“A los tres –San Pío X, Mons. Lefebvre,
Mons. De Castro Mayer- podemos unirlos en varios sentidos. Nos gusta
insistir sobre un aspecto de sus personas y de sus obras: la FORTALEZA, la
nobleza, la grandeza en este siglo veinte muy pobre, muy endeble sin héroes ni
figuras. Para resumir las cosas en una palabra metafórica (sugerida por el
blasón mismo de nuestros maestros), diríamos que fueron verdaderos LEONES.
Conocemos, en efecto, el significado simbólico de
las cualidades del león, “rey de los animales”, según el fabulista. El león es
un príncipe, un jefe, tiene una autoridad firme y tranquila, no se deja
impresionar enfrente de los enemigos; el león impone su presencia, hecha de
fortaleza, de nobleza, de grandeza, de serenidad, de victoria, en definitiva: “Vicit leo de tribu Juda” (Apoc. 5,5).
En los blasones de San Pío X, de Mons. Lefebvre, de
Dom Mayer, vemos un león. No es casual. En verdad lo fueron.
San
Pío X, quien ruge en su
primera encíclica contra el mundo moderno en general; contra el “Sillon” en
particular en el documento “Notre Charge Apostolique”, muy especialmente contra
el modernismo. Los enemigos mismos reconocen la superioridad de este león en su
análisis detallado de la “Pascendi”.
Fue realmente “ignis
ardens” (fuego ardiente), verdadero amigo del león de San Marcos, patrono
de Venecia, su sede cardenalicia.
¿Y cuál es el fruto de este combate gigantesco?: la
paz, la verdadera paz, no la de Asís, sino la de San Marcos, el león: “pax tibi, Marce, evangelista meus”. Estas
palabras figuran también en el blasón de San Pío X.
Esta fortaleza del león, la encontramos también en
la lucha pública y tremenda de Mons. Lefebvre contra el neomodernismo.
La historia recordará para siempre a este león de los Flandes (su provincia
natal, cuyo símbolo es el león). Pero no olvidemos que este león fue siempre
tranquilo, pacífico, manso, bondadoso y caritativo: “Justus, quasi leo confidens, absque terrore”, el justo como el
león, se siente seguro (Prov. 28, 1). Ningún parecido con el “león rugiente,
buscando a quién devorar”.
El león, en el blasón de Dom Antonio de Castro Mayer
ocupa prácticamente todo el campo, como si la lucha, instransigente para la
victoria de la Verdad, fuese el centro de su vida y su principal preocupación.
Sin olvidar tampoco la presencia de la Virgen María, dulce y suave, pero
también fuerte: “Ipsa conteret” (Ella
te aplastará la cabeza, aplicándolo al demonio).
¡Qué nobleza firme, qué grandeza simple en este
Obispo, en este príncipe de la Iglesia!. Él también, lo mismo que Mons. Lefebvre,
hubiera merecido ser Cardenal de la Santa Iglesia Romana.
¿Cuáles son las consecuencias prácticas de todo esto
para nosotros?
Que seamos también nosotros, cada uno en su lugar,
leones, es decir FUERTES; fuertes con la fortaleza que viene del Espíritu
Santo. La situación presente del mundo y de la Iglesia exige, más que antes,
esta fortaleza.
Que los padres y madres de familia sean fuertes en
la educación de los hijos.
Que los jóvenes sean fuertes en la lucha contra el
espíritu del mundo.
Que los seminaristas sean fuertes en sus propósitos
de estudio, de orden, de búsqueda de la santidad.
Y, en cuanto al sacerdote, nuestra conclusión será la
del Santo Cura de Ars:
“Que el sacerdote sea un león en el púlpito,
Un cordero en el confesionario
Y un águila en el altar”.
P. Dominique Lagneau,
revista Iesus Christus Nº 15, Abril/Julio de 1991
CUATRO LEONES PARA CUATRO
DEFENSORES DE LA FE
Escudo de San Pío X
Escudo de Mons. Lefebvre
Escudo de Mons. de Castro Mayer
Escudo de Mons. Williamson