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lunes, 21 de enero de 2013

HABLA MONSEÑOR LEFEBVRE





“¿Cómo podemos tener confian­za en gente así? Gente que justifica el rechazo de Quanta Cura, de Pascendi, de las declaraciones de la Comisión bíblica, etc...
Una de dos, o somos los here­deros de la Iglesia Católica, de Quanta Cura, de Pascendi, junto a los Papas de antes del Concilio y la gran mayoría de Obispos, todos a favor del Reinado de Nuestro Señor y la salvación de las almas, o si no somos los herederos de los que, sin importarles la ruptura con la Iglesia y su doctrina, admiten los princi­pios de los Derechos Humanos, ba­sados en una verdadera apostasía, con la única intención de poder es­tar presentes, aunque sea como la­cayos, en el gobierno mundial revo­lucionario. En el fondo se trata de eso: tanto decir que están a favor de los Derechos Humanos, de la liber­tad religiosa, la democracia y la igualdad entre todos, obtendrán un puesto en el gobierno mundial, pero será meramente de lacayos.

No podemos dudar ni un mo­mento si no queremos encontrarnos como aquellos que han caído en la trampa de los pactos y componen­das. Hay siempre algunos que se sitúan en el campo del adversario. No se sitúan en el propio campo de batalla, de los que combaten en las mismas trincheras, sino que su mi­rada se dirige siempre hacia el lado enemigo.
Como siempre, dicen que debe­mos ser caritativos, tener buenos sentimientos y evitar las divisiones. A pesar de todo... si dicen la Misa tradicional, no serán tan malos co­mo algunos comentan...
Y sin embargo nos traicionan, dan la mano a los que están destru­yendo la Iglesia y a los que profe­san ideas modernistas y liberales, condenadas por la Iglesia. Y ahora son los que realizan el trabajo del diablo, ellos que se ufanan de tra­bajar, como nosotros, por el Reino de Nuestro Señor Jesucristo y la salvación de las almas.
“Con tal que nos permitan cele­brar la Misa tradicional, podemos pactar con Roma, ¿por qué no?” Así discurren. Se encuentran en un verdadero callejón sin salida, pues no se puede dar la mano a los mo­dernistas y querer guardar la Tradi­ción.

Nuestro combate es terrible. Pero apoyados en los Papas que se han sucedido a lo largo de los si­glos, no tenemos por qué tener miedo ni por qué dudar.
Algunos desearían cambiar esto o aquello, llegar a un entendimien­to con Roma o con el Papa... Noso­tros también estaríamos dispuestos a ello si estuvieran con la Tradición y fueran los continuadores del tra­bajo que llevaron a cabo los Papas del siglo XIX y los de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo las autoridades de Roma reconocen que han emprendido un nuevo ca­mino y que el Concilio Vaticano II es una nueva era y en esta era la Iglesia recorre una nueva etapa”.

Mons. Marcel Lefevbre, Ecône, septiembre, 1990.