abril, 2013
Al término de la celebración,
Francisco se recogió en oración entre los últimos bancos de la capilla
Papa Francisco, en la capilla de la Casa de Santa
Marta
Postura muy recogida no parece, al menos en la
foto. Y tampoco creo que favorezca el recogimiento de los parroquianos. Los de
al lado, como es natural, le miran con curiosidad.
De rodillas ante el Sagrario, al frente de todos,
movería mucho más efectivamente la piedad de los asistentes.
Tampoco me parece que la cámara del fondo favorezca
recogimientos. ¿Es necesario llamar a la prensa para una misa sin mayor
ceremonia?
La humildad es humilde
Por José Javier esparza
Los soberbios se justifican a
sí mismos y no necesitan a Dios, como le pasa al fariseo de la parábola.
La humildad es humilde. Por definición. O sea que
una humildad que no sea humilde sino aparatosa, ostentosa, proclamada a los
cuatro vientos, deja de ser humildad para convertirse en una forma rebuscada de
soberbia. Pocas cosas hay tan irrisorias como el tipo que dice “no hay nadie
más humilde que yo”.
Los soberbios se justifican a sí mismos y no
necesitan a Dios, como le pasa al fariseo de la parábola (Lucas, 18). En épocas
democráticas gusta al pueblo ver que los altos descienden, pero esto a su vez
es una forma de enaltecerse –tanto el pueblo como el otro–, que es lo que
ocurre siempre con cualquier exhibición de virtud. “No hay que exagerar nada,
ni la modestia”, decía Anatole France. Lección de mesura que deben apuntar bien
quienes se dejan impresionar por las manifestaciones ruidosas de humildad.
Porque la humildad, sí, tiene que ser humilde.