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sábado, 21 de diciembre de 2013

MIXTURA DE JUDÍOS Y DE CRISTIANOS – PADRE JULIO MEINVIELLE





¿Qué hay de verdad en estas pretensiones judaicas? ¿Lograrán esta dominación universal? ¿En qué medida? He aquí un problema difícil, cuya solución exigiría detenido examen. Es mejor omitir su tratado.

Lo que sí se puede decir es que hoy todas las fuerzas del mal que se han ido engendrando, consciente o inconscientemente, desde el Renacimiento hasta aquí, paganismo del Renacimiento, protestantismo, racionalismo, capitalismo, liberalismo, laicismo, socialismo, comunismo, todas ellas trabajadas por el virus del odio a Cristo y a su Iglesia, se están movilizando en un frente único…. frente compacto, arrollador… y estas fuerzas están satánicamente comandadas por la Franc-masonería y sobre todo por el Judaísmo. Los judíos, desde el Gólgota hasta aquí, no han abandonado su tarea de crucificar a Cristo. Ahora como entonces, ellos han tramado en el secreto su plan diabólico que los gentiles han de ejecutar… Y están ejecutando. La lucha se establece, entonces, terrible, decisiva, entre el Judaísmo y el Catolicismo. Muchos dicen entre Moscú y Roma. Pero Moscú no ha sido más que un simple cuartel del Judaísmo Universal. La estatua que allí se ha querido levantar a Judas es todo un símbolo.

La lucha se entabla furiosa entre Ismael e Isaac, entre Esaú y Jacob, entre Caín y Abel. Caín está por asestar el golpe mortal sobre su hermano Abel. El judío, que fue siervo de la Iglesia, está logrando la revancha absoluta sobre su antiguo amo.

¿La logrará? ¿Vencerá Goliat a David?

Dios lo sabe. Pero unos son los planes de los hombres y otros son los planes de Dios. Y Dios sabe dirigir y encaminar los aciertos y desaciertos de los hombres para realizar sus fines secretísimos.

No hay duda que la mixtura de judíos y de cristianos, que se viene operando desde el Renacimiento, es perniciosa, porque la cizaña no se debe sembrar con el trigo, y esta mixtura nos tiene ahora abocados a una colisión catastrófica, cuyo desenlace es difícil presagiar.

Pero si Dios la permitió, algo bueno se ha de poder sacar de esta mixtura.

¿Y qué bien puede sacar de ella el Señor?

En primer lugar, hacer expiar a las naciones cristianas sus impiedades de siglos, para que vuelvan contritas al Señor. Dios no llamó a los beneficios de la fe a los pueblos bárbaros para que éstos se entregaran a las idolatrías y abominaciones de los tiempos modernos. Los pueblos cristianos, con Francia, la hija primogénita de la Iglesia a la cabeza, debían ser los heraldos de la Fe y del Amor cristiano entre los pueblos de Oriente y Occidente, para que en toda la tierra fuese conocido e invocado el nombre del Señor. En cambio, han sido los heraldos del pecado.

Hay que expiar, entonces, estas culpas. Y así como el pueblo judío, que renegó de Cristo, fue entregado al cautiverio oprobioso de los otros pueblos, así ahora los gentiles conoceremos el oprobio de la esclavitud judaica.

No olvidemos que Cristo profetizó a los judíos: Vendrán días de venganza… habrá gran apretura e ira sobre la tierra para este pueblo… y caerán al filo de espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será hollada de los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones (Lc. 31, 20-24).

Y esta palabra de Cristo se cumplió y se cumple. El año 70 Jerusalén fue cercada por los ejércitos de Tito, el Templo fue incendiado y un millón 100.000 judíos fueron masacrados y otros 97.000 llevados prisioneros (Josefo, De Bello Judaico), y, desde entonces el judío anda errante, hecho oprobio y baldón de todos los pueblos, siendo un testigo inicuo de Cristo, Rey de los Siglos.

Si los judíos fueron castigados, ¿los pueblos descristianizados quedarán sin castigo?

Pero castigo éste que ha comenzado ya… porque ayer fue Rusia y mañana el mundo… castigo que sería para todos, para judíos y cristianos; para ambos, porque ambos llevan siglos de espantosas impiedades.

Castigo espantoso y saludable, en el que la Justicia purificará y la Misericordia forjará apóstoles de santidad.

Creo que sin vocación de profeta es fácil prever que la humanidad ha de caer bañada en una ola general de sangre purificadora… sangre de los cismáticos rusos para expiar sus doce siglos de apostasía de Cristo, que está allí donde está Pedro; sangre de los herejes protestantes para lavar las felonías de cuatro siglos de maquinaciones anticristianas: sangre de los pueblos católicos que como viles rameras se han prostituido vergonzosamente, y ¡qué espléndido instrumento el judío en la mano de Dios para ser el verdugo de estos pueblos que trocaron la grandeza de la Cruz por la grandeza de Babel!… ¡Ah, pero también puede Dios suscitar un nuevo Atila (si no lo suscitó ya) que a judíos y a descristianizados los oprima como a la uva en el lagar!...

Todos tienen que ser purificados… ¿y después? Después surgirán hombres de santidad, judíos y cristianos, varones llenos del cristianismo auténtico, de aquella fe y de aquella caridad cristiana de que estaban llenos los apóstoles y los mártires… No será posible el cristianismo falso y mentiroso de un siglo hipócrita; sólo después de la purificación se podrá efectuar la reconciliación de judíos y cristianos, de Esaú y de Jacob.


“El Judío en el misterio de la historia”, capítulo III.