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miércoles, 25 de diciembre de 2013

SERMÓN DE NAVIDAD - R.P. RENÉ TRINCADO





Hoy ha nacido el autor del mundo. Hoy el Verbo de Dios apareció revestido de carne y el que no era visible para los ojos humanos empezó a dejarse tocar por nuestras manos (San León Magno). Hoy los pastores oyeron las voces del ejército celestial, que cantaba: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad (Luc 2, 4).

Paz a los hombres. ¿Cuál paz cantaban los ángeles? La paz que fue obra de Jesucristo, porque Él nos reconcilió con Dios, perdonando nuestros pecados (San Cirilo). Pero "no he venido a traer paz a la tierra", dice N. Señor (Lc 12, 51). La paz que anunciaban los ángeles no es para todos, sino sólo para "los hombres de buena voluntad", para los que reciben bien el nacimiento del Señor, para los justos; para estos hombres piden los ángeles la paz (San Beda, San Agustín). Los otros buscan la paz puramente exterior, que sirve muchas veces para el mal y no aprovecha de nada a los que la tienen (San Juan Crisóstomo). Los que no son de Cristo porque pertenecen al diablo se conceden la paz a fin de gozar del mundo sin molestias (San Agustín). Los ángeles cantan a la verdadera paz, la paz de Cristo, que, como dice San Agustín, es serenidad de la mente, tranquilidad del ánimo, sencillez de corazón, vínculo de amor y consorcio de caridad, sin que pueda llegar a la heredad del Señor quien no quisiere observar el testamento de la paz, ni puede estar conforme con Cristo el que no lo esté con el cristiano. Santa intolerancia católica: o con Cristo o con el demonio.

Y ya que estamos hablando de la paz, conviene hacer algunas aclaraciones, citando la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, acerca del iluso, cobarde, injusto e impío pacifismo de los liberales. Los modernistas han hecho de la paz puramente exterior, tantas veces opuesta a la voluntad de Dios, un nuevo fin para la Iglesia. ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de que la Iglesia está al servicio de la paz y que nada hay peor que las guerras? Y la FSSPX se está desviando hacia ese mismo pacifismo liberal, como lo prueba el intento de hacer un traidor acuerdo de paz con los demoledores de la Iglesia, con los destructores de la paz de Cristo.

Sin caridad no hay verdadera paz. Santo Tomás enseña que la paz implica una doble unión: la que resulta del orden de los deseos en uno mismo, y la que se resulta de la concordia de los deseos propios con los ajenos. Tanto una como otra unión es causada por la caridad. Produce la primera porque Dios es amado con todo el corazón, de tal modo que todo lo referimos a Él, y así todos nuestros deseos convergen en el mismo fin. Produce también la segunda en cuanto amamos al prójimo como a nosotros mismos; por eso quiere cumplir el hombre la voluntad del prójimo como la suya (II-II c29 a3).

Es bueno destruir la paz fundada en la mala concordia. Promover la discordia que rompe la concordia causada por la caridad es pecado… Pero provocar la discordia que destruya la mala concordia, es decir, la que se apoya en mala voluntad, es loable. En ese sentido fue laudable la disensión introducida por San Pablo entre quienes estaban concordes en el mal (Hc 23 6-7), ya que el Señor dice de Sí en Mt 10, 34: No he venido a traer paz, sino la espada (II-II c37 a1).

La resistencia legítima no es sedición. No se puede llamar sediciosos a quienes defienden el bien común resistiendo (al poder injusto), como tampoco se llama pendenciero a quien se defiende (a sí mismo de un atacante). El régimen tiránico no es justo… de ahí que la perturbación de ese régimen no tiene carácter de sedición... El sedicioso es más bien el tirano (II-II c42 a2).

Los que combaten con justicia son pacificadores. También los que hacen la guerra justa quieren la paz. Por eso no están en contra de la (verdadera) paz, sino contra la paz mala, la que el Señor no vino a traer a la tierra (Mt 10, 34)…  se infiere la guerra para conseguir la paz. Sé, pues, pacífico combatiendo, para que con la victoria aportes la utilidad de la paz a los que combates (II-II c40 a1).

Hasta acá las citas de Santo Tomás.

Aspiremos a vivir en la paz de Cristo, anunciada hoy por los ángeles, que es la que engendra los hijos de Dios, que es causada por amor, fomenta el verdadero amor y produce la unidad en el bien. Por eso el Apóstol dice: Justificados, pues, por la fe, mantengamos la paz con Dios (Rom 5, 1). En estas breves palabras se resumen todos los mandamientos, porque donde está la verdadera paz no puede faltar ninguna virtud. ¿Y qué es estar en paz con Dios, sino querer lo que él manda y no querer lo que prohíbe? Sabemos que, conforme al testimonio del Apóstol San Juan, el mundo entero está bajo el poder del Maligno (1 Jn 5, 19), y que los demonios trabajan con innumerables tentaciones para que el hombre dispuesto a escalar el cielo se espante con las adversidades o se ablande con la prosperidad; pero es más poderoso el que está en nosotros que el que lucha contra nosotros y no puede ganar ninguna batalla a los que tienen paz con Dios, los que dicen siempre de todo corazón al Padre: hágase tu voluntad (San León Magno).

Si nosotros resistimos combatiendo contra el mal, nos atraeremos la enemistad del que es autor del pecado, pero nos aseguramos una paz inalterable con Dios, porque si lo que Él quiere lo queremos nosotros, y si lo que Él reprueba nosotros lo reprobamos, él librará por nosotros todas las batallas. Él, que da el querer, da también el poder, y por eso diremos llenos de esperanza: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el defensor de mi vida, ¿de quién tendré miedo? (Sal 26, 1) (San León Magno).

Estimados fieles. La Navidad, el día del nacimiento del Señor, es a la vez el día del nacimiento de la verdadera paz, pues como dice San Pablo, El es nuestra paz (Ef 2, 14). Todos nos acercarnos al Padre por medio de Cristo, quien el día anterior a su pasión enseñaba a sus discípulos esta doctrina: Mi paz os dejo, mi paz os doy (Jn 14, 27), pero a fin de que no se oscureciera bajo el nombre general de paz la paz que nos había de dar, dijo: no os la doy como la del mundo (San León Magno). Exactamente lo contrario obra el demonio a través de los malos pastores que sirven, a sabiendas o no, a sus planes, oscureciendo la Verdad por medio de  palabras ambiguas, confusas, equívocas. No os doy Yo la paz como la del mundo, porque la paz de los mundanos proviene del infierno y a él arrastra. Es paz de cadáveres, lograda mediante la remoción del gran obstáculo para la consecución de la paz según el ideal liberal, masónico y modernista: Cristo.