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jueves, 20 de noviembre de 2014

EL PADRE CASTELLANI Y LA SALETTE





La Saletta: aparición de la Virgen en 1846 a dos pastorcitos de poca edad, 15 y 11 años, Melania y Maximino, en una áspera y desolada montaña de los Alpes franceses. Produjo una conmoción inmensa en Francia. Y la gran mayoría del clero francés se puso en contra, probablemente porque denunciaba crudamente la corrupción, el fariseísmo o mundanismo de los sacerdotes. Esta reprensión al clero se publicó empeorada, según parece. León Bloy se constituyó en defensor impetuoso de la pastora. Hizo dos peregrinaciones a La Saletta a los 34 y a los 67 años y escribió sobre ella dos libros “La que llora” y “El simbolismo de la aparición”; este último publicado póstumo y con muchos errores. Bloy aceptó de planta todo lo que Melania dijo -o le atribuyeron- y no se metió con el problema teológico de cómo la Virgen Santísima –que actualmente está en el cielo, en la visión beatífica- puede decir con verdad ahora que sufre y que llora; ahora, no en tiempo de su vida mortal, porque dijo “hace un tiempo que estoy llorando por vosotros”.
El secreto de Melania, hecho público 10 años después de la aparición, contiene profecías que no sucedieron, claramente al menos; y la descripción de una serie de castigos y catástrofes, algunas extravagantes, que no se han cumplido, “pero que se habrán de cumplir” dice el profesor Mirakles. Pero han pasado más de 100 años ya y no se han cumplido. Por ejemplo: París será destruido y Marsella tragada por el mar. Por lo demás, la destrucción de París, “tal que se  podrá arar encima”, como dijo el Pbro. Souffraud (1775-1828) y otros, fue prometida por una cantidad de monjitas videntes del siglo XIX y XVIII; y por Don Bosco (?).
No se verificó en ninguna de las dos Grandes Guerras. La escapatoria, es decir que era una profecía condicional y que París y toda Francia hicieron penitencia y plegaria, librándose así de la amenaza conminatoria, como Nínive en tiempo de Jonás. Es pobre evasiva, pues, de ese modo, se podrían justificar todas las profecías incumplidas, aún las más extravagantes. Se puede decir que eran condicionales y, por ende las profecías privadas perderían todo su valor. Algunas son condicionadas explícitamente, entonces sí, no hay duda; como estas de Garabandal.
Los dichos de Melania Calvet que, cuando tuvo la aparición no sabía leer ni escribir, ni hablar francés (hablaba  dialecto), no pueden ser autenticados críticamente. El secreto publicado 10 años después, fue remodelado  por los que lo oyeron de sus labios. Las narraciones de la aparición, que ella y Maximino contaron  (siempre concordes), lo mismo: fueron escritas por otros. No sabía escribir; y una larga autobiografía de su infancia, que dictó a los 67 años por orden de su confesor, está mechada de cosas inverosímiles y aún extravagantes. La memoria de una anciana de 67 años transfigura los recuerdos de infancia –los recuerdos de los tres o cuatro años-, por donde ella empieza su autobiografía. Y en ese tiempo, ya había leído una cantidad de libros de místicos, cuya terminología, y quizás, cuya reminiscencia, usa.
En suma, no nos han llegado textos fidedignos; pero León Bloy los traga enteros.
Estando yo en Roma, en 1931, un benedictino alemán publicó un artículo deshaciendo La Saletta con principalmente, el argumento de que Melania fue una monja vulgar y silvestre, de mal carácter, y no una santa; y Maximino, adulto, se volvió un borrachín. No prueba nada. La primera imputación es calumniosa, pues Melania murió en olor de santidad. Y las dos cosas son vanas, pues nadie ha dicho nunca que un profeta tiene que estar confirmado en gracia. Al contrario, ha habido profetas pecadores, como por ejemplo, el profeta Balaam, el que tuvo una burra que hablaba –patrona de las poetisas argentinas-. No digo todas, má buona parte.
Hoy día La Saletta como santuario ha caído, Lourdes lo ha tapado. Hay allí un grupo de sacerdotes llamados Los Capellanes de La Saletta y van algunas peregrinaciones de devoción sin que se produzcan curaciones prodigiosas. Así lo encontró León Bloy en 1879 y se irritó sobremanera, lo cual no le costaba mucho.
León Bloy fue un buen cristiano y un gran escritor. Eso no se puede discutir. Todo lo demás es discutible en él, incluso este juicio mío que escribí, hace muchos años, al leer el excelente libro de St. Fumet: “La mission de León Bloy”: “Fue, a mi ver, un místico frustrado, toda la vida en la noche oscura del sentido, con una evidente neurastenia de Beard (una neurastenia contenida) lo cual no significa nada, si “la enfermedad es el estado normal del cristiano”, como decía Pascal. Decir que es un semi-santo medio demente es erróneo, por demasiado simplista. Es más complicado que eso. Mas decir que fue un santo por un lado y un demente por el otro, es peor todavía. Pero decir con Raymond Barbeau que fue un “profeta luciferino” (título de un libro de este escritor francés) –que fue un perverso, un apóstata y un demoníaco, sacrílego, es puro disparate- “Abominable, y a fondalmente demoníaco, es el profeta de Lucifer”, escribe Barbeau. Y es él, más bien, quien parece demoníaco”.
Hasta La Saletta llega el libro del profesor Mirakles, después viene Lourdes.


 P. Leonardo Castellani – Las profecías actuales, Cruz y Fierro editores, Buenos Aires, 1966.