¡Pobre
Monseñor Lefebvre! Zarandeado por unos y otros para justificarse, lo llevan de
un lado a otro como bandera disputada por dos hinchadas rivales. Dos hinchadas
que atacan al mismo enemigo común, no al liberalismo de Monseñor Fellay, sino
bajo distintas acusaciones, a Monseñor Williamson, expulsado por Monseñor Fellay
por oponerse a su liberalismo. Unos lo utilizan para hacer ver que Mons.
Lefebvre es como ellos, es decir,
durísimo, inflexible, severo, intemperante, implacable. Otros, para descubrirlo
blando, amistoso, dialogante, conciliador, buenudo, como ellos.
Es
así como en el blog “La Honda de David” se cita un artículo reciente de “Radio
Cristiandad”, donde se hacen una serie de preguntas que el articulista del
primer blog citado se ocupa de responder.
Por
nuestra parte, equidistantes de unos y otros, respondemos a dos bandas en este
artículo (van en color rojo nuestros comentarios y respuestas) lo que
consideramos errado, discutible o polémico.
febrero
24, 2013
Preguntas y
respuestas…
Las
preguntas están destinadas
a Mons. Williamson por quienes son más revolucionarios que él ¿Monseñor Williamson, revolucionario? ¿Qué entiende el autor
de la nota por “revolucionario? ¿Cuál es el pensamiento revolucionario de Mons.
W.? ¿O será que ser un revolucionario para este escriba es ser un “revoltoso”?
¿Pensará lo que escribe? (nunca fue más de aplicación la frase de que
"la revolución como Saturno se come a sus propios hijos", quién iba a
decirlo aplicado a tradicionalistas) pero nos permitimos responderlas, no por
el interpelado que a estas alturas ya no sabrá cómo hacerlo ¿a qué viene esta agresión insensata para con un obispo
católico expulsado de su congregación por enfrentar al liberalismo del Superior General? Tal vez sea que el autor es un liberal y entonces el católico
tradicional resulta ser un “revolucionario” al que hay que denostar por ser su
mayor enemigo, sino por el aludido, nada menos que Mons. Lefebvre:
1.-
¿Habría aceptado y defendido M. Lefebvre el peyorativo y odioso Motu Proprio
del 7 de julio de 2007 que dio carta de soberanía a la misa de Paulo VI y
redujo a un plano inferior a la Misa de siempre y que para mayor desfachatez
afirmaba que las dos representaban la misma fe?
Sí,
porque no se trata de aceptar el “Motu proprio” y sus contenidos equívocos,
sino de la libertad para oficiar la Misa tradicional, la cual estaba de hecho
prohibida hasta ese entonces.
Primero, a cierta altura de su vida Mons. Lefebvre había comprendido
muy bien lo que eran los modernistas de Roma y sus trampas. Pero en cierto
momento de su vida –antes- no lo advirtió del todo y por eso hizo algo peor
que aceptar tal motu proprio, como fue firmar el protocolo de acuerdo con Roma
en 1988, cosa de la cual se arrepintió enseguida y dio marcha atrás. Los que
hoy despedazan a Mons. Williamson porque “sólo empezó a oponerse en el 2010”
hoy parecen olvidarse de aquello. Probablemente habrían dicho “Monseñor Lefebvre
sólo empezó a oponerse a Roma en serio en 1988” o algo parecido.
Por lo tanto puede decirse que en un principio Mons. Lefebvre podría
haberse deslizado hacia esa trampa –como cayó también en parte Mons.
Williamson-, pero el posterior Mons. Lefebvre no lo habría hecho. Nadie es
infalible, sólo el Papa como sabemos en determinadas circunstancias.
Segundo, no puede aceptarse el motu proprio por la mitad, o se lo
acepta todo o se lo rechaza todo. Si bien tiene una parte buena –la que permite
a todos los sacerdotes celebrar la Misa tradicional-, esa parte está
condicionada por la parte mala, que subordina esa misa y la usa como excusa
para glorificar la mala misa. El documento –que es uno y no dos documentos y
por tanto indivisible- sirve para tolerar por parte de Roma un bien que no
quieren –la Misa tradicional, pero les da pie para aprobar un mal mayor –la
Misa nueva-, por lo tanto es inadmisible su aceptación, pues es más el mal que
el bien que se obtiene, aunque eso no impide que se pueda reconocer que en los
papeles el documento tiene una parte buena.
2.-
¿Habría pedido, aceptado y agradecido M. Lefebvre, el levantamiento de las
inexistentes excomuniones de enero de 2009, con un Te Deum incluido?
Sí, porque aunque no es la declaración de nulidad que hubiera correspondido, al menos es un acto que, sin que Roma pierda la apariencia de “certeza jurídica” en sus mandatos, restablece la justicia.
Es sabido que Monseñor Williamson no firmó la carta del pedido de
levantamiento de las excomuniones, presentado en realidad por Mons. Fellay como
un pedido de retiro del decreto de las excomuniones, cosa distinta (eso es lo
que hizo público Mons. Fellay, no sabemos del todo en efecto qué pidió a Roma y
si Roma le concedió lo que pidió). Mons. Williamson es crítico de su posición
tomada entonces y ha reconocido la insuficiencia de su postura. Seguramente
Mons. Lefebvre –en especial el más crítico de sus últimos años- no habría
pedido ni agradecido nada y se habría opuesto con firmeza. Por otra parte, tal
fantochada –la de levantar unas excomuniones que no existen- no restablece
ninguna justicia, sino que da la “apariencia” de una justicia. Pero la mentira
no trae la justicia. En nuestra opinión tal acto ha sido sumamente grave y hoy
se pagan las consecuencias con la disolución de la Fraternidad.
3.-¿Habría
aceptado M. Lefebvre la farsa de las discusiones doctrinales con los que usted
llama hoy irónicamente: “nuestros nuevos amigos de Roma”?
Sí,
porque testimoniar frente a quien sea de la Verdad no es ninguna falta, aunque
finalmente no tuvieran ningún resultado (pero esto no se podía asegurar a
priori)
Monseñor Lefebvre buscó durante muchos años intentar que Roma
volviese a la Tradición. En un punto llegó a decir que había ido demasiado
lejos y cortó toda relación. Ahora bien, algunos pueden haber pensado que
simplemente con estas conversaciones doctrinales iban a proclamar la verdad en
Roma y luego, tras unos resultados negativos, se iba a cortar la relación. Fue
una táctica mala. El tiempo demostró que estos diálogos sólo sirvieron para
dilatar la situación mientras se ablandaba a los tradicionalistas. Desde luego
que fue un error. Y de acuerdo a la última posición de Monseñor Lefebvre, muy difícilmente
hubiera caído en esta trampa. Seguramente que no. Pero…Monseñor Lefebvre hay
uno solo, y al fin y al cabo él también tardó su tiempo en comprender que Roma
sólo quería destruir la tradición. Lo importante es si ha habido en algunos o
no una rectificación de esto. Si se persiste en esto o no. Decir que Monseñor
Williamson busca un acuerdo con Roma es faltar a la verdad (tal cosa ha hecho
recientemente la Radio Cristiandad en otro artículo reseñado en más de un
blog). Si es por encontrar fallas en los otros, los implacables de la citada Radio no dejarían de aporrear a San Pedro, a San Agustín o a David por sus
grandes pecados. Pero lo importante es si se repusieron de ellos y no los
volvieron a cometer.
También hay que decir que es cierto que “testimoniar la verdad” no
es ninguna falta, y que el error está en dar la verdad a quien no da muestras
de quererla. Pero esta es una cuestión opinable, pues ¿siempre se está seguro
de lo que el otro quiere o no?
Digamos también que la “farsa” de las “discusiones doctrinales” es
algo que quizás pueda decirse ahora, pero tal vez no fuera tan claro entonces.
Es otra cuestión muy opinable, aunque ciertamente las reservas frente a los
modernistas debieron ser mayores, lo que hace ver una falta de aprendizaje de
la experiencia sufrida por Monseñor Lefebvre.
4.-¿Habría
tolerado M. Lefebvre la muy bien calificada por el P. Ceriani de funesta frase:
“la preciada regularización que solamente Roma tiene el poder de otorgar” ?
Sí, porque nadie puede preferir una situación de irregularidad (canónica) en la que se está, cuando las causas de dicha situación cesan; y porque la regularización sólo la puede otorgar Roma en virtud del primado que Cristo le dio a Pedro.
Sí, porque nadie puede preferir una situación de irregularidad (canónica) en la que se está, cuando las causas de dicha situación cesan; y porque la regularización sólo la puede otorgar Roma en virtud del primado que Cristo le dio a Pedro.
La frase aludida está aplicada mal (no diremos maliciosamente, pues
no pretendemos leer el corazón de nadie, aunque no sería descabellado pensar eso, visto el tono cada vez más rabioso usado en la Radio Cristiandad) porque Mons. Williamson la utiliza en
su “Comentario Eleison” de donde está extraída de manera irónica, pues es una
pregunta que haría alguien que quisiera acordar con Roma poniendo entre paréntesis
la doctrina para hablar más adelante de ella, como haría posteriormente
Monseñor Fellay, y lo que hace Mons. Williamson en ese comentario es resaltar
la primacía de la doctrina por sobre todo. Por lo tanto la pregunta donde se
incluye la citada frase no la hace a título personal. Hay un matiz que no se
distingue en la utilización de esta frase la cual sacada de tal contexto puede
usarse para confundir. Decía Napoléon “Denme una carta de un hombre inocente y
yo lo volveré culpable”. En todo caso lo que podría achacársele en tal artículo
a Mons. Williamson es su credulidad con respecto a Monseñor Fellay, pero no
aquello de que Radio Cristiandad lo quiere acusar usando mal esa frase.
Por lo tanto no puede discutirse acerca de una frase sacada del
contexto y usada irónicamente por Mons. Williamson para reflejar el pensamiento
de algunos semiliberales o liberales en la Fraternidad.
La respuesta dada en el otro blog a esta pregunta se equivoca con
respecto a que las causas (el estado de necesidad) cesan para tal irregularidad
de la Fraternidad, como si Roma hubiese vuelto a la Tradición. Eso es lo que
postuló Monseñor Lefebvre más allá de las consagraciones episcopales, en aquel
famoso texto donde afirmó que sólo volvería a dialogar con Roma si ésta
aceptaba todas las encíclicas de los anteriores papas antimodernistas. Por otra
parte quien está en situación irregular con respecto a la doctrina católica es
la Roma modernista, y es ella quien debe buscar de regresar a la regularización.
5.-
¿En el hipotético caso de que M. Lefebvre hubiese “metido la pata” en alguno de
los cuatro puntos anteriores que he copiado “al pie de la letra” del P.
Ceriani, porque “errare humanus est”, no habría tenido la valentía y por que no
decirlo la humildad de retractarse para culminar la frase de Séneca: “sed
perseverare diabolicum”?.
Todo
esto es hipotético y además de imposible verificación puesto que el aludido ya
no está entre nosotros. De nada sirve especular.
Al respecto Monseñor Williamson ha reconocido sus errores (en las
circunstancias y ante quién él ha aceptado hacerlo) y no solo en los puntos
controversiales del artículo, sino también en otras ocasiones, como en el
famoso asunto de la televisión sueca. Tal vez lo que esperen algunos de esos energúmenos arrebatados que se dedican a la burla frenética -último recurso que les queda- es que
Monseñor Williamson se dirija personalmente a ellos y postrado a sus pies los ensalce “por no haberse
equivocado nunca” o “haber sido los primeros en ver el liberalismo de Mons.
Fellay”. Probablemente -a la manera judaica- quisieran que Monseñor se humille ante ellos una y otra vez, ante ellos tan "superiores". Pero esto, coincidimos con el otro bloggero, es hipotético.