Por R. P. Benoit Storez
Tomado de: Foro un évêque s'est levé y Non Possumus
Así como el fénix que renace de sus cenizas, la herejía frecuentemente es muy hábil para resurgir incluso después de múltiples refutaciones y condenaciones. La táctica utilizada no varía apenas : el error se rejuvenece, lima las asperezas, edulcora las afirmaciones y regresa sobre la escena en una forma atenuada.
Así sucedió con el arrianismo, enfrentando la
oposición de los obispos católicos, cambió de cara y se hizo semi-arriano. Ya
no dijeron que el Hijo no era Dios, ni siquiera que era inferior, sino
simplemente negaron la consubstancialidad.”De la misma naturaleza” debería
haber contentado a todo el mundo, ¿por qué no hacer un acuerdo sobre una
fórmula común, compatible con la doctrina de la Iglesia y que los arrianos más
moderados hubieran podido aceptar? El mismo papa Liberio, a pesar del valor que
demostró en un primer tiempo enfrentando al emperador arriano, aceptó bajo
presión esta línea de conducta. El ciertamente pensó que serviría mejor a la
Iglesia con una diplomacia hábil. La historia juzgó e hizo de él “el papa
arriano”. La Iglesia juzgó: Ella canonizó al intratable San Atanasio y culpó
las habilidades de Liberio calificándolo de ‘favens hæresim’, favorece la
herejía.
En materia de fe, las habilidades son fácilmente compromisos y las sutilezas puertas abiertas al error.
Otro autor escribió, hablando de este género de actitudes equívocas : « " No contradecimos a un negro en nombre de un gris más o menos sucio, sino en virtud de un blanco cada vez más puro, cada vez más brillante, cuyo esplendor condena y al gris y al negro ".
El demonio no se renueva mucho, y sus tácticas favoritas son en resumidas cuentas, poco numerosas.
Así actualmente vemos levantarse al más joven de la familia « Semi » : El semi-modernismo. Su hermano mayor, el modernismo, ha querido (y obtenido) un Concilio en ruptura con la Tradición. Desde el principio de la primera sesión, los padres “al viento” enviaron al olvido todos los trabajos preparatorios realizados por las comisiones romanas y las sustituyeron con sus propios esquemas para que sirvieran de base a las discusiones. El tono estaba dado, y se mantuvo a lo largo de todo el Concilio, con los frutos que conocemos.
Sin embargo, esta ruptura suscitó oposiciones. Un puñado de irreductibles resiste todavía y siempre al invasor. Que esto no importe, desarmemos a la oposición encontrando un terreno de entendimiento. Es así que asistimos a la propagación de una nueva tendencia: El concilio no es en ruptura sino en continuidad respecto al pasado. La crisis viene de aquellos, los villanos, que transformaron el Concilio y quienes hicieron la ruptura. Leamos el Concilio a la luz de la Tradición, pongamos el Concilio como prolongación de la Tradición y todo irá bien.
Es así que la hermenéutica de la continuidad
sucede a la hermenéutica de la ruptura. Los peores excesos son culpados, las
tesis más audaces son evacuadas, y he aquí a la herejía moderna que reaparece
con una nueva juventud, como bajo la acción de una crema anti-arrugas.
La táctica no es nueva, por lo tanto todavía está en marcha. Este semi-conciliarismo o semi-modernismo es menos feo, menos repulsivo que su hermano mayor. Se engalanó un poco más con una máscara tradicional, permite el latín, ve con buenos ojos la sotana, incluso se interesa en el antiguo rito a quien le ha reservado un lugar etiquetado como « extraordinario » en el museo de antiguedades para el uso de los nostálgicos. Así todas las tendencias encontrarán su lugar en una gran iglesia universal que junta en sus brazos a todos los hermanos separados.
La única condición exigida, es que la oveja perdida acepte cohabitar pacíficamente con las otras tendencias.
Mejor que eso : vemos ahora reaparecer entre los teólogos romanos una fórmula querida por los combatientes de la primera hora: el concilio debe ser interpretado a la luz de la Tradición. ¿Quién de entre nosotros osaría oponerse a esta frase que incluso utilizó Monseñor Lefebvre? Pues bien, detrás de estas mismas palabras, un nuevo sentido ha despuntado. Ya no es el concilio juzgado por la Tradición, los errores del concilio condenados por la Tradición, sino que es una aclaración recíproca: el concilio a la luz de la Tradición y la Tradición a la luz del concilio. Como en un autoservicio, aquí hay para todos los gustos, y la Tradición reencuentra un pequeño derecho de ciudadanía en una Iglesia conciliar conciliante. En este sentido, y al precio de un ligero silencio pronto olvidado, la Tradición será aceptada, y millones de almas que hasta ese momento estaban distanciadas por nuestra irregularidad canónica, franquearían al fin las puertas de nuestras iglesias, atraídas por el esplendor de las ceremonias y el olor de los inciensos.
¡Qué ilusiones ! Modernismo y
semi-modernismo son de la misma familia porque en ellos circula el mismo veneno
del error, veneno del cual San Pío X dijo que no había peor. Seguir un concilio
en ruptura con el pasado, o buscar en este concilio una solución de continuidad
con la Tradición, es seguir haciendo del concilio la brújula. Sotana,
gregoriano, incienso, latín, todo eso no cambiará en nada los falsos principios
que permanecen.
Recordemos las lecciones que nos da la historia, del papa Liberio y de San Atanasio. El tren conciliar no ha renegado de sus principios y continúa rodando en su perversa dirección: para defender nuestra fe, no hay que subirnos a él.