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miércoles, 18 de octubre de 2017

“UNA NOCHE PARA LA AMISTAD Y LOS SABORES”



La “picadita” no es en “Vanezuela”, como figura en el afiche (¿ya empezaron con la “birra”?) sino en Venezuela.



La Neo-FSSPX sigue de fiesta. Tras haber ofrecido un banquete por los “primeros cuarenta años” en Argentina (¿cómo saben que habrá unos segundos cuarenta años? Vaya vanidosa presunción lo de “primeros cuarenta”) con la presencia del mismísimo Mons. Fellay, ahora organiza una “Noche de amigos y sabores” (Así la presenta, ¡sic!) en su priorato de Buenos Aires (véase acá). Claro que lo hacen con el fin caritativo de recaudar unos pesos. ¿Para los pobres? ¿Para alguien caído en desgracia? ¿Para socorrer a los más carenciados? ¿Por alguna escuela u obra de religión? No. Para pagarle los gustos a su Prior que se dedica al andinismo y debe salir próximamente de excursión. Seguramente saldrá algún liberalcito a acusarnos de “puritanos”. Lejos de estar contra una buena mesa o un buen deporte, nos parece increíble que se llegue a convertir una casa religiosa, que debe brillar por su pobreza y frugalidad, por su espíritu de austeridad y sacrificio (desde luego que alegremente llevados), en un club social o salón de fiestas para el disfrute de los placeres culinarios.

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“La Redención de Jesucristo, para restablecer, entre el cielo y la tierra, las relaciones que el pecado había roto, debía necesariamente comenzar por una expiación del pecado, y la oración del género humano debía necesariamente tomar el carácter de penitencia y expresarse por un sacrificio capaz de marcar el arrepentimiento del hombre, y de ofrecer a Dios una compensación. Es por eso que Jesucristo, como sacerdote de la nueva ley y mediador entre Dios y los hombres, no se contentó de ofrecer a Dios oraciones y súplicas; Él ha derramado Sus lágrimas y Su sangre; o más bien Su oración ha tomado la forma que conviene a un penitente, la forma de expiación, la forma de sacrificio. Haciéndose sacerdote para rezar, El se hizo, al mismo tiempo, víctima para inmolarse, y para ofrecer, por la efusión de Su sangre y la oblación de Su vida, la compensación, la expiación pública del pecado. Sin haber conocido el pecado en sí mismo, El ha tomado la semejanza, a fin de cargar la pena (I Cor. V, 21; Heb. IV., 15). Su ministerio de penitencia ha llenado toda Su vida en la que no vemos más que lágrimas y sufrimiento; y en fin, todas esas expiaciones vienen a culminar, a tomar su acabamiento y su perfección última en el sacrificio de la cruz que es, por así decir, la conclusión lógica y necesaria, el digno coronamiento de una vida penitente y dedicada a la expiación del pecado.

Ahora bien, la vida de Jesucristo es el tipo sobre la cual ha sido instituido el cristianismo; el ministerio de Jesucristo es la regla del nuestro, o más bien el nuestro es el Suyo; y así nuestro sacerdocio ha devenido en el Suyo una institución de penitencia pública. Para cumplir nuestro ministerio de mediadores y de propiciadores entre Dios y el mundo, no nos es suficiente rezar, suplicar, ofrecer homenajes y sentimientos; nos son necesarias las lágrimas, la sangre, los sacrificios. Sucesores de Jesucristo, herederos de Sus funciones, nosotros somos penitentes públicos (…) Nosotros también, nosotros somos, como El, dedicados al ministerio de la penitencia pública; y el beneficio de nuestra expiación es llevado, en los juicios de la justicia y de la misericordia de Dios, a la cuenta de todos los pecadores, de los cuales la suerte está en nuestras manos”.

(Padre Jean-Baptiste Aubry, « Aux séminaristes. Conseils pratiques », Ed. Saint-Remi, 2009, págs. 112-113)  

¿Qué tiene que ver el texto del Padre Aubry con la munífica degustación de salchichas, salchichones, jamones y cervezas? Nada. Como nada tiene que hacer una institución católica conformada por sacerdotes de Cristo con tales parrandas en sus casas, más propias de corrompidos modernistas conciliares que de penitentes (¿olvidan su sotana?) cuya discreción y buen ejemplo debe contagiar a los fieles.

Pero bueno, van a decir los liberalcitos de siempre, ya no estamos en la época de San Bernardo, San Francisco, San Ignacio o San Luis María Grignion de Montfort. ¡Hay que vivir!

“Los santos no se hacen más que sobre la cruz” (P. Marie-Etienne Vayssière O.P.).



Fray Llaneza



Dos momentos destacados por el sitio oficial de la Fraternidad de la fiesta de los “primeros 40 años”:


Mons. Fellay y P. Rubio, muy serios. ¿Estarían pensando en la Resistencia?



Sin palabras. "A comer y a beber que llega el acuerdo".