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sábado, 24 de octubre de 2015

MONSEÑOR LEFEBVRE: SOBRE CRISTO REY Y NUESTRAS RELACIONES CON ROMA




“La verdadera oposición fundamental [con Roma] es el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Opportet Illum regnare, nos dice San Pablo. Nuestro Señor vino para reinar. Ellos dicen que no, y nosotros decimos que sí junto a todos los papas. Nuestro Señor no vino para esconderse en el interior de las casas sin salir de ellas. ¿Por qué los misioneros se hicieron matar entonces? Por predicar que Nuestro Señor Jesucristo es el único verdadero Dios, para decir a los paganos que se conviertan. Entonces los paganos quisieron hacerlos desaparecer, pero ellos no vacilaron en dar su vida para continuar predicando a Nuestro Señor Jesucristo. Entonces ahora habría que hacer lo contrario, decirle a los paganos “¡vuestra religión es buena, conservadla pues vosotros sois buenos budistas, buenos musulmanes o buenos paganos!”. Es por eso que no podemos entendernos con ellos, pues nosotros obedecemos a Nuestro Señor que dice a los apóstoles: “Id y predicad el Evangelio hasta los confines de la tierra”.

Por eso no hay que sorprendernos que no lleguemos a entendernos con Roma. Esto no será posible hasta que Roma no regrese a la fe en el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, mientras que ella siga dando la impresión que todas las religiones son buenas. Nosotros chocamos en un punto de la fe católica, como lo hicieron el cardenal Bea y el cardenal Ottaviani, y como chocaron todos los papas con el liberalismo. Es la misma cosa, la misma corriente, las mismas ideas y las mismas divisiones en el interior de la Iglesia.

Conferencia en Sierre (Suiza) el 27 de Noviembre de 1988.
 (Fideliter n° 89, Septiembre de 1992, pág. 12)




Debemos ser indemnes de compromisos tanto respecto a los sedevacantistas como respecto a aquellos que quieren absolutamente estar sometidos a la autoridad eclesiástica.

Nosotros queremos permanecer unidos a Nuestro Señor Jesucristo. Pues el Vaticano II ha destronado a Nuestro Señor. Nosotros queremos permanecer fieles a Nuestro Señor Rey, Príncipe y Dominador del mundo entero. Nosotros no podemos cambiar nada de esta línea de conducta.

Así, cuando se nos plantee la cuestión de saber cuándo habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta es simple: Cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor Jesucristo. Nosotros no podemos estar de acuerdo con aquellos que destronan a Nuestro Señor. El día que ellos reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como Rey de los pueblos y de las naciones, no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino a la Iglesia Católica en la cual permanecemos”.

Conferencia en Flavigny en diciembre de 1988
(Fideliter n° 68 de marzo de 1989, pág. 16)