda enseguida los « cambios
positivos y negativos más importantes en la Fraternidad desde las
consagraciones de 1988 ».
Allí Monseñor Fellay no ve más
que cambios superficiales: Sacerdotes de edad más avanzada, más casas
en más países, en resumen un desarrollo normal pues
él continúa con esta frase espantosa: Teníamos 4 obispos y ahora
solamente tenemos 3. Esto es un cambio, pero nada grave ni esencial (él
persiguió a un obispo y a una veintena de sacerdotes en un año, ¡pero todo
va bien!).
Luego continúa sobre las
relaciones con Roma: « evidentemente la situación todavía no está
madura ». »Los cambios en la Iglesia que esperaba Monseñor Lefebvre
–el regreso a la Tradición- todavía no existen ». Allí Monseñor
Fellay quiere verse tranquilizador, pero enseguida añade:
Por otro
lado, mire lo que ha pasado en los últimos años: la admisión de que la Misa
antigua no está abrogada, las excomuniones de 1988 han sido levantadas y hemos
adquirido una influencia en la Iglesia que no tuvimos jamás anteriormente. Sin
hablar de la crítica siempre más importante del Concilio, incluso en Roma.
Monseñor Fellay persiste en
presentar como victorias de la Tradición lo que no fueron más que maniobras
modernistas para dividirnos y para salvar el principio de la hermenéutica de la
continuidad de la revolución conciliar.
Como Monseñor Fellay continúa
engañándose y engañándonos, recordemos que en el 2007 se reconoció que la misa
tridentina jamás había sido abrogada solamente en tanto rito extraordinario y
se proclamó su igualdad y santidad con el rito bastardo que es el ordinario.
Esta es la realidad que Monseñor Fellay rechaza. En el 2009, se levantaron por
un acto de misericordia las « excomuniones »; agradeciendo a
Benedicto XVI esto, Monseñor Fellay ha asegurado públicamente el hecho de que
las consagraciones fueron culpables, poco importan las restricciones verbales
que pudo hacer, esto no cambia nada la realidad oficial.
¿Desde cuándo
la vida no tiene dificultades?
Enseguida Monseñor Fellay es
invitado a hablar del crecimiento de la FSSPX desde las consagraciones de 1988.
Su respuesta es prodigiosa:
« Sin
los obispos, la Fraternidad estaría moribunda: sus obispos son indispensables
para la continuación de la obra » « Es verdad que sin obispos, no
podría haber sacerdotes, pero ese no es el elemento esencial de la obra. Es
esencial para sobrevivir, pero no para la naturaleza de la obra.
Se le plantea entonces la
objeción de los que ya firmaron con Roma, que continúan existiendo sin
obispos propios e independientes de la Roma modernista.
Monseñor Fellay observa
que « actualmente, los frutos de su apostolado están totalmente
sujetos a la buena voluntad de los obispos diocesanos. Las comunidades Ecclesia
Dei están obligadas a mezclarse con las novedades del Vaticano II, del
mundo y del Novus Ordo. Allí se encuentra la gran
diferencia entre la Fraternidad y las comunidades Ecclesia Dei ». Pero
hace unos años nuestro Superior dio a entender lo contrario, que no sería
imposible cooperar con los obispos modernistas:
« Es
verdad –como es el derecho de la Iglesia- que para abrir una nueva capilla o
fundar una obra sería necesario tener el permiso del ordinario local (…) Aquí o
allá, esta dificultad sería real, pero ¿desde cuándo la vida no tiene
dificultades ? (Monseñor
Fellay, DICI n° 256 del 8 de junio de 2012).
Pero estén tranquilos,
¡Monseñor Fellay jamás buscó un acuerdo!
¿Hay que
consagrar?
Viene enseguida una cuestión
crucial: ¿Son suficientes tres obispos para llevar a cabo todo el
trabajo? ¿Hay que consagrar más?
La respuesta es sabrosa: “Desde
2009, en efecto, trabajamos solamente con tres obispos. Evidentemente,
funciona. Por lo tanto está claro que nosotros podemos funcionar con tres.
No hay razón urgente o de gran necesidad para consagrar otro… cuando, y si las
circunstancias que llevaron a Monseñor Lefebvre a tomar tal decisión se
presenten de nuevo, tomaremos las mismas medidas”.
No hubo razón urgente ni de
gran necesidad para consagrar un obispo en Campos en los años 90. ¡Pero se
realizó! La respuesta de Monseñor Fellay no es, por lo tanto, una respuesta.
Además, Asís I y las respuestas romanas a las dubia sobre la libertad religiosa
motivaron a Monseñor Lefebvre a consagrar. Asís III y las “discusiones
doctrinales” (2009-2011) que revelaron las posiciones romanas tan sorprendentes
e irreconciliables con la fe, debió de haber motivado a Menzingen a consagrar
en vez de buscar un acuerdo práctico.
Enseguida se aborda lo que se
llamó en un subtítulo:
La
iniciativa romana de una normalización canónica
Este subtítulo llama a hacer
dos observaciones:
1era
observación: iniciativa romana:
engaña a la gente; el GREC fue una iniciativa Fraterni-romana. Y si Monseñor
Fellay dice: Yo no he dado el primer paso, él olvida de decir que
ha abierto el camino. Si el Papa me llama, corro, dijo él.
2da
observación: normalización canónica:
Es una mentira por omisión. Porque es esconder la realidad: se ha buscado un
secundario acuerdo práctico omitiendo lo principal que es el combate de la fe
en una solución doctrinal. Todos los capitulantes pueden testimoniarlo pero se
callan.
Monseñor Fellay justifica
enseguida su política por estas palabras: He tratado de ver si la
situación fuera tal que pudiéramos seguir adelante sin perder nuestra
identidad. Evidentemente, ese no es todavía el caso.
Pero eso no es lo que Monseñor
Fellay le dijo a Benedicto XVI el 27 de junio de 2012. Lo deja comprender
que desgraciadamente, no podrá firmar en razón del contexto
actual de la Fraternidad que no está dispuesta a aceptar la
nueva declaración. Y declara a pesar de la oposición y la inquietud
importante en la Fraternidad hacer todos sus esfuerzos para continuar
en el camino de la unión.
Luego Monseñor Fellay nos vuelve
a sacar lo mismo que su conferencia en Ecône de septiembre de 2012 donde se
preguntaba “¿Qué pasará con Roma? Excomunión…status quo…o desbloqueo de
la situación…?” Y respondió con una deslumbrante claridad: “yo
diría: esperen un poco” . Siempre esta misma imprecisión, falsamente
abandonado a la Providencia escondiendo una voluntad propia. Dice: “No
tengo idea del tiempo que tomará, o cuántas tribulaciones deberemos de sufrir
para llegar a este momento. Tal vez diez años, tal vez menos, tal vez más. Está
en las manos de Dios”.
La finalidad es no dar lugar a
la crítica para avanzar. Ya que a la pregunta: “¿Sigue estando abierto a
nuevos contactos por parte de Roma y en particular del nuevo
Papa? Monseñor Fellay responde: “Por supuesto que permanezco
abierto. ¡Es la Iglesia de Dios!”.
¡Es la Iglesia de Dios! ¿La
que beatifica a los modernistas y ecumenistas condenados por la Iglesia de
Dios? ¿Como Juan XXIII, Juan Pablo II? Estos hombres jamás podrán ser santos de
la Iglesia católica. Una Iglesia que venera a estos monstruos no es católica.
Pero para Monseñor Fellay:
“El Espíritu
Santo está todavía allí para superar los obstáculos sembrados en la Iglesia
después del Vaticano II”.
Esto se parece a lo que nos
escribió Monseñor Di Noia:
“Incluso si
estamos convencidos de que nuestra perspectiva en una cuestión particular
disputada es la verdadera, no podemos usurpar el oficio del pontífice universal
presumiendo públicamente el corregir a otros dentro de la Iglesia… Ha sido un
error tomar cada punto difícil de la interpretación teológica del Vaticano II
como una cuestión de controversia pública, tratando de influir en aquellos que
no son teológicamente sofisticados a adoptar el propio punto de vista acerca de
sutiles cuestiones teológicas”.
Enseguida se le pregunta a
Monseñor Fellay: “¿Cuáles signos debemos esperar que nos muestren que
el regreso a la Tradición ya se realizó?”. Esta es su respuesta. Es
asombrosa:
“Es
muy difícil decir que empezará por esto o aquello. Con el Papa
Benedicto XVI tuvimos el gran signo de la liturgia (¡¡!!), y
tal vez también algunos otros esfuerzos menos sostenidos”.
Monseñor Fellay debería leer
el libro “nuestras relaciones con Roma” del Padre Pivert. Allí dice
Monseñor Lefebvre:
“Cuando nos
plantean la pregunta de saber cuándo habrá un acuerdo con Roma, mi
respuesta es simple: cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor
Jesucristo. El día en que ellos reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como rey de
los pueblos y de las naciones, no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino
a la Iglesia Católica en la cual permanecemos nosotros” (Flavigny, diciembre de
1988).
Y después de esto, se pretende
que la Fraternidad no ha cambiado de línea. Monseñor Fellay persiste. No quiere
tener en cuenta el balance de la situación hecho por Monseñor Lefebvre después
de las consagraciones:
“En ese
momento, soy yo quien plantearía las condiciones. Yo no aceptaría más estar en
la situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Se acabó. Yo
plantearía la cuestión en el plano doctrinal: “¿Es que usted (Francisco) está
de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que lo han precedido?
Si usted (Francisco) no acepta la doctrina de vuestros predecesores, es inútil
hablar. En tanto que usted (Francisco) no haya aceptado reformar el
concilio, considerando la doctrina de estos Papas que os han precedido, no hay
diálogo posible, es inútil” (Fideliter, septiembre de 1988).
“No somos
nosotros quienes debemos firmar cualquier cosa. Son ellos
quienes deber firmar, garantizando que aceptarán la doctrina de la Iglesia. Ellos
quieren nuestra sumisión pero ellos no nos dan la doctrina” (Nuestras
relaciones con Roma, pág. 296).
Monseñor Fellay y ciertos
superiores de la Fraternidad, incluso antes de firmar el acuerdo exteriormente,
mental e interiormente ya lo han hecho. El “branding” de la Fraternidad, la
imagen de marca querida por el Padre Wegner y Monseñor Fellay ha concluido que
desde hace quince años, ¡estábamos en un error! Hay que dejar de combatir a
esta iglesia conciliar moribunda. Debemos concentrarnos en el lado positivo,
mostrando la belleza de la liturgia tradicional y de esta manera hacernos
simpáticos a la gente. Como si alabar la salud ¡pudiera dispensar de combatir
los microbios! ¡Como si el papel del buen médico de las almas pudiera consistir
en no decirle a la gente que están enfermos para agradarlos!
Así pensaba Dom Gérard de
Barroux:
“Nosotros
queremos tratar, decía él, de
no tener ya esta actitud crítica, estéril, negativa. Nosotros nos vamos a
esforzar en abrir nuestras puertas a todos aquellos que quieren aprovechar la
bienaventuranza de la vida monástica”. Monseñor Lefebvre hizo este
comentario: “en esta época, me inquieté de lo que yo consideraba como
una operación muy peligrosa. Era la apertura de la Iglesia al mundo y hemos constatado
que fue el mundo quien convirtió a la Iglesia” (Fideliter n°66).
Por lo tanto, Dom Gérard, Di
Noia y Fellay: Mismo combate, misma visión de las cosas. ¡Allí reside
el problema de la FSSPX! Después, para borrar el rastro, Monseñor
Fellay nos dice todo y su contrario sobre los signos del regreso de Roma a la
Tradición.
“El
movimiento deberá venir necesariamente de la cabeza”; “Sin embargo,
un movimiento puede venir también de abajo… Yo creo que esta
tendencia ya está en marcha… ciertamente es un signo”. “El cambio profundo
deberá venir de arriba, del Papa” “Puede venir de varios
lados”.
Monseñor Fellay no se atrevió
a decir que el regreso a la Tradición podría venir también ¡de ninguna
parte! Pero Monseñor Fellay, a pesar de las imposturas pasadas, sí se
atrevió a hablar de nuevo de una nueva cruzada del rosario: “En cuanto
al rosario, no me opongo a una nueva cruzada”. Verdaderamente la Casa
General no le teme a nada.
El malvado
Monseñor Williamson
Llegamos al final de la
entrevista que es una obra maestra de manipulación.
Pregunta: ¿Qué diría usted a aquellos que lo acusan de haber querido comprometer
los principios de la Fraternidad en lo que se refiere al Concilio y a la
Iglesia posconciliar?
Respuesta: Es pura y simple propaganda difundida por aquellos que quieren dividir
la Fraternidad. Yo no sé de dónde sacan esas ideas.
a)Un juicio de intención; ¡nuestra meta sería dividir la
Fraternidad y no salvar su honor manchado por los compromisos del superior
general!
b) Una ceguera deshonesta: Él no sabe
de dónde sacan esas ideas.
Que vuelva a leer su
declaración doctrinal del 15 de abril donde acepta implícitamente los
fundamentos de la revolución en la Iglesia (continuidad del Vaticano II, nueva
misa y nuevo Código), donde se calla la condenación de la revolución conciliar…A
pesar de estos hechos, Monseñor Fellay continúa afirmando:
“Ellos se
han aprovechado de la situación tan delicada del año pasado para acusar al
Superior de cosas que jamás fueron hechas o que no se tenía la intención de
hacer. Jamás tuve la intención de comprometer los principios de la
Fraternidad”.
¿De qué habla? ¿De quién se
burla? ¿Quién escribió: “Por el bien común de la
Fraternidad, preferiríamos de lejos la solución actual de status quo intermediario,
pero manifiestamente, Roma ya no lo tolera”? (Monseñor Fellay a los
tres obispos, carta del 14 de abril de 2012). ¿Quién confió a la
prensa americana (CNS), el 11 de mayo de 2012: “Yo no puedo excluir que
haya una división” de la FSSPX? ¿Quién declaró a DICI
(n°256), respecto a la negativa de sus cofrades de un acuerdo puramente
práctico: “Creo que mis cofrades podrán reajustar su juicio con el
estatus canónico en la mano y los hechos bajo los ojos”? ¿Quién pretendió
que “Muchos son los que comprenden el Concilio de manera equivocada (…)
Después de las discusiones, nos dimos cuenta que los errores que creíamos como
salidos del concilio de hecho no han salido de él sino de la común
interpretación que se ha hecho de él”? (Monseñor Fellay, You Tube, Traditional leader talks about his
movement, Roma).
Nadie acusa al Superior de
haber tenido la intención de comprometer los principios de la Fraternidad sino
por el contrario, se le ha acusado a justo título de haber
querido hacer un acuerdo puramente práctico sin acuerdo doctrinal ignorando el
consejo de Monseñor Lefebvre, desobedeciendo al Capítulo general de 2006,
despreciando el sabio consejo de los otros tres obispos de la Fraternidad y
contradiciendo sus propios compromisos pasados y de haber destruido, de facto,
por su declaración del 15 de abril de 2012, los fundamentos del combate de la
fe.
Pero de eso no quieren hablar.
El mismo Padre de Cacqueray renunció a hacerlo en un documento al distrito de
Francia diciendo: “cualesquiera que sean las dificultades y las inquietudes
pasadas de estos dos últimos años…” para contentarse con la declaración del 27
de junio de 2013.
Enseguida Monseñor Fellay dice
respecto de una “división en la Fraternidad”:
“Aquellos
que dividen la Fraternidad por su dialéctica, deberían reflexionar sobre los
motivos de sus acciones. Por ellos, quiero decir Monseñor Williamson y los
sacerdotes que lo siguen”.
Dos observaciones:
a) No somos nosotros los que dividimos la Fraternidad, sino el Superior
general que ha asumido en el Cor Unum su escandalosa y vergonzosa declaración
que ensucia gravemente el honor de la FSSPX que pide una retractación. ¿Cómo
podemos nosotros en conciencia seguir a un jefe que piensa como el enemigo y
que rechaza reconocer su error en materia de fe?...es por el bien común de la
Fraternidad y el mismo honor de Monseñor Fellay que nosotros queremos que él
borre esta mancha por la confesión pura de la fe.
b) ¿Quién expulsó a Monseñor Williamson y a los sacerdotes? ¡Monseñor Fellay!
¿Por qué lo hizo? Lo hizo porque él no soportaba que se le manifestara la
falsedad de su política conciliante y liberal. Y una vez expulsado, ¿por qué
querer todavía tener autoridad sobre ellos? ¿Cómo puede exigir la obediencia de
aquellos que ha expulsado?
El mismo Padre de Cacqueray en
su carta de julio de 2013 da a entender que al menos antes de la declaración
del 27 de junio, era legítimo separarse de Monseñor Fellay y Menzingen. En
efecto, él escribió que “sería una paradoja querer salir de la Fraternidad
cuando esta declaración acaba de producirse” y que “desde ahora” ya no hay
“estado de necesidad en el estado de necesidad” que podría justificar a los
“francotiradores”. Por lo que antes de esta declaración, ¡había estado de
necesidad en la Fraternidad! ¿A causa de quien y de qué? A causa de Monseñor
Fellay y de su declaración del 15 de abril de 2012. Ahora bien, si Monseñor
Fellay la ha retirado, también la justificó y
asumió un año después en el Cor Unum n°104. Por lo
tanto, el problema permanece en su totalidad.
¿Y la
declaración de los tres obispos?
Esta no es suficiente para
reparar el mal cometido por Monseñor Fellay.
Monseñor de Galarreta, antes
del capítulo había dicho que Monseñor Fellay no podía hacer otra cosa que
renunciar, que él estaba desacreditado en los dos lados y ya no podría gobernar
más: los liberales le reclamarían no haber ido hasta el final de un acuerdo con
Roma; los antiliberales le reclamarían haber traicionado la doctrina y de haber
ido muy lejos. Y antes del Capítulo, le confió a un cofrade: “no
aflojaremos, hay que estar dispuestos a recomenzar desde cero”.
Desgraciadamente, los
antiliberales fueron puestos en minoría en el capítulo, y en vez de irse para
no avalar los compromisos que tendrían lugar y de avalar la exclusión injusta
de uno de nuestros obispos, se quedaron. Se deduce de los dos pasos que se
dieron antes (un acuerdo práctico con una declaración escandalosa), no quedó más
que un solo paso que dar para adelante (un acuerdo práctico tal como somos). El
capítulo de 2012 por lo tanto, le dio legalidad al abuso de poder de Monseñor
Fellay quien cambió motu proprio, la línea de la FSSPX adoptada por el capítulo
de 2006 y que era: no al acuerdo práctico antes de una solución doctrinal. Por
lo tanto, la mayoría de los capitulantes ayudó a Monseñor Fellay a darle
legalidad a lo que era ilegal.
Y desgraciadamente Monseñor
Tissier y de Galarreta avalan este abuso de poder de Monseñor Fellay en su
Declaración con ocasión del 25 aniversario de las consagraciones episcopales
(30 de junio de 1988-27 de junio 2013):
11. Este
amor de la Iglesia explica la regla que Monseñor Lefebvre siempre observó:
seguir a la Providencia en todo momento, sin jamás pretender anticiparla.
Entendemos que así lo hacemos, sea que Roma regrese de modo
rápido a la Tradición y a la fe de siempre –lo que restablecerá el orden en la
Iglesia- (capítulo de 2006), sea que se nos reconozca
explícitamente… el derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y
a sus fautores, sean quienes fueren –lo que permitirá un comienzo de
restablecimiento del orden. (Capítulo de 2012)
¡Ilusión, ambigüedad grave y
ceguera!
La Iglesia conciliar no puede
permitir el profesar en su seno una doctrina contraria a la suya. El
comportamiento de las comunidades que han hecho acuerdo lo prueba: Campos,
Fraternidad San Pedro, Instituto del Buen Pastor, benedictinos de Flavigny,
Barroux… Todos guardan un silencio prudente sobre todas las herejías del
Concilio al punto de terminar por tenerlas por verdades de la Tradición
“viva”. En resumen, este párrafo 11 tienta a Dios al aceptar la hipótesis
de la cuadratura del círculo. ¿Y de qué Iglesia hablamos?
Si se trata de la Iglesia
Católica, en ese caso no se pasa un “acuerdo” bajo condición con ella a menos
de adherirse a la doctrina de la Iglesia, si no, no nos adherimos a ella; y si
se trata de la Iglesia conciliar, Monseñor Lefebvre lo dijo y lo repitió:
“Es una
ilusión total. No son los inferiores los que cambian a los superiores, sino los
superiores los que cambian a los inferiores” (Fideliter n°70, julio-agosto de 1989).
“Esta
transferencia de autoridad, esto es lo grave, esto es excesivamente
grave. No es suficiente decir: no cambiamos nada en la
práctica… Es esta transferencia la que es grave porque la intención de estas
autoridades es de destruir la Tradición”.
Monseñor Fellay afirma
exactamente lo que condena Monseñor Lefebvre. En The Angelus, Monseñor
Fellay dice: Cualquiera que sea el acuerdo, siempre habrá una condición
sine qua non: ¡no al compromiso! Nosotros permanecemos tal y como somos”. Y
Monseñor Lefebvre dijo: No es suficiente decir: no hemos cambiado nada
en la práctica…”
La Declaración de los obispos
de la Fraternidad acepta una reconciliación con Roma en los dos casos (sea/sea)
mientras que Monseñor Lefebvre, después de las consagraciones,
no acepta más que la primera de las dos posibilidades, precisando que la
segunda era muy peligrosa:
“Es por lo
tanto un deber estricto para todo sacerdote que quiera mantenerse
católico, separarse de esta Iglesia conciliar, en tanto que ella no
reencuentre la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe
católica” (Itinerario espiritual, 1990, pág. 29).
“Nosotros decimos que no se
puede estar sometido a la autoridad eclesiástica y conservar la Tradición.
Ellos (los acuerdistas) afirman lo contrario. Esto es engañar a los
fieles” (¡Y ahora, 3 de los 4 obispos consagrados por Monseñor
Lefebvre lo dicen! Solamente Monseñor Williamson rechazó públicamente este
engaño).
“No se
entra en un marco y bajo superiores, diciendo que vamos a pelear cuando estemos
dentro, mientras que ellos tienen todo en las manos para controlarnos. Ellos
tienen toda la autoridad. Lo que nos interesa por principio, es
mantener la fe católica. La cuestión canónica es secundaria”.
Esta condición “que
las autoridades nos dejen la libertad de crítica, de oponernos públicamente a
los errores y sus fautores” es ridícula e insignificante por
tres razones:
1) Esta nos
lleva a prometer obediencia al Papa con la libertad de desobedecerlo.
2) cuando los
sacerdotes denunciaron públicamente los errores de la declaración doctrinal de
Monseñor Fellay del 15 de abril: fueron expulsados o reducidos al silencio.
¿Cómo podemos exigir hacer en el exterior de la Fraternidad lo que no somos
capaces de hacer en el interior? Monseñor Fellay fue, en su declaración del 15
de abril, un fautor de error. Pero no tenemos el derecho de decirlo. ¿Por qué?
3) El derecho y el deber de oponerse públicamente a los errores y sus
fautores… ¡Pero he aquí que la
Casa general ya no cumple su deber desde hace años!
¿Dónde están los comunicados
oficiales de la FSSPX que condenan las ambigüedades sacrílegas del motu proprio
de 2007, haciendo de la misa bastarda un rito ordinario tan santo como la Misa
tridentina? ¿Y las ambigüedades sacrílegas del motu proprio de 2009? ¿Dónde
están los comunicados que condenan a Asís III? Respecto a esto, recordemos la
nota del Padre Thouvenot: Hay que pedir reparación por esta impiedad.
Monseñor Fellay desea dejar a cada superior (…) una cierta libertad
para juzgar lo que conviene hacer (…) se podrá por medio de un sermón
(…) explicar las razones de nuestra condenación (…) evitando los
anatemas (…) las polémicas estériles, como nos pidió nuestro fundador
en 1977(…)”.
¿Dónde están los comunicados
que condenan la escandalosa beatificación de Juan Pablo II? Recordemos el
inquietante eufemismo del Padre Pfluger hablando simplemente de la “desafortunada
beatificación de Juan Pablo II”.
¿Es así como cumplimos el
deber frente a los fautores de errores? ¿Dónde están los anatemas que protegen
nuestra fe?
Espero que comprendan que la
declaración de los tres obispos no es suficiente para volver creíble a Monseñor
Fellay. Porque cuando le conviene expresa su gratitud filial al Santo Padre
por el acto del levantamiento de las excomuniones (Menzingen, 24 de
enero de 2009). Pero cuando le conviene reafirma la injusta acusación
de desobediencia (Declaración del 27 de junio de 2013).
La declaración no es
suficiente para volver creíble a Monseñor Fellay. Porque cuando le conviene
dice “La nueva misa está penetrada de un espíritu ecuménico y
protestante, democrático y humanista que ignora el sacrificio de la Cruz” (Declaración
del 27 de junio de 2013), pero cuando le conviene, esta misa es legítimamente
promulgada, es decir, buena. (Declaración de abril de 2012).
La declaración no es
suficiente para volver creíble a Monseñor Fellay. Porque cuando le
conviene, la causa de los errores que están demoliendo la Iglesia no
reside en una mala interpretación de los textos conciliares, sino en los mismos
textos (Declaración de junio de 2013), pero cuando le conviene, “Después
de las discusiones, nos dimos cuenta que los errores que creíamos como salidos
del concilio, de hecho no salieron de él, sino de la común interpretación que
se ha hecho de él” (Monseñor Fellay, You Tube…).
La declaración no es
suficiente para volver creíble a Monseñor Fellay. Pues cuando le conviene: el
Vaticano II inauguró un nuevo tipo de magisterio, desconocido hasta
entonces en la Iglesia, sin raíces en la tradición, un magisterio imbuido de
principios modernistas” (Declaración de junio 2013) pero cuando le
conviene: el Concilio Vaticano II aclara, profundiza y explica
ulteriormente, ciertos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia,
implícitamente presentes en ella y no formulados todavía” (Declaración
de abril de 2012).
Monseñor Fellay constató que
había una oposición radical a su autoridad en noviembre de 2012:
“Estoy
consciente que no sirve de nada decir… “tengan confianza”. Es después de los
hechos, por los actos, que poco a poco ella podrá regresar” (Ecône, 7-9-2012).
Monseñor Fellay ha hablado
demasiado, se ha contradicho demasiado en materia grave para que podamos
creerle mientras que no haya reparado el desastre que creó. ¡Se necesitan los
actos! Ad intra: una amnistía general; ad extra: la Canonización de Juan Pablo
II será una buena prueba. Monseñor Lefebvre le escribió a Juan Pablo II en
1985: “si el Sínodo no regresa al magisterio tradicional de la Iglesia
en materia de libertad religiosa, pero confirma este grave error, fuente de
herejías, tendremos el derecho de pensar que los miembros del Sínodo no
profesan ya la Fe católica. (…) Si el Sínodo, bajo vuestra autoridad,
persevera en esta orientación, usted ya no será el Buen Pastor”. Monseñor
Fellay debería entonces escribir públicamente a Francisco que si él canoniza a
Juan Pablo II, un mal pastor, él será también un “mal pastor” ya que por eso él
se hace también apóstol de la libertad religiosa.
En el 2012, hubo un terremoto,
un cataclismo en la FSSPX: nos dimos cuenta que el superior de la FSSPX piensa
y actúa como el Superior de la Fraternidad San Pedro. Y peor que él, pues el
Superior de la Fraternidad San Pedro al menos no se esconde detrás de mentiras
y manipulaciones; sus principios son falsos pero los afirma simplemente y al
menos los asume. Si Monseñor Fellay no pudo llegar al final, es en razón de una
oposición, una presión y una coacción interna, solamente por eso.
Hubo un cambio SUBSTANCIAL en
la cabeza de la FSSPX en Menzingen. Antes de firmar el acuerdo, Monseñor Fellay
y otros piensan y actúan como si ya lo hubieran hecho. Ese es el problema.
Dejemos de enfocarnos en un acuerdo hipotético con Roma. El peligro no viene de
los romanos sino de nosotros mismos. Nuestro superior general ya no distingue
entre la Roma conciliar y la Roma Eterna. Monseñor Fellay es intelectualmente
irrecuperable y desde hace mucho tiempo, inoculó un veneno, un estado de
espíritu mortal en la Fraternidad.
Declaración
de compromiso
El capítulo de 2012 y esta
declaración no arreglan este problema. Estos son actos de compromiso. Se ha
preferido la unidad de la Fraternidad al combate de la fe y la reputación del
superior a las exigencias de la verdad. Querámoslo o no, a pesar de sus
afirmaciones doctrinales, la Declaración del 27 de junio es una operación de
“re-centrado” interno de la Fraternidad con una voluntad de tratar bien la Roma
de Francisco. ¡Es una declaración bastarda! El veneno
de Monseñor Fellay está en esta Declaración. Este veneno es una omisión
colosal, una ausencia mortal que nos destruirá poco a poco.
En la declaración de 1974,
Monseñor Lefebvre es explícito:
“Nosotros nos negamos seguir
a la Roma de tendencia neo-modernista que se manifestó claramente en el
Concilio Vaticano II… Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la
jerarquía, puede obligarnos a disminuir nuestra fe católica…” Monseñor
Lefebvre recordó a San Pablo en este caso: “que sea anatema”. Porque “Esta
reforma, salida del Liberalismo, del Modernismo, está completamente envenenada,
ella sale de la herejía y termina en la herejía, incluso si todos sus actos no
son formalmente heréticos”.
En su Carta a los futuros
Obispos, es todavía más explícito:
“La silla de
Pedro y los puestos de autoridad de Roma, están ocupados por anticristos… la
Roma anticristo. Esta Roma modernista y liberal, sigue su obra destructiva del
Reinado de Nuestro Señor, como lo prueban Asís y la confirmación de las tesis
liberales del Vaticano II sobre la libertad religiosa”.
Enseguida Monseñor Lefebvre
habla de un sucesor de Pedro perfectamente católico en
las manos del cual podrán depositar la gracia de vuestro episcopado para que él
la confirme”.
Pues la Declaración con
ocasión del 25 aniversario de las consagraciones episcopales, omitió TODOS estos
puntos. En 25 años, se ha pasado de lo explícito a lo implícito o mejor dicho,
de lo claro a lo ambiguo. Esta evolución es preocupante y manifiesta una
debilidad mortal en nuestra Fraternidad.
Esta
Declaración del 27 de junio, engaña a los fieles sobre la gravedad de la
situación actual en la Fraternidad. Monseñor Tissier y de Galarreta debieron
haber visto el nuevo tono y los silencios de esta declaración. La firmaron como
un mal menor para salvar a cualquier precio la unión en la Fraternidad y darle
confianza a los fieles y sacerdotes.
La crisis de la FSSPX
cesará sea que Menzingen regrese al principio de 2006 y
reconozca los errores de la Declaración del 15 de abril de 2012, sea que
Menzingen reconozca explícitamente a los sacerdotes el derecho y el deber de
oponerse públicamente a los errores de esta declaración y a los fautores de
estos errores, sean quienes fueren. Esto evidentemente incluye a Monseñor
Fellay.
Así como el Vaticano II pecó
por atracción del mundo maldito por Cristo, así mismo, nosotros pecamos por
atracción de la Iglesia conciliar excomulgada y virtualmente cismática. Así
como el Vaticano II fue una subversión realizada por los “superiores” que
contaminaron a los “inferiores”, así la “auto demolición” de la FSSPX
emprendida por Menzingen pero bloqueada por el momento, es una subversión
realizada por los de arriba.
¿Los inferiores de la FSSPX
lograron hacer cambiar a los superiores?
El futuro lo dirá, es muy
temprano para concluir. Monseñor Fellay ha cedido a la presión pero no ha
cambiado en el fondo y sigue siendo el jefe. El peligro permanece. Oremos,
esperemos y seamos vigilantes. Adjutorium nostrum in nomine Domini…