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martes, 21 de enero de 2014

SOBERBIA Y REBELDÍA



Rebeldes y soberbios.


De ser soberbios y rebeldes se la pasan acusando –sin nunca poner sobre la mesa pruebas de ello- los liberales de la neo-FSSPX a los que militan hoy en la Resistencia católica. Pero, aquí reside el asunto, los verdaderamente soberbios y rebeldes, los desobedientes, los hostiles a la verdad son precisamente los acusadores, los que se muestran o se creen “obedientes” y continuadores de la obra de Mons. Lefebvre.

Daremos un solo ejemplo, uno más de los tantos que pueden consultarse en los artículos y estudios críticos de nuestros blogs, para que no nos digan que simplemente recusamos sin fundamentos.

Cuando el Distrito América del Sur inauguró su nueva serie de boletines de la Tercera Orden, allá por el primer trimestre de 2012, dejó en claro esta doble actitud que nosotros mencionamos. El citado boletín número 1, a cargo del capellán de la Tercera Orden, Padre Jean-Michel Gomis, usa de manera tramposa y pícara los textos de Mons. Lefebvre para refrendar la política acuerdista de Mons. Fellay, y todo bajo la cortina o el rótulo o mejor, la explícita consigna del capellán: “¡SEAMOS MISIONEROS!”.

Dice muy bien que salvar las almas fue el programa de vida de San Pablo y de todos los santos, “predicar a Jesús crucificado, colaborar con la obra de la redención por medio de la oración y del sacrificio y de este modo llenar el cielo. ¡No existe ideal más digno para entusiasmar nuestros corazones!”. Y les recuerda a los miembros de la Tercera Orden que Mons. Lefebvre fue ante todo un misionero. Perfecto. “Debemos buscar con ansias la conversión y salvación de los que son presos del error y del pecado”. Excelente. Pero, para justificar que se debe ir a misionar a Roma, cita luego un largo texto de Mons. Lefebvre, un sermón del 26 de febrero de 1983, donde éste afirma que no deja de ir a Roma ni de tener contactos con el cardenal Ratzinger. Ahora bien, ¿esa fue la última palabra de Mons. Lefebvre, o después cambió de parecer? ¿No pasó nada más después de entonces, no volvió a hablar Mons. Lefebvre? Sí lo hizo, y dijo cosas como éstas:

«No tenemos la misma forma de concebir la reconciliación. El cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de conducirnos al Vaticano II. Nosotros la vemos como un retorno de Roma a la Tradición. No nos entendemos. Es un diálogo de sordos.  ... Suponiendo que de aquí a algún tiempo Roma haga un llamado, que quieran recibirnos, retomar las tratativas, en ese momento, seré yo el que pondrá las condiciones.
«Ya no aceptaré colocarme en la situación en la que nos hemos encontrado en estos coloquios. Se acabó. Preguntaré: « ¿Estáis de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que os han precedido?  ¿Estáis de acuerdo con la Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani generis de Pío XII? ¿Vos estáis en plena comunión con esos papas y con sus afirmaciones? ¿Todavía aceptáis el juramento antimodernista? ¿Estáis por el reino social de Nuestro Señor Jesucristo? Si vos no aceptáis la doctrina de vuestros predecesores, es inútil hablar. Mientras no aceptéis reformar el Concilio, considerando la doctrina de esos papas que os han precedido, NO HAY DIÁLOGO POSIBLE. Es inútil». Así las posiciones serán más claras”.
(Fideliter n° 66 – Septiembre octubre de 1988 – p.12-14).

“El problema sigue siendo muy grave y… no hay que minimizarlo. Es lo que debemos contestar a [los que] preguntan si la crisis está por terminar, si no existiría la posibilidad de tener una autorización para nuestra liturgia, para nuestros sacramentos. Ciertamente la cuestión de la liturgia y de los sacramentos es muy importante, pero más importante todavía es la de la Fe. Para nosotros esta cuestión está resuelta, pues tenemos la Fe de siempre, la del Concilio de Trento, del Catecismo de San Pío X, de todos los concilios y de todos los Papas anteriores al Concilio Vaticano II; en una palabra, la Fe de la Iglesia.

Pero ¿y en Roma? La perseverancia y la obcecación en las ideas falsas y en los graves errores del Vaticano II siguen en pie. Está claro. No debemos hacernos ninguna ilusión. Estamos llevando a cabo un combate fortísimo. No hemos de dudar ni tener miedo.

Algunos quisieran volver a unirse a pesar de todo con Roma, con el Papa. Lo haríamos… si ellos se encontraran en la Tradición y continuaran la tarea de todos los Papas del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. Pero ellos mismos (los Papas actuales) reconocen que han tomado un camino nuevo, que el Concilio Vaticano II ha abierto una nueva era. Es el combate de Satanás contra la Ciudad de Dios.  ¿Cómo se resolverá esto? Es el secreto de Dios, un misterio. Pero no debemos preocuparnos, debemos tener confianza en la gracia del Buen Dios.
Que nosotros tengamos que combatir contra las ideas actualmente en boga en Roma, las que el Papa expresa, es claro. Combatimos [contra ellos] porque no hacen más que repetir lo contrario de lo que los Papas han dicho y afirmado solemnemente durante un siglo y medioDebemos elegir. Es lo que yo le decía al Papa Pablo VI. Estamos forzados a elegir entre usted y el Concilio por una parte, y sus predecesores por otra parte. ¿A quién debemos seguir?¿A los predecesores que han afirmado la doctrina de la Iglesia o bien seguir las novedades del Concilio Vaticano II afirmadas por usted?

No debemos dudar ni un minuto. Los que nos están traicionando… dicen que hay que ser caritativos, tener buenos sentimientos, que hay que evitar las divisiones. Dan la mano a los que destruyen la Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales, aunque están condenadas por la Iglesia. Hacen el trabajo del diablo. Se encuentran en una vía sin salida porque no se puede dar la mano a los modernistas y al mismo tiempo guardar la Tradición. Fue eso lo que mató a la Cristiandad de EuropaSon los liberales los que han permitido que se instale la Revolución, precisamente porque ellos han tendido la mano a los que no tenían sus principios.

Hay que elegir. Nosotros hemos elegido ser contra-revolucionarios, [estar] en contra de los errores modernos, estar en la Verdad Católica y defenderla. Este combate entre la Iglesia y los liberales modernistas es el combate en el cual nos encontramos a raíz del Concilio Vaticano II. Cuanto más se analizan los documentos del Vaticano II y la interpretación que le dieron las autoridades de la Iglesia, más uno se da cuenta que no se trata sólo de algunos errores… sino, en realidad, de una perversión del espírituEs una concepción totalmente diferente de la Revelación, de la Fe y de la Filosofía, es una perversión total.

No tenemos nada que hacer con estas gentes, pues no tenemos nada en común con ellos. El combate que libramos es el de Nuestro Señor, continuado por la Iglesia. No lo podemos dudar: o estamos con la Iglesia o estamos contra Ella; no estamos con esta Iglesia conciliar que cada vez tiene menos en común con la Iglesia Católica.
(Conferencia dada por Mons. Lefebvre en 1990, citada aquí

Así como Menzingen ha perseguido y prohibido el libro del Padre Pivert sobre Mons. Lefebvre y su posición con respecto a la Roma modernista, del mismo modo el P. Gomis oculta todas estas declaraciones y muchas más de Mons. Lefebvre, para justificar a sus Superiores que buscan tener relaciones con las autoridades romanas. Y completa el boletín con palabras de Mons. Fellay, y con más palabras de Mons. Lefebvre cuidadosamente seleccionadas de sermones y conferencias no conflictivas con Roma, todas muy anteriores a las consagraciones de obispos excepto una breve cita de una carta a Juan Pablo II del 20 de febrero de 1988, donde Mons. Lefebvre dice “Seríamos muy dichosos restableciendo relaciones normales con la Santa Sede, pero sin cambiar en cosa alguna lo que somos”, estribillo que repiten hoy las autoridades de la neo-FSSPX que sin embargo han cambiado lo que eran para poder ser “reconocidos” (cfr. Declaración doctrinal de abril del 2012, etc, etc. etc.) porque ya no piden como condición la conversión de Roma.


No cita el P. Gomis otra carta de Mons. Lefebvre a Juan Pablo II, del 2 de junio de 1988: “Los coloquios y conversaciones (…) nos han convencido que aún no había llegado el momento de una colaboración franca y eficaz. (…) Dado el rechazo de considerar nuestros pedidos, y siendo evidente que el objetivo de esta reconciliación no es en absoluto el mismo para la Santa Sede que para nosotros, creemos preferible esperar momentos más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición. (…) Continuaremos rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y reencuentre su Tradición dos veces milenaria. Entonces, el problema de la reconciliación ya no tendrá razón de ser y la Iglesia reencontrará una nueva juventud”. (2 de junio de 1988)

P. Bouchacourt y P. Gomis.

De manera tal que allí donde Mons. Lefebvre afirmó que había que esperar que Roma volviera a la Tradición para tener nuevamente contacto con ella, allí donde admitió haber ido muy lejos, allí donde admitió haberse equivocado con la firma del protocolo de acuerdo, allí donde finalmente dijo ¡Basta! porque vio claramente que era un camino cerrado, sin salida, estas autoridades de la Neo-Fraternidad, con toda soberbia, se empeñan en seguir por ese camino inviable, en querer lograr lo que no pudo Mons. Lefebvre, dotado de las gracias especiales como fundador de la congregación. Allí donde Mons. Lefebvre dijo que había que plantarse, estas autoridades de ahora, creyéndose mejores o más sabios que él, dicen: hay que seguir, hay que ir, nosotros vamos a convencerlos, nosotros vamos a convertirlos, hay que ir a Roma. Ellos se creen que con su branding, con sus sonrisas electorales, con su amabilidad para con los judíos, con su silencio ante las atrocidades romanas, conseguirán más que Mons. Lefebvre. Y lo hacen hipócritamente invocando la figura y las palabras de Mons. Lefebvre. Es como si alguien se empeñara en afirmar que hay que seguir el ejemplo de San Pedro cuando huyó y negó a Nuestro Señor, y no cuando confesó valientemente a N.S. en la Sinagoga frente a los judíos y luego fue crucificado.

Dada la magnitud de la división provocada en la congregación, y la dimensión de los daños provocados, esa empecinada actitud conciliadora y acuerdista no puede tener otro nombre que traición.

Los Apóstoles fueron a la Sinagoga a predicar hasta que fueron expulsados. Mons. Lefebvre fue a Roma hasta que fue expulsado (es decir, “excomulgado”). Pero entonces apareció Mons. Fellay y su cría pidiendo ser recibido nuevamente allí donde nada más había que hacer. Con su actitud intransigente hacia los errores, con su clara proclamación de la verdad, los Apóstoles y Mons. Lefebvre hicieron más por la conversión de los judíos y liberales, que Mons. Fellay con su actitud conciliadora, ambigua y dialoguista. Porque además los Apóstoles y Mons. Lefebvre, a imagen de Nuestro Señor, no dudaron en aceptar el precio de esa su intransigencia en la verdad y la caridad: la persecución y el castigo. Pues esa clase de misiones se pagan con la propia vida. En cambio, Mons. Fellay y sus seguidores no están dispuestos a pagar ese precio, sino que por el contrario piden un “reconocimiento”, una “aceptación”, una “regularización” a los enemigos, y el precio a pagar se les carga a través de injustos castigos a quienes se oponen a sus designios. Y a tal punto han llegado en esto que no les importa negar las verdades de nuestra religión, no les importa escandalizar a los fieles, como ha hecho el Padre Bouchacourt. Incluso el P. Gomis –que desde el boletín llama con bonitas palabras a ser “misioneros siempre y en todas partes”-, por miedo u obediencia ciega a su Superior –Dios lo sabrá-, se reprime a sí mismo para no resultar duro a los judíos y no perjudicar esta imagen amable y “confiable” que quiere dar la Nueva FSSPX a Roma. De las palabras a los hechos ¡un largo trecho!

Dios nos levante a todos de la irresolución liberal, de la inconstancia cobarde, de negar con los hechos lo que decimos, nos dé fuerza y determinación para no ser como el famoso Padre Gatica, aquel que “predica pero no practica”. Gracias a Dios son cada vez más los que se levantan contra los rebeldes y soberbios ocupantes de la Nueva-FSSPX, para dar testimonio de la verdad y continuar con la obra y el espíritu de Monseñor Lefebvre. Perseveremos siempre alertas, ¡y llamando las cosas por su nombre!