Páginas

lunes, 10 de junio de 2013

NUEVA ENTREVISTA A MONSEÑOR FELLAY





Aparecida acá, en el nuevo sitio web de la nueva FSSPX en Estados Unidos. Mons. Fellay muestra que sigue con la idea de “ir a Roma” pues le parece más importante Roma que la fe, siendo que Roma es para la fe y no la fe para Roma. Insiste en el mejoramiento de Roma en los últimos años y se cuida muy bien de resultar “duro” o “antipático” con los modernistas: todo esto en una entrevista que se supone es “interna” y por lo tanto no tan conciliadora, con lo cual demuestra que por lo menos en EEUU ya han aceptado el lenguaje y la actitud liberal como línea oficial de la FSSPX, marca registrada. Nuestros comentarios en rojo.



1.¿Cuál fue su reacción inicial cuando se enteró que Monseñor Lefebvre lo escogió a usted para ser uno de los sacerdotes a ser consagrados?

Mi primera reacción fue pensar que debía haber otros mejores que yo, y de ser posible, ¡que pase de mí este cáliz! Mi segunda reacción fue por mis compañeros sacerdotes, mis hermanos en el sacerdocio, “pro fratribus”, porque es obvio que es una gran cruz. Es una cuestión de dedicación a los demás.

2.¿Puede recordar sus emociones y su estado mental el 30 de junio de 1988, después de haber recibido la consagración de manos del Arzobispo?

No recuerdo mucho mis propios sentimientos o emociones. Lo que recuerdo fue cómo toda la congregación estaba electrificada. La atmósfera era absolutamente eléctrica. Nunca había visto eso en toda mi vida. Esto lo recuerdo. Fue tanto durante la ceremonia como después de ella; una gran alegría, nada más. Fue abrumador (Es increíble, pero hoy bajo su mando Mons. Fellay ha llevado la congregación a exactamente lo contrario: el adormecimiento, la parálisis, la falta de reacción, el sopor que son señales de derrota).

3. En su Itinerario Espiritual, Monseñor Lefebvre describe una visión que tuvo en la Catedral de Dakar. ¿Podría hablar de cómo las Consagraciones de 1988 parecieron ser el cumplimiento de esa visión?

Increíblemente, yo diría que yo no hago una conexión entre ambas. De hecho, no creo que la haya. Yo no creo que la medida de consagrar obispos esté directamente relacionada con la misma obra. Es solamente una medida de supervivencia. No es esencial para la obra, la cual es para formar y construir sacerdotes de acuerdo al Corazón de Jesús. Es lo más importante.
Es verdad que sin obispos, no tendríamos sacerdotes, pero definitivamente ese no es el elemento esencial de la obra. Es esencial para sobrevivir pero no para la naturaleza de la obra. Por supuesto que con todos los acontecimientos que tuvimos en nuestro apostolado y la situación de la Iglesia, la cuestión de los obispos debe verse bajo una nueva luz.

4. Monseñor Lefebvre intentó subrayar el carácter extraordinario de su decisión de consagrar así como distinguirla de un acto cismático enfatizando que no trataba de transmitir ninguna jurisdicción episcopal delegada. Algunos, en los últimos 25 años, expresaron su desaprobación por elegir a uno de los obispos como Superior General, argumentando que ese acto sugiere un reclamo jurisdiccional como obispo. ¿Podría explicar cómo ese argumento es incorrecto y hablar acerca de por qué ese argumento es incorrecto y detallar cómo el cumplir el papel de Superior General no implica ningún reclamo de jurisdicción episcopal delegada?

En primer lugar, ¿por qué Monseñor Lefebvre, en el tiempo de las consagraciones, no quería un obispo como Superior General? Fue expresamente para facilitar los tratos con Roma. Si el Superior General fuera un obispo, estaría bajo la “pena” de Roma, lo que haría las discusiones más difíciles que si fuera, por ejemplo, el Padre Schmidberger en su tiempo. Esto fue claramente limitado a las circunstancias; no era un principio. Era cuestión de prudencia. No era una exclusión directa de un obispo para ser Superior General en el futuro. (Mons. Fellay dice algo que es falso. Para el tiempo de las consagraciones de 1988 Mons. Lefebvre no quería tener nada que ver con Roma pues se había dado cuenta y había admitido que había llegado demasiado lejos. Así que no era para “facilitar el trato con Roma”. Respecto de quién debe ocupar el cargo de Superior general, dijo Mons. Williamson: “Creo que la combinación de ser tanto Superior General y obispo le da un prestigio y poder que es muy peligroso. Yo no sé si el Arzobispo dijo que un obispo no debería ser superior general. No creo que lo haya dicho. Lo que sí dijo fue que no importaba si un laico fuera el Superior General. Eso es lo que dijo. Por eso no hizo obispo al padre Schmidberger. A seis años de las consagraciones hasta el final del término del Padre Schmidberger, fue un sacerdote al mando de los cuatro y el Arzobispo dijo: ‘No hay problema con eso porque es lo que solía suceder con los Padres del Espíritu Santo. En África, había cierto número de obispos para asegurar que las ordenaciones y las confirmaciones se realizaran en todas partes, pero el superior general era un laico o un sacerdote’. Eso no es un problema. Estoy dispuesto a que me corrijan, pero no creo que el Arzobispo haya dicho que el Superior General debía ser un obispo. No será sabio que el Superior General sea un obispo, porque entonces tiene las dos cosas, el superiorato y el episcopado, y esa es una combinación muy embriagadora. Es una combinación muy poderosa y quizá fue mucho para Monseñor Fellay. El poder se le habrá subido a la cabeza. No lo sé. Dios lo sabe. No lo estoy juzgando. Sería sabio no tener un obispo como superior general”. Mons. Williamson, Conferencia en Bristol Nº VI).
Debemos distinguir dos clases de jurisdicciones. Está la normal, la jurisdicción ordinaria de un Superior General sobre sus miembros, y está la jurisdicción episcopal ordinaria. Como obispos, no tenemos jurisdicción ordinaria en este momento, pero como Superior General, tengo la otra clase de jurisdicción. No son lo mismo.

5. ¿Tiene algún recuerdo particularmente importante del Arzobispo que quisiera compartir?

Por un lado, su simplicidad y sentido común, y por el otro, su gran visión de las cosas. Siempre fue sobrenatural. Siempre veía hacia Dios. Está claro que él fue guiado por la oración, la Fe y la unión con Dios.
Para él era normal y obvio que alguien debía estar, en las acciones ordinarias, siempre unido a Nuestro Señor.

6. ¿Cómo cultiva en sus seminaristas y en los sacerdotes el espíritu de piedad sacerdotal, firmeza doctrinal y acción contrarrevolucionaria de Monseñor Lefebvre?

En primer lugar, tratamos de poner a los seminaristas en contacto, siempre que sea posible, con el mismo Monseñor Lefebvre: su voz, sus enseñanzas, sus libros, etc. (Verdad a medias, porque sólo se dan a conocer los textos menos comprometedores para la actual línea de la NeoFraternidad. Los textos más duros, los de los últimos años de Monseñor Lefebvre, son censurados. Se llevó ante los tribunales a la editorial Saint Remi para impedirles divulgar estas cosas. Con la excusa de las reclamaciones legales se evitó editar los sermones completos y determinados videos en Internet. Se intentó impedir en Francia la difusión y venta del libro “Nos rapports avec Roma” porque allí Mons. Lefebvre es contradictorio con Mons. Fellay y sus auxiliares. Se filmó una costosa película donde Mons. Lefebvre sale desdibujado).Tenemos grabadas sus conferencias para los seminaristas. ¡Los franceses tienen una ventaja aquí! Pero estamos trabajando en traducir éstas para que todos los seminaristas tengan acceso a ellas. En inglés, algunas ya han sido recopiladas en forma de libro: “Le han destronado”, “Santidad Sacerdotal”, y “La misa de todos los tiempos”.
En segundo lugar, tratamos de cumplir y aplicar los medios que él nos dio en los seminarios: la organización, el plan de estudios, y conferencias preparadas por él, por ejemplo. Él determinó su fundación y cómo están estructurados. Por ejemplo, nuestra filosofía y teología están basadas en las enseñanzas de Santo Tomás, tal como la Iglesia lo ha recomendado. Las Actas del Magisterio es una clase particularmente deseada por el Arzobispo, que enseña las encíclicas de los grandes papas desde el siglo XIX hasta Pio XII en su lucha contra la introducción de los principios del Iluminismo en la Iglesia y la sociedad. Todavía seguimos esto con grandes frutos.

7.- ¿Cuáles han sido los cambios más significativos, buenos y malos, en la Fraternidad desde las Consagraciones de 1988?

No sé si ha habido tantos cambios. Estamos volviéndonos un poco más viejos, aunque todavía es una congregación joven. Pero ahora tenemos sacerdotes de edad avanzada, los cuales no teníamos en 1988. Este es un cambio externo, diría usted. Teníamos 4 obispos y ahora solamente tenemos 3. Esto es un cambio, pero nada grave ni esencial (claro que no es grave haber “expulsado” a un obispo que se opuso a su liberalismo, nada grave, es algo natural…). Tenemos más casas en más países pero no es mucho cambio respecto al desarrollo normal de la obra.
Permanecemos fieles a la línea que nos dio Monseñor Lefebvre.  Si miramos los pocos años pasados, de hecho, el Arzobispo Lefebvre dijo en 1988 que Roma se acercaría a nosotros en 5 o 6 años después de las consagraciones. Esto duró casi 24 o 25 años, y obviamente las cosas no están aún maduras. Los cambios que Monseñor Lefebvre esperaba en la Iglesia, el regreso, todavía no llegan.
Pero obviamente, si ellos continúan en ese camino, la destrucción continuará (miren quién habla…), y algún día tendrán que regresar. Y ese día vendrán a nosotros otra vez (¡! ¿No fue Mons. Fellay quien dijo que si lo llamaban de Roma iba corriendo?).
Por otro lado, mire lo que ha pasado en los últimos años: la admisión de que la Misa antigua no está abrogada (no está abrogada como forma extraordinaria del rito, no como forma ordinaria, la cual sigue siendo el bastardo Novus Ordo), el levantamiento de las “excomuniones de 1988” (¿pero no había pedido Mons. Fellay no el “levantamiento” sino la anulación del decreto de excomunión? ¿Nunca lo va a reconocer?) y una influencia en la iglesia que nosotros nunca tuvimos anteriormente (¡Te agrandaste, chacarita! ¿De qué influencia habla? Todavía la mayoría sigue considerando a la Fraternidad cismática, por si no se enteró). Y esto sin mencionar la creciente crítica del Concilio, incluso en Roma, fuera de los círculos de la Fraternidad, lo que es un fenómeno relativamente nuevo a esta escala (una golondrina no hace verano. Llegó la gaviota con Francisco y todo se acabó. ¿O no lo ve?).

8.- ¿Podría describirnos las obras y los servicios que han acontecido durante los pasados 25 años, que hubieran sido imposibles sin las Consagraciones?

Es simple: desde las consagraciones, los obispos de la FSSPX han ordenado más sacerdotes de los que estuvieron en las consagraciones de 1988. Por lo tanto, está claro que los obispos eran necesarios para el crecimiento de la obra de la Fraternidad. Seríamos una Fraternidad moribunda sin los obispos (pueden serlo también con los obispos si éstos flaquean en la fe, como está pasando). Es vital para la continuación de la obra. También hay confirmaciones, haciendo soldados de Cristo para luchar por Dios y Su Reinado. Finalmente no podemos negar esta influencia en toda la iglesia para que la Tradición pueda recuperar sus derechos.

9.- Algunas críticas apuntan a las comunidades Ecclesia Dei, ninguna de las cuales, con excepción de Campos, tienen sus propios obispos. Ellos argumentan que las Consagraciones fueron innecesarias ya que las comunidades han existido sin sus propios obispos. ¿Cómo es que el contraste entre la historia de la Fraternidad y las comunidades Ecclesia Dei durante estos 25 años, demuestran más claramente hoy que en 1988, el acertado juicio del Arzobispo de que un obispo de y para la Fraternidad era necesario, no solamente para su supervivencia sino para preservar su misión completa?

En primer lugar, los miembros de Ecclesia Dei entienden que si no hubiéramos tenido obispos, ellas no existirían. Directa o indirectamente, ellos dependen de la vida de la Fraternidad. Eso es muy, muy claro. Y ahora los frutos de sus apostolados están totalmente sujetos a la buena voluntad de los obispos locales. Ellos limitan drásticamente cualquier deseo sólido de establecer una vida católica tradicional al limitar las posibilidades del apostolado en esa dirección. Ellos están obligados a mezclarse con las novedades del Vaticano II, el mundo y el Novus Ordo. Esta es la gran diferencia entre la Fraternidad y los grupos Ecclesia Dei.
Veo que algunos grupos Ecclesia Dei se están acercando a nosotros. Definitivamente no todos ellos.

10.- El Arzobispo se agotó, en los años previos a las Consagraciones viajando por el mundo como el único obispo tradicional (con la excepción de Mons. de Castro Mayer, que limitaba su esfera de actividad sobre todo a su propia diócesis). Como resultado, optó por consagrar cuatro obispos en vez de simplemente uno. El número de fieles tradicionales ha crecido en los últimos 25 años, pero por desgracia el número de obispos en la Fraternidad hoy se ha reducido a tres. ¿Son tres obispos suficientes para continuar la obra de la Tradición? ¿Es necesario consagrar más obispos ahora?

Desde 2009, de hecho, sólo hemos estado trabajando con tres obispos. Obviamente, está funcionando. Por lo tanto, está claro que con tres todavía funciona. Así que no hay urgencia o extrema necesidad de consagrar otro obispo.
Ciertamente tenemos que preguntarnos en lo referente al futuro, incluso si en estos momentos no hay necesidad.
Mi respuesta es muy simple: si, y cuando las circunstancias que llevaron al Arzobispo a tomar tal decisión se presentaran de nuevo, tomaremos los mismos medios.

11.- Aunque Monseñor Lefebvre siempre mantuvo el deseo de llegar a una relación pacífica con las autoridades Romanas (esa es una expresión diplomática: lo que quería Mons. Lefebvre era poder entenderse a través de la misma fe), las consagraciones resultaron en una nueva fase de tratamiento hostil y la persecución de la Fraternidad por las autoridades Romanas. Usted ha tratado por lo menos en la última década, de encontrar una solución a estas hostilidades y persecuciones de manera que de ninguna manera comprometa los principios de la misión de la Fraternidad (bien dicho: lo que preocupaba, lo que molestaba a Mons. Fellay era ser perseguido por lo modernistas, no que éstos se convirtieran. Por eso pidió el levantamiento de las excomuniones, o por lo menos lo celebró). Hasta ahora, sus esfuerzos no han tenido éxito con una resolución. ¿Por qué cree usted que, a pesar de su buena voluntad, los esfuerzos no han tenido éxito hasta ahora?

Primero que todo, señalaría que la iniciativa de normalización vino de Roma, no de nosotros (no rechaza el término “normalización”, cuando los que están fuera de la norma son los conciliares de Roma, no la Fraternidad). El primer paso no lo di yo. Traté de ver si la situación era tal que pudiéramos seguir adelante manteniendo nuestra identidad. Obviamente, todavía no es ese el caso.
¿Por qué? Las autoridades aún están apegadas a los peligrosos y venenosos principios que se introdujeron en la Iglesia en el tiempo del Concilio. Esta es la razón por la que no podemos estar de acuerdo (sin embargo le pidió un gesto a Benedicto antes de irse, y estaba dispuesto a aceptar una “normalización” unilateral por parte del papa sin que Roma hubiese cambiado sus principios liberales).
No tengo ni idea de cuánto tiempo necesitaremos, o cuántas tribulaciones tendremos que sufrir en el camino, hasta entonces. Quizá diez años, tal vez más, tal vez menos. Está en manos de Dios.

12.- ¿Usted sigue abierto para recibir contactos de Roma y en particular del nuevo Santo Padre?

¡Por supuesto que sigo abierto! (¡A ver si lo llaman retrógrado o fundamentalista! Hay que ser abierto, como dice Francisco) Es la Iglesia de Dios (Si esa es la Iglesia de Dios, ¿entonces qué hacemos nosotros afuera? ¿Somos de verdad cismáticos? ¿Ya no hay una iglesia conciliar y una Iglesia Católica, como distinguía Mons. Lefebvre?). El Espíritu Santo todavía está por encima para mover más allá los obstáculos puestos en marcha después del Concilio Vaticano II en la Iglesia. Si Nuestro Señor quiere enderezar las cosas, lo hará (sin dudas que lo hará, y también con la Fraternidad). Dios sabe cuándo sucederá, pero siempre debemos estar preparados para ello. Una solución completa y verdadera sólo puede venir cuando las autoridades trabajen de nuevo en esa dirección (¿entonces por qué estaba dispuesto a firmar un acuerdo con Roma, si las autoridades no trabajaban en esa dirección?).

13.- ¿Cuáles signos debemos observar para determinar si ha ocurrido la conversión a la Tradición, o está empezando a ocurrir, entre las autoridades Romanas?

Es muy difícil decir en dónde empezará (¡Por favor! ¡En la fe!, ¿dónde va a ser? “Sin fe es imposible agradar a Dios”. Lo primero que mandó hacer Cristo a los Apóstoles fue que enseñaran lo que él les había enseñado. Después todo lo demás). Vimos con el Papa Benedicto que primeramente fue el signo de la liturgia y quizá algunos otros esfuerzos que fueron menos fuertes (O sea que Benedicto se estaba convirtiendo…aunque insistía una y otra vez en afirmar los errores del Concilio. En realidad lo que está diciendo Mons. Fellay es que cualquier pequeño gesto en apariencia “tradicional” puede ser tomado como signo de conversión, y por lo tanto de confianza, por más modernista sea quien lo haga). Esto sucedió frente a una fuerte oposición. Obviamente, no se logró, como lo vemos ahora. Pero definitivamente tendría que venir desde la cabeza.
Algo podría venir de abajo, de obispos, sacerdotes, y fieles en el Novus Ordo que quieran regresar. Creo que esta tendencia ha empezado ya, aunque no es muy grande (Mons. Fellay vuelve a las andadas. Como cuando decía: creo que hay una línea a favor de la tradición, aunque no muy derecha. O: hay una ola a favor, pero hay otras olas en contra. O: hay un brote primaveral, pero estamos en invierno. Y otra serie de incongruencias y ambigüedades que quieren despertar una cierta esperanza en base a nada real y concreto. Puro humo). Todavía no es la principal, pero definitivamente es un signo (Lo ve él solo). Un cambio profundo debe venir desde arriba, desde el Papa (¿Está hablando de Francisco, el supermodernista cardenal Bergoglio, probable masón y amigo de los judíos? ¿En serio?). Puede venir de varios lados, pero definitivamente significaría poner a Dios y a Nuestro Señor Jesucristo en el lugar correcto en la Iglesia, en el centro.

14.- Asumiendo una conversión desde arriba, en Roma, ¿cómo procedería la obra de restaurar la Iglesia completa?

Es muy difícil de decir. En este momento, si las cosas no cambian, podría significar persecución interior y grandes peleas en el interior de la Iglesia, como ocurrió en tiempos del arrianismo. Si algo sucede, por ejemplo, si hubiera una persecución y luego después, el Papa regresa a la Tradición, la situación podría ser totalmente diferente. Dios sabe qué tipo de plan seguirá para encarrilar a la Iglesia (En definitiva, no sabe nada. Pero ni siquiera menciona el Apokalipsis. Parece que no es adepto a seguir las profecías).

15. ¿Qué se puede hacer para acelerar ese retorno a la tradición?

¡Oración y sacrificio! Cada quien debe cumplir su propio deber de estado, alentar la devoción al Corazón Inmaculado de María y rezar el Rosario. Respecto al Rosario, estoy abierto a una nueva Cruzada.

16. ¿Qué le dice a aquellos que afirman que usted planeó (o todavía planea) transigir en el Concilio y con la iglesia posconciliar?

Es pura propaganda de gente que quiso dividir la Fraternidad. Yo no sé por qué ellos tienen estas ideas (Claro, se levantaron un día con esa idea loca en la cabeza, producto de un enajenado obispo, y un montón de sacerdotes y fieles empezaron a  delirar y contagiarse la epidemia. Suena al cuentito progre sobre la guerra antimarxista de los años ’70: un buen día los militares se levantaron con ganas de perseguir a jóvenes idealistas y así lo hicieron. Lo peor es que Mons. Fellay pretende ignorar la infinidad de pruebas que atestiguan las acusaciones que se le hacen). Obviamente ellos usaron una situación muy delicada el año pasado para acusar al Superior de cosas que nunca hizo o tuvo la intención de hacer. Nunca tuve la intención de comprometer la Fraternidad (Pero lo hizo y eso está escrito por ejemplo en la Declaración doctrinal del 15 de abril de 2012. También en su respuesta a la carta de los tres obispos).
Sin embargo, pregúntese: ¿A quién beneficia el ver a la Fraternidad dividida, si no es a los enemigos? A aquéllos que dividen a la Fraternidad con su dialéctica, deben reflexionar el por qué hacen lo que hacen. En esto, quiero decir Monseñor Williamson y los sacerdotes que lo siguen (Buena pregunta para usted, Mons. Fellay: ¿por qué dividió a la Fraternidad? “Y yo me comprometí en esta perspectiva a pesar de la oposición bastante fuerte en las filas de la Fraternidad y al precio de trastornos importantes”, le dice al Papa en su carta del 17 de junio de 2012. “No puedo excluir (una división). Podría haber una división, espero que no. Por ahora es imposible prever claramente su tamaño, cuántos…Es imposible. Hay algunas dificultades internas, que son normales”, entrevista a CNS, 11 de mayo de 2012. “¡Ay de los sediciosos, de todos aquellos que, por sus palabras o sus ejemplos, desgarran la unidad de una familia religiosa! Antes morir que ser causa de división en mi comunidad”, M.M. Philipon, O.P.).

17. Viendo hacia atrás, el año pasado ¿hay algo que hubiera hecho de manera diferente?

Oh ciertamente. Siempre somos más sabios después de la batalla (¿Siempre? Y además ¿qué batalla fue la de las “conversaciones doctrinales”? La batalla fue dentro de la FSSPX y las víctimas fueron  Mons. Williamson y muchos sacerdotes y fieles). Hubiera enfatizado más lo que siempre dije, por lo que no creí necesario hacerlo: en cualquier clase de acuerdo, siempre habría como condición sine que non que no vamos a transigir. No hay forma. Permanecemos tal y como somos (Por eso está cambiando “lo que somos” y así poder transigir). Esto es lo que nos hace católicos, y queremos permanecer católicos.
Ciertamente hubiera, y de hecho ya lo he hecho, mejorado las comunicaciones. Estaba paralizado por las filtraciones. Lo haría de otra manera ahora (Claro, hay que mantener todo en el mayor secreto, así los tontos no se enteran de sus tramoyas acuerdistas. Para eso nada mejor que la actual censura y la “buena onda” que le aporta una compañía para desarrollar la “marca” o estilo corporativo de la Fraternidad).

18.- Más allá de las relaciones con Roma, ¿cuáles son sus esperanzas para los próximos 25 años para la Fraternidad y para la Iglesia?

En esos 25 años veremos el regreso de la Iglesia a su Tradición por lo que veríamos un nuevo florecer de la Iglesia (pero no dice nada de la Fraternidad, ¿será porque admite que se derrumba?).

19. ¿Qué recomendaría tanto a los sacerdotes como a los laicos como un medio apropiado para conmemorar y honrar este 25 aniversario de las Consagraciones?

Honrar a nuestro amado Arzobispo, tratar de imitar sus virtudes, su hermosa humildad, su pobreza, su prudencia y su fe (Dios quiera que usted y todos nosotros lo hiciéramos). Además, estudiar las enseñanzas de Monseñor Lefebvre para entender los principios que nos guían: el amor a Nuestro Señor, a la Iglesia, Roma, la Misa y el Inmaculado Corazón de María (sí, pero el amor a todo eso incluye el odio al error, el pecado, la mentira y la herejía modernista. No hay una cosa sin la otra. “Quienquiera que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es la piedra de toque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad”, decía Ernest Hello. Mons. Fellay y la NeoFraternidad dejan de lado deliberadamente la condena al error por una nueva imagen “simpática” que recuerda a Juan XXIII cuando decía que “ahora la Iglesia ya no condena, sino que usa de la medicina de la misericordia”. Los resultados están a la vista, para quien tenga ojos y quiera ver).