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martes, 3 de octubre de 2017

TELONES Y PANTALLAS





Reciente estreno (obra en dos actos)


PRIMER ACTO:

Mons. Fellay firma con varios sacerdotes liberales una carta de “corrección filial al Santo Padre Francisco”.

SEGUNDO ACTO:

Mons. Fellay aclara que a pesar de su firma en la “corrección filial” no ha perdido el respeto hacia el Papa, que permanece intacto, y pide que se abra un debate.


NOMBRE DE LA OBRA:

“Quiero ser reelecto Superior General,
y también quiero la Prelatura de Roma”.



Pregunta sin respuesta

En los pasillos teatrales escuchamos esta pregunta, que por supuesto no esperamos sea respondida: “¿Cuándo sale la “correctio filialis” de los sacerdotes de la FSSPX dirigida a Mons. Fellay?”.



Correctio liberalis

Tras haber firmado la “Correctio filialis”, Mons. Fellay ofreció una aclaración a manera de entrevista en el sitio de noticias de la FSSPX, que se titula: “¿Por qué firmé la Correctio Filialis?”.

En realidad el obispo deja la pregunta sin responder. El por qué firmó la “Correctio filialis” se desprende de la misma “Correctio”: porque estaba de acuerdo con su propósito y su contenido. La misma “Correctio” explica su razón de ser. Por lo que explicar después porqué firmó lo que firmó, es redundante, ¿verdad?

Si Mons. Fellay lo que quería era agregar algo que no estaba en la “Correctio filialis”, entonces el título debería ser: “Agregados a la Correctio filialis”.

Y bien, ¿qué es lo que agrega Mons. Fellay? Agrega un mensaje claro para Roma: esto no pone en entredicho las relaciones con el Vaticano, el respeto continúa intacto, y, por supuesto que sin decirlo, no rechaza la reintegración a la estructura conciliar romana. Con blandura característica se apresura a dejar en claro -pero con palabras ajenas- que no es un enemigo del Papa (bueno, digamos que no es su enemigo personal, pero, ¿de la doctrina modernista, protestantizante y judaizante de Francisco, no se declara enemigo?). Queda claro que Mons. Fellay no quiere que esa firma ponga en peligro el acuerdo por el que tanto lleva trabajando. ¿Para qué sino hacer de inmediato este agregado, que no aporta nada sustancial?

Por el contrario, en su nuevo aporte, afirma que hay que abrir el debate sobre estos temas, en lo que viene a coincidir con el Card. Parolin, que después ha dicho que hay que dialogar. ¡Todo se arregla hablando!

El resto de la entrevista son excelentes expansiones de un espíritu teatral de gran alcance, florituras e improvisaciones de un consumado político liberal. Hasta se permite un chiste magistral, cuando dice: “Es precisamente este neo-modernismo y este neo-protestantismo lo que los autores de la Correctio filialis denuncian justamente como las causas de los cambios operados por Amoris laetitia en la doctrina y en la moral del matrimonio”. El chiste es que los denunciantes fundan su denuncia… en los documentos del concilio y los papas neo-modernistas y neo-protestantes. Por cierto, la agudeza no es cosa que abunde en las filas de la Fraternidad, pues hay muchos que han salido a festejar esta firma de Mons. Fellay como si hubiese pateado el tablero o poco menos. Luego Mons. Fellay se basa en Benedicto XVI para hablar de la crisis de la Iglesia, citando sus tan difundidas palabras: “Sí, como lo ha reconocido Benedicto XVI “la barca de Pedro se inunda por todas partes.”. Lo cual perecería ser un nuevo chiste, porque Benedicto abandonó la cabina de mando y dejó el timón para que lo tomara Francisco…

Nos hubiese gustado una obra llamada “¿Por qué no firmé yo solo una “Correctio filialis” al Papa Francisco?”. Hubiera sido la obra de un “suicida”, por supuesto.


Sería necesario, en todo caso, otra obra de Mons. Fellay, intitulada “¿Por qué di la entrevista para explicar por qué firmé la Correctio filialis”. Pero nos anticipamos y esa obra ya la escribimos nosotros, encabezando esta columna de “Telones y Pantallas”, describiendo la interna de la “farándula” tradiliberal.

La respuesta de Francisco, como siempre, fue genial, a la manera de Nerón, o, quizás de Groucho Marx u otro comediante: dijo por la prensa (¿dónde si no?), jesuita para más datos, que “la moral de Amoris laetitia es tomista” (¡!) (acá). ¡Tomá!

Los 62 firmantes de la Correctio quedaron, con su gran “impacto” internacional, como un grupito de desalentados escolares que quisieron jugar a la “guerra” con guantes de seda. Pero el Papa peronista mandó a paseo a los 62, que quizás sigan esperando abrir el diálogo.

Sí, esta obra es grotesca.





Sarah en una nueva versión de “Raíces”

El Cardenal Sarah está interpretando actualmente con éxito el rol de Kunta Kinte, basado en la recordada miniserie televisiva "Raíces". Ha llamado a “romper las cadenas del ghetto tradicionalista” (aquí), para alcanzar la ansiada libertad que no puede estar sino en Roma, bajo el papa Francisco. Dicen que Bernard Fellay se muere de ganas de ser parte del elenco de esta pieza teatral. Quizás lo incorporen para la próxima temporada, veremos. 



La espada de Bernardo y la carabina de Atanasio

Nueva obra, basada en “La espada de Bernardo y la carabina de Ambrosio”. Bernardo Fellay y Atanasio Schneider encabezan un elenco destacado: Sarah, Burke, De Mattei, etc. Daremos referencias de esta obra con el siguiente escrito de don Félix Sardá y Salvany (El liberalismo es pecadoCap. XXXVII):

La verdad tiene una fuerza propia que comunica a sus amigos y defensores. No son éstos los que se la dan a ella; es ella quien a ellos se la presta. Mas a condición de que sea ella realmente la defendida. Donde el defensor, so capa de defender mejor la verdad, empieza por mutilarla y encogerla o atenuarla a su antojo, no es ya tal verdad lo que defiende, sino una invención suya, criatura humana de más o menos buen parecer, pero que nada tiene que ver con aquella otra hija del cielo.

Esto sucede hoy día a muchos hermanos nuestros, víctimas (algunos inconscientes) del maldito resabio liberal. Creen con cierta buena fe defender y propagar el Catolicismo; pero a fuerza de acomodarlo a su estrechez de miras y a su poquedad de ánimo, para hacerlo (dicen) más aceptable al enemigo a quien desean convencer, no reparan que no defienden ya el Catolicismo, sino una cierta cosa particular suya, que ellos llaman buenamente así, como pudieran llamarla con otro nombre. Pobres ilusos que, al empezar el combate, y para mejor ganarse al enemigo, han empezado por mojar la pólvora y por quitarle el filo y la punta a la espada, sin advertir que espada sin punta y sin filo no es espada, sino hierro viejo, y que la pólvora con agua no lanzará el proyectil. Sus periódicos, libros y discursos, barnizados de catolicismo, pero sin el espíritu y vida de él, son en el combate de la propaganda lo que la espada de Bernardo y la carabina de Ambrosio, que tan famosas ha hecho por ahí el modismo popular para representar toda clase de armas que no pinchan ni cortan.

¡Ah! no, no, amigos míos; preferible es a un ejército de esos una sola compañía, un solo pelotón de bien armados soldados que sepan bien lo que defienden y contra quién lo defienden y con qué verdaderas armas lo deben defender. Denos Dios de esos, que son los que han hecho siempre y han de hacer en adelante algo por la gloria de su Nombre, y quédese el diablo con los otros, que como verdadero desecho se los regalamos.

Lo cual sube de punto si se considera que no sólo es inútil para el buen combate cristiano tal haz de falsos auxiliares, sino que es embarazosa y casi siempre favorable al enemigo. Asociación católica que debe andar con esos lastres, lleva en sí lo suficiente para que no pueda hacer con libertad movimiento alguno. Ellos matarán a la postre con su inercia toda viril energía; ellos apocarán a los más magnánimos y reblandecerán a los más vigorosos; ellos tendrán en zozobra al corazón fiel, temeroso siempre, y con razón, de tales huéspedes, que son bajo cierto punto de vista amigos de sus enemigos. Y, ¿no será triste que, en vez de tener tal asociación un solo enemigo franco y bien definido a quien combatir, haya de gastar parte de su propio caudal de fuerzas en combatir, o por lo menos en tener a raya, a enemigos intestinos que destrozan o perturban por lo menos su propio seno? Bien lo ha dicho La Civiltá Cattolica en unos famosos artículos.

"Sin esa precaución, dice, correrían peligro ciertísimo no solamente de convertirse tales asociaciones (las católicas) en campo de escandalosas discordias, mas también de degenerar en breve de los sanos principios, con grave ruina propia y gravísimo daño de la Religión."

Por lo cual concluiremos nosotros este capítulo trasladando aquí aquellas otras tan terminantes y decisivas palabras del mismo periódico, que para todo espíritu católico deben ser de grandísima, por no decir de inapelable autoridad. Son las siguientes:

"Con sabio acuerdo las asociaciones católicas de ninguna cosa anduvieron tan solicitas como de excluir de su seno, no sólo a todo aquel que profesase abiertamente las máximas del Liberalismo, si que a aquellos que, forjándose la ilusión de poder conciliar el Liberalismo con el Catolicismo, son conocidos con el nombre de católicos liberales".




Leonardo Denario, crítico teatral.