Cuando hablo con la gente, muchos me preguntan lo
mismo: “Pero Padre, ¿por qué Monseñor Fellay está haciendo esto? ¿Por qué él, y
los otros Superiores siguen esta nueva estrategia con Roma?”.
Por supuesto, para poder contestar con una
completa y absoluta certitud, necesitaría ser Dios. Pero como Él me eligió para
ser su ministro aquí en la tierra, debo tratar de hacer lo mejor para dar un
poco de luz sobre esta cuestión.
De lo que puedo reunir de diversas fuentes, los
superiores de la Fraternidad, y aquellos que los siguen, creen que obtener la
“normalización canónica”, un “reconocimiento oficial” por las autoridades
romanas, tendría como objeto alcanzar más almas y poder ayudarlas para alcanzar
su salvación eterna (Ellos parecen olvidar que ya hay nueve comunidades que han
firmado un acuerdo a quienes estas almas pueden dirigirse). Para Monseñor
Fellay y sus seguidores, tal “regularización” repararía también una injusticia
perpetrada en contra de la FSSPX. Estos dos motivos parecen ser buenos y dignos
de elogio. Las buenas personas se sienten atraídas por buenos motivos.
Antes de tratar con el primer motivo, que es el
objeto del presente editorial, permítanme despachar rápidamente la cuestión de
la reparación de la “injusticia” perpetrada en contra nuestra: ¿Desde cuándo el
hecho de ser rechazados por malas personas se ha vuelto una injusticia para las
buenas personas? Ser rechazados por herejes y pervertidos no suena muy mal para
mí. Incluso diría que me hicieron un favor. Los modernistas y pervertidos de Roma
no me quitaron el ser Católico, solamente me dieron la alegría de recibir una
de las bienaventuranzas reveladas por Nuestro Señor, sufrir persecución por
causa de la justicia. ¿Por qué querría ser despojado de esa bienaventuranza?
Procedamos con nuestra argumentación. Si fuéramos
a analizar ambos motivos seriamente, entenderíamos que ellos tienen un
fundamento endeble y no pueden soportar el escrutinio. Verdaderamente, esos
motivos se originan del deseo de que la FSSPX pudiera un día ser percibida por
la gente como perteneciente a la “iglesia” oficial. En otras palabras, toda la
crisis que hemos vivido durante los últimos 15 años, desde la fundación del
Grupo de Reflexión Entre Católicos (GREC) se basa en una cuestión de
PERCEPCIÓN, esto es: Cómo nos ven las otras personas.
Este Grupo
de Reflexión Entre Católicos, fundado en 1997 por, entre otros, el padre Alain
Lorans (encargado de DICI) y el padre del novus ordo Michel Lelong, tiene el
objetivo oficial de lograr la reconciliación entre la FSSPX y la Roma
conciliar. El padre Lorans hizo la fundación con la bendición de Monseñor
Fellay, manteniéndolo informado acerca de su trabajo. Tengo el libro escrito
por el padre Lelong donde detalla la historia del grupo. Entre otras cosas,
dice que el GREC le sugirió a la Fraternidad pedir a las autoridades romanas
que les concediera dos signos de buena voluntad que ayudaran a lograr la futura
reconciliación: 1.- La “liberalización” de la misa antigua, 2.- el
levantamiento de las “excomuniones”. El GREC sugirió también que la FSSPX
dejara de 1.- criticar tan severamente a las autoridades romanas, 2.- rechazar
el Vaticano II en su conjunto. Nosotros sabemos lo que sucedió después. La
Fraternidad pidió dos señales de “buena voluntad” de Roma, y también cambió su
estilo de argumentación. (Acerca de este cambio, por favor ver mi sermón sobre
la imagen de marca de la Fraternidad). Es interesante notar que, mientras toda
la cuestión de la “reconciliación” está basada en percepción, los medios
propuestos para lograrla también están fundados en percepción.
Realmente
todos sabemos que la Misa Antigua nunca necesitó ser “liberada”, ya que la bula
Quo Primum dio el permiso perpetuo de celebrarla a pesar de lo que los obispos
del novus ordo digan; que las “excomuniones” nunca fueron válidas y que el
nuevo estilo de argumentación de la Fraternidad es el resultado del deseo de no
ser percibidos como “amargados”, “severos”, “desobedientes”, etc. Pero, incluso
si ellos sabían todo esto, Monseñor Fellay y sus seguidores, en algún momento
empezaron a tener temor de la percepción negativa que los “católicos” de la Iglesia oficial
tuvieran de estos tres elementos. Empezaron a pensar que tal percepción
negativa era un obstáculo para la salvación de esas pobres almas. Por lo tanto,
para quitar este obstáculo, para obtener un buen fin, decidieron seguir las
sugerencias del GREC lo que significa que ellos han escogido medios malos para
obtener un buen fin. Todo el mundo que tenga el mínimo conocimiento del
Catecismo, sabe que esto jamás será moralmente permisible.
Además, al pedir a Roma que conceda estas dos
“señales de buena voluntad”, los líderes de la Fraternidad de manera
intencional actuaron externamente de una manera que contradecía lo que creían
internamente ser la verdad. Ellos entonces acrecentaron la confusión de las
pobres almas que querían “salvar”, porque actuaron públicamente COMO SI la Misa
Antigua hubiera estado prohibida y COMO SI las excomuniones hubieran sido
válidas, y COMO SI la Roma conciliar y el Pontífice, además del mismo concilio,
no fueran ya tan malos. En otras palabras, ellos han sido, para todos los
propósitos prácticos, mentirosos e hipócritas.
Más tarde, Monseñor Fellay y sus dos asistentes,
que forman lo que se llama el Consejo General, presentaron a Roma una
Declaración Doctrinal, el 15 de Abril de 2012, que es un monumento a la misma
clase de hipocresía. Es un documento que intenta, a través de la sutileza en la
elección de palabras y expresiones, ser aceptable tanto para los modernistas
como para los tradicionalistas. Es por eso que el mismo Monseñor Fellay dijo
repetidamente que nuestra aceptación de este texto dependería de nuestro estado
mental al leerlo (anteojos negros o rosas). Hasta donde sabemos, el Consejo
General no ha enviado a Roma otro documento oficial para decir que revoca la
Declaración Doctrinal y por lo tanto ésta todavía representa la posición
oficial de la Fraternidad sobre estas cuestiones, a pesar de las declaraciones
contrarias hechas en sermones o conferencias. Tales declaraciones realmente no
tienen ningún valor oficial o jurídico, y sólo son una prueba más de que los
dirigentes de la Fraternidad están siendo hipócritas, no sólo con los
"católicos" de la iglesia oficial, sino también con sus propios
fieles que son quienes lo pagan.
Otro ejemplo notable de hipocresía es la
Declaración del Capítulo General del 2012 de la Fraternidad y las seis
“condiciones” para un acuerdo práctico. Los superiores fingen haber recuperado
la unidad en la Fraternidad mientras que, en la práctica, la llamada “unidad”
se ha logrado por la expulsión de cualquier voz disidente, incluyendo la de uno
de los cuatro Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre. Es una unidad basada
en el miedo y en mentiras. Los que saben que la Fraternidad va por mal camino
temen el castigo, y los que piensan que está haciendo bien las cosas están
siendo engañados por los sofismas explicados arriba. Además, afirmar que las
seis “condiciones”, débiles como son, pueden protegernos, es negarse a ver la
realidad en Roma y olvidar lo que pasó con las nueve Comunidades Tradicionales
que trataron esto antes. Esto no es otra cosa que ceguera intelectual
voluntaria.
Lo que esperamos que todos se den cuenta, es que
Monseñor Fellay y sus seguidores están cometiendo el mismo error que los clérigos
cometieron en el Vaticano II: Basan su estrategia en una cuestión de
PERCEPCIÓN. Realmente el Vaticano II fue un intento de mejorar la percepción de
los no-católicos respecto a la Iglesia. El fallido experimento de la iglesia
conciliar debió haber evitado que los líderes de la Fraternidad cayeran en la
misma trampa, pero, ¿desde cuándo los niños aprenden de la experiencia de las
generaciones precedentes?
¿Qué podemos hacer para detener este desvarío? Yo
creo que debemos salir de este sistema de hipocresía y de ese ciclo de temor.
Debemos levantarnos por la verdad, sin importar la percepción que otros tengan
sobre nosotros y sin importar los castigos. Lo que convirtió a los paganos en
los primeros siglos de la Iglesia no fueron Cristianos que trataron de ser bien
“percibidos”. Fue la constancia de aquellos que estuvieron dispuestos a dar sus
vidas por fidelidad a sus convicciones. Por lo tanto, queridos amigos,
¡RESISTAMOS ABIERTA Y FUERTEMENTE!
Padre Patrick Girouard