¡POR 25 AÑOS DE FIDELIDAD!
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domingo, 30 de junio de 2013
SERMÓN DOMINGO VI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS - R.P. RENÉ TRINCADO
OPERACIÓN
SUPERVIVENCIA – OPERACIÓN SUICIDIO
El 30 de junio de 1988, Monseñor Lefebvre consagró
cuatro Obispos para la FSSPX. Hoy se cumplen veinticinco años de ese gran
acontecimiento.
Decía Monseñor Lefebvre, en su sermón, que las
ordenaciones episcopales eran la operación
“supervivencia” de la Tradición. Esta jornada de hoy -cito a Monseñor- es la operación “supervivencia”. Y si
hubiera hecho esa otra operación con Roma, siguiendo los acuerdos que habíamos
firmado y poniendo en práctica a continuación estos acuerdos, haría la
operación “suicidio”. Así pues, no hay elección: ¡debemos sobrevivir! Y por eso
hoy, al consagrar a estos obispos, estoy persuadido de hacer continuar, de
hacer vivir la Tradición, es decir, la Iglesia Católica.
LA
HORA DE LA TRAICIÓN: DE DAVID A SALOMÉ
Lo que Monseñor Lefebvre entonces no podía imaginar
era que uno de los Obispos consagrados, siendo su sucesor, 24 años más tarde,
iba a lanzar de nuevo la “operación suicidio”, al pretender someter la Fraternidad
a las autoridades romanas. Es imposible
someternos a la autoridad (…). Sería ponernos en sus manos y por consiguiente
en las manos de los que quieren llevarnos al espíritu del Concilio, al espíritu
de Asís. No es posible. (…), decía Mons. Lefebvre en ese sermón.
¿La
Fraternidad ha depuesto la intención de buscar un reconocimiento canónico por
parte de Roma? No. La prueba está en que las condiciones puestas por el capítulo
general de julio del año pasado no han sido revocadas. Esas condiciones son una
verdadera “oferta de venta” de la congregación.
Eso de que las seis condiciones protegen a la Tradición es una mentira, como en
otro sermón hemos demostrado. Esas
condiciones son un ofrecimiento o
solicitación permanente a los romanos. En la declaración de este jueves 27
de junio, los tres Obispos de la FSSPX ratifican las seis condiciones y se
declaran a favor del acuerdo práctico. Estamos en plena “operación suicidio”. Esa
es la verdad.
La
congregación está dejando de ser un David que combate varonilmente contra el Goliat
liberal y modernista, y está siendo transformada en una Salomé -la hija de
Herodías e hijastra de Herodes Antipas-, esa miserable mujerzuela que bailaba y
se exhibía para agradar a los hombres.
QUIERO
LA CABEZA DE JUAN EL BAUTISTA
A propósito de ese episodio: Monseñor Williamson es
hoy como san Juan Bautista entonces. Así como San Juan Bautista era el
obstáculo que había que remover en orden a la unión adúltera de Herodes y
Herodías, Monseñor Williamson era el
obstáculo que había que quitar con miras a la unión adúltera entre la FSSPX y
Roma. Y no sólo en eso se parece Monseñor Williamson al Bautista, sino en la
fortaleza y otras muchas nobles virtudes y, sobre todo, en esa santa e inquebrantable intransigencia en
cuanto a la fe, intransigencia heredada de Mons. Lefebvre y traicionada
flagrantemente en la declaración doctrinal presentada por la Fraternidad al Vaticano
en abril del 2012.
Quiero
la cabeza de Juan el Bautista, dijo la
mujerzuela Salomé. Han transcurrido 25 años desde esas consagraciones y no estuvo
presente Monseñor Williamson en las celebraciones oficiales, sino que estuvo rodeado
de un puñado de Sacerdotes de la Resistencia, nuestros compañeros de trinchera.
Quiero la cabeza de Juan el Bautista.
Mons. Williamson ha sido expulsado por
los traidores. Es la Cruz de Cristo. Es el destino de los elegidos de Dios.
Porque dice el Evangelio: Bienaventurados
seréis cuando os odien los hombres, y os expulsen, y os ultrajen, y proscriban
vuestro nombre como malo por el Hijo del hombre. Gozaos en aquel día, y
regocijaos; porque vuestro premio será grande en el cielo. (Lc 6, 22-23).
¡TODOS
CONTRA WILLIAMSON!
¿Cómo no recordar en este momento, también, los sucesos
del año 2009? En esa ocasión Monseñor Williamson fue objeto del odio
mancomunado de judíos, masones, políticos izquierdistas y derechistas, creyentes
y ateos, católicos progresistas y católicos conservadores, medios de prensa, y,
en fin, de todo el mundo. Todos contra Williamson. Pilatos y Herodes eran
enemigos, pero se hicieron amigos cuando se unieron en causa común contra
Cristo. El mismo Superior General, en lugar de haber defendido lealmente a
Mons. Williamson en esos días, o en lugar de haber guardado un cauto silencio;
se unió a la jauría que vociferaba “¡quítenlo,
quítenlo!, ¡crucifíquenlo, crucifíquenlo!”. Monseñor Williamson ha sido entregado por los traidores. Si hay un
Obispo odiado por todo el mundo, ese es Monseñor Williamson. Pero si el mundo os odia, -dice Cristo- sabed que me odió a mí antes que a
vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo: mas porque no
sois del mundo, antes yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia.
Acordaos de mi palabra, que yo os lo he dicho: El siervo no es mayor que su
Señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros (Jn 15,
18 - 20).
ESTOTE
FORTES IN BELLO
Estote
fortes in bello et pugnate cum antiquo serpente, et accipietis regnum æternum
(Sed valientes en la guerra y combatid
contra la serpiente antigua, y recibiréis el reino eterno). Esta es una antífona
del oficio de los Apóstoles, y Monseñor Williamson, como digno sucesor de éstos,
la ha clavado, cual bandera, en su ancho corazón de hombre y la ha puesto por
obra contra todo y contra todos a fin de ser hallado fiel, como reza su lema
episcopal: Ut Fidelis Inveniatur. A
fin de ser hallado fiel por Nuestro Señor Jesucristo, bajo cuyo estandarte -la
Cruz gloriosa- militamos en la Iglesia, en la Tradición y en la Resistencia
Católica. A eso vinimos al mundo: a combatir por Cristo. La guerra de Dios es
la vocación de todos los católicos.
DESDE
EL BENDITO SUELO GUADALUPANO
Su Excelencia: desde el bendito suelo guadalupano,
desde esta tierra regada con la sangre de los que tuvieron la hombría de morir
y de matar por Cristo, desde las últimas
trincheras cristeras rendimos hoy nuestro homenaje al único Obispo católico del
mundo que se mantiene totalmente fiel a Jesucristo, y le rogamos que cuente
con nosotros como sus esforzados soldados y servidores en esta lucha que no
admite treguas cobardes ni acuerdos traidores, en la guerra santa en contra del
maldito demonio liberal y modernista que ocupa y destruye la Iglesia de Cristo.
Y porque no olvidamos que no estamos hechos de acero
sino de barro, suplicamos a Nuestra señora de Guadalupe, Generala de la
Resistencia Católica, nos alcance de Dios la gracia para combatir y resistir
hasta el fin.
sábado, 29 de junio de 2013
POR QUÉ ES IMPOSIBLE EL ACUERDO PRÁCTICO, EN PALABRAS DE MONSEÑOR DE GALARRETA.
La nueva Declaración de los tres
obispos de la Neo-FSSPX acepta claramente el acuerdo práctico con Roma: sea
que se nos reconozca explícitamente el derecho de profesar de manera íntegra la
fe y de rechazar los errores que le son contrarios, con el derecho y el deber
de oponernos públicamente a los errores y a sus fautores, sean quienes fueren –
lo que permitirá un comienzo de restablecimiento del orden.
Monseñor de Galarreta, en su sermón
de las ordenaciones del 29 de junio de 2004, explicaba a los fieles el por qué
es IMPOSIBLE firmar un acuerdo práctico con Roma. Las razones que expresa son
muy fuertes y en vista que la situación en Roma no ha cambiado ni un ápice,
estas razones son de total actualidad.
¿Quién cambió, los tres obispos o Monseñor Williamson?
(EXTRACTO)
"Es necesario que esto sea
evidente para nosotros: un acuerdo puramente práctico es imposible.
Desde que tuvo lugar uno de los
primeros contactos con Roma, alguien nos dijo: “no discutamos de doctrina, nos
vamos a enredar”. Miren ustedes, esa parece una frase anodina pero es muy
grave. ¿Qué es lo que quiere decir? Esto quiere decir la verdad divide, y eso
es lo que ellos creen. Esto es lo que funda la libertad religiosa, también el
ecumenismo. La verdad divide, por lo tanto hay que dejarla de lado. Esto nos
recuerda mucho la frase de Pilatos: “¿Qué es la verdad?” Y el Apóstol san Pablo
nos advierte en la epístola a los Tesalonicenses que Dios enviará un
espíritu de ceguera a los hombres, porque no recibieron con amor la verdad.
Para tener un punto de partida, para
entendernos, es necesario un fundamento esencial. Y además ¿cómo podríamos nosotros ponernos bajo la
autoridad de aquellos que demuelen la Iglesia y que no quieren cambiar? ¡Es la
cuadratura del círculo! ¡Querer conservar la Tradición y obedecer a
aquellos que no quieren cambiar de dirección, que están en el sentido de
ruptura con la Tradición, la demolición de todo! Esto es una utopía,
una quimera, es tomar los deseos por la realidad. Mientras que
no haya un retorno de la más alta autoridad de la Iglesia, no podemos
hacer un acuerdo puramente práctico. Esto no es posible en este momento. Y
en su momento, este acuerdo no será puramente práctico.
Eso sería duplicidad.
Hay todavía un aspecto muy
importante, y es que todo acuerdo puramente práctico supondría una
contradicción de nuestra parte, una disociación de la fe que
tenemos en el corazón y la fe que tenemos en los labios. Dicho de otro
modo, entre la fe católica y la confesión de la fe católica.
Eso nos pondría en una duplicidad, eso es astucia y no
prudencia. Porque habría que –al menos públicamente- hacer creer que
nosotros admitimos lo que pasa actualmente en la Iglesia en Roma.
Aquí, yo digo que no podemos
cooperar con aquellos que van contra la fe católica, es lo que dice el
apóstol San Pablo: ¿Qué acuerdo puede haber entre la luz y las
tinieblas, entre la justicia y la injusticia?. No portéis el mismo yugo
con los infieles. Yo creo que podemos aplicar esto muy bien aquí.
Pues no se trata solamente de rehusar una confusión desde el punto de
vista doctrinal, desde el punto de vista teológico de la fe, desde el punto de
vista del culto, sino incluso desde el punto de vista práctico de
la acción, nosotros no podemos trabajar juntos porque nosotros vamos en
sentido contrario, absolutamente contrario y se trata de la fe. Porque la condición
implícita de un acuerdo con nosotros –e incluso a veces condición
explícita, pero como lo que se escribe en pequeños caracteres en un contrato- es
que nosotros reconozcamos el pluralismo, que reconozcamos el ecumenismo.
Esto equivaldría a decir: La Tradición se admite como un carisma particular.
Pero si nosotros admitimos eso, nosotros ponemos la verdad católica al
nivel de las opiniones, y estamos en pleno pluralismo, ecumenismo,
relativismo, indiferentismo. Hay un problema esencial. Es evidente
que cada vez se nos propone lo que podríamos llamar: la Tradición libre
en la iglesia conciliar libre. Tomemos la última entrevista con el Cardenal
Castrillón Hoyos que está en internet y en todas partes –el expresamente la
quiso pública- y verán. Es una reducción extraordinaria. El
dijo que el problema tradicionalista se reduce a una cuestión litúrgica y
devocional. Por lo tanto, nuestra adhesión a la Santa Misa es una cuestión
litúrgica y devocional que se reduce a una cuestión de sensibilidad y de
sentimiento. Nuestra posición atañería a la libertad de conciencia, y
podríamos muy bien llevarla a “la unidad en la diversidad”. El
cardenal dijo que no hay ningún problema a que haya contrarios con tal que se
haga referencia a esta nueva unidad que está fundada exclusivamente
sobre el papa. Por supuesto, porque se trata de un papa modernista.
Su enfoque es claro, lo que nos proponen: les reconocemos una particularidad,
pero ustedes reconocen todo lo demás. Ustedes reconocen el principio que
demuele la fe, que está demoliendo la fe y también al mundo. Asistimos
verdaderamente al establecimiento de otra fe, de otra religión por lo que
debemos ser muy prudentes.
Quizá ustedes dirán: este panorama es
muy triste, es desolador. Yo creo que nuestra consolación no puede venir de la
situación que vivimos. No debemos buscar la consolación donde ella no está. Lo
que nos consuela, no es verdaderamente la situación que vamos a vivir, ella
viene de arriba, viene primeramente de Dios, de la Providencia. San Pablo nos
recuerda que todas las cosas cooperan al bien de aquellos que aman a Dios. Es
una frase de un alcance enorme. Todo coopera al bien de los que aman a Dios, no
solamente los bienes sino que también los males, las adversidades, los
sufrimientos, las tribulaciones. Esto quiere decir que todo está ordenado para
el bien de la parte más noble del universo que es el Cuerpo Místico de Nuestro
Señor Jesucristo, la Iglesia. Todo lo que nos sucede está ordenado para nuestro
biensiempre y cuando permanezcamos en el amor de Dios, porque todo
coopera al bien de los que aman a Dios. Y san Agustín tiene una bella frase,
dice: La tribulación será lo que tú quieras que sea, o bien una prueba
o bien una condenación. Si te encuentra como el oro, te purifica, te
quita las escorias; si te encuentra como la paja, te consume. Es
por eso que el Apóstol agrega: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién
está contra nosotros? Si Dios está con nosotros, si estamos con Dios,
¿quién está contra nosotros. Y esto debe darnos una tranquilidad profunda, una
esperanza sobrenatural, que vale mucho más que cualquier esperanza
terrestre".
Tomado de Le Sel de la Terre n° 50. Otoño de 2004, páginas 223, 224, 225.
Tomado de Le Sel de la Terre n° 50. Otoño de 2004, páginas 223, 224, 225.
SÁBADO MARIANO: NO OLVIDE REZAR SU ROSARIO.
“Miren los frutos que he alcanzado con la
predicación del santo rosario. Que hagan lo mismo ustedes y cuantos aman a la
Santísima Virgen, para atraer, mediante el santo ejercicio del rosario, a todos
los pueblos a la ciencia verdadera de la virtud”.
Santo Domingo de Guzmán
¡EL ROSARIO ES LA
SOLUCIÓN!
¡TENEMOS EL ARMA EN NUESTRAS MANOS! QUE LA
VIRGEN SANTISIMA PROTEJA TODOS LOS SUS HIJOS POR MEDIO DEL ROSARIO!
No dudemos, estimados hermanos, que ante los
terribles acontecimientos que asolan la Tradición, la Santísima Virgen tiene un
arma poderosa para lograr que las almas, sobre todo las sacerdotales,
reconozcan la verdad y empiecen a combatir el error y el liberalismo que
corroen a la FSSPX. ¡Esta arma son los quince misterios del Rosario rezados
todos los días! ¡No lo olvide!
DECLARACIÓN DE LA RESISTENCIA DE LA FSSPX EN EL 25º ANIVERSARIO DE LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES
Vienna, Virginia, Estados Unidos – Junio 29 de 2013
Al
celebrar el 25º aniversario de la heroica decisión de Monseñor Lefebvre en 1988
de consagrar obispos verdaderamente Católicos para la defensa de la Fe católica
y para la preservación de Sacramentos válidos de la devastación de la Iglesia creada
por el desastroso Concilio Vaticano II, un grupo de sacerdotes expresan su alarma
ante la misma devastación que se está creando en la Fraternidad San Pío X, y han
resuelto conjuntamente hacer todo lo posible por proteger a la Iglesia y a la Fraternidad
contra este nuevo peligro.
Así
como las autoridades de Roma han utilizado los últimos 50 años para tratar de
reconciliar a la Iglesia con el mundo, y en particular por medio de la libertad
religiosa y del ecumenismo del Concilio Vaticano II, el Superior General de la Fraternidad
durante los últimos 15 años ha hecho todo lo posible para promover el sueño
perverso de la conciliación de la Tradición católica con la Roma Conciliar. Por
ejemplo, la Declaración de 27 de junio 2013, una vez más deja la puerta abierta
a la reapertura de las negociaciones con Roma Conciliar. (Cf. N º 11)
El
resultado de este intento de reconciliar lo irreconciliable dentro de la Fraternidad
San Pío X ha sido la persecución de sacerdotes buenos, la ruina progresiva del
trabajo del Arzobispo y la puesta en peligro de la salvación eterna de un sin
número de almas. Esto se debe a que la Fraternidad San Pío X fue durante muchos
años un ancla de la verdadera fe de toda la Iglesia, y ahora el ancla se ha
roto. Y al igual que las autoridades del Vaticano II perdieron la confianza de muchos
fieles católicos por sus ambigüedades, duplicidades, y mentiras, ahora las
autoridades liberales de la Fraternidad San Pío X están perdiendo toda la
confianza de muchos católicos tradicionales por su traición a la Tradición.
Ahora,
¿qué puede hacer un grupo pequeño y disperso de sacerdotes para salvar la
situación? Dios salvará a su Iglesia por la conversión del Papa cuando su Madre
obtendrá por fin la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón. Sin embargo,
la verdad no es una cuestión de mayoría y por lo que nos fijamos el programa
del Arzobispo:
“La Santísima Virgen saldrá victoriosa. Ella vencerá la gran
apostasía, fruto del liberalismo. ¡Una razón para no quedarnos de brazos
cruzados! Debemos luchar más que nunca por el Reino Social de Nuestro Señor
Jesucristo. En este combate, no estamos solos; tenemos con nosotros a todos los
Papas hasta Pío XII inclusive. Todos ellos combatieron el liberalismo para
resguardar la Iglesia. Dios no ha permitido que lo lograran, ¡pero eso no es
una razón para rendir las armas! Es necesario resistir. Es necesario construir
mientras otros destruyen. Es necesario reedificar las ciudadelas derrumbadas,
reconstruir los bastiones de la fe. Primero el santo Sacrificio de la Misa de
siempre, forjador de santos. Luego nuestras capillas que son verdaderamente
nuestras parroquias, los monasterios, las familias numerosas, las escuelas
católicas, las empresas fieles a la doctrina social de la Iglesia, los hombres
políticos decididos a hacer la política de Jesucristo. Debemos restaurar un
conjunto de costumbres, vida social y reflejos cristianos, con la amplitud y
duración que Dios disponga. ¡Lo único que sé, la fe nos la enseña, es que
Nuestro Señor Jesucristo debe reinar en este mundo, ahora y no solamente al fin
del mundo, tal como quisieron los liberales!
Mientras ellos destruyen, nosotros tenemos la felicidad de construir.
Felicidad mayor aún, porque generaciones
de jóvenes sacerdotes participan con celo en esta tarea de reconstrucción de la Iglesia para la salvación de las
almas.”
(Le Destronaron; Capítulo
XXXIV)
S.E. Mons. Richard Williamson SSPX
R.P. Joseph Pfeiffer SSPX
R.P. Tomas de Aquino O.S.B.
R.P.
Jahir FBMV
R.P.
Jean-Michel Faure SSPX
R.P. Ronald Ringrose
R.P. Juan Carlos Ortiz SSPX
R.P. Hugo Ruiz SSPX
R.P. Ernesto Cardozo SSPX
R.P. Joaquim FBMV
R.P. Richard Voigt SSPX
R.P. David Hewko SSPX
R.P.
François Chazal SSPX
R.P.
Valan Rajakumar SSPX
R.P.
Patrick Girouard SSPX
R.P.
René Trincado SSPX
R.P.
Olivier Rioult SSPX
R.P. Rafael OSB
R.P. Edgardo Suelo SSPX
Hno.
Placide OSB
Hno. Andrés OSB
viernes, 28 de junio de 2013
COMENTARIOS ELEISON: AUTORIDAD MUTILADA II
Número
CCCXI (311)
29
de Junio de 2013
AUTORIDAD MUTILADA II
Mons.
Williamson
Nuevamente
estoy siendo impulsado por un valiente participante de la “Resistencia”
Católica de hoy, a ponerme a su cabeza. La razón dada continúa siendo que soy
el único obispo que hasta ahora está teniendo alguna parte en este movimiento
de oposición al colapso interno de la Fraternidad San Pío X. Pero Dios otorgó
el soplo de vida de la autoridad eclesial al Arzobispo Lefebvre, cuyos
sucesores han abusado cruelmente de ella. Entonces ¿por qué debería El
otorgarla nuevamente? La crisis de la Iglesia ha avanzado tanto más entre los
años 1970 y 2010. A riesgo de molestar a muchos de ustedes, aquí están los
principales argumentos de esta buena alma, con las respuestas que propongo a
todos, pero impongo en nadie:
1
La amplia diversidad de opiniones entre los Sacerdotes de la Resistencia
confunde a los laicos. * Pero controlar opiniones requiere autoridad (ver
arriba). Y, tal vez, los católicos merecen estar confundidos después de que
tantos de ellos ciegamente siguieron al Vaticano II y ciegamente están
siguiendo a la FSPX. Tal vez Dios está enojado con la obediencia ciega. Tal vez
El quiere que los católicos usen sus cabezas y piensen por ellos mismos, y que
no simplemente “obedezcan” ciegamente para llegar sin esfuerzo al Cielo.
2
En particular hay confusión sobre si tirarse por la borda, i.e. dejar de
asistir a las Misas de la FSPX. * Pero, ¿por qué una única opinión debe aplicar
a todos los casos? Todo tipo de diferentes circunstancias pueden atañer a tal
pregunta. De acuerdo, quedarse con la FSPX en su falso curso presente implica
un peligro real de resbalarse gradualmente, pero las almas necesitan los
sacramentos y, de ninguna manera, todos los sacerdotes de la FSPX son hasta
ahora traidores. En Francia, recientemente, la primera edición de un libro de
350 páginas, 90% de las cuales consisten en citas del Arzobispo Lefebvre, se
agotó en dos semanas. Fue compaginado por un Sacerdote de la FSPX, el Padre
François Pivert. Ese es un signo bueno de esperanza. ¡Que Dios lo bendiga!
3
La fricción entre los Sacerdotes de la Resistencia puede hacer que la
Resistencia se auto-destruya. * Siempre ha habido, y siempre habrá, fricciones personales
entre los Sacerdotes. La fricción doctrinal es mucho más grave. Es la
fidelidad doctrinal la que principalmente mantuvo unida a la FSPX hasta ahora,
y es la infidelidad doctrinal la que ahora la está destruyendo. Es la fidelidad
doctrinal la que garantizará nuestra una y única Fe, lo cual es la base para lo
que sea que sobrevivirá de catolicismo en la Iglesia, como en la FSPX, y en la
“Resistencia”.
4
No hay Iglesia sin cabeza o jerarquía. Dios nos quiere organizados. * Normalmente,
por cierto, no hay Iglesia sin cabeza o jerarquía, pero el hombre moderno ha
creado una situación anormal. Mientras que el centurión pagano en el
Evangelio (Mt. VIII, 6-10) tenía un sentido natural de cómo comandar y cómo
obedecer (los dos van juntos), el hombre “democrático” ha desaprendido
voluntariamente, en nombre de la libertad, como hacer ambos. Así, los comandos
arbitrarios y la obediencia excesiva, están actualmente destruyendo a la FSPX,
así como han mayormente destruido a la Iglesia oficial. Esto es así porque
ambos, gobernantes y gobernados, no toman en serio, no aman la Verdad objetiva
que está por encima de ambos y que, cuando se Le presta atención, no tiene
reparos en armonizar la autoridad y la obediencia de ambos. Tal vez Dios desea
que nosotros persigamos más la doctrina que la organización.
En
conclusión, esta prueba excepcional de la Iglesia durará tanto como Dios
necesite que dure para la purificación de Su Iglesia. Mientras tanto, en los
principios del siglo 21ero, me parece que simplemente no hay suficiente paja
católica remanente para hacer un ladrillo católico como la FSPX de finales del
siglo 20mo. Paciencia. Dios se saldrá con la Suya. Es Su Iglesia y El la está
cuidando. Paciencia.
Kyrie
Eleison
COMENTARIOS A LA “DECLARACIÓN CON OCASIÓN DEL XXVº ANIVERSARIO DE LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES” DE LA FSSPX
Se
ha dado a conocer este miércoles 27 de junio una “DECLARACIÓN CON OCASIÓN DEL
XXVº ANIVERSARIO DE LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES” suscripta por los tres obispos que subsisten en la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X. Puede leerse íntegra tanto en el sitio web de la
Fraternidad como en diversos sitios y blogs, entre ellos el nuestro.
Es
indispensable hacer una serie de consideraciones sobre la misma, porque como
cada nuevo documento o declaración emitidos por las autoridades de la FSSPX,
confirma su novedad absoluta con respecto a la posición histórica mantenida por
la Fraternidad en tiempos de Monseñor Lefebvre. Con el agravante en este caso
de que las repercusiones mediáticas han de ser mayores ya que se hace mención a
las consagraciones episcopales que tanto revuelo causaron en su momento.
Indudablemente
la estrategia diplomática pareciera en la superficie haberse evaporado, si uno
se ciñe a la mayor parte del contenido de la misma. Pero si uno lee
detenidamente, puede entenderse que se sigue apostando a un futuro
entendimiento con la iglesia conciliar a pesar de todas las críticas severas
que se le hacen. Por tanto, estamos ante un hecho gravísimo, ante una
declaración que es un paso muy importante hacia el precipicio en el marco de la
“operación suicidio”. Y esto más allá de que esta Roma vaya a aceptar o no un
acuerdo, porque el problema aquí es que esta Fraternidad ya ha aceptado la
posibilidad de un acuerdo ¡por lo que va más lejos que la misma Roma en la
traición a sus principios!
Allí
está la astucia serpentina del texto: puede leerse tanto con anteojos negros como con anteojos rosados (en esto no somos
originales, seguimos lo afirmado por Mons. Fellay sobre la lectura de su
Declaración doctrinal del 15 de abril del 2012), y ambos llegarán a la misma
conclusión; pero si se lee sin ninguna clase de lentes salvo los que Dios nos
dio, podrá comprenderse lo tramposo que hay en esta declaración. Pero no
debería sorprendernos esto, teniendo en cuenta las anteriores ambigüedades y
retorcimientos de Monseñor Fellay y sus asistentes en declaraciones y
conferencias que luego necesitaban ser explicadas y vueltas a explicar para que
los pobres fieles pudieran comprender qué era lo que el Superior había querido
decir sin ser mal interpretado. Como bien afirma el Padre Girouard, se pone el
foco en la “percepción” que se quiere obtener de parte de unos y de otros,
antes que en la firmeza indisputable de la verdad. De allí que se consiga dejar
contento al que quiere que lo dejen contento, mas la verdad clama porque no se
deja manosear ya que ella no debe servir, sino que debe ser servida, pues la Verdad
no nos pertenece sino que es un Nombre que se ha dado a sí mismo el propio
Dios.
Veamos
en principio las dos lecturas rápidas y directas cómo llegan a coincidir y
confirmar lo que presumen:
Anteojos negros: los
usan los que desde siempre han
estado en contra de la Fraternidad, los modernistas o resabiados de liberalismo
que suelen descalificar todo lo que tenga que ver con los “lefebvristas” o
“lefebvrianos”, como nos llaman despectivamente. Ellos juzgan que la FSSPX –en
eso son coherentes- es ingrata con la iglesia conciliar porque después de todo
lo que le ha otorgado se niega a participar plenamente de la estructura oficial
y hasta tiene el tupé de hacer críticas. Para ellos fue Roma quien cedió y no
la Fraternidad en las largas negociaciones, y ahora la incorregible Fraternidad
volvería al ataque como siempre. Es decir, leen todo con anteojos negros: la Fraternidad es inconquistable. Pero, leen a
partir de sus odiosos prejuicios que los hace enceguecer, y por lo tanto, leen
con anteojos negros. El odio y el
temor lo oscurecen todo.
Anteojos rosados: son
los fieles más desprevenidos y desinformados de la propia Fraternidad, que
luego de leer la Declaración se tranquilizan y regocijan puesto que se critica
duramente al Vaticano II, se afirma que nada ha cambiado y que las
consagraciones episcopales conservan su razón de ser. Para ellos también la
Fraternidad es inconquistable, un bastión que sigue fielmente los pasos de
Mons. Lefebvre. Pero leen a partir de sus prejuicios positivos y desatentos, es
decir, leen con anteojos rosados y no están dispuestos a salirse ni
una coma del lenguaje oficial, pues todo análisis sería considerado una
descortesía o traición. Son los que parecen decir “iota unum” y discusión
acabada.
La
Declaración, compuesta de doce párrafos, va señalando uno tras otro, luego de
un primero de introducción, los errores conciliares que fueron motivo para que
Monseñor Lefebvre tuviera que realizar las consagraciones episcopales sin
mandato del Sumo Pontífice. Luego de las aserciones sobre estos problemas, y ya
casi finalizando la declaración, en su párrafo número 11, es cuando aparece el sutil
veneno. Estimamos por la diferencia en los
párrafos que este parece netamente redactado por Mons. Fellay, pues
muestra bien a las claras (¡leído sin lentes de colores!) su perenne afán de
insertarse en la iglesia conciliar sin que ésta se haya convertido. Pero más
adelante veremos en detalle ese tema.
Diremos
sin entrar todavía a lo particular, que con mucha habilidad se habla de
problemas concretos de la Iglesia pero sin responsabilizar directamente a
quienes hoy -o en los tiempos recientes- la conducen. Si Mons. Lefebvre se
animaba valientemente a decir en aquella carta que “la Sede de Pedro y los
puestos de autoridad de Roma están
ocupados por anticristos, la destrucción del Reinado de Nuestro Señor prosigue
rápidamente dentro mismo de su Cuerpo Místico en esta tierra” o “Puesto que esta Roma, modernista y liberal, prosigue su obra
destructora del Reinado de Nuestro Señor, como lo prueban Asís y la
confirmación de las tesis liberales del Vaticano II sobre la libertad religiosa”, y se refiere a “esta Roma”, es decir la de aquel momento
e incluso llegando a decir que “Esto nos ha valido la persecución de la Roma anticristo”, en cambio los tres obispos prefieren
hablar en general, sin identificar los problemas que denuncian con “esta Roma”
de ahora y quien ocupa la Sede de Pedro. ¿Pero acaso Francisco es más ortodoxo,
o menos escandaloso que Juan Pablo II?
Por supuesto que podría decirse que al hablar de los graves problemas de
la Iglesia y mencionar al concilio, se estaría involucrando a todos los que
adhieren a él, incluyendo las actuales autoridades de la Iglesia, e incluso
argüirse que Mons. Lefebvre debió ser tan duro para justificar aquella extrema
medida por él tomada.
Pero Monseñor Lefebvre deja bien claro que “la destrucción del Reinado de Nuestro Señor prosigue rápidamente dentro
mismo de su Cuerpo Místico en esta tierra” debido a que “la Sede de Pedro y los puestos de autoridad
de Roma están ocupados por anticristos”. Los errores no se imponen ni se
difunden solos, sino en un cuerpo y por sus agentes. No hace falta que Mons.
Lefebvre diga el nombre del Papa o los cardenales porque lo está afirmando sin
necesidad de nombrarlos. Pero debe dar a entender claramente quiénes son los
autores del mal. De lo contrario como un mal médico, sólo atendería a los
síntomas. Que se mencione como principio de la gran revolución en la Iglesia al
Vaticano II, es correcto, pero quienes ahora ponen en práctica esos malditos
principios son las actuales autoridades incluyendo la Sede de Pedro. Y esto,
tratándose de una conmemoración de las fundamentales consagraciones episcopales
para la supervivencia de la Tradición, debe ser dicho para que se comprenda
que, si nada cambió como para que las consagraciones sigan teniendo razón de
ser, pues entonces nada ha cambiado en la propia Fraternidad. Pero está claro
que algo ha cambiado, pues el lenguaje –lo que se dice- ya no es el mismo,
aunque se quiera aparentar que sí lo es. ¿No afirmó recientemente Mons. Fellay en una
entrevista oficial que sigue dispuesto (“abierto”) a ir a esta Roma
porque “es la Iglesia de Dios” (sspx.org), a pesar de que todo lo que hace la
iglesia conciliar es combatir al verdadero Dios y enseñar la nueva religión del
Hombre como Dios?
“No hay ninguna injuria en decir lo
que está a la vista de todos”, nos recuerda Sardá y Salvany, y también: “Dado que el liberalismo es cosa mala, no es faltar
a la caridad llamar malos a los defensores públicos y conscientes del
Liberalismo”. Nos recuerda asimismo que “el Bautista empezó por llamar a los fariseos ‘raza de víboras’. Cristo
no se abstuvo de apostrofarlos con los epítetos de ‘hipócritas, sepulcros
blanqueados, generación malvada y adúltera’ sin que creyese por ello manchar la
santidad de su mansísima predicación. San Pablo decía de los cismáticos de
Creta que eran mentirosos, malas bestias, barrigones, perezosos’” (El
liberalismo es pecado, cap. XXII). El mismo lenguaje utilizaron San Jerónimo,
San Juan Crisóstomo, San Bernardo, Santo Tomás, etc. Monseñor Lefebvre los
llamó “anticristos”. ¿Pero acaso un liberal deja de serlo por el hecho de
llevar sotana o capelo cardenalicio? ¿No es eso un agravante para la injuria
que le hace a la Iglesia y la doctrina de Dios? Contagio liberal, sin dudas,
esta descripción del mal sin animarse a señalar como corresponde a sus autores.
“¿De dónde ha sacado, pues, el
Liberalismo la novedad de que al combatir los errores se debe prescindir de las
personas, y aun mimarlas y acariciarlas? Aténgase a lo que le enseña sobre esto
la tradición cristiana, y déjenos a los ultramontanos defender la fe como se ha
defendido siempre en la Iglesia de Dios” (Ob. cit., cap. XXIII).
Digamos también, antes de pasar al texto en sí de la Declaración, que
Mons. Lefebvre terminaba diciendo en su carta que los obispos “podrán depositar la gracia de su episcopado
para que la confirme” en las manos de “un
sucesor de Pedro perfectamente católico”. Los tres obispos actuales,
en cambio, admiten poder depositar su episcopado en un sucesor de Pedro que no
sea “perfectamente católico”, pues les basta como condición que “se nos reconozca explícitamente el derecho
de profesar de manera íntegra la fe y de rechazar los errores que le son
contrarios, con el derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y
a sus fautores, sean quienes fueren – lo que permitirá un comienzo de
restablecimiento del orden”, con lo cual se quiere decir que si ese es el
principio del restablecimiento del orden –con la reinserción de la FSSPX en la
Iglesia oficial-, es porque el orden todavía no existe y por lo tanto el Papa
no es “perfectamente católico” y la Fraternidad debe ayudarle a ello. Esto no
puede interpretarse de otro modo ya que la primera condición mencionada en el
mismo párrafo –pero distinta de esta- es “que
Roma regrese de modo rápido a la Tradición y a la fe de siempre —lo que
restablecerá el orden en la Iglesia”, en ese caso sí el papa sería
perfectamente católico. Por lo tanto, contrariando a Mons. Lefebvre, la FSSPX (con
la ilusión satánica de que Roma regresaría gradualmente a la Tradición) aceptaría
depositar su episcopado en un Papa “más o menos católico”, o mitad católico
mitad liberal. ¿Todavía habrá quién se pregunte qué tiene de malo eso? Pues
cuando se dice “perfectamente católico” no se quiere decir que sea un católico
perfecto, santo, que nunca hace macanas, sino que no enseña, promueve o permite
herejías que mancillen o atenten contra la doctrina católica.
Pasamos a considerar en detalle la declaración, apuntando nuestros
comentarios en color rojo (no porque usemos anteojos de ese color sino para
distinguir más claramente un texto del otro).
DECLARACIÓN
CON OCASIÓN DEL
XXVº
ANIVERSARIO DE LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES
(30
de junio de 1988 – 27 de junio de 2013)
1. Con ocasión del XXVº
aniversario de las consagraciones, los obispos de la Fraternidad Sacerdotal San
Pío X expresan solemnemente su gratitud a Mons. Marcel Lefebvre y a Mons.
Antonio de Castro Mayer por el acto heroico que realizaron el 30 de junio de 1988.
En particular quieren manifestar su gratitud filial a su venerado fundador,
quien, después de tantos años de servicio a la Iglesia y al Romano Pontífice,
no dudó en sufrir la injusta acusación de desobediencia no sólo fue acusado, sino también
vilmente “excomulgado”, ¿por qué esto no se dice? para
salvaguardar la fe y el sacerdocio católicos. Misma injusta acusación que luego han hecho estas autoridades de la
FSSPX a uno de sus obispos Mons. Williamson, por querer salvaguardar la fe,
misma actitud de Mons. Lefebvre que tuvo el mismo resultado por parte de los
liberales: la acusación falsa, la condena y el castigo. Pero la verdad no puede
ser silenciada, como el ejemplo de Mons. Lefebvre nos enseñó.
2. En la carta que nos
dirigió antes de las consagraciones, escribía: “Os conjuro a que permanezcáis
unidos a la Sede de Pedro, a la Iglesia romana, Madre y Maestra de todas las
Iglesias, en la fe católica íntegra, expresada en los Símbolos de la fe, en el
catecismo del Concilio de Trento, conforme a lo que os ha sido enseñado en
vuestro seminario. Permaneced fieles en la transmisión de esta fe para que
venga a nosotros el Reino de Nuestro Señor.” Esta frase expresa la razón
profunda del acto que habría de realizar: “para que venga a nosotros el Reino
de Nuestro Señor”, adveniat regnum tuum!
3.
Siguiendo a Mons. Lefebvre, afirmamos que la causa de los graves errores que
están demoliendo la Iglesia no reside en una mala interpretación de los textos
conciliares —una “hermenéutica de la ruptura” que se opondría a una
“hermenéutica de la reforma en la continuidad”—, sino en los textos mismos, a
causa de la inaudita línea escogida por el concilio Vaticano II. ¡Asombrosa contradicción! Pues
había dicho Mons. Fellay, que es la cabeza de la Fraternidad: “Después de las discusiones, nos hemos dado cuenta que los errores que
creíamos provenientes del Concilio de hecho son resultado de la interpretación
común que se ha hecho de él”. “El
Papa dice que (…) el Concilio debe ser colocado en la gran tradición de la
Iglesia, que debe ser comprendido en acuerdo con ella. Estas son declaraciones
con las cuales estamos completamente de acuerdo, entera, absolutamente” (Entrevista
a “Catholic News Services”, 11 de mayo de 2012). Desde la FSSPX seguramente se
argumentará que ese es un lenguaje diplomático dado en una entrevista, ¿y con
eso qué? ¿Tan poco valor tienen las palabras? ¿Un obispo no debe ser veraz
siempre, o a veces se puede permitir decir lo contrario de lo que cree
verdaderamente? En la Declaración doctrinal altamente ambigua y diplomática,
afirmó que el Vaticano II “ilumina –es
decir profundiza y explica ulteriormente- ciertos aspectos de la vida y de la
doctrina de la Iglesia, implícitamente presentes en ella, y aún no formulados
conceptualmente”. Como explica Mons. Williamson acerca de esto, “La proposición de que el Vaticano II debe
“iluminar” la Tradición “profundizándola” y “haciéndola más explícita”, es
completamente Hegeliana (¿desde cuándo los contradictorios explican y no excluyen
uno a otro?), y se corre el riesgo de falsificar la Tradición torciéndola para
encajar en las múltiples falsedades del Concilio” (Carta abierta a los
sacerdotes de la FSSPX).
Explica Mons. Williamson en
otra parte: “El Arzobispo Lefebvre
declaró y probó que el Vaticano II era un rompimiento o ruptura con la
enseñanza previa de la Iglesia. En esa premisa se originó y reposa el
movimiento Católico Tradicional. Entonces, para enfrentar la resistencia en
marcha de ese movimiento contra su amado Vaticano II, Benedicto XVI proclamó al
estrenar su pontificado en el 2005, la “hermenéutica de la continuidad”. Con
ella, el Concilio contradiciendo (objetivamente) a la Tradición tenía que ser
interpretado (subjetivamente) de tal manera como para no contradecirla. Así no
habría ningún rompimiento o ruptura entre el Concilio y la Tradición Católica.
Ahora bien, vean el
séptimo párrafo (III, 5) de la Declaración Doctrinal. Declara que las
afirmaciones del Vaticano II que sean difíciles de reconciliar con toda la enseñanza
previa de la Iglesia, (1) “deben ser comprendidas a la luz de la Tradición
entera e ininterrumpida, de acuerdo con las verdades enseñadas por el
Magisterio precedente de la Iglesia, (2) no aceptando ninguna interpretación de
esas afirmaciones que pueda permitir que la doctrina Católica se exponga como
si estuviera en oposición o en ruptura con la Tradición y con ese Magisterio”.
La primer parte aquí (1)
es perfectamente verdadera siempre y cuando signifique que cualquier novedad
Conciliar “difícil de reconciliar” será rechazada de plano si objetivamente
contradice la enseñanza previa de la Iglesia. Pero (1) está directamente
contradicho por (2) cuando (2) dice que ninguna novedad Conciliar puede ser
“interpretada” como estando en ruptura con la Tradición. ¡Es como si uno dijera
que todos los equipos de fútbol deben usar camisetas azules, pero que todas las
camisetas de cualquier otro color deben ser interpretadas como siendo
únicamente azules! ¡Qué insensatez! Pero tal es la pura “hermenéutica de la continuidad”
(Comentario Eleison 300).
Esta
línea se manifiesta en sus documentos y en su espíritu: frente al “humanismo
laico y profano”, frente a la “religión (pues se trata de una religión) del
hombre que se hace Dios”, la Iglesia, única poseedora de la Revelación “del
Dios que se hizo hombre” quiso manifestar su “nuevo humanismo” diciendo al
mundo moderno: “nosotros también, más que nadie, tenemos el culto del hombre”
(Pablo VI, Discurso de clausura, 7 de diciembre de 1965). Pero cómo, ¿no les decían a los otros obispos, Mons. Fellay y sus
asistentes, que “en la Fraternidad estamos haciendo
de errores del Concilio súper-herejías, se vuelve el mal absoluto, peor que
todo, de la misma manera en que los liberales han dogmatizado este concilio
pastoral. Los males ya son suficientemente dramáticos para que no se les
exagere más” (Respuesta a la Carta de los tres obispos, 14 de abril de
2012)? Mas esta
coexistencia del culto de Dios y del culto del hombre se opone radicalmente a
la fe católica, que nos enseña a dar el culto supremo y el primado exclusivo al
solo Dios verdadero y a su único Hijo, Jesucristo, en quien “habita
corporalmente la plenitud de la divinidad” (Col. 2, 9).
4. Nos vemos obligados
a comprobar que este Concilio atípico, que solo quiso ser pastoral y no
dogmático, ha inaugurado un nuevo tipo de magisterio, desconocido hasta
entonces en la Iglesia, sin raíces en la Tradición; un magisterio empeñado en
conciliar la doctrina católica con las ideas liberales; un magisterio imbuido
de los principios modernistas del subjetivismo, del inmanentismo y en perpetua
evolución según el falso concepto de tradición viva, viciando la naturaleza, el
contenido, la función y el ejercicio del magisterio eclesiástico. ¿Condenó de esta manera el magisterio conciliar Mons. Fellay en su
Declaración doctrinal de abril 2012? No. Como explica Mons. Williamson sobre el punto III, 2, “El reconocimiento del Magisterio como el
único intérprete auténtico de la Revelación, corre el grave peligro de someter
la Tradición al Concilio, especialmente cuando la interpretación de cualquier
ruptura entre ellos automáticamente es rechazada” (cf. III, 5) (Carta abierta a los sacerdotes de la FSSPX). Pero ya mucho tiempo
atrás Mons. Fellay había afirmado que “Nosotros guardamos el 95% del Concilio” (Al
periódico Suizo “La Liberté”, 11 de Mayo de 2001). Del “Yo excuso al concilio”
ahora regresó al “Yo acuso al concilio”, ¿pero hasta cuándo?
5. A partir de ahí, el
reino de Cristo deja de ser el empeño de las autoridades eclesiásticas, aunque
estas palabras de Jesucristo: “todo poder me ha sido dado sobre la tierra y en
el cielo” (Mt. 28, 18) siguen siendo una verdad y una realidad absolutas.
Negarlas en los hechos significa dejar de reconocer en la práctica la divinidad
de Nuestro Señor.
¿Pero acaso Benedicto XVI quiso instaurar el reinado de Cristo en
las sociedades, o más bien siguió el camino desviado que impulsó el Vaticano
II? Entonces, ¿por qué Mons. Fellay confió en alguien que “deja de reconocer en
la práctica la divinidad de Nuestro Señor” al punto de esperar de él una
“regularización” de la Fraternidad mediante una prelatura romana? Así,
a causa del Concilio, la realeza de Cristo sobre las sociedades humanas es
simplemente ignorada, o combatida, y la Iglesia es arrastrada por este espíritu
liberal que se manifiesta especialmente en la libertad religiosa, el
ecumenismo, la colegialidad y la nueva misa.
6. La libertad
religiosa expuesta por Dignitatis humanae, y su aplicación práctica desde hace
cincuenta años, conducen lógicamente a pedir al Dios hecho hombre que renuncie
a reinar sobre el hombre que se hace Dios, lo que equivale a disolver a Cristo.
En lugar de una conducta inspirada por una fe sólida en el poder real de
Nuestro Señor Jesucristo, vemos a la Iglesia vergonzosamente guiada por la
prudencia humana, y dudando tanto de ella misma que ya no pide a los Estados
sino lo que las logias masónicas han querido concederle: el derecho común, en
el mismo rango y entre las otras religiones que ya no osa llamar falsas. Pero ¿por qué preocuparse tanto, si al fin y al cabo “la libertad religiosa es utilizada de muchas
maneras, y viendo de cerca yo realmente tengo la impresión que no muchos
conocen lo que el Concilio dijo al respecto. El Concilio presenta una libertad
religiosa de hecho muy, muy limitada. Muy limitada” (Monseñor Fellay, entrevista
a Catholic News Services, 11 de Mayo
de 2012)?
7. En nombre de un
ecumenismo omnipresente (Unitatis redintegratio) y de un vano diálogo
interreligioso (Nostra Aetate), la verdad sobre la única Iglesia es silenciada;
de igual modo, una gran parte de los pastores y de los fieles, no viendo más en
Nuestro Señor y en la Iglesia católica la única vía de salvación, han
renunciado a convertir a los adeptos de las falsas religiones, dejándolos en la
ignorancia de la única Verdad. Este ecumenismo ha dado muerte, literalmente, al
espíritu misionero con la búsqueda de una falsa unidad, reduciendo muy a menudo
la misión de la Iglesia a la transmisión de un mensaje de paz puramente terreno
y a un papel humanitario de alivio de la miseria en el mundo, poniéndose así a
la zaga de las organizaciones internacionales.
8. El debilitamiento de
la fe en la divinidad de Nuestro Señor favorece una disolución de la unidad de
la autoridad en la Iglesia, introduciendo un espíritu colegial, igualitario y
democrático (cf. Lumen Gentium). Cristo ya no es la cabeza de la cual todo
proviene, en particular el ejercicio de la autoridad. El Romano Pontífice, que
ya no ejerce de hecho la plenitud de su autoridad, así como los obispos, que
—contrariamente a las enseñanzas del Vaticano I— creen poder compartir
colegialmente de manera habitual la plenitud del poder supremo, se colocan en
lo sucesivo, con los sacerdotes, a la escucha y en pos del “pueblo de Dios”,
nuevo soberano. Es la destrucción de la autoridad y en consecuencia la ruina de
las instituciones cristianas: familias, seminarios, institutos religiosos.
9. La nueva misa,
promulgada en 1969, debilita la afirmación del reino de Cristo por la Cruz
(“regnavit a ligno Deus”). En efecto, su rito mismo atenúa y obscurece la
naturaleza sacrificial y propiciatoria del sacrificio eucarístico. Subyace en
este nuevo rito la nueva y falsa teología del misterio pascual. Ambos destruyen
la espiritualidad católica fundada sobre el sacrificio de Nuestro Señor en el
Calvario. Esta misa está penetrada de un espíritu ecuménico y protestante,
democrático y humanista que ignora el sacrificio de la Cruz. Ilustra también la
nueva concepción del “sacerdocio común de los bautizados” en detrimento del
sacerdocio sacramental del presbítero. Si esto es
así ¿por qué entonces se aceptó la nueva misa como el modo ordinario del rito
romano en desmedro de la misa tradicional, conocida como “modo extraordinario”?
Ya que Mons. Fellay afirmó que por el Motu Proprio Summorum Pontificum se
“restablece la misa tridentina en su derecho”, lo que significa aceptar tal
desdén por la misa tradicional y por lo tanto conceder la preeminencia a la
misa nueva, ya que el Motu Proprio dispone que la misa tridentina tiene derecho
a ser la misa secundaria o “extraordinaria” en relación a la misa nueva, de la
cual ahora tanto abomina. Asimismo, en su Declaración doctrinal de abril 2012
Mons. Fellay habla de la promulgación legítima de esta misa nueva. ¿En qué
quedamos? Muy importante es lo que se apunta en su reciente análisis de esta
Declaración desde “Avec l’Immaculé”:
los tres obispos no dicen que la Nueva Misa no fue promulgada legítimamente.
Saben cuánto ha escrito la Resistencia sobre esto y deliberadamente guardan
silencio sobre el punto tal vez más controvertido. Esta omisión es un pecado
grave.
10. Cincuenta años
después del concilio, las causas permanecen y siguen produciendo los mismos
efectos, de suerte que hoy aquellas consagraciones episcopales conservan toda
su razón de ser. ¿No era que las cosas estaban
cambiando en Roma y por ello había que adoptar “una nueva posición en relación con
la Iglesia oficial” (Cor Unum 101)? ¿No fue por ello que contrató una empresa
holandesa de mercadeo para mejorar la “imagen” corporativa de la FSSPX
haciéndola más amable y gentil y menos crítica a los ojos del mundo? El amor por la Iglesia guió a Mons.
Lefebvre y guía a sus hijos. ¿Qué es lo
que guía a Mons. Fellay y sus ayudantes? Dios lo sabe. El mismo deseo de “transmitir el
sacerdocio católico en toda su pureza doctrinal y su caridad misionera” (Mons.
Lefebvre, Itinerario espiritual) anima a la Fraternidad San Pío X en el
servicio de la Iglesia, cuando pide con instancia a las autoridades romanas que
reasuman el tesoro de la Tradición doctrinal, moral y litúrgica.
11. Este amor por la
Iglesia explica la regla que Mons. Lefebvre siempre observó: seguir a la
Providencia en todo momento, sin jamás pretender anticiparla. Entendemos que
así lo hacemos, sea que Roma regrese de modo rápido a la Tradición y a la fe de
siempre —lo que restablecerá el orden en la Iglesia—, Esta coma es clave, porque separa lo que debe estar junto, ya que la
segunda parte (la FSSPX regularizada y permaneciendo absolutamente católica y
por lo tanto antiliberal y antimodernista) sólo puede cumplirse con la primera
(que Roma vuelva a ser católica y rechace las herejías) y crea en la mente del
lector un falso dilema: o Roma vuelve “rápido” a la fe, o vuelve “gradualmente”
por medio de la regularización de la FSSPX. Atención: lo grave, lo gravísimo de
este texto, es que la segunda parte acepta un regreso de la FSSPX a Roma sin
que ésta haya vuelto a la Tradición, es decir, los tres obispos están
declarando que aceptan colocarse y colocar a la Tradición bajo el poder de los
liberales y modernistas. Pretenden que al ser evidente que Roma no regresa “rápido”
a la Tradición (ni cabe esperar que vuelva “rápido”, humanamente hablando),
entonces lo único que quedaría es lo segundo, es decir, la FSSPX “reconocida” y
en Roma, haciendo que ésta vuelva “gradualmente” a la Tradición. ¿Cuál es la conclusión
a la que este astuto y venenoso número 11 nos quiere arrastrar?: Pues ésta: ¡HAY
QUE HACER EL ACUERDO!
Además de eso, los tres obispos ratifican las 6 condiciones del
Capítulo General al reivindicar la primera, cuyo texto se reproduce. Pero
sabemos que esas 6 condiciones son una trampa mortal. sea que se nos reconozca explícitamente el derecho
de profesar de manera íntegra la fe y de rechazar los errores que le son
contrarios, con el derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y
a sus fautores, sean quienes fueren – lo que permitirá un comienzo de
restablecimiento del orden. La opción que los obispos postulan es esta: que Roma vuelva despacio a
la Tradición, ayudada por la Fraternidad. En ese caso, la FSSPX sería recibida
por una Roma un poco tradicional y un poco modernista (como cuando Mons. Fellay
decía que Benedicto XVI tenía la cabeza modernista y el corazón tradicional).
Lo cual es absolutamente contradictorio y enteramente malo, porque una
congregación tradicional no puede tener por Superior a un tradicional a medias
o a un semi-modernista, ya que en tal caso es imposible que sobreviva y “no son
los inferiores quienes hacen a sus superiores”, como decía Mons. Lefebvre.
A
la espera, y frente a esta crisis que continúa sus estragos en la Iglesia,
perseveramos en la defensa de la Tradición católica y nuestra esperanza
permanece íntegra, pues sabemos con fe cierta que “las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18).
12. Entendemos, así,
seguir la exhortación de nuestro querido y venerado padre en el episcopado:
“Queridos amigos, sed mi consuelo en Cristo, permaneced fuertes en la fe,
fieles al verdadero sacrificio de la misa, al verdadero y santo sacerdocio de
Nuestro Señor, para el triunfo y la gloria de Jesús en el cielo y en la tierra”
(Carta a los obispos). Que la Santísima Trinidad, por intercesión del
Inmaculado Corazón de María, nos conceda la gracia de la fidelidad al
episcopado que hemos recibido Qué terrible
no poder afirmar que esa fidelidad aún existe y
que queremos ejercer para honra de Dios, el triunfo de la Iglesia y la
salvación de las almas.
† Mons. Bernard Fellay
† Mons. Bernard Tissier de Mallerais
† Mons. Alfonso de
Galarreta
Ecône, 27 de junio de
2013, en la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
En la carta del 7 de abril de
2012, Mons. Fellay estaba con el acuerdo y los otros tres obispos en contra de
él: 1 contra 3.
En octubre de 2012, Mons. de Galarreta aceptó la hipótesis de un acuerdo
práctico sin solución doctrinal: 2 contra 2.
El 24 de ese mismo mes de octubre de 2012 fue expulsado Mons.
Williamson: 2 contra 1.
Finalmente, en esta desdichada declaración, Mons. Tissier de Mallerais
también termina por aceptar la posibilidad de un acuerdo práctico sin previa
conversión de Roma: 3 contra 0.
Dios tenga misericordia de la FSSPX.
Queremos
terminar con unas palabras de Mons. Lefebvre, nuevamente olvidado por quienes
infielmente siguen un insensato doble juego de ralliement y de reafirmación de los principios católicos propio de
quienes no queriendo ser del todo acuerdistas, no se animan a ser del todo
tradicionales, y que ni ganarán el respeto en las filas de los conciliares, ni
contarán con el aprecio de los católicos integristas. Unas palabras que pueden
trasladarse y aplicarse al avieso texto de esta hipócrita Declaración:
“Nos es imposible entrar en
esta conjuración, aun cuando habría textos satisfactorios en este Concilio.
Porque los textos buenos sirvieron para
hacer aceptar los textos equívocos, minados, llenos de trampas. Nos queda una sola solución:
abandonar estos textos peligrosos para atarnos firmemente a la Tradición y al
Magisterio oficial de la Iglesia durante veinte siglos." (Ecône, 18 agosto 1976, 1era Carta
introductoria & Paris, 27 agosto 1976, 2a Carta introductoria a «Yo
acuso al concilio »).