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miércoles, 4 de septiembre de 2013

LA BIBLIA CONDENA A MONSEÑOR FELLAY.- SERMÓN DEL 18 DE AGOSTO DE 2013 POR EL R.P. PATRICK GIROUARD






Un último recordatorio acerca de la revista “The Recusant” en papel, la cual le pedí al señor Pearce tener siempre unas copias aquí, en la Capilla, para que después de Misa todos ustedes puedan llevarse una copia, regresarla la semana siguiente y llevarse el siguiente número. Es muy importante que continuemos estudiando los problemas de la Fraternidad y no pensar “bien, ahora tenemos nuestra capilla, hemos hecho todos los estudios que el Padre nos pidió, ya no es necesario seguir estudiando”. Sí, sí necesitamos, porque de otro modo, si nos “sentamos en nuestros laureles”, si nos sentimos muy orgullosos de nosotros mismos, terminaremos igual que la Fraternidad. No veremos los nuevos problemas que suceden y volveremos a caer en el liberalismo. ¡Todos somos liberales! Hemos sido tocados por este problema del liberalismo, pero una buena forma de luchar contra él es estudiar todas las semanas estos problemas.


En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Del Evangelio de hoy, tenemos algunos elementos que debemos recordar, como una lección para nosotros para dirigir nuestra vida. El primero es el dar gracias. El segundo es el sacrificio y el tercer elemento es el de la compañía a mantener o evitar, lo que no sería tan evidente en el mismo Evangelio, pero les explicaré.

Primero que todo tenemos el deber de agradecer a Dios, porque aquí lo que representan los leprosos son las personas que estaban esclavizadas en el pecado, pecadores que fueron curados por Nuestro Señor. San Agustín dice que la lepra, que es una enfermedad que corrompe el cuerpo, es una imagen de la lepra del pecado que corrompe el alma.

Entonces la lepra es para el cuerpo lo que el pecado es para el alma, y así explica el Evangelio de hoy San Agustín. Y por lo tanto, todos somos pecadores. Solamente la Santísima Virgen María fue preservada del pecado y no pecó jamás. Todos nacen con el pecado. Todos nacen con lepra. Y sí, con el bautismo, la mancha del pecado original es lavada y quitada, pero las consecuencias para el alma permanecen, es lo que llamamos las heridas del pecado original. Y esas heridas nos han debilitado. Nos han debilitado nuestro intelecto, nuestra voluntad. Y es por eso que estamos tan inclinados a cometer pecados, lo que llamamos pecados personales.

Y es por eso que Nuestro Señor, sabiendo esto, instituyó el Sacramento de Penitencia. Porque El sabía que seríamos débiles, Él sabía que caeríamos, y Él sabía que necesitaríamos más que el bautismo. Y Él instituyó, en Su gran misericordia y Su gran amor –no tenía que hacerlo- pero instituyó este sacramento, y este sacramento opera por la aplicación de los méritos de Su Sacrificio en la Cruz. Nuestros pecados personales y también el que se nos quitó en el Bautismo, son lavados por la Sangre, por la efusión de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor. Esto es lo que tenemos que recordar: Cada vez que vayamos a la confesión, cada vez que recordemos la gran gracia de haber sido bautizados, todo esto es el resultado de la efusión de la Sangre de Nuestro Señor en la Cruz.

Y este es el por qué, porque hemos sido redimidos a tan alto costo, que necesitamos estar mucho más agradecidos por eso. Hubiera sido más fácil para Nuestro Señor, porque Él es Hombre y Dios, salvarnos simplemente con una oración. Pudo habernos redimido con una oración, con cualquiera de las buenas acciones que realizó, porque era la acción del Hombre/Dios, Él podía habernos redimido. Pero para mostrarnos la gravedad del pecado, decidió someterse a Su Pasión. Y lo hizo de manera total, no escatimó nada. Y Sus últimas palabras fueron “Todo está consumado” “Consumatum est”, el sacrificio ha sido consumado. Esto es: completamente, como los holocaustos del Antiguo Testamento eran colocados en el altar y tenían que ser consumidos completamente por el fuego. Y así fue el holocausto de Nuestro Señor. Y Él derramó completamente Su Sangre, y Él fue sometido a todas las terribles torturas de la flagelación, la coronación de espinas, el cargar con la Cruz, y todo lo demás. Se consumió a Sí Mismo hasta el final. Por eso tenemos que ser agradecidos, tenemos que recordar estas enormes gracias que hemos recibido. Cada día debemos agradecer a Dios todas estas gracias. Es el deber de dar gracias.

La segunda cosa para recordar es que este deber de dar gracias por purificarnos del pecado, por habernos salvado, tiene que expresarse no solamente con emociones y sentimientos píos y dulces palabras; la mejor manera de agradecer a Dios es uniendo nuestro propio sacrificio a Su Sacrificio. Para que en nosotros haya tal amor hacia Nuestro Señor, hay que meditar sobre Su Pasión y Su Bondad para todos nosotros, y a cambio queremos hacer algo también. Queremos ayudar a salvar almas. Pero no podemos salvar almas sino con el sacrificio. Él pudo haber hablado con Su Padre y habernos salvado, pero NO, Él quiso mostrarnos que las almas necesitan sacrificio. Necesitamos más que palabras. Necesitamos más que oraciones. Las oraciones son muy necesarias pero necesitamos más. Necesitamos el espíritu de sacrificio. Hay muchos sacrificios que podemos hacer diariamente, cientos de pequeños sacrificios. Si estamos en gracia, tienen un valor muy grande.

La tercera lección del Evangelio de hoy que les dije que no estaba tan clara al comienzo: Debemos aprender de estos leprosos, no solamente a agradecer, no solamente el espíritu de sacrificio, sino también que debemos huir de las malas compañías. La sociedad, y también el mandato de Dios en el Antiguo Testamento, ordenaban que los leprosos ya no podían vivir con sus familias. Ya no podían vivir en sus ciudades o pueblos, debían vivir fuera de éstos. Tenían que vivir en su pequeño pueblo juntos para no extender la enfermedad a su alrededor. Entonces lo que Dios pidió, lo que hizo la sociedad para proteger la vida física de las personas en buena salud, tenemos que hacerlo nosotros para proteger la vida de nuestras almas. Y por lo tanto, tenemos que separarnos de los pecadores. En otras palabras… (algunas veces, por supuesto, es imposible, porque trabajamos con ellos, o son vecinos o esa clase de cosas, y tenemos que ser caritativos con ellos y ayudarlos en lo posible, etc.)… No debemos tener amistad con ellos.

¿Cómo podemos ser amigos de personas que no aman a Nuestro Señor? Es imposible. Si somos verdaderos católicos, si verdaderamente entendemos el precio de nuestra salvación, si estamos realmente agradecidos con Dios por todo lo que Él hizo por nosotros, nuestro deseo debe ser el tratar de llevar a las personas a nuestro alrededor hacia Él; pero si ellos se niegan, y si están obstinados en su malicia, en sus pecados, no podemos tener amistad con ellos. Porque la amistad, por definición significa comunidad de intereses. Significa que compartimos lo que es más importante para nosotros, lo compartimos con alguien que tiene la misma opinión, la misma Fe. Esa es la definición de amistad. No podemos ser amigos de gente que crucifica a Nuestro Señor voluntariamente. Si ellos no lo saben, debemos entonces de decirles, debemos instruirlos. Esa es caridad. No debemos odiar al pecador, debemos odiar el pecado. Pero si el pecador no quiere cambiar, si al pecador no le interesa, entonces ya no puede haber amistad. No se puede. De lo contrario estaremos traicionando a Nuestro Señor.

Ahora ustedes dirán: “El Padre Girouard se levantó con el pie izquierdo esta mañana, está un poco loco, tiene una teoría que yo jamás había escuchado”. Bueno, para que no tengan duda, les leeré algunas citas de la Biblia que dicen exactamente lo que he dicho:

Primero una cita del libro del Eclesiástico (6,17): Quien teme a Dios, logrará igualmente tener buenos amigos; pues como él así es su amigo”. Entonces su amigo debe ser como ustedes. Ustedes temen a Dios, pues entonces su amigo, si es su amigo, debe ser como ustedes y tiene que temer al Señor.

Del libro de los Proverbios (13,20): “Quien camine con el sabio, debe ser sabio”. Este es uno de los motivos del por qué debemos tener buenas compañías, porque nos lleva al bien. Nos da más incentivos.

Procede con cuanta cautela puedas con tu prójimo y aconséjate con los sabios y prudentes. Sean tus convidados varones justos (Sean tus convidados SOLO varones justos) y tu gloria consista en temer a Dios. Eclesiástico 9, 21-22).

Ahora, un ejemplo sobre lo que sucede a aquellos que tienen malas compañías. Un ejemplo tomado del Rey Josafat en el Antiguo Testamento, el cual ayudó y fue amigo del Rey de Israel, quien en ese tiempo era malo. Un profeta vino a el: (2 Crónicas 19,2) “A cuyo encuentro vino Jehú, profeta, hijo de Hanani y le dijo: “Tú das socorro a un impío y te estrechas en amistad con gente que aborrece al Señor; por tanto, merecías experimentar la ira del Señor”. Y fue abatido en una gran batalla.

Otra cita tomada del Eclesiástico (13, 21-22): Cuando el lobo trabe amistad con el cordero, entonces la tendrá el pecador con el justo”. Entonces el justo será siempre el que pagará su amistad con el pecador.

“Guárdate de contraer jamás amistad con los habitantes de aquella tierra, lo que ocasionaría tu ruina”.  Este es el Libro del Éxodo 34,12. Es cuando Dios los envió a la Tierra Prometida. Él les advirtió no tener amistad con aquella gente.

“Quien anda con sabios, sabio será; el amigo de los necios se asemejará a ellos”. Del Libro de los Proverbios 13,20.

Ahora, en el Eclesiástico 27,14: “La conversación de los pecadores es insoportable, porque ellos hacen gala de las delicias del pecado”. Es lo que buscan los pecadores. Eso es lo que aman. Eso es lo que los hace felices.

Salmo 25, 4-5: “Nunca he ido a sentarme en las reuniones de la gente vana, ni conversé jamás con los que obran la iniquidad. Aborrezco la sociedad de los malvados y evitaré siempre la comunicación con los impíos”. Fuertes palabras, una vez más. “Aborrezco la sociedad de los malvados y evitaré siempre la comunicación con los impíos”

Ahora el Salmo 140,4: “No permitas que se deslice mi corazón a palabras maliciosas para pretextar excusa en los pecados como hacen los hombres malvados: en sus delicias no quiero tener parte”. No me comunicaré con aquellos que obran la maldad, que obran la iniquidad.

“Pon tu pan y tu vino sobre la sepultura del justo, y no comas ni bebas de ello con los pecadores”. Tobías 4, 18.

Del Libro de los Proverbios (4, 14-15): “No te aficiones a los caminos de los impíos, ni te agrade la senda de los malvados: húyela, (¡HUYELA!) no pongas el pie en ella; desvíate y abandónala.

“Apártate del hombre perverso, y estarás lejos de obrar el mal”. Del Libro del Eclesiástico (7, 2).

Y del mismo libro (22, 14-16): “Con el necio no hables mucho, y no te acompañes con el insensato. Guárdate de él para no tener inquietudes, a fin de que no te manche su pecado. Desvíate de él y tendrás sosiego, y no recibirás tedio por su necedad”

Ahora en el Nuevo Testamento. La Primera Epístola de San Pablo a los Corintios (5: 9, 11,13) “Os tengo escrito en una Carta que no tuvieses trato con los fornicarios. Mas lo que ahora os escribo es que no tengáis trato con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho o ladrón; con ese tal ni siquiera toméis bocado. A los que son de afuera los juzgará Dios: “Quitad al malvado de en medio de vosotros”. ¡Este es San Pablo!

Y en la Segunda Carta a los Corintios (6, 14-17) él dice: “No os juntéis bajo el yugo desigual con los que no creen. Pues ¿qué tienen de común la justicia y la iniquidad? ¿O en qué coinciden la luz y las tinieblas? ¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O qué comunión puede tener el que cree con el que no cree? (¡Está claro!) ¿Y qué transacción entre el Templo de Dios y los ídolos? Pues Templo del Dios vivo somos nosotros, según aquello que dijo Dios: “Habitaré en ellos y andaré en medio de ellos; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartáos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os acogeré.

Y en su Segunda Epístola a los Tesalonicenses (3,6): “Os mandamos, hermanos, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que os retiréis de todo hermano que viva desordenadamente y no según las enseñanzas que recibió de nosotros”.

Y lo siguiente es una advertencia, no solamente de no tener compañía con ellos, sino que sea con el deseo de ayudarles a convertirse: “Si alguno no obedece lo que ordenamos en esta Epístola, a ese señaladle para no juntaros con él, a fin de que se avergüence. (El primer paso para la conversión es que el hombre debe avergonzarse, para hacerlo sentir culpable). Mas no le miréis como enemigo, antes bien amonestadle como a hermano (2da a los Tesalonicenses 3, 14-15). Como dije al principio, queremos la salvación de los pecadores, pero a veces el primer paso es hacerlos sentir culpables, y decirles: “Yo no, no puedo tener compañía con usted, porque usted no se quiere convertir”.

Todo lo que dije, todo lo que leí aquí (y hay muchas más citas) no es solamente para nuestra vida personal, sino que todas estas citas pueden ser utilizadas en la presente crisis de la Fraternidad. Todas estas citas de la Biblia nos advierten de huir, de separarnos de los que obran maldad, y de aquellos que abandonan la Fe. Y por lo tanto, no podemos regresar a Roma, y mucho menos estar sometidos a su autoridad, a menos que se conviertan. Debemos ponerlos en vergüenza. Debemos permanecer separados de ellos y decir: “No puedo volver porque ustedes están traicionando a Cristo y a Su Iglesia. Y no regresaré, no firmaré ningún acuerdo, no trataré de agradarlos, porque la mejor manera para ayudarlos a convertirse, es permanecer afuera y continuar predicando y continuar diciéndoles: “Ustedes están equivocados, están en el camino del infierno. Ustedes necesitan convertirse, regresar a la Tradición. Necesitan convertirse en verdaderos Católicos otra vez. ¡Y no tendré parte con su nueva iglesia! ¡Deben volver a la doctrina Católica!”.

Entonces estas citas son muy buenas para la presente crisis en la Fraternidad, y también para nuestra vida personal.

¡Y eso está en la Biblia, la Palabra de Dios Altísimo! Por lo tanto, recemos, queridos amigos, que obtengamos, de Dios, el valor de obedecer Sus palabras.

En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!


NOTA BENE: Como dije en mi sermón, hay otras muchas citas de la Biblia que dicen que debemos evitar las malas compañías y apegarnos a las personas religiosas. Porque el tiempo apremia, solamente usé una fracción de las citas disponibles y creo que fueron suficientes para probar lo que dije. Sin embargo, les daré unas cuantas citas más que pueden ser útiles:

Salmo 100, 3-7: “… He aborrecido a los transgresores de la Ley. Conmigo no han tenido cabida hombres de corazón depravado; ni he querido conocer al que con su proceder maligno se desviaba de mí. No admitía en mi mesa hombres de ojos altaneros y de corazón insaciable… No morará en mi casa el que obra con soberbia, ni hallará gracia en mis ojos aquél que habla iniquidades”.

Proverbios 24, 1: “No envidies a los hombres malos, ni desees estar en su compañía”.

Romanos, 16, 17 Os exhorto, hermanos, que observéis a los que están causando las disensiones y los escándalos, contrarios a la enseñanza que habéis aprendido y que os apartéis de ellos.

2 Pedro 3; 3, 4, 8, 10: Sabiendo ante todo que en los últimos días vendrán impostores burlones que, mientras viven según sus propias concupiscencias, dirán: ¿Dónde está la promesa de su Parusía? Pues desde que los padres se durmieron todo permanece lo mismo que desde el principio de la creación… A vosotros, empero, carísimos, no se os escape una cosa, a saber, que para el Señor un día es como mil años y mil años son como un día… Pero el día del Señor vendrá como ladrón… Vosotros, pues, carísimos, que lo sabéis de antemano, estad en guardia, no sea que aquellos impíos os arrastren consigo por sus errores y caigáis del sólido fundamento en que estáis…


2 Juan, 1; 10-11: Si viene alguno a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis. Porque quien le saluda participa en sus malas obras.