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jueves, 4 de junio de 2020

LA SITUACIÓN EN ESTADOS UNIDOS



Escribimos desde los Estados Unidos. Daremos una breve pincelada del panorama que se vive aquí. Desde ya lo anticipamos: lo que se viene en este país es muy bravo. Estamos en guerra.


Nos encontramos en el estado de Texas, antiguo territorio del virreinato de la Nueva España, y luego parte del México independiente. Quizás sea el mejor estado de la Unión para permanecer imperativamente en una situación como la actual. Aquí no hay cuarentena forzosa, no hay obligación de usar mascarilla, salimos sin problemas, no hay vigilancia, la gente está en las calles, va a los restaurantes, no hay distanciamiento social. Muy cerca de la normalidad. Tenemos misas de la Resistencia diariamente, bautismos, primeras comuniones, adoración del Santísimo, etc. No hay señales de pánico o de angustia, de la locura que vemos en grandes ciudades donde dominan los demócratas (caso Nueva York). Muy lejos estamos de las medidas tiránicas propias del comunismo, aplicadas en los países otrora católicos, muy especialmente en nuestra querida Argentina, donde casi todos deben permanecer en prisión domiciliaria.

Aquí Trump es el presidente más popular de las últimas décadas, es difícil medirlo en relación a otros, pero es algo real. Lo cierto es que el izquierdista  corrupto Obama dejó un país devastado y con varias bombas de tiempo que ahora estallan en las calles. Trump levantó la economía, generó mucho trabajo y eso se puede palpar. Se siguen construyendo casas, autopistas, etc. EE.UU. se estaba levantando nuevamente hasta que llegó muy oportunamente el virus chino (¡oh, perdón, eso es xenofobia!, el covid-19).

No caben dudas de que quieren voltear a Trump a como dé lugar. Lo han intentado de todas las maneras: campañas constantes de la prensa, manifestaciones feministas y de la izquierda, el “star system” de Hollywood, juicio político en el Congreso. Pero no han podido. Hasta que tuvieron la genial idea (suposición probabilísima) de enchufarle un virus y provocarle una cuarentena que él no quería, a fin de buscar quebrar la economía. Aquí conviene aclarar, antes de seguir, que no somos democráticos, que deploramos el liberalismo y abominamos el “american way of life”. No creemos que Trump sea el Cid Campeador ni Francisco Franco. No hay dudas de que es un liberal y no es ningún paladín del orden cristiano. Pero Trump, un verdadero “outsider” del sistema político partidocrático norteamericano, fue elegido para estar en un momento de quiebre en la historia, y ha resultado ser un verdadero OBSTÁCULO (así con mayúsculas) para el “deep state” que pretende imponer la agenda globalista mundial para lo cual necesita imponerla también y antes que en ningún otro sitio, en los Estados Unidos.

Hay que mirar las cosas y los hechos con su complejidad y su dosis de imprevisibilidad, con sus matices, no como quienes lo ven todo en blanco y negro (y por supuesto, ellos son siempre blanco), los que se sienten irreprensibles y se muestran implacables en sus juicios. Dios puede obrar como quiere y en quien quiere a su manera. Punto.

Estamos viviendo aquí una transición entre la guerra subversiva y la guerra revolucionaria. La internacional  revolucionaria (cuyas nombres conocidos son Rothschild, Soros, Gates, ONU, OMS, China, etc. pero cuyos jefes supremos permanecen en las sombras) se ha lanzado al asalto final a fin de imponer –por las buenas o por las malas- primero el socialismo y luego la tiranía comunista (según el modelo chino) muy al gusto del Anticristo.

El Nuevo Orden Mundial no puede tolerar naciones soberanas, pueblos nacionalistas o presidentes patrióticos.  

No estaba en los planes de esta gente sino que estuviera en la presidencia la criminal Hillary Clinton. Algo falló. Hoy promueven al criminal Joe Biden. No lo digo yo, lo dice el mismo Trump, y aquí todo el mundo lo sabe.

No pueden hacer directamente un golpe de estado en el “país de la democracia”. Tienen que disfrazar su juego. De allí que por el momento la guerra es subversiva, y no del todo revolucionaria, más allá de los graves incidentes callejeros.

Estamos en un punto crítico, aunque no aún desesperado, pues hay resistencias, pero quedan pocos meses para las elecciones y serán meses complicados. Si voltean a Trump no habrá sólo un cambio de presidente o de partidos, será un cambio de sistema y el derrumbe del escollo en Occidente, que es el patriotismo, la identidad nacional, que ineludiblemente está vinculado estrechamente con el cristianismo. Los oligarcas globalistas son, como buenos revolucionarios, cosmopolitas, apátridas y anticristianos. Además de contranatura.

En su libro “Comunismo y Dios”, cap. VIII, dice Marcel Clément:

“¿Qué diferencia hay entre guerra subversiva y guerra revolucionaria? En primer lugar, el fin perseguido. El objetivo de la guerra subversiva es aislar psicológicamente a una población de su gobierno para debilitar a este gobierno y condicionar así su política. Rusia [habla de la Unión Soviética de entonces, n.d.b.] sostiene este tipo de guerra, en diversos grados, en todos los países libres.

El fin de la guerra revolucionaria es mucho más radical. Como su nombre indica, busca derrocar en un país el orden establecido, y sustituir el antiguo gobierno por uno nuevo, de tendencia ideológica opuesta.

Esta diferencia de objetivos implica diferencia de medios. En la guerra subversiva, las armas principales son de orden psicológico. Mediante informaciones, prensa, carteles, folletos y, si es posible, radio, e, incluso, cine y televisión, se busca influenciar a la opinión pública, recurriendo a sus instintos, para, finalmente, condicionar sus reacciones psicológicas. Todas estas técnicas se utilizan también en la guerra revolucionaria, pero combinadas con un empleo metódico de la infiltración, del terrorismo, y, lateralmente, con una escenificación militar, política y diplomática.

La característica esencial de la guerra revolucionaria es su carácter totalmente artificial. Los habitantes de un país sometido a esta clase de guerra asisten a una asombrosa evolución de las ideas. En algunos meses, o en algunos años, llegan a hacerse enemigos de la organización social dentro de la cual viven en paz, y amigos de los que, culpables del desorden, practican el terrorismo, a la vez que fanatizan la población buscando el triunfo de una ideología cualquiera. Como indica Mao-Tsé-Tung: «Una revolución o una guerra revolucionaria parte de la nada para llegar a la existencia, va de poco a mucho, del nacimiento al desarrollo, de la falta de poder político a la toma del poder político, de la ausencia de ejército rojo a su creación, y de la ausencia de región dominada por los comunistas a su establecimiento
(…)
La técnica del terrorismo, esencialmente, reposa en la utilización complementaria de la agitación, de la propaganda y de la organización. Cada una de estas palabras, dentro de la práctica estalinista, tiene un sentido preciso del que es necesario darse cuenta.

Agitación es el nombre que dan a todo acto destinado a provocar una emoción colectiva, susceptible de romper, en cada individuo, un equilibrio que está de acuerdo con los acontecimientos habituales del medio de vida. Las formas de agitación son varias. Pueden consistir en manifestaciones callejeras, incendios espectaculares, asesinatos, atrocidades y atentados diversos.

La propaganda consiste en repetir metódicamente un razonamiento lo más simple posible, que, INEVITABLEMENTE, lleva al grupo sometido a ella a adoptar la conclusión buscada por los especialistas de agitación y propaganda.
Finalmente, la organización es la reunión de un cierto número de personas con igual «nivel de conciencia». Por ejemplo, la acción diaria de un periódico que consigue que aquellos que habitualmente le leen tengan las mismas reacciones. También pudiera ser un sindicato, una asociación de juventud, un grupo femenino...

Estos tres métodos: agitación, propaganda y organización se complementan estrechamente en la guerra revolucionaria. Es necesario aterrorizar a la población para que la propaganda actúe deprisa y para que la organización se difunda ampliamente.”

Como todos saben, los disturbios se generaron a raíz del asesinato de un afroamericano, convertido ahora en una especie de nuevo John Brown. Curiosamente el eslogan que ahora difunden con sus palabras “No puedo respirar” es el que podrían utilizar los que abogaban por el no uso de la mascarilla; ahora se ha invertido y el enemigo ya no es quien impone la demencial cuarentena sino los “racistas blancos republicanos de derecha”, etc.

Nadie les dijo a los delincuentes y revoltosos que no estaban manteniendo el distanciamiento social. Más bien los medios los aplauden y estimulan. ¿Curioso, no?

Todo esto forma parte de la guerra táctica llevada a cabo contra Trump y los Estados Unidos, en tanto que país con deseos de asegurar su identidad y soberanía. Cuando en varios estados se estaba flexibilizando la cuarentena y la gente estaba regresando a la normalidad, aprovecharon o crearon un incidente que llevó al caos y la destrucción masiva de comercios y edificios públicos, que hizo que la gente común tuviera que volver a encerrarse. Se sabe que muchos detenidos confesaron ser agentes pagos de los regímenes comunistas de Nicaragua, Cuba y Venezuela. Se sabe que les fueron facilitados los proyectiles (ladrillos) con que cometer sus destrozos. Se sabe que la mayoría de los atacantes que actuaron en Minnesotta no eran de la ciudad. Como en Chile, se dedicaron a vandalizar también las iglesias.

El resto de los descontrolados son utilizados como idiotas útiles, resentidos que actuando en masa pierden toda racionalidad. Sí, por allí han estado los demonios haciendo de las suyas. ¿Podemos olvidar que en este país hay legalmente una iglesia que le rinde culto a Satanás?     

Como dijera Chesterton, en 1925 respecto de los sistemas comunistas, éstos “no se rebelan contra una tiranía anormal; se están rebelando contra lo que creen es una tiranía normal: la tiranía de lo normal”. “No están en rebelión contra el rey. Están en rebelión contra el ciudadano”. Para ellos Trump representa la tiranía de la normalidad: no apoya la ideología de género, el aborto, el ateísmo, el socialismo, el progresismo y cuanta estupidez se le ha ocurrido a la modernidad. Como vemos, esta sociedad está muy podrida desde hace mucho tiempo, gracias a los mass media, Hollywood y las usinas del entretenimiento en manos de los “innombrables”…

Pero dijimos que la guerra subversiva todavía no es abiertamente una guerra revolucionaria. ¿De qué depende ésta? Explica Clément: «La guerra no se deriva necesariamente del hecho de la invasión, SINO DEL HECHO DE LA DEFENSA QUE EL INVADIDO OPONE AL INVASOR.» Lenin, que había leído a Clausewitz, anotó precisamente este pasaje, que fue el punto de partida de la intuición esencial, tanto de la guerra subversiva como de la guerra revolucionaria.”

Los subversivos quieren llevar a Trump al punto de que tenga que militarizar el país y caer en un enfrentamiento armado o represión descontrolada. Esa es la trampa. Y ese es el problema, porque los que están actuando son verdaderos terroristas, que deben ser repelidos.

Los subversivos saben que con Trump no cabe la guerra psicológica, por eso llevan este camino. Ya han intentado todo para derribarlo, sin resultados. ¿Les queda en la manga el magnicidio, como pasó con Kennedy y Lincoln?




Aunque sí la guerra psicológica está instalada en los mass media, dirigida a los norteamericanos. Mejor dicho, a la masa, porque saben que a los que aún piensan –y por eso no recurren a los medios masivos de atontamiento- a esos no les interesa llegar, sino posteriormente estigmatizarlos. Sigue el autor que citamos:

“El esfuerzo principal pudiera recaer sobre la destrucción de la moral del enemigo, y el esfuerzo secundario sobre la intervención de los ejércitos. Al llegar a este punto nos encontramos frente a lo que hoy se llama la guerra psicológica.

La idea de la guerra psicológica consiste en una inversión de la perspectiva clásica. Anteriormente, se esforzaban por conquistar territorios y riquezas, y después por controlar, si no los pensamientos, al menos las acciones de la población de ese territorio, por ejemplo, mediante rehenes. Con la guerra psicológica, en primer lugar se esfuerzan por controlar las inteligencias y los corazones, por llevarlos a desear como un bien, y, más tarde, a favorecer la conquista que se quiere hacer del suelo y de las riquezas. En esta guerra, el objetivo esencial es la opinión pública enemiga, y la defensiva esencial la solidaridad psicológica de las retaguardias.

El pueblo, en el sentido definido por Pío XII, es, por tanto, una utopía. Solamente existe la masa a la que hay que tratar de «condicionar»”.

Entonces, resumiendo con Clément:

“Como vemos, la guerra subversiva, como tal, no aspira a hacerse cargo del poder. Esto la diferencia fundamentalmente de la guerra revolucionaria. La guerra subversiva busca AISLAR a un gobierno de la población, con objeto de que ésta ejerza tal presión, que haga imposible a dicho gobierno llevar a cabo una política que sea eficazmente hostil a aquellos que conducen la guerra subversiva”.

De todos modos, están jugando muy arriesgadamente, puesto que el caos y la anarquía se van fácilmente de las manos y pueden tener el efecto contrario, y el pueblo todavía no descerebrado entenderá más que nunca que hace falta que Trump continúe en el gobierno porque hace falta una firme autoridad que los proteja.

El paso siguiente sería arrebatarle las elecciones, del modo que fuere. Ya han presentado la propuesta de que, a raíz de la pandemia (¿o plandemia?), las elecciones sean por correo. Modo más conveniente de realizar un fraude, a lo cual Trump por supuesto se opuso.

Es cierto también, como dice el Dr. E. Michael Jones (acá) que "Los disturbios a lo largo y ancho de los EE.UU. constituyen el modo que los oligarcas usan para distraernos del hecho de que la gente puso fin al confinamiento. Ahora entendemos por qué los “Antifa” no participaron de las protestas contra el confinamiento.  Los “Antifa” trabajan para los oligarcas". Así que con una sola acción se busca parar la apertura del confinamiento y desestabilizar el gobierno de Trump. Revolución pura.

Pero quizás alguien pueda pensar que Trump es disidencia controlada, pues hay gente que cree que todo es una gran simulación. Acá conviene decir simplemente que en sus palabras y actos Trump desmiente esto, y esto más allá de sus defectos personales o su alineación con un ala del sionismo, puesto que para llevar adelante tal gobierno hay que ser no un ideólogo sino un equilibrista o un hábil jugador de ajedrez, que sabe cuándo y cómo hacer sus movimientos.

Trump tiene el apoyo de los católicos norteamericanos, excepto de los modernistas, conciliares y bergoglianos, que lo detestan. Buena señal.

Trump tiene el apoyo de los pro-vida y el odio del lobby sodomita. Sus medidas contra Planned-Parenthood y su participación de la Marcha por la vida hicieron historia.

Trump cuenta con el ataque permanente de casi todos los medios de comunicación masivos del mundo, todos en manos izquierdistas y cuyos “maestros” dan órdenes desde Nueva York. También cuenta con el ataque permanente de feministas, artistas, y demás fauna bien publicitada. Recientemente fue censurado por Twiter y Trump decidió meterse también con ellos. Ha sido llamado reiteradamente racista, misógino, retrógrado, xenófobo y demás lindezas.

Trump ha estado contra el confinamiento absoluto e irracional desde un principio, aunque tomó medidas fuertes, y actualmente apoya el uso de la hidroxicloroquina, además de buscar su propia vacuna, independiente de la de Gates. Además retiró su apoyo a la OMS, en una medida sin precedentes. Si todavía tiene al enemigo adentro (Fauci) es porque el costo de quitarlo sería muy alto, o tal vez, como especulan algunos, porque es mejor tener al enemigo cerca, para poder controlarlo (¿no era una lección de Don Corleone, alguien que sabía como nadie el manejo del poder?).

Trump ha decidido meterse contra China, el monstruo comunista, mientras los demócratas la favorecen e incluso el Vaticano hizo un acuerdo traidor con los comunistas.

Bill Gates, por su parte, junto con Soros, Kissinger y cía. han manifestado su apoyo a Biden. Es sabido que Bergoglio también es enemigo de Trump (honor para Donald) y se rodea de quienes son sus enemigos (los abortistas y ecologistas como Jeffrey Sachs, entre otros), para cumplir la misma agenda globalista.

Trump puso en evidencia y apoyó las investigaciones de Wikileaks que descubrieron la red de trata de personas y pedofilia liderada por los Clinton. También el “Obamagate”, que motivó lo acusaran de “conspiracionista”.

Joe Biden es lo peor que se puede ser: un católico renegado, abortista y pro chino. Está ahí de candidato presidencial para favorecer a China y cumplir la agenda 2030, de corte socialista, preparativo del gobierno mundial del Anticristo.

Quizás no sabía Trump el alcance de sus palabras, cuando en su histórico primer discurso como presidente, donde “salió con los tapones de punta” contra la élite globalista (ver acá), llegó a decir:

“Esta no es sólo una elección por cuatro años, este es un punto de quiebre en la historia de nuestra civilización”.

Y así lo es. Imaginemos unos Estados Unidos comunista. ¿Recuerdan lo que fue la Unión Soviética? ¿Saben lo que es China? ¿Imaginan otra China, con influencia directa sobre todos los países de Iberoamérica? ¿Saben lo que es el odio y el satanismo institucionalizados? De caer Trump y asumir un gobierno socialista pro-chino, tiránico, abortista, sodomizante, anticristiano, estarían abiertas las puertas para una guerra mundial, puesto que los globalistas “van por todo”, y allá en el Este tienen otro obstáculo, más duro de vencer.

Colocamos debajo unos videos de muestra, en algunos casos a mirar con reservas y disentimiento, pero con buena información, sobre Trump y la grave situación que nos toca vivir.

Decimos finalmente que la crisis de la civilización occidental no puede detenerse o frenarse siquiera si no es recurriendo a Dios. Trump parece haberlo entendido, más allá de su confusión religiosa, afirmando que el culto religioso es algo “esencial”, ¡a diferencia del Vaticano y de nuestros presidentes, como el sacrílego criminal Fernández, que se dice católico pero persigue a la Iglesia! Sin embargo no parece ser suficiente, porque estamos llegando al fin por culpa de la apostasía y el confinamiento de la verdad. No hay que confundirse: se llega a esta situación extrema por haber expulsado a Cristo Rey de la sociedad, y no es la libertad del liberalismo la que debe oponerse al comunismo, sino la verdad. Difícilmente en este país se lo entienda, pero bienvenidos sean los que aún, aunque más no sea que por mero patriotismo, siguen resistiendo contra el comunismo, “intrínsecamente perverso”, que quiere demoler todo lo que resta de nuestra civilización cristiana. Hay mucho en juego, y Trump parece ser el hombre del momento.

Hay que rezar, amigos. Hay que rezar muchos rosarios.


Ignacio Kilmot



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