Cerramos aquí esta serie de respuestas o
aclaraciones de nuestra parte para no seguir apuntando cosas que ya hemos dicho
o han dicho otros -que escriben mejor
que nosotros- en una larga serie de artículos, sermones y conferencias a los
que se puede acceder desde un lugar destacado de nuestro blog. A todo ello ha
venido a sumársele el excelente “Catecismo de la crisis en la Fraternidad” y la
“Carta” de los 37 sacerdotes de la Fraternidad en Francia que sirven para
comprender y ampliar el cuadro de situación acerca de la crisis de la Fraternidad
y sus relaciones con Roma.
Se incluyen debajo las respuestas del blog “La
Honda de David” a las nuestras en rojo y, a continuación, nuestras nuevas
respuestas que van esta vez en color azul, para distinguirlas de las otras.
PRIMERA ACLARACIÓN: EN NUESTRO POST ORIGINAL RESPONDIMOS LAS PREGUNTAS
QUE FORMULA UN COLABORADOR DE RADIO CRISTIANDAD QUE PRETENDÍA MOSTRAR UNA
SUERTE DE TRAICIÓN DE MONS. WILLIAMSON AL FUNDADOR DE LA FSSPX, Y EN ESE
ASPECTO PUNTUAL "ATACAMOS" NO A MONS. WILLIAMSON SINO POR ELEVACIÓN A
RADIO CRISTIANDAD, POR SU EXCESIVO "PURISMO".
SEGUNDA ACLARACIÓN: COMO LAS RESPUESTAS DE SYLLABUS VAN DIRIGIDAS TANTO
A RADIO CRISTIANDAD COMO A NOSOTROS, TOMAREMOS SÓLO AQUELLOS PÁRRAFOS QUE NOS
ATAÑEN:
Syllabus: Monseñor Williamson, revolucionario? ¿Qué entiende el autor de
la nota por “revolucionario? ¿Cuál es el pensamiento revolucionario de Mons.
W.? ¿O será que ser un revolucionario para este escriba es ser un “revoltoso”?
¿Pensará lo que escribe?
Acepción
de "Revolución" por la RAE: 3. f. Inquietud,
alboroto, sedición.
Podríamos
agregar revuelta si el autor de Syllabus prefiere. Repetidas críticas públicas
a la autoridad y presumiblemente (nunca fue desmentido por él) filtración de
cartas privadas constituyen a nuestro juicio, una inquietud, alboroto,
sedición...revuelta, o sea, revolución.
En efecto, como pensábamos, se le aplica a Monseñor Williamson el
calificativo de “revolucionario” en el sentido vulgar de ser un “revoltoso” o
alborotador. Y esto ¿por qué? Por 1) “repetidas críticas públicas a la
autoridad” y 2) “filtración de cartas privadas”. Pero 1) se desliga las
“repetidas críticas públicas a la autoridad” (que se hicieron públicas cuando
privadamente no tuvieron ningún efecto) del motivo de estas críticas. Y este
motivo era el grave peligro de que la Fraternidad cayera bajo el poder de la maquinaria
modernista de Roma, como estuvo a punto de suceder en junio de 2012. Si el
barco va a chocar contra un escollo –o ya chocó y empezó a hacer agua- quien
esto ve tiene la grave obligación de dar aviso al capitán del barco, y si este
no quiere escuchar, a sus oficiales y luego a los pasajeros. Si esto es
alborotar, será alborotar, pero el motivo del alboroto no partió de quien dio
la voz de alarma sino de quien no supo conducir el barco como debía. Esta
“revuelta” fue verdaderamente un acto de caridad que Dios le pagará con creces
a quien no quiso permanecer callado mientras el Capitán del barco, “despreciando todas las advertencias
amigables y anulando las decisiones del Capítulo de 2006 que le obligaban”
(Catecismo de la crisis en la Fraternidad) desobedecía a Monseñor Lefebvre. Y 2) teniendo en cuenta lo anterior, “Menzingen dijo que el responsable de esta indiscreción había “pecado
gravemente”: Nosotros creemos que
al contrario, no hizo más que cumplir con su deber. Cuando el jefe pierde la
razón, es bueno que el cuerpo se dé cuenta. Y si hubo culpa: Oh feliz culpa que
reveló los pensamientos de los corazones”, como dice el “Catecismo de la crisis
en la Fraternidad” de indispensable lectura para entender muy razonablemente y
con abundancia de pruebas porqué está la Fraternidad en esta situación. Por
supuesto que si uno no ve las cosas así, se concede que se tilde a Monseñor
Williamson de “revolucionario”.
Syllabus: ¿a qué viene esta agresión insensata para con un obispo
católico expulsado de su congregación por enfrentar al liberalismo del Superior
General? Tal vez sea que el autor es un liberal y entonces el católico
tradicional resulta ser un “revolucionario” al que hay que denostar por ser su
mayor enemigo
No discutimos la expulsión de Mons. Williamson de
la FSSPX (que nos pareció lamentable). La "agresión" en cambio, es
suya, cuando tilda al Superior General de la FSSPX y nos presume a nosotros de
"liberales"...
1)En primer lugar, si el autor cree que Monseñor Williamson ha sido un
revolucionario, un alborotador, un sedicioso, un reiterado crítico del superior
y además se lo acusa de filtración de cartas privadas, entonces lo coherente es
que un personaje así fuera expulsado, y no lamentar su expulsión (allí se dice
que lo lamentable es la expulsión de Mons. Williamson, no su conducta, por lo
tanto resulta incoherente lamentar que se expulse a un elemento perturbador de
la paz interna y la unidad de la congregación). 2)Agredir, según nuestro viejo
diccionario, es acometer a alguien para herirle, matarle o hacerle algún daño.
Cuando el autor dice que Mons. Williamson no sabrá cómo contestar las preguntas
que le son formuladas por el otro sitio web, está dañando la reputación del obispo,
pues es sabido que es capaz de contestar perfectamente a esas preguntas, como
conferencias, sermones y entrevistas varias
lo pueden demostrar. Por otra parte, tildar al Superior General de “liberal” no
es ninguna agresión, pues no se le da un mote despectivo sino que se describe simplemente
su pensamiento y forma de actuar, como está sobradamente probado por quienes
aún se ocupan de reflexionar. No se busca hacerle ningún daño –lo mismo ocurre
cuando calificamos a un blog o escritor o periodista de liberal- sino que, lo
diremos en palabras del gran antiliberal que fue Sardá y Salvany: “Nuestra fórmula es muy clara y concreta. Es la siguiente: La suma
intransigencia católica es la suma católica caridad. Lo es en orden al prójimo
por su propio bien, cuando por su propio bien le confunde y sonroja y ofende y
castiga. Lo es en orden al bien ajeno, cuando por librar a los prójimos del
contagio de un error desenmascara a sus autores y fautores, les llama con sus
verdaderos nombres de malos y malvados, los hace aborrecibles y despreciables
como deben ser, los denuncia a la execración común, y si es posible, al celo de
la fuerza social encargada de reprimirlos y castigarlos. Lo es, finalmente, en
orden a Dios cuando por su gloria y por su servicio se hace necesario prescindir
de todas las consideraciones, saltar todas las vallas, lastimar todos los
respetos, herir todos los intereses, exponer la propia vida y la de los que sea
preciso para tan alto fin.
Y todo esto es pura
intransigencia en el verdadero amor, y por esto es suma caridad, y los tipos de
esta intransigencia son los héroes más sublimes de la caridad, como la entiende
la verdadera Religión. Y porque hay pocos intransigentes, hay en el día pocos
caritativos de veras. La caridad liberal que hoy está de moda es en la forma del
halago y la condescendencia y el cariño; pero es en el fondo el desprecio
esencial de los verdaderos bienes del hombre y de los supremos intereses de la
verdad y de Dios”. Y conste que nosotros no hemos
dicho a nadie, como en otro lugar Sardá, “malvado” o “majadero”. Simplemente
nos valemos de la libertad cristiana para exponer los errores como tales en la
medida de nuestras limitadas posibilidades y tratando de evitar caer en el celo
amargo. Para ello buscamos asistirnos precisamente de ese tan útil librito que
tanto recomendaba Monseñor de Castro Mayer, para no olvidar que “El liberalismo
es pecado”, se encuentre donde se encuentre y use los ropajes que use.
Syllabus: Segundo, no puede aceptarse el motu proprio por la mitad, o se
lo acepta todo o se lo rechaza todo. Si bien tiene una parte buena –la que
permite a todos los sacerdotes celebrar la Misa tradicional-, esa parte está
condicionada por la parte mala, que subordina esa misa y la usa como excusa
para glorificar la mala misa. El documento –que es uno y no dos documentos y
por tanto indivisible- sirve para tolerar por parte de Roma un bien que no
quieren –la Misa tradicional, pero les da pie para aprobar un mal mayor –la
Misa nueva-, por lo tanto es inadmisible su aceptación, pues es más el mal que
el bien que se obtiene, aunque eso no impide que se pueda reconocer que en los
papeles el documento tiene una parte buena
Nos
quedamos con la última parte de su respuesta: Mons. Fellay (y Mons. Williamson)
reconocieron la libertad de la Misa tradicional que tiene, "en los
papeles", el documento llamado "Summorum pontificum" ...si
además debieron criticar los errores que ese documento posee es otro tema (de
hecho, al momento de emitirse el documento y después de todas las
presiones en su contra, no creo que hubiese sido oportuno)
Si el documento “Summorum Pontificum” contiene errores, entonces
opinamos que no puede hablarse de “oportunidad” o “no oportunidad” para
criticarlo, puesto que tal especulación es del orden diplomático o político y
el documento en sí es del orden de la fe, ya que concierne a la celebración del
misterio que está en el centro de la Iglesia, y el ministerio apostólico,
relativo a la propagación de la fe y la salvación de las almas está por encima
del orden diplomático o de la especulación acerca de su recepción o de lo que
opine la opinión pública o quien fuere. La prudencia indicaría sólo una crítica
posterior si la crítica en el momento trajera un mal grave a la Iglesia. Pero
decir que la Misa nueva es mala y no puede convivir con la verdadera Misa
católica no es un mal para la Iglesia ni para la Fraternidad.
Syllabus: Por otra parte, tal fantochada –la de levantar unas
excomuniones que no existen- no restablece ninguna justicia, sino que da la
“apariencia” de una justicia. Pero la mentira no trae la justicia. En nuestra
opinión tal acto ha sido sumamente grave y hoy se pagan las consecuencias con
la disolución de la Fraternidad.
El decreto por el cual se levantan las "excomuniones" lo que
hace es declarar "carente de efectos jurídicos" -a partir de su
dictado- el decreto de "excomunión" de 1988. No se pronuncia sobre la
validez o no de la pena. Lo que nosotros decimos es que la pena de excomunión
es nula, pero el decreto existió. Dejarlo sin efecto es hacer justicia.
Como todo lo que ha
dado Roma a la Fraternidad, esta es una justicia a medias. Pues a pesar de que
los obispos no están oficialmente excomulgados no gozan de los mismos derechos
que los otros obispos de la Iglesia, de hecho se dice desde Roma que no están
en “plena comunión” y que deben ser “reintegrados” a la Iglesia. No se ha
normalizado su situación. Por eso ahora no los llaman “excomulgados” pero los
llaman “cismáticos”. Por otra parte, si me meten en la cárcel acusándome de homicidio
siendo yo inocente, y después me indultan pero sin decir que yo no maté a
nadie, no lavan mi nombre y queda para todo el mundo la idea de que maté a
alguien. Esa mentira pasa a ser verdad para todo el mundo. No hay allí
justicia. Si el decreto era injusto, lo que debió hacerse es eliminar o
declarar que el decreto era injusto, no simplemente quitar sus efectos porque
se sigue aprobando la causa de tales efectos, que es el decreto.
Syllabus:
También hay que decir que es cierto que “testimoniar la verdad” no es ninguna
falta, y que el error está en dar la verdad a quien no da muestras de quererla.
Pero esta es una cuestión opinable, pues ¿siempre se está seguro de lo que el
otro quiere o no?
Digamos
también que la “farsa” de las “discusiones doctrinales” es algo que quizás
pueda decirse ahora, pero tal vez no fuera tan claro entonces. Es otra cuestión
muy opinable, aunque ciertamente las reservas frente a los modernistas debieron
ser mayores, lo que hace ver una falta de aprendizaje de la experiencia sufrida
por Monseñor Lefebvre.
Correcta
la primera parte. Creemos que Mons. Lefebvre habría sí aceptado las discusiones
doctrinales sólo que hubiese sido más incisivo y más hábil que los
representantes de la FSSPX nombrados por Mons. Fellay. Probablemente les
hubiese exigido que los problemas doctrinales sean definidos mediante
sentencias infalibles, las únicas capaces de dilucidar las divergencias.
Las discusiones doctrinales llegaron tras las dos peticiones hechas a
Roma para poder “confiar” en ellos. Puesto que probablemente Monseñor Lefebvre
no se hubiese sometido a ello, tampoco hubieran tenido lugar las discusiones
doctrinales. Conocemos aquellas duras palabras donde Monseñor Lefebvre les
exigía a los modernistas romanos que aceptaran las encíclicas de los papas
antimodernistas. Y Monseñor Lefebvre conocía muy bien al cardenal Ratzinger
como para volver a caer en su trampa.
Syllabus:
La respuesta dada en el otro blog a esta pregunta se equivoca con respecto a
que las causas (el estado de necesidad) cesan para tal irregularidad de la
Fraternidad, como si Roma hubiese vuelto a la Tradición. Eso es lo que postuló
Monseñor Lefebvre más allá de las consagraciones episcopales, en aquel famoso
texto donde afirmó que sólo volvería a dialogar con Roma si ésta aceptaba todas
las encíclicas de los anteriores papas antimodernistas. Por otra parte quien
está en situación irregular con respecto a la doctrina católica es la Roma
modernista, y es ella quien debe buscar de regresar a la regularización.
Si
los autores de Syllabus han leído los posts de Lhd desde 2006 conocen que para
nosotros, en una argumentación de absoluta lógica, el estado de necesidad
consistió en la necesidad de perpetuar la Tradición (la conversión de
Roma, deseada por todos, no fue el motivo de las consagraciones episcopales sin
mandato del Papa). La perpetuación de la Tradición se logra ordenando
sacerdotes (en 1976) y Obispos (en 1988) cuando éstos no existían. Si
Roma (desde el 2000 en adelante) estaba dispuesta a reconocer a los cuatro
Obispos y dejarles hacer la "experiencia de la Tradición" (en toda su
dimensión), no había ni hay motivo para negarse, so pena de cisma. Si bien el
modernismo está instalado en todas las esferas en Roma, no podemos descartar
alguna buena iniciativa que provenga de sus autoridades sin caer en un
determinismo o predestinación protestante.
La perpetuación de la Tradición se logra con sacerdotes y obispos
católicos sin resabio de liberalismo, para lo cual deben mantenerse fuera de la
estructura oficial de la Iglesia ocupada por los modernistas. Decir que Roma
está dispuesta a “dejar hacer la experiencia de la Tradición” sin hacer ella
misma la experiencia de la Tradición es como decir “dejamos a estos pobres
tradicionalistas que hagan la experiencia de la Tradición…pero sin criticarnos
a nosotros, que no queremos hacer la experiencia de la Tradición”. La Tradición
no puede ser cosa de un grupo marginal en la Iglesia. No puede ser asunto de
una Prelatura. La Tradición es la sangre de la Iglesia. Y esta Iglesia
conciliar se está muriendo porque una y otra vez ha rechazado la Tradición
católica para complacer al mundo, por haber perdido la fe sobrenatural. Lo que
Roma ha estado haciendo con la Fraternidad es ecumenismo. Pretender que Roma ha
vuelto en algún grado a la Tradición es desconocer la realidad, ser un iluso o
no estar informado. O también estar resabiado de liberalismo. El pensamiento
modernista de Benedicto XVI al respecto es clarísimo. Por sus frutos se conoce
el árbol. No hay acá “determinismo” ni “predestinación protestante”, sino
sensatez, como la que tenía Monseñor Lefebvre cuando dijo cosas como estas:
“Suponiendo
que de aquí a un tiempo Roma nos llame, nos quiera ver y volver a conversar, en
ese caso seré yo quien ponga las condiciones [...] Y plantearé las cuestiones
desde el plano doctrinal: "¿Están de acuerdo ustedes con las grandes
encíclicas de los grandes papas precedentes? ¿Están de acuerdo con la Quanta
Cura de Pío IX, Immortale Dei y Libertas de
León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de
Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están ustedes en plena
comunión con esos papas y sus afirmaciones? ¿Aceptan también el juramento
antimodernista? ¿Están por el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?
Porque si no aceptan las doctrinas de sus predecesores es inútil hablar. Mientras
no acepten reformar el Concilio considerando la doctrina de los papas
anteriores, no hay diálogo posible. Es inútil”.(Fideliter Nº 66, septiembre
1988).
“El
día en que el Vaticano sea liberado de esta ocupación modernista y
reencuentre el camino seguido por la Iglesia hasta el Vaticano II, nuestros
Obispos estarán enteramente en las manos del Soberano Pontífice, comprendiendo
en ello la eventualidad de no ejercer más las funciones
episcopales”.(Declaración pública ante la Consagración episcopal, julio de
1988).
“Roma
ha perdido la fe, queridos amigos. Roma está en la apostasía. Estas no son
palabras, no son letras en el aire lo que les digo. No podemos tener confianza
en esa gente. Han dejado a la Iglesia, ellos han dejado a la Iglesia,
ellos dejan la Iglesia. Es seguro, seguro, seguro”.
(4 de
octubre de 1987)
“Era
cosa clara y que reflejaba muy bien su actitud. No se trata para ellos de
abandonar la nueva misa. Al contrario. Por ello, lo que puede parecer una
concesión no es en realidad sino una maniobra para alejar de nosotros el mayor
número de fieles, Con esta perspectiva es con la que parecen conceder, cada vez
un poco más e ir más lejos. Pero hay que convencer a los fieles de que
se trata de una maniobra, que es un peligro ponerse en manos de los obispos
conciliares y de la Roma modernista. Es el mayor peligro que les
amenaza. Si hemos luchado durante 20 años para evitar los errores
conciliares, no es para ponernos ahora en manos de quienes los profesan”.
(Fideliter
Nº 70, Julio-agosto 1989).
Agradecemos la paciencia de leernos.