Páginas

miércoles, 5 de junio de 2013

CARTA DEL GENERAL ENRIQUE GOROSTIETA SOBRE "LOS ARREGLOS", ENVIADA A LOS PRELADOS DEL EPISCOPADO MEXICANO (16 DE MAYO DE 1929)




Nota: La Guardia Nacional del que hace mención la carta, era la fuerza organizadora del Ejército Cristero. El General Enrique Gorostieta fue el General en Jefe del Ejército Cristero.

“Desde que comenzó nuestra lucha, no ha dejado de ocuparse periódicamente la prensa nacional, y aun la extranjera, de posibles arreglos entre el llamado gobierno y  algún miembro señalado del Episcopado mexicano, para terminar el problema religioso. Siempre que tal noticia ha aparecido han sentido los cristeros en lucha que un escalofrío de muerte los invade, peor mil veces que todos los peligros que se han decidido a arrostrar, peor, mucho peor que todas las amarguras que han debido apurar. Cada vez que la prensa nos dice de (la existencia de) un obispo posible parlamentario con el callismo, sentimos como una bofetada en pleno rostro, tanto más dolorosa cuanto que viene de quien podríamos esperar un consuelo, una palabra de aliento en nuestra lucha; aliento y consuelo que con una sola honorabilísima excepción de nadie hemos recibido.

Estas noticias (de un posible arreglo) que de manera tan irregular ha dado la prensa, y las que nunca han sido desmentidas de manera oficial por nuestros obispos, siempre han sido de fatales consecuencias para nosotros; los que dirigimos en el campo (de batalla) siempre hemos podido notar que a raíz de una de ellas se suspende el crecimiento de nuestra organización, y para volver a obtenerlo hemos debido hacer grandes esfuerzos. Siempre han sido esas noticias como duchazos de agua helada a nuestro cálido entusiasmo.

Si los obispos al tratar con el gobierno desaprueban nuestra actitud, si no toman en cuenta a la Guardia Nacional y tratan de dar solución al conflicto independientemente de lo que nosotros anhelamos, y sin dar oídos al clamor de una enorme multitud que tiene todos sus intereses y sus ideales jugándose en la lucha; si se olvidan de nuestros muertos, si no se toman en consideración nuestros miles de viudas y huérfanos, entonces levantaremos airados nuestra voz y en un nuevo mensaje al mundo civilizado rechazaremos tal actitud como indigna y como traidora, y probaremos nuestra aseveración. Personalmente haré cargos a los que ahora aparecen como posibles mediadores…

Lo que nos hace falta en fuerza material no lo pedimos al Episcopado, lo obtendremos por nuestro esfuerzo; sí pedimos al Episcopado fuerza moral que nos haría omnipotentes y está en sus manos dárnosla, con solo unificar su criterio y orientar a nuestro pueblo para que cumpla con su deber, aconsejándole una actitud digna y viril propia de cristianos y no de esclavos…

Creo es mi deber declarar de una manera enfática y categórica que el principal problema que hayamos tenido que afrontar los directores de este movimiento no sea el de los pertrechos. El principal problema ha sido y sigue siendo eludir la acción nociva y fatal que en el ánimo del pueblo provocan los actos constantes de nuestros obispos y la más directa y desorientada que realizan algunos señores curas y presbíteros, siguiendo lineamientos que a ellos señalan sus prelados. Nosotros hubiéramos contado con pertrechos y contingentes abundantísimos si en vez de cinco estados de la Republica hubieran respondido al grito de muerte lanzado por la patria treinta o más diócesis. El decantado poder del tirano que nosotros estamos tan capacitados para medir hubiera caído hecho añicos al primer golpe de maza, tal vez (lo hubiéramos) logrado la primera y única vez en la historia de nuestros martirios nacionales, (si) los Príncipes de nuestra Iglesia hubieran estado de acuerdo únicamente para declarar que: ‘La defensa es lícita y en su caso obligatoria…’.

Aún es tiempo de que, ensenándonos el camino del deber y dando pruebas de virilidad, se pongan francamente en esta lucha del lado de la dignidad y del decoro. ¿Acaso no los ata ya a nosotros la sangre de más de 200 sacerdotes asesinados por nuestros enemigos? ¿Hasta cuando se sentirán más cerca de los victimarios que de las víctimas? ...”
(Un mes después de esta carta se firmaron “los arreglos” dolorosísimos entre el Gobierno y el Episcopado Mexicano).