Aparecida acá, en el nuevo sitio web de la
nueva FSSPX en Estados Unidos. Mons. Fellay muestra que sigue con la idea de “ir
a Roma” pues le parece más importante Roma que la fe, siendo que Roma es para
la fe y no la fe para Roma. Insiste en el mejoramiento de Roma en los últimos
años y se cuida muy bien de resultar “duro” o “antipático” con los modernistas:
todo esto en una entrevista que se supone es “interna” y por lo tanto no tan
conciliadora, con lo cual demuestra que por lo menos en EEUU ya han aceptado el
lenguaje y la actitud liberal como línea oficial de la FSSPX, marca registrada.
Nuestros comentarios en
rojo.
1.¿Cuál fue su reacción inicial cuando
se enteró que Monseñor Lefebvre lo escogió a usted para ser uno de los
sacerdotes a ser consagrados?
Mi primera reacción fue pensar que debía haber otros
mejores que yo, y de ser posible, ¡que pase de mí este cáliz! Mi segunda
reacción fue por mis compañeros sacerdotes, mis hermanos en el sacerdocio, “pro fratribus”, porque es obvio que es
una gran cruz. Es una cuestión de dedicación a los demás.
2.¿Puede recordar sus emociones y su
estado mental el 30 de junio de 1988, después de haber recibido la consagración
de manos del Arzobispo?
No recuerdo mucho mis propios sentimientos o
emociones. Lo que recuerdo fue cómo toda la congregación estaba electrificada.
La atmósfera era absolutamente eléctrica. Nunca había visto eso en toda mi
vida. Esto lo recuerdo. Fue tanto durante la ceremonia como después de ella;
una gran alegría, nada más. Fue abrumador (Es increíble,
pero hoy bajo su mando Mons. Fellay ha llevado la congregación a exactamente lo
contrario: el adormecimiento, la parálisis, la falta de reacción, el sopor que
son señales de derrota).
3. En su Itinerario Espiritual,
Monseñor Lefebvre describe una visión que tuvo en la Catedral de Dakar. ¿Podría
hablar de cómo las Consagraciones de 1988 parecieron ser el cumplimiento de esa
visión?
Increíblemente, yo diría que yo no hago una conexión
entre ambas. De hecho, no creo que la haya. Yo no creo que la medida de
consagrar obispos esté directamente relacionada con la misma obra. Es solamente
una medida de supervivencia. No es esencial para la obra, la cual es para
formar y construir sacerdotes de acuerdo al Corazón de Jesús. Es lo más
importante.
Es verdad que sin obispos, no tendríamos sacerdotes,
pero definitivamente ese no es el elemento esencial de la obra. Es esencial
para sobrevivir pero no para la naturaleza de la obra. Por supuesto que con
todos los acontecimientos que tuvimos en nuestro apostolado y la situación de
la Iglesia, la cuestión de los obispos debe verse bajo una nueva luz.
4. Monseñor Lefebvre intentó subrayar el
carácter extraordinario de su decisión de consagrar así como distinguirla de un
acto cismático enfatizando que no trataba de transmitir ninguna jurisdicción
episcopal delegada. Algunos, en los últimos 25 años, expresaron su
desaprobación por elegir a uno de los obispos como Superior General,
argumentando que ese acto sugiere un reclamo jurisdiccional como obispo.
¿Podría explicar cómo ese argumento es incorrecto y hablar acerca de por qué
ese argumento es incorrecto y detallar cómo el cumplir el papel de Superior
General no implica ningún reclamo de jurisdicción episcopal delegada?
En primer lugar, ¿por qué Monseñor Lefebvre, en el
tiempo de las consagraciones, no quería un obispo como Superior General? Fue
expresamente para facilitar los tratos con Roma. Si el Superior General fuera
un obispo, estaría bajo la “pena” de Roma, lo que haría las discusiones más
difíciles que si fuera, por ejemplo, el Padre Schmidberger en su tiempo. Esto
fue claramente limitado a las circunstancias; no era un principio. Era cuestión
de prudencia. No era una exclusión directa de un obispo para ser Superior
General en el futuro. (Mons. Fellay dice algo que es falso.
Para el tiempo de las consagraciones de 1988 Mons. Lefebvre no quería tener
nada que ver con Roma pues se había dado cuenta y había admitido que había
llegado demasiado lejos. Así que no era para “facilitar el trato con Roma”. Respecto
de quién debe ocupar el cargo de Superior general, dijo Mons. Williamson: “Creo
que la combinación de ser tanto Superior General y obispo le da un prestigio y
poder que es muy peligroso. Yo no sé si el Arzobispo dijo que un obispo no
debería ser superior general. No creo que lo haya dicho. Lo que sí dijo fue que
no importaba si un laico fuera el Superior General. Eso es lo que dijo. Por eso
no hizo obispo al padre Schmidberger. A seis años de las consagraciones hasta
el final del término del Padre Schmidberger, fue un sacerdote al mando de los
cuatro y el Arzobispo dijo: ‘No hay problema con eso porque es lo que solía
suceder con los Padres del Espíritu Santo. En África, había cierto número de
obispos para asegurar que las ordenaciones y las confirmaciones se realizaran en
todas partes, pero el superior general era un laico o un sacerdote’. Eso no es
un problema. Estoy dispuesto a que me corrijan, pero no creo que el Arzobispo
haya dicho que el Superior General debía ser un obispo. No será sabio que el Superior
General sea un obispo, porque entonces tiene las dos cosas, el superiorato y el
episcopado, y esa es una combinación muy embriagadora. Es una combinación muy
poderosa y quizá fue mucho para Monseñor Fellay. El poder se le habrá subido a
la cabeza. No lo sé. Dios lo sabe. No lo estoy juzgando. Sería sabio no tener
un obispo como superior general”. Mons. Williamson, Conferencia en Bristol Nº
VI).
Debemos distinguir dos clases de jurisdicciones.
Está la normal, la jurisdicción ordinaria de un Superior General sobre sus miembros,
y está la jurisdicción episcopal ordinaria. Como obispos, no tenemos
jurisdicción ordinaria en este momento, pero como Superior General, tengo la
otra clase de jurisdicción. No son lo mismo.
5. ¿Tiene algún recuerdo particularmente
importante del Arzobispo que quisiera compartir?
Por un lado, su simplicidad y sentido común, y por
el otro, su gran visión de las cosas. Siempre fue sobrenatural. Siempre veía
hacia Dios. Está claro que él fue guiado por la oración, la Fe y la unión con
Dios.
Para él era normal y obvio que alguien debía estar,
en las acciones ordinarias, siempre unido a Nuestro Señor.
6. ¿Cómo cultiva en sus seminaristas y
en los sacerdotes el espíritu de piedad sacerdotal, firmeza doctrinal y acción
contrarrevolucionaria de Monseñor Lefebvre?
En primer lugar, tratamos de poner a los
seminaristas en contacto, siempre que sea posible, con el mismo Monseñor
Lefebvre: su voz, sus enseñanzas, sus libros, etc. (Verdad
a medias, porque sólo se dan a conocer los textos menos comprometedores para la
actual línea de la NeoFraternidad. Los textos más duros, los de los últimos
años de Monseñor Lefebvre, son censurados. Se llevó ante los tribunales a la
editorial Saint Remi para impedirles divulgar estas cosas. Con la excusa de las
reclamaciones legales se evitó editar los sermones completos y determinados
videos en Internet. Se intentó impedir en Francia la difusión y venta del libro
“Nos rapports avec Roma” porque allí Mons. Lefebvre es contradictorio con Mons.
Fellay y sus auxiliares. Se filmó una costosa película donde Mons. Lefebvre
sale desdibujado).Tenemos grabadas sus conferencias para los
seminaristas. ¡Los franceses tienen una ventaja aquí! Pero estamos trabajando
en traducir éstas para que todos los seminaristas tengan acceso a ellas. En inglés,
algunas ya han sido recopiladas en forma de libro: “Le han destronado”, “Santidad
Sacerdotal”, y “La misa de todos los tiempos”.
En segundo lugar, tratamos de cumplir y aplicar los
medios que él nos dio en los seminarios: la organización, el plan de estudios,
y conferencias preparadas por él, por ejemplo. Él determinó su fundación y cómo
están estructurados. Por ejemplo, nuestra filosofía y teología están basadas en
las enseñanzas de Santo Tomás, tal como la Iglesia lo ha recomendado. Las Actas
del Magisterio es una clase particularmente deseada por el Arzobispo, que
enseña las encíclicas de los grandes papas desde el siglo XIX hasta Pio XII en
su lucha contra la introducción de los principios del Iluminismo en la Iglesia
y la sociedad. Todavía seguimos esto con grandes frutos.
7.- ¿Cuáles han sido los cambios más
significativos, buenos y malos, en la Fraternidad desde las Consagraciones de
1988?
No sé si ha habido tantos cambios. Estamos
volviéndonos un poco más viejos, aunque todavía es una congregación joven. Pero
ahora tenemos sacerdotes de edad avanzada, los cuales no teníamos en 1988. Este
es un cambio externo, diría usted. Teníamos 4 obispos y ahora solamente tenemos
3. Esto es un cambio, pero nada grave ni esencial (claro
que no es grave haber “expulsado” a un obispo que se opuso a su liberalismo,
nada grave, es algo natural…). Tenemos más casas en más países pero no
es mucho cambio respecto al desarrollo normal de la obra.
Permanecemos fieles a la línea que nos dio Monseñor
Lefebvre. Si miramos los pocos años pasados, de hecho, el Arzobispo
Lefebvre dijo en 1988 que Roma se acercaría a nosotros en 5 o 6 años después de
las consagraciones. Esto duró casi 24 o 25 años, y obviamente las cosas no
están aún maduras. Los cambios que Monseñor Lefebvre esperaba en la Iglesia, el
regreso, todavía no llegan.
Pero obviamente, si ellos continúan en ese camino,
la destrucción continuará (miren quién habla…),
y algún día tendrán que regresar. Y ese día vendrán a nosotros otra vez (¡! ¿No fue Mons. Fellay quien dijo que si lo llamaban de
Roma iba corriendo?).
Por otro lado, mire lo que ha pasado en los últimos
años: la admisión de que la Misa antigua no está abrogada (no está abrogada como forma extraordinaria del rito, no como
forma ordinaria, la cual sigue siendo el bastardo Novus Ordo), el
levantamiento de las “excomuniones de 1988” (¿pero no
había pedido Mons. Fellay no el “levantamiento” sino la anulación del decreto
de excomunión? ¿Nunca lo va a reconocer?) y una influencia en la iglesia
que nosotros nunca tuvimos anteriormente (¡Te
agrandaste, chacarita! ¿De qué influencia habla? Todavía la mayoría sigue
considerando a la Fraternidad cismática, por si no se enteró). Y esto
sin mencionar la creciente crítica del Concilio, incluso en Roma, fuera de los
círculos de la Fraternidad, lo que es un fenómeno relativamente nuevo a esta
escala (una golondrina no hace verano. Llegó la gaviota
con Francisco y todo se acabó. ¿O no lo ve?).
8.- ¿Podría describirnos las obras y los
servicios que han acontecido durante los pasados 25 años, que hubieran sido
imposibles sin las Consagraciones?
Es simple: desde las consagraciones, los obispos de
la FSSPX han ordenado más sacerdotes de los que estuvieron en las
consagraciones de 1988. Por lo tanto, está claro que los obispos eran
necesarios para el crecimiento de la obra de la Fraternidad. Seríamos una
Fraternidad moribunda sin los obispos (pueden serlo
también con los obispos si éstos flaquean en la fe, como está pasando).
Es vital para la continuación de la obra. También hay confirmaciones, haciendo
soldados de Cristo para luchar por Dios y Su Reinado. Finalmente no podemos
negar esta influencia en toda la iglesia para que la Tradición pueda recuperar
sus derechos.
9.- Algunas críticas apuntan a las
comunidades Ecclesia Dei, ninguna de las cuales, con excepción de Campos,
tienen sus propios obispos. Ellos argumentan que las Consagraciones fueron
innecesarias ya que las comunidades han existido sin sus propios obispos. ¿Cómo
es que el contraste entre la historia de la Fraternidad y las comunidades
Ecclesia Dei durante estos 25 años, demuestran más claramente hoy que en 1988,
el acertado juicio del Arzobispo de que un obispo de y para la Fraternidad era
necesario, no solamente para su supervivencia sino para preservar su misión
completa?
En primer lugar, los miembros de Ecclesia Dei
entienden que si no hubiéramos tenido obispos, ellas no existirían. Directa o
indirectamente, ellos dependen de la vida de la Fraternidad. Eso es muy, muy
claro. Y ahora los frutos de sus apostolados están totalmente sujetos a la
buena voluntad de los obispos locales. Ellos limitan drásticamente cualquier
deseo sólido de establecer una vida católica tradicional al limitar las
posibilidades del apostolado en esa dirección. Ellos están obligados a
mezclarse con las novedades del Vaticano II, el mundo y el Novus Ordo. Esta es
la gran diferencia entre la Fraternidad y los grupos Ecclesia Dei.
Veo que algunos grupos Ecclesia Dei se están
acercando a nosotros. Definitivamente no todos ellos.
10.- El Arzobispo se agotó, en los años
previos a las Consagraciones viajando por el mundo como el único obispo
tradicional (con la excepción de Mons. de Castro Mayer, que limitaba su esfera
de actividad sobre todo a su propia diócesis). Como resultado, optó por
consagrar cuatro obispos en vez de simplemente uno. El número de fieles
tradicionales ha crecido en los últimos 25 años, pero por desgracia el número
de obispos en la Fraternidad hoy se ha reducido a tres. ¿Son tres obispos
suficientes para continuar la obra de la Tradición? ¿Es necesario consagrar más
obispos ahora?
Desde 2009, de hecho, sólo hemos estado trabajando
con tres obispos. Obviamente, está funcionando. Por lo tanto, está claro que
con tres todavía funciona. Así que no hay urgencia o extrema necesidad de
consagrar otro obispo.
Ciertamente tenemos que preguntarnos en lo referente
al futuro, incluso si en estos momentos no hay necesidad.
Mi respuesta es muy simple: si, y cuando las
circunstancias que llevaron al Arzobispo a tomar tal decisión se presentaran de
nuevo, tomaremos los mismos medios.
11.- Aunque Monseñor Lefebvre siempre
mantuvo el deseo de llegar a una relación pacífica con las autoridades Romanas (esa es una expresión diplomática: lo que quería Mons.
Lefebvre era poder entenderse a través de la misma fe), las
consagraciones resultaron en una nueva fase de tratamiento hostil y la
persecución de la Fraternidad por las autoridades Romanas. Usted ha tratado por
lo menos en la última década, de encontrar una solución a estas hostilidades y
persecuciones de manera que de ninguna manera comprometa los principios de la
misión de la Fraternidad (bien dicho: lo que
preocupaba, lo que molestaba a Mons. Fellay era ser perseguido por lo
modernistas, no que éstos se convirtieran. Por eso pidió el levantamiento de
las excomuniones, o por lo menos lo celebró). Hasta ahora, sus esfuerzos
no han tenido éxito con una resolución. ¿Por qué cree usted que, a pesar de su
buena voluntad, los esfuerzos no han tenido éxito hasta ahora?
Primero que todo, señalaría que la iniciativa de
normalización vino de Roma, no de nosotros (no rechaza
el término “normalización”, cuando los que están fuera de la norma son los
conciliares de Roma, no la Fraternidad). El primer paso no lo di yo.
Traté de ver si la situación era tal que pudiéramos seguir adelante manteniendo
nuestra identidad. Obviamente, todavía no es ese el caso.
¿Por qué? Las autoridades aún están apegadas a los
peligrosos y venenosos principios que se introdujeron en la Iglesia en el
tiempo del Concilio. Esta es la razón por la que no podemos estar de acuerdo (sin embargo le pidió un gesto a Benedicto antes de irse, y
estaba dispuesto a aceptar una “normalización” unilateral por parte del papa
sin que Roma hubiese cambiado sus principios liberales).
No tengo ni idea de cuánto tiempo necesitaremos, o
cuántas tribulaciones tendremos que sufrir en el camino, hasta entonces. Quizá
diez años, tal vez más, tal vez menos. Está en manos de Dios.
12.- ¿Usted sigue abierto para recibir
contactos de Roma y en particular del nuevo Santo Padre?
¡Por supuesto que sigo abierto! (¡A ver si lo llaman retrógrado o fundamentalista! Hay que
ser abierto, como dice Francisco) Es la Iglesia de Dios (Si esa es la Iglesia de Dios, ¿entonces qué hacemos nosotros
afuera? ¿Somos de verdad cismáticos? ¿Ya no hay una iglesia conciliar y una
Iglesia Católica, como distinguía Mons. Lefebvre?). El Espíritu Santo
todavía está por encima para mover más allá los obstáculos puestos en marcha
después del Concilio Vaticano II en la Iglesia. Si Nuestro Señor quiere enderezar
las cosas, lo hará (sin dudas que lo hará, y también
con la Fraternidad). Dios sabe cuándo sucederá, pero siempre debemos
estar preparados para ello. Una solución completa y verdadera sólo puede venir
cuando las autoridades trabajen de nuevo en esa dirección (¿entonces por qué estaba dispuesto a firmar un acuerdo con
Roma, si las autoridades no trabajaban en esa dirección?).
13.- ¿Cuáles signos debemos observar
para determinar si ha ocurrido la conversión a la Tradición, o está empezando a
ocurrir, entre las autoridades Romanas?
Es muy difícil decir en dónde empezará (¡Por favor! ¡En la fe!, ¿dónde va a ser? “Sin fe es
imposible agradar a Dios”. Lo primero que mandó hacer Cristo a los Apóstoles
fue que enseñaran lo que él les había enseñado. Después todo lo demás).
Vimos con el Papa Benedicto que primeramente fue el signo de la liturgia y
quizá algunos otros esfuerzos que fueron menos fuertes (O
sea que Benedicto se estaba convirtiendo…aunque insistía una y otra vez en
afirmar los errores del Concilio. En realidad lo que está diciendo Mons. Fellay
es que cualquier pequeño gesto en apariencia “tradicional” puede ser tomado
como signo de conversión, y por lo tanto de confianza, por más modernista sea
quien lo haga). Esto sucedió frente a una fuerte oposición. Obviamente,
no se logró, como lo vemos ahora. Pero definitivamente tendría que venir desde
la cabeza.
Algo podría venir de abajo, de obispos, sacerdotes,
y fieles en el Novus Ordo que quieran regresar. Creo que esta tendencia ha
empezado ya, aunque no es muy grande (Mons. Fellay
vuelve a las andadas. Como cuando decía: creo que hay una línea a favor de la
tradición, aunque no muy derecha. O: hay una ola a favor, pero hay otras olas en
contra. O: hay un brote primaveral, pero estamos en invierno. Y otra serie de
incongruencias y ambigüedades que quieren despertar una cierta esperanza en
base a nada real y concreto. Puro humo). Todavía no es la principal,
pero definitivamente es un signo (Lo ve él solo).
Un cambio profundo debe venir desde arriba, desde el Papa (¿Está hablando de Francisco, el supermodernista cardenal
Bergoglio, probable masón y amigo de los judíos? ¿En serio?). Puede
venir de varios lados, pero definitivamente significaría poner a Dios y a
Nuestro Señor Jesucristo en el lugar correcto en la Iglesia, en el centro.
14.- Asumiendo una conversión desde
arriba, en Roma, ¿cómo procedería la obra de restaurar la Iglesia completa?
Es muy difícil de decir. En este momento, si las
cosas no cambian, podría significar persecución interior y grandes peleas en el
interior de la Iglesia, como ocurrió en tiempos del arrianismo. Si algo sucede,
por ejemplo, si hubiera una persecución y luego después, el Papa regresa a la
Tradición, la situación podría ser totalmente diferente. Dios sabe qué tipo de
plan seguirá para encarrilar a la Iglesia (En
definitiva, no sabe nada. Pero ni siquiera menciona el Apokalipsis. Parece que
no es adepto a seguir las profecías).
15. ¿Qué se puede hacer para acelerar
ese retorno a la tradición?
¡Oración y sacrificio! Cada quien debe cumplir su
propio deber de estado, alentar la devoción al Corazón Inmaculado de María y
rezar el Rosario. Respecto al Rosario, estoy abierto a una nueva Cruzada.
16. ¿Qué le dice a aquellos que afirman
que usted planeó (o todavía planea) transigir en el Concilio y con la iglesia
posconciliar?
Es pura propaganda de gente que quiso dividir la
Fraternidad. Yo no sé por qué ellos tienen estas ideas (Claro,
se levantaron un día con esa idea loca en la cabeza, producto de un enajenado
obispo, y un montón de sacerdotes y fieles empezaron a delirar y contagiarse la epidemia. Suena al
cuentito progre sobre la guerra antimarxista de los años ’70: un buen día los
militares se levantaron con ganas de perseguir a jóvenes idealistas y así lo
hicieron. Lo peor es que Mons. Fellay pretende ignorar la infinidad de pruebas
que atestiguan las acusaciones que se le hacen). Obviamente ellos usaron
una situación muy delicada el año pasado para acusar al Superior de cosas que
nunca hizo o tuvo la intención de hacer. Nunca tuve la intención de comprometer
la Fraternidad (Pero lo hizo y eso está escrito por
ejemplo en la Declaración doctrinal del 15 de abril de 2012. También en su
respuesta a la carta de los tres obispos).
Sin embargo, pregúntese: ¿A quién beneficia el ver a
la Fraternidad dividida, si no es a los enemigos? A aquéllos que dividen a la
Fraternidad con su dialéctica, deben reflexionar el por qué hacen lo que hacen.
En esto, quiero decir Monseñor Williamson y los sacerdotes que lo siguen (Buena pregunta para usted, Mons. Fellay: ¿por qué dividió a
la Fraternidad? “Y yo me comprometí en esta perspectiva a pesar de la oposición
bastante fuerte en las filas de la Fraternidad y al precio de trastornos
importantes”, le dice al Papa en su carta del 17 de junio de 2012. “No puedo
excluir (una división). Podría haber una división, espero que no. Por ahora es
imposible prever claramente su tamaño, cuántos…Es imposible. Hay algunas
dificultades internas, que son normales”, entrevista a CNS, 11 de mayo de 2012.
“¡Ay de los sediciosos, de todos aquellos
que, por sus palabras o sus ejemplos, desgarran la unidad de una familia
religiosa! Antes morir que ser causa de división en mi comunidad”, M.M.
Philipon, O.P.).
17. Viendo hacia atrás, el año pasado
¿hay algo que hubiera hecho de manera diferente?
Oh ciertamente. Siempre somos más sabios después de
la batalla (¿Siempre? Y además ¿qué batalla fue la de
las “conversaciones doctrinales”? La batalla fue dentro de la FSSPX y las
víctimas fueron Mons. Williamson y
muchos sacerdotes y fieles). Hubiera enfatizado más lo que siempre dije,
por lo que no creí necesario hacerlo: en cualquier clase de acuerdo, siempre
habría como condición sine que non que no vamos a transigir. No hay forma.
Permanecemos tal y como somos (Por eso está cambiando
“lo que somos” y así poder transigir). Esto es lo que nos hace
católicos, y queremos permanecer católicos.
Ciertamente hubiera, y de hecho ya lo he hecho,
mejorado las comunicaciones. Estaba paralizado por las filtraciones. Lo haría
de otra manera ahora (Claro, hay que mantener todo en
el mayor secreto, así los tontos no se enteran de sus tramoyas acuerdistas.
Para eso nada mejor que la actual censura y la “buena onda” que le aporta una
compañía para desarrollar la “marca” o estilo corporativo de la Fraternidad).
18.- Más allá de las relaciones con
Roma, ¿cuáles son sus esperanzas para los próximos 25 años para la Fraternidad
y para la Iglesia?
En esos 25 años veremos el regreso de la Iglesia a
su Tradición por lo que veríamos un nuevo florecer de la Iglesia (pero no dice nada de la Fraternidad, ¿será porque admite que
se derrumba?).
19. ¿Qué recomendaría tanto a los
sacerdotes como a los laicos como un medio apropiado para conmemorar y honrar
este 25 aniversario de las Consagraciones?
Honrar a nuestro amado Arzobispo, tratar de imitar sus
virtudes, su hermosa humildad, su pobreza, su prudencia y su fe (Dios quiera que usted y todos nosotros lo hiciéramos).
Además, estudiar las enseñanzas de Monseñor Lefebvre para entender los
principios que nos guían: el amor a Nuestro Señor, a la Iglesia, Roma, la Misa
y el Inmaculado Corazón de María (sí, pero el amor a
todo eso incluye el odio al error, el pecado, la mentira y la herejía
modernista. No hay una cosa sin la otra. “Quienquiera
que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es la
piedra de toque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad”, decía Ernest
Hello. Mons. Fellay y la NeoFraternidad dejan de lado deliberadamente la
condena al error por una nueva imagen “simpática” que recuerda a Juan XXIII
cuando decía que “ahora la Iglesia ya no condena, sino que usa de la medicina
de la misericordia”. Los resultados están a la vista, para quien tenga ojos y
quiera ver).