"Importa,
sin embargo, considerar no sólo las deficiencias de la naturaleza caída, sino
también la acción del demonio.
A éste fue
dado hasta el fin de los siglos el poder de tentar a los hombres en todas las
virtudes y, por consiguiente, también en la virtud de la Fe, que es el propio
fundamento de la vida sobrenatural. Así, es claro que hasta la consumación de
los siglos la Iglesia está expuesta a los internos brotes del espíritu de la
herejía, y no hay progreso que la inmunice de modo definitivo contra este mal.
Cuánto se
empeña el demonio en provocar tales crisis, superfluo es demostrarlo.
Así, el
aliado que él consigue implantar dentro de las huestes fieles, es su más
precioso instrumento de combate. La experiencia de nuestros días nos
enseña que la quinta columna supera en eficacia a los más terribles
armamentos. Formado en los medios católicos el tumor revolucionario,
las fuerzas se dividen, las energías que debían ser empleadas enteramente en
la lucha contra el enemigo exterior, se gastan en las discusiones entre
hermanos. Y si, para evitar tales discusiones, los buenos cesan en
la oposición, mayor es el triunfo del infierno, que puede, en el interior
mismo de la ciudad de Dios, implantar su estandarte y desenvolver rápida y
fácilmente sus conquistas. Si el infierno dejase de intentar en cierta época
maniobra tan lucrativa, sería el caso de decir que esa época el demonio habría
dejado de existir. Este es el doble origen natural y preternatural de las
crisis internas de la Iglesia.
Como veis,
estas dos causas son perpetuas y perpetuo será su efecto. En otros términos,
la Iglesia tendrá que sufrir siempre la embestida interna del espíritu de las
tinieblas. Para esclarecimiento de vuestro apostolado, importa recordar las
tácticas que él adopta. A fin de que su acción se conserve oculta, la hace
disfrazada. El embuste es la regla fundamental de quien obra a ocultas
en el campo del adversario. El demonio sopla, pues, para llegar a su fin, un
espíritu de confusión que seduce a las almas y las lleva a profesar el error,
hábilmente disimulado con apariencias de verdad.
No creáis que
en esta lucha el adversario lanzará sentencias claramente contrarias a las
verdades ya definidas.
Sólo lo hará
cuando se juzgue enteramente señor del terreno. Las más de las veces hará
“pulular o germinar errores ocultos bajo una apariencia de verdad... con una
terminología pretenciosa y oscura” (Carta de la Sagrada Congregación de
Seminarios al Episcopado Brasileño, A. A. S. 42, p. 839).
Y la manera
de extender este brote de errores, será velada e insidiosa. El Santo Padre Pío XII, la
describe así:
“Estas
nuevas opiniones, ya nazcan de un reprobable afán de novedad, ya de una causa
laudable, no son propuestas siempre en el mismo grado, con igual claridad y con
las mismas palabras, ni siempre con un consentimiento unánime de sus autores;
en efecto, lo mismo que hoy es enseñado por algunos más encubiertamente y con
ciertas cautelas y distinciones, mañana será propuesto por otros más audaces
con claridad y sin moderación, no sin escándalo de muchos, principalmente del
clero joven, ni sin detrimento de la autoridad eclesiástica. Y si se suele
obrar con más prudencia en los libros impresos para el público, se habla ya con
mayor libertad en los opúsculos privadamente distribuidos, en las lecciones y
en los círculos de estudio. Tales opiniones no se divulgan solamente entre los
miembros del clero secular y regular en los seminarios y en los institutos
religiosos, sino aun entre los seglares, especialmente entre los que se dedican
a la educación e instrucción de la juventud”. (Enc. “Humani Generis”, A.
A. S. 42, pág. 565.)
Así, pues, no
os debéis asustar si algunas veces fueseis de los pocos en distinguir el error
en proposiciones que a muchos parecerán claras y ortodoxas o, por lo menos,
confusas, pero susceptibles de buena interpretación. O, si os encontraseis en
ciertos ambientes donde las medias tintas sean hábilmente dispuestas para que
se difunda el error, pero se dificulte el combate.
La táctica
del adversario fue calculada precisamente para colocar en esta posición
embarazosa a los que se le opusiesen. Con esto, él atraerá a veces contra
vosotros hasta la antipatía de personas que no tienen la menor intención de
favorecer el mal. Os tacharán de visionarios, de fanáticos, tal vez de
calumniadores. Eso fue precisamente lo que dijeron en Francia contra
San Pío X los acérrimos seguidores del “Sillón” y de Marc
Sangnier.
¿Por miedo a
estas críticas retrocederéis delante del adversario? ¿Dejaréis abiertas las
puertas de la ciudad de Dios?
Por cierto, debéis evitar con cuidado delante de
Dios cualquier exageración, cualquier precipitación y cualquier juicio
infundado. Pero igualmente debéis gritar, siempre que el adversario, vestido de
piel de oveja, se presente delante de vosotros, sin cederle una pulgada de
terreno por miedo a que él os impute excesos de los que vuestra conciencia no
os acusa.
Obrando así obedeceréis
a las expresas normas del Santo Padre.
En todos los
documentos que ha publicado relativos a este asunto, el Romano Pontífice
gloriosamente reinante viene recomendando a los Obispos y a los Sacerdotes de
todo el orbe, que instruyan diligentemente a los fieles para que no se dejen
engañar por los errores que ocultamente circulan entre ellos. La Instrucción
deseada por el Santo Padre ha de ser preventiva y represiva.
No juzgue un sacerdote en cuya parroquia el error
parezca que no ha penetrado, que está dispensado de trabajar. Dado el
engaño en que se desenvuelven estos errores, teniendo en cuenta los procesos de
difusión, a veces casi impalpables, de que se sirven sus autores, pocos son los
párrocos que pueden tener la certeza de que todas sus ovejas están inmunizadas.
Además, el buen Pastor no se contenta con remediar, sino que está
gravemente obligado a prevenir.
No seamos
como el hombre de quien nos habla el Evangelio, el cual dormía mientras el
enemigo sembraba la cizaña en medio de su trigo. La simple obligación de
prevenir justificaría los esfuerzos que empleéis en este sentido.
Mons. Antonio
De Castro Mayer. "Verdades oportunas que se oponen a los errores
contemporáneos"