Escribimos desde los
Estados Unidos. Daremos una breve pincelada del panorama que se vive aquí. Desde
ya lo anticipamos: lo que se viene en este país es muy bravo. Estamos en
guerra.
Nos encontramos en el
estado de Texas, antiguo territorio del virreinato de la Nueva España, y luego
parte del México independiente. Quizás sea el mejor estado de la Unión para
permanecer imperativamente en una situación como la actual. Aquí no hay
cuarentena forzosa, no hay obligación de usar mascarilla, salimos sin
problemas, no hay vigilancia, la gente está en las calles, va a los
restaurantes, no hay distanciamiento social. Muy cerca de la normalidad. Tenemos
misas de la Resistencia diariamente, bautismos, primeras comuniones, adoración
del Santísimo, etc. No hay señales de pánico o de angustia, de la locura que
vemos en grandes ciudades donde dominan los demócratas (caso Nueva York). Muy
lejos estamos de las medidas tiránicas propias del comunismo, aplicadas en los
países otrora católicos, muy especialmente en nuestra querida Argentina, donde
casi todos deben permanecer en prisión domiciliaria.
Aquí Trump es el presidente
más popular de las últimas décadas, es difícil medirlo en relación a otros,
pero es algo real. Lo cierto es que el izquierdista corrupto Obama dejó un país devastado y con
varias bombas de tiempo que ahora estallan en las calles. Trump levantó la
economía, generó mucho trabajo y eso se puede palpar. Se siguen construyendo
casas, autopistas, etc. EE.UU. se estaba levantando nuevamente hasta que llegó
muy oportunamente el virus chino (¡oh, perdón, eso es xenofobia!, el covid-19).
No caben dudas de que
quieren voltear a Trump a como dé lugar. Lo han intentado de todas las maneras:
campañas constantes de la prensa, manifestaciones feministas y de la izquierda,
el “star system” de Hollywood, juicio político en el Congreso. Pero no han podido.
Hasta que tuvieron la genial idea (suposición probabilísima) de enchufarle un
virus y provocarle una cuarentena que él no quería, a fin de buscar quebrar la
economía. Aquí conviene aclarar, antes de seguir, que no somos democráticos,
que deploramos el liberalismo y abominamos el “american way of life”. No
creemos que Trump sea el Cid Campeador ni Francisco Franco. No hay dudas de que
es un liberal y no es ningún paladín del orden cristiano. Pero Trump, un
verdadero “outsider” del sistema político partidocrático norteamericano, fue
elegido para estar en un momento de quiebre en la historia, y ha resultado ser
un verdadero OBSTÁCULO (así con mayúsculas) para el “deep state” que pretende
imponer la agenda globalista mundial para lo cual necesita imponerla también y
antes que en ningún otro sitio, en los Estados Unidos.
Hay que mirar las
cosas y los hechos con su complejidad y su dosis de imprevisibilidad, con sus matices,
no como quienes lo ven todo en blanco y negro (y por supuesto, ellos son
siempre blanco), los que se sienten irreprensibles y se muestran implacables en
sus juicios. Dios puede obrar como quiere y en quien quiere a su manera. Punto.
Estamos viviendo aquí
una transición entre la guerra subversiva y la guerra revolucionaria. La internacional revolucionaria (cuyas nombres conocidos son Rothschild,
Soros, Gates, ONU, OMS, China, etc. pero cuyos jefes supremos permanecen en las
sombras) se ha lanzado al asalto final a fin de imponer –por las buenas o por
las malas- primero el socialismo y luego la tiranía comunista (según el modelo
chino) muy al gusto del Anticristo.
El Nuevo Orden
Mundial no puede tolerar naciones soberanas, pueblos nacionalistas o
presidentes patrióticos.
No estaba en los
planes de esta gente sino que estuviera en la presidencia la criminal Hillary
Clinton. Algo falló. Hoy promueven al criminal Joe Biden. No lo digo yo, lo
dice el mismo Trump, y aquí todo el mundo lo sabe.
No pueden hacer
directamente un golpe de estado en el “país de la democracia”. Tienen que disfrazar
su juego. De allí que por el momento la guerra es subversiva, y no del todo
revolucionaria, más allá de los graves incidentes callejeros.
Estamos en un punto
crítico, aunque no aún desesperado, pues hay resistencias, pero quedan pocos
meses para las elecciones y serán meses complicados. Si voltean a Trump no
habrá sólo un cambio de presidente o de partidos, será un cambio de sistema y
el derrumbe del escollo en Occidente, que es el patriotismo, la identidad
nacional, que ineludiblemente está vinculado estrechamente con el cristianismo.
Los oligarcas globalistas son, como buenos revolucionarios, cosmopolitas,
apátridas y anticristianos. Además de contranatura.
En su libro “Comunismo y Dios”, cap. VIII, dice Marcel
Clément:
“¿Qué diferencia hay entre guerra subversiva y guerra revolucionaria?
En primer lugar, el fin perseguido. El objetivo de la guerra subversiva es
aislar psicológicamente a una población de su gobierno para debilitar a este
gobierno y condicionar así su política. Rusia [habla de la Unión Soviética de
entonces, n.d.b.] sostiene este tipo de guerra, en diversos grados, en todos
los países libres.
El fin de la guerra revolucionaria es mucho
más radical. Como su nombre indica, busca derrocar en un país el orden
establecido, y sustituir el antiguo gobierno por uno nuevo, de tendencia
ideológica opuesta.
Esta diferencia de objetivos implica
diferencia de medios. En la guerra subversiva, las armas principales son de
orden psicológico. Mediante informaciones, prensa, carteles, folletos y, si es
posible, radio, e, incluso, cine y televisión, se busca influenciar a la
opinión pública, recurriendo a sus instintos, para, finalmente, condicionar sus
reacciones psicológicas. Todas estas técnicas se utilizan también en la guerra
revolucionaria, pero combinadas con un empleo metódico de la infiltración, del
terrorismo, y, lateralmente, con una escenificación militar, política y
diplomática.
La característica esencial de la guerra
revolucionaria es su carácter totalmente artificial. Los habitantes de un país
sometido a esta clase de guerra asisten a una asombrosa evolución de las ideas.
En algunos meses, o en algunos años, llegan a hacerse enemigos de la
organización social dentro de la cual viven en paz, y amigos de los que,
culpables del desorden, practican el terrorismo, a la vez que fanatizan la
población buscando el triunfo de una ideología cualquiera. Como indica
Mao-Tsé-Tung: «Una revolución o una guerra revolucionaria parte de la nada
para llegar a la existencia, va de poco a mucho, del nacimiento al desarrollo,
de la falta de poder político a la toma del poder político, de la ausencia de
ejército rojo a su creación, y de la ausencia de región dominada por los
comunistas a su establecimiento.»
(…)
La técnica del terrorismo, esencialmente,
reposa en la utilización complementaria de la agitación, de la propaganda
y de la organización. Cada una de estas palabras, dentro de la
práctica estalinista, tiene un sentido preciso del que es necesario darse
cuenta.
Agitación es el nombre que dan a todo acto destinado a provocar una emoción
colectiva, susceptible de romper, en cada individuo, un equilibrio que está de
acuerdo con los acontecimientos habituales del medio de vida. Las formas de
agitación son varias. Pueden consistir en manifestaciones callejeras, incendios
espectaculares, asesinatos, atrocidades y atentados diversos.
La propaganda consiste en repetir
metódicamente un razonamiento lo más simple posible, que, INEVITABLEMENTE,
lleva al grupo sometido a ella a adoptar la conclusión buscada por los
especialistas de agitación y propaganda.
Finalmente, la organización es la
reunión de un cierto número de personas con igual «nivel de conciencia». Por
ejemplo, la acción diaria de un periódico que consigue que aquellos que
habitualmente le leen tengan las mismas reacciones. También pudiera ser un
sindicato, una asociación de juventud, un grupo femenino...
Estos tres métodos: agitación, propaganda y
organización se complementan estrechamente en la guerra revolucionaria. Es
necesario aterrorizar a la población para que la propaganda actúe deprisa y
para que la organización se difunda ampliamente.”
Como
todos saben, los disturbios se generaron a raíz del asesinato de un
afroamericano, convertido ahora en una especie de nuevo John Brown. Curiosamente
el eslogan que ahora difunden con sus palabras “No puedo respirar” es el que podrían utilizar los que abogaban por
el no uso de la mascarilla; ahora se ha invertido y el enemigo ya no es quien impone
la demencial cuarentena sino los “racistas blancos republicanos de derecha”,
etc.
Nadie
les dijo a los delincuentes y revoltosos que no estaban manteniendo el
distanciamiento social. Más bien los medios los aplauden y estimulan. ¿Curioso,
no?
Todo
esto forma parte de la guerra táctica llevada a cabo contra Trump y los Estados
Unidos, en tanto que país con deseos de asegurar su identidad y soberanía.
Cuando en varios estados se estaba flexibilizando la cuarentena y la gente estaba
regresando a la normalidad, aprovecharon o crearon un incidente que llevó al
caos y la destrucción masiva de comercios y edificios públicos, que hizo que la
gente común tuviera que volver a encerrarse. Se sabe que muchos detenidos
confesaron ser agentes pagos de los regímenes comunistas de Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Se sabe que les fueron facilitados los proyectiles (ladrillos) con que cometer
sus destrozos. Se sabe que la mayoría de los atacantes que actuaron en
Minnesotta no eran de la ciudad. Como en Chile, se dedicaron a vandalizar también
las iglesias.
El resto
de los descontrolados son utilizados como idiotas útiles, resentidos que actuando
en masa pierden toda racionalidad. Sí, por allí han estado los demonios
haciendo de las suyas. ¿Podemos olvidar que en este país hay legalmente una
iglesia que le rinde culto a Satanás?
Como dijera Chesterton, en 1925
respecto de los sistemas comunistas, éstos “no se rebelan contra una
tiranía anormal; se están rebelando contra lo que creen es una tiranía normal:
la tiranía de lo normal”. “No están en rebelión contra el rey. Están en
rebelión contra el ciudadano”. Para ellos Trump representa la tiranía de la normalidad:
no apoya la ideología de género, el aborto, el ateísmo, el socialismo, el
progresismo y cuanta estupidez se le ha ocurrido a la modernidad. Como vemos,
esta sociedad está muy podrida desde hace mucho tiempo, gracias a los mass
media, Hollywood y las usinas del entretenimiento en manos de los “innombrables”…
Pero
dijimos que la guerra subversiva todavía no es abiertamente una guerra
revolucionaria. ¿De qué depende ésta? Explica Clément: «La guerra no se deriva necesariamente del
hecho de la invasión, SINO DEL HECHO DE LA DEFENSA QUE EL INVADIDO OPONE AL
INVASOR.» Lenin, que había leído a Clausewitz, anotó precisamente este
pasaje, que fue el punto de partida de la intuición esencial, tanto de la
guerra subversiva como de la guerra revolucionaria.”
Los subversivos quieren llevar a Trump al
punto de que tenga que militarizar el país y caer en un enfrentamiento armado o
represión descontrolada. Esa es la trampa. Y ese es el problema, porque los que
están actuando son verdaderos terroristas, que deben ser repelidos.
Los subversivos saben que con
Trump no cabe la guerra psicológica, por eso llevan este camino. Ya han
intentado todo para derribarlo, sin resultados. ¿Les queda en la manga el
magnicidio, como pasó con Kennedy y Lincoln?
Aunque sí la guerra psicológica
está instalada en los mass media, dirigida a los norteamericanos. Mejor dicho,
a la masa, porque saben que a los que aún piensan –y por eso no recurren a los
medios masivos de atontamiento- a esos no les interesa llegar, sino
posteriormente estigmatizarlos. Sigue el autor que citamos:
“El esfuerzo principal pudiera recaer
sobre la destrucción de la moral del enemigo, y el esfuerzo secundario sobre la
intervención de los ejércitos. Al llegar a este punto nos encontramos frente a
lo que hoy se llama la guerra psicológica.
La idea de la guerra psicológica
consiste en una inversión de la perspectiva clásica. Anteriormente, se
esforzaban por conquistar territorios y riquezas, y después por controlar, si
no los pensamientos, al menos las acciones de la población de ese territorio,
por ejemplo, mediante rehenes. Con la guerra psicológica, en primer lugar se
esfuerzan por controlar las inteligencias y los corazones, por llevarlos a
desear como un bien, y, más tarde, a favorecer la conquista que se quiere hacer
del suelo y de las riquezas. En esta guerra, el objetivo esencial es la opinión
pública enemiga, y la defensiva esencial la solidaridad psicológica de las
retaguardias.
El pueblo, en el sentido definido por Pío XII,
es, por tanto, una utopía. Solamente existe la masa a la que hay que tratar de
«condicionar»”.
Entonces, resumiendo con Clément:
“Como vemos, la guerra subversiva, como tal,
no aspira a hacerse cargo del poder. Esto la diferencia fundamentalmente de la
guerra revolucionaria. La guerra subversiva busca AISLAR a un gobierno de la
población, con objeto de que ésta ejerza tal presión, que haga imposible a
dicho gobierno llevar a cabo una política que sea eficazmente hostil a aquellos
que conducen la guerra subversiva”.
De todos
modos, están jugando muy arriesgadamente, puesto que el caos y la anarquía se
van fácilmente de las manos y pueden tener el efecto contrario, y el pueblo
todavía no descerebrado entenderá más que nunca que hace falta que Trump
continúe en el gobierno porque hace falta una firme autoridad que los proteja.
El paso
siguiente sería arrebatarle las elecciones, del modo que fuere. Ya han
presentado la propuesta de que, a raíz de la pandemia (¿o plandemia?), las
elecciones sean por correo. Modo más conveniente de realizar un fraude, a lo
cual Trump por supuesto se opuso.
Es cierto también, como dice el Dr. E. Michael Jones (acá)
que "Los disturbios a lo
largo y ancho de los EE.UU. constituyen el modo que los oligarcas usan para
distraernos del hecho de que la gente puso fin al confinamiento. Ahora
entendemos por qué los “Antifa” no participaron de las protestas contra el
confinamiento. Los “Antifa” trabajan para los oligarcas". Así que
con una sola acción se busca parar la apertura del confinamiento y desestabilizar
el gobierno de Trump. Revolución pura.
Pero quizás alguien pueda pensar que Trump es disidencia controlada,
pues hay gente que cree que todo es una gran simulación. Acá conviene decir
simplemente que en sus palabras y actos Trump desmiente esto, y esto más allá
de sus defectos personales o su alineación con un ala del sionismo, puesto que
para llevar adelante tal gobierno hay que ser no un ideólogo sino un
equilibrista o un hábil jugador de ajedrez, que sabe cuándo y cómo hacer sus
movimientos.
Trump tiene el apoyo de los católicos norteamericanos, excepto de los
modernistas, conciliares y bergoglianos, que lo detestan. Buena señal.
Trump tiene el apoyo de los pro-vida y el odio del lobby sodomita. Sus
medidas contra Planned-Parenthood y su participación de la Marcha por la vida
hicieron historia.
Trump cuenta con el ataque permanente de casi todos los medios de
comunicación masivos del mundo, todos en manos izquierdistas y cuyos “maestros”
dan órdenes desde Nueva York. También cuenta con el ataque permanente de
feministas, artistas, y demás fauna bien publicitada. Recientemente fue
censurado por Twiter y Trump decidió meterse también con ellos. Ha sido llamado
reiteradamente racista, misógino, retrógrado, xenófobo y demás lindezas.
Trump ha estado contra el confinamiento absoluto e irracional desde un
principio, aunque tomó medidas fuertes, y actualmente apoya el uso de la
hidroxicloroquina, además de buscar su propia vacuna, independiente de la de
Gates. Además retiró su apoyo a la OMS, en una medida sin precedentes. Si
todavía tiene al enemigo adentro (Fauci) es porque el costo de quitarlo sería
muy alto, o tal vez, como especulan algunos, porque es mejor tener al enemigo
cerca, para poder controlarlo (¿no era una lección de Don Corleone, alguien que
sabía como nadie el manejo del poder?).
Trump ha decidido meterse contra China, el monstruo comunista, mientras
los demócratas la favorecen e incluso el Vaticano hizo un acuerdo traidor con
los comunistas.
Bill Gates, por su parte, junto con Soros, Kissinger y cía. han
manifestado su apoyo a Biden. Es sabido que Bergoglio también es enemigo de Trump
(honor para Donald) y se rodea de quienes son sus enemigos (los abortistas y
ecologistas como Jeffrey Sachs, entre otros), para cumplir la misma agenda
globalista.
Trump puso en evidencia y apoyó las investigaciones de Wikileaks que
descubrieron la red de trata de personas y pedofilia liderada por los Clinton.
También el “Obamagate”, que motivó lo acusaran de “conspiracionista”.
Joe Biden es lo peor que se puede ser: un católico renegado, abortista
y pro chino. Está ahí de candidato presidencial para favorecer a China y cumplir
la agenda 2030, de corte socialista, preparativo del gobierno mundial del
Anticristo.
Quizás no sabía Trump el alcance de sus
palabras, cuando en su histórico primer discurso como presidente, donde “salió
con los tapones de punta” contra la élite globalista (ver acá),
llegó a decir:
“Esta
no es sólo una elección por cuatro años, este es un punto de quiebre en la
historia de nuestra civilización”.
Y así lo es. Imaginemos unos Estados
Unidos comunista. ¿Recuerdan lo que fue la Unión Soviética? ¿Saben lo que es
China? ¿Imaginan otra China, con influencia directa sobre todos los países de
Iberoamérica? ¿Saben lo que es el odio y el satanismo institucionalizados? De caer
Trump y asumir un gobierno socialista pro-chino, tiránico, abortista,
sodomizante, anticristiano, estarían abiertas las puertas para una guerra
mundial, puesto que los globalistas “van por todo”, y allá en el Este tienen
otro obstáculo, más duro de vencer.
Colocamos debajo unos videos de muestra,
en algunos casos a mirar con reservas y disentimiento, pero con buena
información, sobre Trump y la grave situación que nos toca vivir.
Decimos finalmente que la crisis de la
civilización occidental no puede detenerse o frenarse siquiera si no es
recurriendo a Dios. Trump parece haberlo entendido, más allá de su confusión
religiosa, afirmando que el culto religioso es algo “esencial”, ¡a diferencia del
Vaticano y de nuestros presidentes, como el sacrílego criminal Fernández, que
se dice católico pero persigue a la Iglesia! Sin embargo no parece ser
suficiente, porque estamos llegando al fin por culpa de la apostasía y el
confinamiento de la verdad. No hay que confundirse: se llega a esta situación
extrema por haber expulsado a Cristo Rey de la sociedad, y no es la libertad del
liberalismo la que debe oponerse al comunismo, sino la verdad. Difícilmente en
este país se lo entienda, pero bienvenidos sean los que aún, aunque más no sea que
por mero patriotismo, siguen resistiendo contra el comunismo, “intrínsecamente perverso”,
que quiere demoler todo lo que resta de nuestra civilización cristiana. Hay
mucho en juego, y Trump parece ser el hombre del momento.
Hay que rezar, amigos. Hay que rezar
muchos rosarios.
Ignacio
Kilmot
Trump contra el socialismo
Contra los malos periodistas
Pro-vida
Trump
en la ONU: "El futuro no pertenece a los globalistas,
pertenece a los patriotas"
Feministas
contra Trump
¿Trump
contra el deep state?
Sobre
los disturbios en USA: Vandalismo revolucionario organizado
(Imágenes
fuertes. La barbarie desatada en las calles)
A
la caza de Trump…para derribar la civilización occidental
Todo
vale para cargarse a Trump: censura, racismo
Los
rusos lo hicieron