“El fariseo verdadero no lleva antifaz; es todo él
un antifaz. Su natura se ha vuelto máscara, miente con toda naturalidad pues ha
comenzado por mentirse a sí mismo. Lo que él simula, que es la santidad; y lo
que él es, el egoísmo, se han amalgamado; se han fundido y se han hecho un
espantoso veneno que de suyo no tiene antídoto alguno. Glicerina más ácito
nítrico igual dinamita”.
R. P. Castellani, “Cristo y los fariseos”