Una de las características más fáciles de percibir
en el lenguaje que ha adoptado la Fraternidad para intentar explicar a los
fieles sus desaguisados o contrariar en lo posible –que no refutar pues no han podido
hacerlo- las críticas que reciben de parte de la Resistencia, es la adopción de
una retórica lenitiva, suavizante, donde se les habla a los fieles como a niños
que deben hacerle caso a su buen papá. Así las explicaciones del Padre Trejo,
de reciente divulgación (aquí el enlace), donde subestima a los fieles como si éstos fueran
chiquilines cuyo uso de razón todavía no estuviera desarrollado y por lo tanto,
deben dejarse guiar ciegamente y de la mano por sus papis, en este caso Monseñor
Fellay y sus partidarios.
De este modo y simplificando asuntos que merecen una
más larga explicación, el P.
Trejo recurre a estas imágenes: “Cuando
la indisciplina atenta gravemente contra el orden de la sociedad, la autoridad
puede expulsar al miembro que la produce, así como un papá puede pedir a un
hijo que se retire de la casa si su actitud daña a la familia”. Y luego: “Es muy fácil considerarse víctima acusando a
otro… No sería correcto si un papá castigara a un hijo acusado por su hermano
de haberlo atacado injustamente. Sería necesario que el papá escuche las dos
versiones, las dos campanas”. Y más adelante: “En una familia, por ejemplo, el papá permite que sus hijos lean y
hablen de lo que les interesa. Pero si uno de ellos se obsesiona por un tema y sus
conversaciones al respecto turban a los otros, el padre puede prohibirle
continuar en esa postura. Similares reglas rigen a una familia sacerdotal”.
Lejos de usar de un recurso inmediatamente
entendible como es la analogía o la metáfora, el P. Trejo lo que hace es usar
ejemplificaciones válidas fuera de contexto, y por lo tanto inútiles. La ternura
con que quiere referirse a medidas duras e injustas cometidas contra miembros
de la Fraternidad, tiende a hacer ver como un papá incomprendido al Superior General,
y a rebeldes sin causa (rudimentarios e infantiles) a los miembros sancionados.
Pero este discurso del P. Trejo lo que termina mostrando es que hay un problema
en la Fraternidad y está en ellos mismos, ya que si los fieles “leales” no
pueden resistir un mensaje más elaborado, desarrollado y fuerte, sino apenas
una “aspirineta” para simular que todo está bien salvo una ligera indisposición,
eso indica que esos fieles son lo que San Pablo llamaría “carnales”, incapaces
de recibir otra cosa que “leche”. Esto es lo que se desprende del tipo de discurso
dado por el P. Trejo. Veamos lo que decía San Pablo:
“Yo,
hermanos, no he podido hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como
a niños en Cristo. Leche os di a beber, no manjar (sólido), porque no erais
capaces todavía, y ni aun ahora sois capaces; siendo como sois todavía
carnales; puesto que mientras hay entre vosotros celos y discordias ¿no sois
acaso carnales y vivís a modo de hombres? (I Cor.III, 1-8).
En otra carta el Apóstol de los gentiles habla de
parecida forma:
“Debiendo ya ser maestros después de tanto tiempo,
tenéis otra vez necesidad de que alguien os enseñe los primeros rudimentos de
los oráculos de Dios y habéis venido a necesitar de leche, y no de alimento
sólido. Pues todo el que se cría con leche es rudo en la palabra de justicia,
como que es niño. El alimento sólido, en cambio, es para los hombres hechos,
para aquellos que por el uso tienen sus sentidos ejercitados para discernir lo
bueno de lo malo”. (Hebreos V 11-14).
Si triunfa en la Fraternidad este discurso inane y
lácteo, querrá decir que las inteligencias abdicantes ante el temor o la
tibieza habrán perdido su capacidad o entrenamiento “para discernir lo bueno de
lo malo”. De ser eso así, la Fraternidad habrá sido entonces, sí, completamente
derrotada. ¿Habrá dentro fieles que puedan exigir el fin de la ambigüedad “de
sus papás” para aumentar la Resistencia al liberalismo, enemigo mortal de las
inteligencias y de la Fe, o preferirán seguir bebiendo la leche pasteurizada de
Menzingen?