Deseamos con estos textos apoyar y honrar a la
buena prensa católica que hoy en día, ya no a través del papel, sino de la
Internet, y en este caso en y desde la Tradición católica, sostiene un combate
sin tregua contra los grandes enemigos de Cristo Rey, hoy en día especialmente
bajo un disfraz católico y de la tradición. Los textos de los últimos grandes
pontífices de la Iglesia son por demás claros respecto de esta muchas veces
desestimada función, que no suele recibir los apoyos necesarios para que sus
esfuerzos continúen sirviendo a la difusión de la verdad en un combate cada vez
más difícil. Sigamos firmes en nuestras trincheras, custodiando la palabra que
nos ha sido dada para mantener iluminado el camino en medio de las tinieblas
del mundo, recordando siempre que la lámpara debe colocarse sobre el celemín.
“¡Oh, la prensa! No se comprende todavía su importancia. Ni
los fieles, ni el clero se sacrifican por ella como sería necesario. En vano
construiréis iglesias, predicaréis misiones y edificaréis escuelas; todas
vuestras buenas obras, todos vuestros esfuerzos quedarán destruidos si no
sabéis manejar al mismo tiempo el arma ofensiva y defensiva de una prensa
católica, leal y sincera. Vale más un buen periódico, decía S.S. Pío IX, que
media docena de predicadores. Pero como esta obra de la buena prensa no puede llevarse
a cabo sin la cooperación activa y la ayuda de los buenos, Nos manifestamos la
esperanza...de que todos sin excepción y con gran generosidad, proporcionada a
los medios de cada uno, contribuirán a
la perfección de una obra eficaz y
saludable entre todas.”
San Pío X
“La doctrina católica nos enseña
que el primer deber de caridad no está en la tolerancia de las opiniones
erróneas, por muy sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica y práctica
ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el
celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su
bienestar material”.
San Pío X. “Notre charge apostolique”.
“¿Cómo se puede aprobar
a algunos periódicos que se esconden bajo el título de católicos con pretexto
de que algunas veces relatan las audiencias pontificias y reproducen las
noticias vaticanas, siendo que no solamente no dicen nunca una palabra de la
libertad y de la Iglesia, sino que además hacen como si no se diesen cuenta de
la guerra que se le hace; periódicos que no solamente no combaten contra los
errores que desvían a la sociedad, sino que contribuyen a la confusión de las
ideas y máximas apartándose de la ortodoxia, y que inciensan a los ídolos del
día, alaban libros, empresas y hombres nefastos para la Religión?
“Tengamos generosamente
compasión (si están de buena fe) con esos pobres utópicos que creen impedir la
lectura de los malos periódicos, sustituyéndolos con otros, supuestamente
tolerantes, de medias tintas e incoloros, y que sin convertir a ninguno de
nuestros adversarios (que los desprecian por su sola apariencia de católicos),
causan a los buenos un gran perjuicio; pues estos últimos, buscando la luz
encuentran tinieblas, necesitando alimento reciben veneno, en lugar de la
verdad y de la fuerza para mantenerse firmes en la fe, encuentran argumentos
para convertirse, en algo tan importante, en despreocupados, apáticos e
indiferentes. ¡Ah, qué mal causan estos periódicos a la iglesia y a las almas!,
y ¡en qué responsabilidad incurren sobre todo los miembros del clero que los
difunden, animan y los recomiendan!
“La verdad no puede ser
disfrazada, tenemos que desplegar nuestra bandera; solamente podremos hacer un
poco de bien con la lealtad y la franqueza, combatidos desde luego por nuestros
adversarios, pero respetados por ellos, de modo que conquistemos su admiración,
y poco a poco su regreso al bien.
“Estos son nuestros
sentimientos que podréis, en cualquier ocasión favorable, dar a conocer a los
que los necesitan, diciéndoles que así piensa el Papa...”
San Pío X, Carta al Padre Ciceri, del 20 de
octubre de 1912.
“Todo cuanto hiciereis por la buena prensa, yo lo consideraré como hecho a mí mismo personalmente. (...) No basta lograr que un periódico católico salga impreso: es menester propagarlo activamente para sostenerlo –propaganda de individuo a individuo, de casa en casa. Fijaos bien, la propaganda a favor de la prensa católica es tan necesaria como su redacción misma”.
S. S. Pío XI. Cit. en “Manual
oficial de la Legión de María”, Colombia, 1957.
“Es una grande y hermosa misión la
de estar llamado a la propaganda, a la difusión de la verdad, porque ello
significa comunicar a otros la verdad y el apoyo espiritual que los vuelve más
aptos para hacer el bien. (...)
El triunfo del catolicismo y su influencia en
el mundo entero, está en razón directa, no de los templos católicos, ni de las
instituciones benéficas, ni siquiera del número de sacerdotes, sino de la
prensa católica. (...) La palabra es una fuerza que sabe doblegar las almas, y
es la dominadora de todo”.
S. S. Pío XI. “El Papa de la
prensa”, Revista Criterio Nº 484, Junio 10 de 1937.
“Y junto a los escritos que
propagan la impiedad y las malas costumbres, no podemos dejar de mencionar
aquellos otros que difunden la mentira y provocan el odio. La mentira,
abominable a los ojos de Dios y detestada por todo hombre justo, lo es todavía
más cuando esparce la calumnia y siembra discordias entre los hermanos. Como
aquellos maniáticos anónimos cuya pluma mojada en la hiel y en el fango hace
desmoronarse la felicidad de la vida doméstica y la unión de las familias, así
una cierta prensa parece haberse fijado el propósito de destruir, en la gran
familia de los pueblos, las relaciones fraternas entre los hijos del mismo
Padre celestial. Esta obra de odio se lleva a cabo algunas veces con el libro,
con más frecuencia aún con los diarios.
Que en la prisa del trabajo
cotidiano a un escritor se le escape un error, que acepte una información menos
comprobada, que exprese una apreciación injusta, puede parecer y ser, no rara
vez, más ligereza que culpa; debería sin embargo pensarse que semejantes ligerezas o
inadvertencias pueden ser suficientes, especialmente en épocas de aguda
tensión, para suscitar graves repercusiones. Pluguiese a Dios que la historia
no registrara ninguna guerra provocada por una mentira hábilmente difundida.
Un publicista consciente de su
misión y de sus responsabilidades, se siente en el deber de restablecer la
verdad, si ha divulgado el error. Está obligado, ante los millares de lectores
sobre los que podrían hacer impresión sus escritos, a no arruinar en ellos o en
torno a ellos el sagrado patrimonio de verdad liberadora y de caridad
pacificante; la literatura mentirosa puede resultar no menos homicida que los
carros blindados y los aviones de bombardeo.
Si ustedes quieren que su casa sea
favorecida por las bendiciones de Dios, por la protección especial de su
corazón, por las gracias de paz y de unión prometidas a quien le honra,
sepárense de la multitud rechazando las publicaciones reprobables y
corruptoras. Buscando el bien en esto como en todo, viviendo habitualmente bajo
la mirada de Dios y en la observancia de su ley, harán de su casa íntimo Tabor,
adonde no subirán las miasmas de la llanura y donde podrán decir como San
Pedro: “¡Maestro, qué bien estamos aquí!”
S. S. Pío XII. Las malas lecturas, Fides
Nº 208, FSSPX, 1996.