NON POSSUMUS
Entre los documentos del
último Cor Unum, el más escandaloso es sin duda la
carta enviada por Monseñor Fellay al Papa Benedicto XVI el 17 de junio
de 2012. Cuatro días antes, el 13 de junio, Monseñor Fellay estuvo en Roma para
firmar un acuerdo sobre la base de la declaración
doctrinal del 15 de abril. Al darse cuenta que su pésimo texto, retocado
por la Congregación para la Doctrina de la Fe, se volvió aún peor, declaró no
poder firmarlo. Pero él se apresuró a hacerle saber al papa, por una
carta de fecha 17 de junio, su gran decepción: “Desgraciadamente, en
el contexto actual de la Fraternidad, la nueva declaración no pasará”.
Esta frase es terrible.
Esta frase es odiosa.
Esta frase debería
suscitar una verdadera indignación, un concierto de protestas.
Esta frase debería
finalmente abrir los ojos de los sacerdotes y de los fieles que, sea que usen o
no sus anteojos rosas, todavía mantengan ilusiones en cuanto al superior
general de la Fraternidad.
Para que no se nos acuse
de sacar las palabras de su contexto, éste es el contexto: Monseñor Fellay
empieza excusándose de presentarle un problema suplementario al
papa. A continuación se queja de que no se haya tomado en cuenta la
súplica de no retocar su declaración del 15 de abril, a causa
de las consecuencias que esto acarrearía, (y no a causa de una
intransigencia doctrinal que al parecer ya no está en la orden del día), ya
que el nuevo texto retoma casi todos los puntos del Preámbulo de
septiembre de 2011 que planteaba dificultades. Por lo
tanto tuvo que rechazarlo completamente y poner fin a las tentativas insidiosas
de Roma.
Es aquí donde se sitúa la
frase esencial, que constituye ella sola un párrafo: “Desgraciadamente,
en el contexto actual de la Fraternidad, la nueva declaración no pasará”. Regresaremos
a ella más adelante.
Luego Monseñor Fellay "reconoce no saber que pensar". ¡Quiera Dios que pronto tengamos
un jefe que, instruido de la experiencia de estas últimas décadas e impregnado
del legado de Monseñor Lefebvre, sepa qué pensar!
Monseñor Fellay escribió
al papa que lo creía “dispuesto a dar largas a la resolución de los
desacuerdos todavía en curso sobre ciertos puntos del Concilio y de la reforma
litúrgica, un poco como en el Concilio de Florencia se pasó por alto la
cuestión del divorcio por causa de adulterio con los griegos para llegar a
pesar de todo a la unión”. Esta comparación histórica es totalmente
deficiente, como lo mostró el excelente estudio la verdadera historia
de la reunificación de los griegos ortodoxos a la Iglesia Católica (16
de enero de 2013). Pero retengamos sobre todo que Monseñor Fellay contempla
seriamente en esta carta “a dar largas a la resolución de los desacuerdos” y
de “pasar por alto” los problemas doctrinales. En otro tiempo
se nos decía, “No al acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal”. Esto es
aterrador.
Nosotros no juzgamos aquí
la intención: Monseñor Fellay añade inmediatamente que él se “comprometió en
esta perspectiva a pesar de la oposición bastante fuerte en los rangos de la
Fraternidad y al precio de trastornos importantes”. (¡Efectivamente!)
Esta confesión habla por si misma, igual que la siguiente frase en donde
Monseñor Fellay afirma por sí mismo su intención: “tengo toda la intención
de continuar haciendo todos mis esfuerzos para proseguir por este camino con el
fin de llegar a las clarificaciones necesarias”. Al buen entendedor…
Para hacerlo breve, en
lugar de continuar con el análisis de una carta tan penosa, volvamos a la frase
central: “Desgraciadamente, en el contexto actual de la Fraternidad,
la nueva declaración no pasará”. El adverbio
inicial pesa mucho: ya que la nueva declaración es todavía peor que la del 15
de abril. Y Monseñor Fellay deplora que no pasará en el contexto actual
de la Fraternidad. El estimó que su texto del 15 de abril de 2012
pasaría en el contexto. El compuso su texto en función del contexto. Es Roma,
una vez más, quien arruinó todo. Pero nada está perdido: el contexto puede
evolucionar, de hecho, desde esta carta de junio de 2012, el contexto
de la Fraternidad ha evolucionado de manera sorprendente, de suerte
que las cosas que antes eran impensables podrían pasar en un
futuro más o menos próximo.
Que Monseñor Fellay sepa
sin embargo que con la gracia de Dios y la ayuda de Monseñor Lefebvre, siempre
habrá un buen grupo de sacerdotes y de fieles resueltos, para quienes, sea cual
sea el contexto, su texto no pasará.
La Sapinière.