Páginas

lunes, 30 de septiembre de 2013

UNA ENTREVISTA Y UN SILENCIO II



La entrevista

Continuamos con pasajes significativos de la entrevista brindada por Francisco al Padre Antonio Spadaro, S.J., la cual fue publicada en principio en La Civiltá Cattolica el 19 de septiembre de 2013, y en español en la Revista Razón y Fe de España.

Francisco:

“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”.

Interesante confesión de Francisco: si hay que curar heridos (“hospital de campaña tras una batalla”) y no “hacer chequeos”, eso significa que en esa batalla a la iglesia conciliar le ha ido muy mal. Si le ha ido tan mal, pues tiene tantos heridos (¿Batalla contra quién, nos preguntamos, si desde hace 50 años sólo se habla de diálogo?), eso quiere decir que la iglesia del Vaticano II no ha hecho las cosas bien. Pero Francisco no dice nada de esto, al contrario, como veremos en otro fragmento de la entrevista, elogia al Vaticano II por sus buenos frutos.

Una crítica que puede hacérsele a esta visión reduccionista de Francisco:
“No deberíamos dejarnos engañar tampoco por el hecho de que un hombre como el filántropo es capaz de hacer una serie de cosas buenas, como por ejemplo, y sobre todo, aliviar el dolor corporal. A esto podríamos llamarlo simplemente “primeros auxilios”. En lo que se refiere a un auxilio profundo, permanente y cierto, ese hombre es impotente. De hecho, los esfuerzos de hombres como el filántropo suelen limitarse casi exclusivamente al campo del bienestar material, como es el alivio del sufrimiento corporal. (…) Desde luego, aliviar el sufrimiento es regla de oro en la vida del cristiano, pero podemos considerarla una regla ciega si no va acompañada de una visión acertada de la finalidad de la vida humana, y no hay virtud alguna en la ceguera. Además, si se exagera la importancia de combatir el dolor, como se está exagerando en nuestros días, se puede llegar a causar un daño incalculable, pues hay cosas peores que el sufrimiento” (Frank J. Sheed, “Un mapa de tu vida”).




El silencio

Prácticamente todos los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos del mundo, todos los blogs y sitios de Internet, han hecho algún comentario –la gran mayoría elogioso- de la entrevista de Francisco. Sin embargo, hay un silencio persistente, un silencio claudicante, no sólo de ahora sino desde que Francisco empezó a hacer descalabros. Es el silencio de Mons. Fellay y la Nueva FSSPX. ¿Qué se ha dicho hasta ahora desde allí? Apenas esto:


“Con la llegada del Papa Francisco, de quien todavía es difícil adivinar las intenciones, los proyectos que pueda tener para la Iglesia y para la Fraternidad…”

“Seamos prudentes, no precipitemos los acontecimientos, veremos.”

“Nosotros debemos conservar la más grande prudencia antes de emitir un juicio (sobre Francisco), mientras no lo veamos en las obras.”