Comentarios Eleison nº CCLXXIX (279)
17 de Noviembre de 2012
Muchos católicos no conciben la
completa profundidad del problema ocasionado por la Revolución Conciliar del
Vaticano II (1962-1965) en la Iglesia católica. Si conocieran más sobre la
historia de la Iglesia estarían menos tentados sea por el liberalismo para
pensar que el Concilio no fue tan malo después de todo, sea por el
“sedevacantismo” para pensar que las autoridades de la Iglesia ya no son sus
autoridades. Nuestro Señor, ¿cuestionó la autoridad religiosa de Caifás o la
autoridad civil de Poncio Pilato?
El problema es profundo porque
sus raíces están enterradas bajo siglos y siglos de historia de la Iglesia.
Cuando en los albores del 1400 San Vicente Ferrer (1357-1419) predicaba en toda
Europa que el fin del mundo estaba próximo, hoy en día sabemos que estaba fuera
de tono por más de 600 años. Sin embargo, Dios confirmó su predicación
otorgándole la realización de miles de milagros y de miles sobre de miles de
conversiones. ¿Estaba Dios confirmando la mentira? ¡Ni pensarlo! La verdad es
que el Santo estaba correctamente discerniendo, implícito en la decadencia del
final de la Edad Media, la explícita y casi total corrupción de nuestros
propios tiempos como ensayo general de la corrupción total al fin del mundo.
Simplemente ha llevado su tiempo,
el tiempo propio de Dios, varios siglos, para que esa corrupción implícita
devenga explícita, porque Dios ha elegido, a intervalos regulares, suscitar
Santos para detener el desliz en el tobogán, especialmente la cosecha de Santos
famosos que lideraron la Contra-Reforma en el siglo 16. Sin embargo, El no
quitaría el libre albedrío a los hombres, de manera que si ellos elegían no
permanecer a la altura de la Edad Media, El no los forzaría a hacerlo. En su
lugar, El permitiría a su Iglesia, al menos en cierta medida, adaptarse a los
tiempos, porque Ella existe para salvar almas presentes y no glorias pasadas.
Dos ejemplos pueden ser la
teología Molinista que Lutero y Calvino hicieron casi necesaria para garantizar
la protección del libre albedrío, y el Concordato de 1801 que el Estado
Revolucionario hizo necesario para permitir que la Iglesia en Francia
funcionara, siquiera un poco, en público. Ahora bien, ambos el Molinismo y el
Concordato eran compromisos con el mundo de sus tiempos, pero ambos permitieron
que muchas almas se salvaran. Al mismo tiempo la Iglesia no permitió el
socavado de los principios que permanecieron sagrados, de Dios como Acto Puro y
de Cristo como Rey de la Sociedad, respectivamente. Sin embargo, ambos
compromisos dieron lugar a una cierta humanización de la Iglesia divina y ambos
contribuyeron a una secularización gradual del Cristianismo. Los compromisos sí
tienen consecuencias.
Así, si un lento proceso de
humanización y secularización fuera a ir muy lejos en ese mundo del cual él
sólo hombres y mujeres son llamados por Dios para servir en su Iglesia, ellos
casi no podrían ingresar a Su servicio sin una fuerte dosis de liberalismo
radio-activo en sus huesos, requiriendo así un antídoto vigoroso en su
formación religiosa. Naturalmente, ellos compartirían la convicción instintiva
de casi todos sus contemporáneos de que los principios revolucionarios e
ideales del mundo del cual provinieron, eran normales, mientras que su
formación religiosa opuesta a ese mundo podía parecer piadosa pero en el fondo
anormal. Tales religiosos y religiosas acabarían por ser un desastre a la
espera de suceder.
Ese desastre golpeó a mediados
del siglo 20. La gran mayoría de los 2000 obispos Católicos del mundo, se
regocijó en lugar de sublevarse cuando Juan XXIII dejó en claro que estaba
abandonando la Iglesia anti-moderna. Así es que nadie que quiera salvar su alma
debe seguirlos a ellos o a sus sucesores, pero, por otro lado, estos últimos
están tan convencidos que son normales en relación a los tiempos modernos que
ellos no son tan culpables por destruir la Iglesia de Dios como lo hubieran
sido en tiempos previos. Benditas sean las almas católicas que pueden aborrecer
los errores de ellos sin dejar de honrar sus cargos.
Kyrie eleison.