Nos aproximamos al 1°
aniversario del descubrimiento de las cartas intercambiadas entre los obispos
resistentes de la FSSPX, que entonces eran 3, y la dirección de ésta,
encabezada por el Superior General Monseñor Bernard Fellay, descubrimiento que
desencadenó, en mayor escala, el proceso de resistencia al cambio de
orientación de la Fraternidad. Según todas las perspectivas humanas, pero
también según la divina manera habitual de proceder frente a corresponder o no
a la gracia, la FSSPX nunca más será la misma, ya que el liberalismo es un
veneno muy sutil que, una vez inoculado, se muestra rebelde a los tratamientos.
Después de haber entrado en una sociedad, su anulación exige un diagnóstico
inmediato, claro e inconfundible, tomando las medidas prácticas consecuentes y
proporcionales al contagio. Ahora bien, esto solamente puede ser efectuado por
una autoridad que vele, con toda la clarividencia y firmeza de voluntad, por el
bien común de la sociedad. Pero ¿qué hacer cuando la propia autoridad es la más
afectada por el mencionado veneno que entenebrece la mente y pervierte la
voluntad? [i]
Ocurre
hoy en el mundo de la Tradición algo semejante a lo ocurrido en los años del
pos-Concilio: El mal se siente, pero la mayoría se rehúsa a encararlo como tal.
Motivos alegados no faltan, como el respeto a la autoridad, el deseo de
“normalidad”, temores diversos, etc. Quien siente el mal, sin conocer bien sus
causas y efectos, queda perplejo. Y el perplejo no actúa en proporción a la
gravedad del mal, o simplemente no actúa. Esta inercia se vuelve muy importante
para el progreso del mal que tiende a destruir o desnaturalizar la sociedad en
donde se instaló.
No se puede negar que
el liberalismo ya forma parte del modo de actuar de las autoridades de la
FSSPX. La revelación de los procedimientos discretos del GREC nos mostró que ya
en los años 90, el propósito acuerdista tomaba cuerpo en un grupo reducido pero
poderoso e influyente. Durante una década y media este propósito fue madurando
y haciéndose sentir, de modo cuidadosamente calculado, entre los sacerdotes y
los fieles. Poco a poco, los contactos con Roma conciliar se fueron tornando
cada vez más frecuentes, generando una especie de “estado de negociación
permanente”, que es la miseria del movimiento católico tradicional pues
obnubila las mentes católicas en cuanto la amplitud, la intensidad y las
exigencias del estado de necesidad el cual es tan real a la vez que tan
incómodo. Sin duda, no es fácil encarar a las autoridades eclesiásticas como
ellas son actualmente. El buen Dios se sirve de ellas, pero ellas no lo sirven.
Por lo tanto, por
nuestra parte hay dos actitudes que, frente a las autoridades deberían ocurrir
raramente, en situaciones de excepción: el reconocimiento y la resistencia.
Pero el Vaticano II y su espíritu institucionalizaron la apostasía silenciosa,
forzándonos a hacer habitual ésta actitud difícil y delicada. Esa es nuestra
Cruz.
Pero cuando no se
quiere cargar la Cruz, la resistencia se convierte en compromiso, sacrificando
así la coherencia de nuestros principios en el nombre de una unidad utópica.
Algunos momentos de
esta triste trayectoria[ii]:
2007: la FSSPX pide un
reconocimiento de la Misa de siempre. Roma responde con un decreto declarándola
no abrogada… pero restringe su aplicación, además de humillarla e igualarla
frente al rito ilícito de Paulo VI. ¿Y la FSSPX? Lo aceptó y agradeció, y
muchos con ella, entrando así en un falso camino.
2009: La FSSPX pide la
retirada del decreto de las excomuniones a los obispos. Roma solamente levanta
las excomuniones, considerándolas así válidas. La FSSPX una vez más aceptó y
agradeció, y muchos con ella, a pesar que estas excomuniones nunca fueron
válidas. Cada uno con su verdad…
2010: Vienen entonces
las discusiones doctrinales, cuya duración y secreto no tranquilizaron a los
fieles. Hasta hoy no sabemos gran cosa de ellas (¡secreto más grande que el
cónclave!); es bien posible que la rectitud de los defensores de la buena
doctrina haya influido en su resultado negativo, reconocido por ambas partes.
Ningún cambio, abismo insondable entre la firmeza de la fe y la contumacia en
el error.
Pero las cosas no eran
así por parte de la Dirección. El movimiento desencadenado por ésta no debería
detenerse. Se anunció entonces la inminencia de una normalización canónica,
pero teniendo cuidado de que fuese precedida de un preámbulo doctrinal que
expresara “una comprensión común de la fe”. [iii]
Casi un año después de
su envío, lo tenemos ante nosotros. Es el testimonio de una voluntad de
capitulación práctica en el combate de la fe a través de una profesión
explícita de ambigüedad. La ambigüedad es el medio predilecto para hacer un
acuerdo entre lo que es católico y lo que no lo es. El propio Monseñor Fellay
admitió la ambigüedad con su historia poco edificante de los anteojos oscuros o
rosas. La dirección de Menzingen estaba provista de grandes anteojos color de
rosas, pero sus lentes y las armazones fueron quebrados por el propio Benedicto
XVI, que con tres golpes echó todo por tierra. En su modernismo, el papa
entonces reinante fue más correcto que Menzingen en su tradicionalismo color de
rosa: es necesario aceptar el Concilio, el Magisterio salido de éste y la misa
de Paulo VI. ¡Es preciso ser claro!
El análisis de la
referida Declaración Doctrinal, junto con la consideración de los hechos
brevemente resumidos, es más que bastante para concluir que estamos delante de
un proceso de infiltración, intoxicación, con su consecuente destrucción
interna, aunque conservando ciertas apariencias. La infiltración busca
instalarse en los puestos de mando, la intoxicación se hace acostumbrándose a
frecuentar ambientes peligrosos que fomentan la ambigüedad y la contradicción.
El objetivo principal en el caso que nos ocupa, e la sumisión efectiva del
mayor número posible de católicos de la Tradición a las autoridades romanas,
sobre todo los sacerdotes y los obispos. Pero si esta sumisión no se
oficializa, por lo menos se debe mantener el control de la nave, la FSSPX, cuyas
autoridades deben mantener intactos sus propósitos, no dejando nunca de moldear
a su imagen la mentalidad de su clero y de sus fieles. [iv]
Nos apresuramos a
declarar que no disponemos de ninguna prueba concluyente que demuestre que la
dirección de la FSSPX esté compuesta de iniciados, masones, marranos et
caterva. Pero los hechos y documentos demuestran que ellos actúan de
un modo impresionantemente semejante.
San Bernardo constataba,
hace 9 siglos, que los judíos practicaban la usura (nihil novum sub sole)…
Pero él también decía que los cristianos practicaban la misma, se convertían en
peores que judíos. Haciendo la debida aplicación al caso presente, es lo mínimo
que podemos afirmar: actúan como enemigos infiltrados, moviéndose en la
ambigüedad y la contradicción, pero con un objetivo final que no cambia, el
cual no es el fin para el que fue creada la Fraternidad.
Y esto es lo que
legitima la resistencia y lo que debería disipar toda perplejidad. Los
perplejos podrían preguntarse acerca de cómo hombres piadosos que hablan tan
bien de las cosas de Dios podrían comportarse de ese modo; si se les escucha
decir sin cesar que ellos trabajan por el bien de la Tradición… Otros podrían
opinar que ellos tal vez no perciben sus errores, pudiendo todo esto ser
considerado como una ilusión bien intencionada de parte de ellos.
Pero son los hechos los
que cuentan: el debilitamiento de la doctrina, el perjuicio de las almas, la
inestabilidad de la Fraternidad. Todo esto en relación causal con el cambio de
orientación en la dirección, la cual, a medida que se torna más explícita, la
crisis se vuelve más grave. [v]
Es necesario aclarar.
No se puede esperar un cambio significativo en esas condiciones. Esperar,
inactivo, equivale a ser perjudicado en lo que hay de más fundamental en la
vida del alma: la fe teologal, que a todos debe inspirar. Para continuar
viviendo la fe, el justo debe denunciar a los que la mercadean.
[i] Basta citar aquí el
célebre texto de la respuesta del Consejo General a los tres obispos: “Por el
bien común de la Fraternidad, nosotros preferiríamos la situación actual de status
quo intermedio, pero evidentemente Roma ya no lo tolera”.
[ii] Ver el análisis “La
Estrategia de Satanás”, en http://nonpossumus-vcr.blogspot.com.br/2013/01/la-estrategia-de-satanas.html
[iii] El Padre Pfluger, en
entrevista con Kirchliche Umschau. Renunciando a tener
una fe común, lo que implicaría necesariamente la conversión de Roma conciliar,
lo que se busca ahora es una “comprensión” que sirva de instrumento para los
fines prácticos de un acuerdo. Y querer convivir con el modernismo, nada más.
[iv] Los frutos de esa
acción ya se sienten amargamente. Ver el artículo “los fieles tienen el derecho
de saber en:
[v] Y que no vengan a
decirnos, con hipocresía o ceguera de espíritu, que los que denuncian y revelan
lo oculto de las acciones subversivas son los causantes de la crisis. Serían
causantes si lo que revelan no fuera verdad. Pero el intercambio de
correspondencia entre los obispos y la dirección de la FSSPX, las condiciones
del último Capítulo, y el preámbulo doctrinal, son incuestionablemente
documentos verídicos. La revelación de estos documentos, ¿aumenta el conflicto?
Sí, porque provoca una reacción saludable contra la acción oculta. No amamos la
guerra, pero odiamos ser conducidos como ciegos al barranco.